Tribunas
15/12/2025
León XIV. Un viaje apostólico
Ernesto Juliá
León XIV en su encuentro con jóvenes libaneses
reunidos en la plaza frente al Patriarcado Maronita
de Antioquía.

León XIV ha concluido su estancia en Turquía y en Líbano. Ha sido un viaje que se puede resumir en pocas palabras: una profunda y auténtica manifestación de Fe. Y estoy seguro de que ha sido acompañado estos días por las oraciones de muchísimos católicos, cristianos, en todo el mundo.
Sus palabras han sido una clara afirmación de que Jesucristo es Dios y hombre verdadero, único Salvador y Redentor del mundo y del pecado. Sobre esa roca se construye la Iglesia, que abre el camino hacia Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y da los medios para recorrerlo, que nos lleva a vivir con el verdadero Dios Uno y Trino.
“En una época dramática en muchos aspectos, en la que las personas se ven sometidas a innumerables amenazas a su propia dignidad, el 1700 aniversario del Primer Concilio de Nicea es una valiosa ocasión para preguntarnos quién es Jesucristo en la vida de las mujeres y los hombres de hoy, quién es para cada uno de nosotros”.
“Esta pregunta interpela de manera particular a los cristianos, que corren el riesgo de reducir a Jesucristo a una especie de líder carismático o superhombre, una tergiversación que al final conduce a la tristeza y la confusión (cf. Homilía S. Misa “Pro Ecclesia”, 9 mayo 2025). Al negar la divinidad de Cristo, Arrio lo redujo a un simple intermediario entre Dios y los seres humanos, ignorando la realidad de la Encarnación, de modo que lo divino y lo humano quedaron irremediablemente separados. Pero si Dios no se hizo hombre, ¿cómo pueden los mortales participar de su vida inmortal?” (...)
Esa unidad en la Fe, por la que toda la Iglesia, en la tierra y en el cielo, está suspirando y clamando al Señor para verla hecha una realidad.
“Esta confesión de fe cristológica es de fundamental importancia en el camino que los cristianos están recorriendo hacia la plena comunión: de hecho, es compartida por todas las Iglesias y comunidades cristianas del mundo, incluidas aquellas que, por diversas razones, no utilizan el Credo Niceno-Constantinopolitano en sus liturgias. En efecto, la fe «en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos [...] de la misma naturaleza del Padre» (Credo Niceno) es un vínculo profundo que ya une a todos los cristianos. (...) Partiendo de la conciencia de que ya estamos unidos por este profundo vínculo, a través de un camino de adhesión cada vez más total a la Palabra de Dios revelada en Jesucristo y bajo la guía del Espíritu Santo, en el amor recíproco y en el diálogo, todos estamos invitados a superar el escándalo de las divisiones que, lamentablemente, aún existen y a alimentar el deseo de unidad por el que el Señor Jesús rezó y dio su vida (Discurso 28 noviembre 2925).
Esa unidad en la Fe que es en verdad un mensaje de vida eterna, quiere el Papa que sirva de fundamento también a la paz social y política de todas las naciones.
Me han preguntado dónde encontrar el punto firme para perseverar en el compromiso por la paz. Queridos amigos, ese punto firme no puede ser una idea, un contrato o un principio moral. El verdadero principio de vida nueva es la esperanza que viene de lo alto: ¡es Cristo! Jesús murió y resucitó para la salvación de todos. Él, el que vive, es el fundamento de nuestra confianza; Él es el testigo de la misericordia que redime al mundo de todo mal. Como recuerda san Agustín, haciendo eco al apóstol Pablo: «de Él tenemos paz […] y nuestra paz es Él en persona» (Comentario al Evangelio de Juan, LXXVII, 3). La paz no es auténtica si es sólo fruto de intereses particulares; es verdaderamente sincera cuando yo hago al otro lo que quisiera que el otro hiciera conmigo (cf. Mt 7,12). (Discurso Jóvenes, 1 diciembre 2025),
Y en el deseo de fortalecer en la Fe, especialmente a los jóvenes, les puso en guardia para hacerles firmes ante las posibles tentaciones de ceder al “espíritu de los tiempos”. Sus palabras son muy claras:
“Para permanecer fieles a la voluntad del Señor de cuidar no sólo de nuestros hermanos y hermanas en la fe, sino de toda la humanidad y de toda la creación, nuestras Iglesias están llamadas a responder juntas a los llamamientos que el Espíritu Santo les dirige hoy. Ante todo, en este tiempo de sangrientos conflictos y violencia en lugares cercanos y lejanos, católicos y ortodoxos están llamados a ser constructores de paz. Se trata ciertamente de actuar, de tomar decisiones y realizar signos que construyan la paz, sin olvidar que esta paz no es sólo fruto de un esfuerzo humano, sino don de Dios. Por eso, la paz se implora con la oración, con la penitencia, con la contemplación, con esa relación viva con el Señor que nos ayuda a discernir las palabras, los gestos y las acciones que debemos emprender, para que estén verdaderamente al servicio de la paz”. (30 de noviembre 2025).
