Colaboraciones
Capacidad de admiración
13 agosto, 2024 | Javier Úbeda Ibáñez
La apertura se complementa con la capacidad de admiración, que es la actitud opuesta a la indiferencia. Quien se admira lo hace por el interés que tiene en aquello que le produce esa reacción, un interés que está vinculado al aprecio, a la valoración del objeto admirado. Y esto guarda una estrecha relación con el cometido de estar en la realidad: quien se admira descubre la verdad, profundiza en ella y experimenta un impulso para identificarse existencialmente con esa verdad que ha descubierto.
Especial importancia tiene esta actitud cuando se refiere hacia las personas que nos rodean, porque genera en nosotros la inclinación a descubrir toda la riqueza que hay dentro de ellas, sus cualidades y valores. Esto facilita notablemente la relación con los demás porque adquiere un fundamento positivo. Todo lo contrario, a lo que ocurre cuando sólo o primordialmente se detectan defectos en los demás, porque esta visión negativa siempre es fuente de dificultades y distanciamientos. El enfoque positivo en la relación con el prójimo favorece la comprensión, que es visión objetiva de la riqueza que hay en una persona. Con este enfoque también se ven los defectos y limitaciones, pero no producen rechazo sino afán de ayudar al otro a superarlos.
Esta capacidad de admiración también favorece la relación del hombre con Dios. Al admirar la belleza de una puesta de sol, la inmensidad del mar o la armonía de la naturaleza, el hombre ve aquello como reflejo de la perfección de su Creador, y como manifestación del amor divino hacia el ser humano. La consecuencia final consistirá en el deseo de corresponder con obras a ese amor, es decir, en querer ajustar la propia vida a la voluntad de Dios.