Un oportuno 80 aniversario del desembarco de Normandía

 

 

Miguel del Río | 02.06.2024


 

 

 

 

 

No digo que ocurra, pero no tendría disculpa que las generaciones jóvenes desconozcan lo que fue el Nazismo, el Holocausto o los campos de exterminio. Como se asienta de verdad la paz es no olvidando jamás las guerras acontecidas, como sucedió con la Segunda Guerra Mundial. En Francia se conmemora, retransmitido a todo el mundo, el 80 aniversario del desembarco y batalla de Normandía. Se espera a los grandes y poderosos dirigentes, salvo a Putin y Netanyahu. La guerra ha regresado a Europa y Oriente Medio, dando muestras de que tendemos a desertar del humanismo para alistarnos, a las primeras de cambio, en el belicismo.

 

Lo que pasó en las playas de Normandía, en un 6 de junio de 1944, está en la memoria de muchos mayores que, directa o indirectamente sufrieron las terribles consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Debe ser un hecho a recordar siempre, una generación tras otra, para que nunca más se repita semejante atrocidad, de 6 años de duración, y en la que murieron entre 55 y 60 millones de personas.

Como quiera que conmemorar es no olvidar, Francia recuerda al mundo lo que fue la invasión del ejército nazi para hacerse con toda Europa. El país galo ha sabido como nadie combinar la paz y el progreso con la exaltación y el recuerdo merecido a todos aquellos que combatieron a Hitler, entregando su propia vida por la supervivencia de millones de compatriotas inocentes (“Conmemorar la memoria de aquellos que lucharon por nuestra libertad”). No queramos ahondar en cómo hubiera sido el mundo de haber triunfado las tesis del Nazismo. Siempre tendremos los campos de exterminio, desde Auschwitz, Treblinka o Dachau, para no repetir jamás semejantes crímenes contra la humanidad.

En este 2024, Francia vuelve a recordar, como es debido. No es un aniversario más, por muchas razones, que son las que quiero plasmar y denunciar en este artículo. Han transcurrido 80 años desde aquel desembarco y batalla de Normandía, y el país galo va a ser epicentro del poder político mundial durante la primera semana de junio, coincidente con aquel histórico día D (1944). No podemos engañarnos: no estamos nada bien. El mundo se vuelve a desangrar con guerras. Una, nuevamente en Europa, con la invasión de Ucrania por Rusia. Y otra, la más peligrosa nunca habida en Oriente Medio, entre Israel y Hamas. Además de la división que en sí supone la guerra, unos luchando contra otros hasta que haya vencedores y vencidos, crece al tiempo la división política entre viejos amigos, aliados que les gustaba llamarse en la segunda parte del siglo XX. El final de la Segunda Guerra Mundial trajo también el Muro de Berlín, la vieja Europa partida en dos. Con su caída, pareciera que habíamos aprendido la lección de vivir una paz duradera, algo que fue la base para la construcción en 1958 de la Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea, también en riesgo.

La desunión de Europa nunca ha sido beneficiosa para nadie. Emmanuel Macron es el presidente anfitrión de los actos que van a tener lugar en Francia, y también el líder actual más pesimista sobre el futuro de la Unión. Pronostica su fin, si no sabemos anteponer el poder, la prosperidad y el humanismo. En realidad, augurio tan malo está presente desde la salida del Reino Unido, el 31 de enero de 2020. Una Unión, con sus dirigentes actuales, cada uno por su lado, no puede proporcionar ni lo que pide Macron ni tampoco otras cuestiones esenciales en las que no se hable con una sola y firme voz: cambio climático, Agenda 20-30, Rusia-Ucrania, Israel-Hamás, inmigración, Iberoamérica y regímenes totalitarios, respeto a la división de poderes, empezando por la ley,siguiendo con la libertad de expresión y de prensa, o el divorcio latente entre instituciones comunitarias y también nacionales con el campo).

 Europa tiene otra tarea pendiente no menos trascendente a las cuestiones que he citado. Ha de reactivar el compromiso y la participación ciudadana con el sentido de unión. Ahora parece inexistente, muerta se podría también calificar. No puede ser una Europa solo de política, porque el resto de voces sociales estén desactivadas. Esto no da precisamente buenas señales de salud democrática. Ha ocurrido ya en las elecciones en Países Bajos, con el Partido de los Campesinos. El 9 de junio todos los ciudadanos europeos tenemos una cita con las urnas. El auténtico compromiso se demuestra con el voto. En anteriores convocatorias electorales, la participación nunca ha subido del 50%. Pero luego queremos de la Unión todas las soluciones a nuestros problemas, sean económicos, de empleo, vivienda, sanidad, educación, pensiones o servicios asistenciales en general.

El que nos lo den todo sin esfuerzo parece haberse impuesto en este tramo de nuestra historia. Hay algo en lo que sí doy la razón a Macron. Es necesario el regreso al humanismo y, junto a ello, a la ética, a los valores, el esfuerzo, la honradez y superación. ¿Es que faltan? Pues sí. Y no hagan que cite país concreto. De esta manera se puede acorralar a la escalada militar, belicista y de rearme que contagia a gran parte del planeta. Los Putin y Netanyahu son los nombres más citados actualmente. Pero las grandes potencias, las de siempre, siguen en lo suyo. Rusia, a invadir. Estados Unidos, a rearmar y ganar poder y mucho dinero, al igual que China. Frente a los momentos más trágicos de nuestra historia, como fue aquella batalla de Normandía, cabe repetir que no hemos aprendido la lección. Mejoran las tecnologías, aumentan las innovaciones, en especial las destructivas, pero permanecemos fieles a poner en riesgo lo más sagrado que deberíamos salvaguardar: la paz. La conmemoración del 80 aniversario del desembarco de Normandía es oportuna para recordar que ese poder y prosperidad de los que habla el presidente francés, sin concordia permanente entre países y sus ciudadanos, es simple y llanamente papel mojado. Así no vamos por buen camino.

 

 

Miguel del Río