Y de manera particular, se lo recordó a los jóvenes. Fortaleciéndoles en la Fe, les abre el alma a la esperanza para dar respuesta a un primer desafío:
“Se trata de la importancia de acoger la esencia de la fe y del ser cristianos. En torno al Símbolo de la Fe, la Iglesia de Nicea encontró la unidad. No se trata sólo de una fórmula doctrinal, sino de la invitación a buscar siempre, incluso dentro de las distintas percepciones, espiritualidades y culturas, la unidad y la esencialidad de la Fe cristiana entorno a la centralidad de Cristo y a la Tradición de la Iglesia” (...)
Un segundo desafío consiste en “la urgencia de redescubrir en Cristo el rostro de Dios Padre. Nicea afirma la divinidad de Jesús y su igualdad con el Padre. En Jesús, nosotros encontramos el verdadero rostro de Dios y su palabra acerca de la humanidad y de la historia.
“Hay, sin embargo, otro desafío, que definiría como un “regreso del arrianismo”, presente en la cultura actual y a veces hasta en los propios creyentes, cuando se ve a Jesús con admiración humana, incluso aún con espíritu religioso, pero sin considerarlo realmente como el Dios vivo y verdadero presente entre nosotros. Su ser Dios, Señor de la historia, viene de esta manera oscurecido y nos limitamos a considerarlo un personaje histórico, un maestro sabio, un profeta que ha luchado por la justicia, pero nada más. Nicea nos lo recuerda: Cristo Jesús no es un personaje del pasado, es el Hijo de Dios presente entre nosotros que guía la historia hacia el futuro que Dios nos ha prometido”. (28 noviembre 2025).
Y fortaleciéndoles en la esperanza, les recuerda un reverdecer apostólico entre la juventud por la intercesión de la Virgen María:
“Entre los signos prometedores más hermosos, me vienen a la mente los muchos jóvenes que tocan a las puertas de la Iglesia católica, trayendo consigo sus preguntas y sus inquietudes. A tal propósito, los exhorto a continuar con el riguroso trabajo pastoral que llevan a cabo.”
Todos los cristianos unidos en el corazón de la Virgen, leamos estas palabras de León XIV rezando por la unidad de todos los cristianos en la Iglesia fundada por Cristo: la Una, Santa, Católica, y Apostólica:
“Mis queridos amigos, entre todos los santos resplandece la Toda Santa, María, Madre de Dios y Madre nuestra. Muchos jóvenes llevan siempre consigo un rosario, en el bolsillo, en la muñeca o al cuello. ¡Qué hermoso es mirar a Jesús con los ojos del corazón de María! También desde aquí, donde estamos en este momento, ¡qué dulce es levantar la mirada hacia Nuestra Señora del Líbano con esperanza y confianza!”
“El Señor estará siempre con ustedes, y estén seguros del apoyo de toda la Iglesia en los desafíos decisivos de su vida y de la historia de su amado país. Los confío a la protección de la Madre de Dios y Señora nuestra, que desde la cima de esta montaña contempla este nuevo florecer. Jóvenes libaneses, ¡crezcan vigorosos como los cedros y hagan florecer al mundo con esperanza!” (Discurso jóvenes, 1 de diciembre).
Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com