Colaboraciones
El cardenal Ratzinger (Benedicto XVI) y su artículo titulado «Verdad y Libertad»
30 octubre, 2025 | Javier Úbeda Ibáñez
Ratzinger denunció la «dictadura del relativismo» justo antes de ser elegido romano pontífice de la Iglesia católica, pero esta defensa de la verdad la llevó haciendo desde hace años. En este sentido, estudió también desde hace tiempo la relación entre verdad, libertad y culturas. El teólogo alemán encontró este vínculo entre verdad y libertad a través del concepto de conciencia, al mismo tiempo que defendió los derechos de la verdad en las diferentes culturas, con lo que el papel tanto de la inteligencia como de la fe cristiana mantiene su total vigencia en la actualidad. Puede ser una gran oportunidad para que todos ellos —fe, razón, culturas— encuentren la luz y la libertad en Cristo, propone Ratzinger.
Es oportuno recordar las palabras de Benedicto XVI que dejó escritas en un artículo titulado «Verdad y Libertad» (título original: «Freiheit und Wahrheit, IKaZ Communio De» 24, 1995, 527-542. Comenta la relación que existe entre ambas realidades: Verdad y Libertad), cuando todavía era el cardenal Ratzinger. Aquí están:
«La sensación de que la democracia no es la forma correcta de libertad es bastante común y se propaga cada vez más. No es fácil descartar simplemente la crítica marxista de la democracia: ¿en qué medida son libres las elecciones?, ¿en qué medida son manipulados los resultados por la propaganda, es decir, por el capital, por un pequeño número de individuos que domina la opinión pública?, ¿no existe una nueva oligarquía, que determina lo que es moderno y progresista, lo que un hombre ilustrado debe pensar? Es suficientemente notoria la crueldad de esta oligarquía y su poder de ejecución pública. Cualquiera que interfiera su tarea es un enemigo de la libertad, porque después de todo está obstaculizando la expresión libre de la opinión. ¿Y cómo se llega a tomar decisiones en los órganos representativos?, ¿quién podría seguir creyendo que el bienestar general de la comunidad orienta realmente el proceso de toma de decisiones?, ¿quién podría dudar del poder de ciertos intereses especiales, cuyas manos sucias están a la vista cada vez con mayor frecuencia? Y en general, ¿es realmente el sistema de mayoría y minoría realmente un sistema de libertad?, ¿y no son los grupos de intereses de todo tipo manifiestamente más fuertes que el parlamento, órgano esencial de la representación política? En este enmarañado juego de poderes surge el problema de la ingobernabilidad en forma aún más amenazadora: el predominio de la voluntad de ciertos individuos sobre otros obstaculiza la libertad de la totalidad […]. Si no existe una verdad acerca del hombre, este carece de libertad. Sólo la verdad nos hace libres».
Dice también Ratzinger: «Lo que más necesitamos en este momento de la historia son hombres que, a través de una fe iluminada y vivida, hagan que Dios sea creíble en este mundo. El testimonio negativo de cristianos que hablaban de Dios y vivían contra Él, ha oscurecido la imagen de Dios y ha abierto la puerta a la incredulidad. Necesitamos hombres que tengan la mirada fija en Dios, aprendiendo ahí la verdadera humanidad. Necesitamos hombres cuyo intelecto sea iluminado por la luz de Dios y a quienes Dios abra el corazón, de manera que su intelecto pueda hablar al intelecto de los demás y su corazón pueda abrir el corazón de los demás». «La verdad y la razón pueden liberar al mundo de sus pesadillas», sostiene Ratzinger. Por eso requerimos también de la referencia a Dios, como principal garante de la verdad, de la conciencia y de la libertad. Es esta la lucha contra la «dictadura del relativismo», que puede ser también aceptada por los no creyentes que estén deseosos de una mejora en las personas y en las culturas.
Naturalmente que un católico ha de estar abierto al pluralismo político, no faltaría más; pero ello no implica que esté obligado a sentirse orgulloso de una constitución atea (constitución española de 1978) que no tiene en cuenta los derechos de Dios.
Naturalmente que un católico debe ser respetuoso con la libertad de elección política; pero ello no significa que tenga la obligación de apoyar a un sistema que vaya en contra de sus principios. Nuestro sistema político está siendo lo que cabía esperar de él.
El tiempo ha ido pasando y las previsiones han dado paso a los hechos consumados, los frutos amargos no se han hecho esperar. Ahí están, cualquiera puede verlos: matrimonios rotos, familias deshechas, escuela en ruinas, sociedad enferma, la identidad de la nación amenazada. ¿Es que cabía esperar otra cosa de un sistema basado en criterios arbitrarios y subjetivistas?
Cuando se abandonan todos los principios absolutos, se olvidan las verdades intemporales, se reniega de los fundamentos últimos del orden jurídico y moral, lo único que nos queda es un relativismo inconsistente que nos hace ir a la deriva.
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