Tribunas

León XIV y la Virgen María

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

 

 

Más de un mariólogo –personas que conocen y estudian toda la doctrina de la Iglesia sobre la Virgen María- ha expresado ya su alegría, por la devoción a la Madre de Dios que ha expresado León XIV en el breve tiempo de su pontificado.

Son normales las alusiones en los discursos catequéticos de los miércoles, en las homilías de alguna Celebración Eucarística, en los Ángelus, como la que recojo ahora: “Hermanos y hermanas, pidamos juntos a María, Reina de los mártires, que nos ayude a ser, en toda circunstancia, testigos fieles y valientes de su Hijo, y a sostener a los hermanos y hermanas que hoy sufren por la fe”. (Angelus, 17-8- 2025). Y es frecuente que anime a los fieles a pedir la intercesión de María para tener paz, serenidad ante situaciones difíciles, etc.

La referencia a María que, hasta ahora, ha llamado más la atención, son las palabras que pronunció el pasado 9 de junio en la homilía de la celebración de la Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia:

“Juan, de los Doce el único presente en el Calvario, vio y dio testimonio de que, al pie de la cruz, junto a otras mujeres, estaba la madre de Jesús (Jn 19, 25). Y escuchó con sus propios oídos las últimas palabras del Maestro, entre las cuales, estas: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”, y después, dirigiéndose a él: “Aquí tienes a tu madre”.

“La maternidad de María a través del misterio de la cruz, dio un salto impensable. La Madre de Jesús se convirtió en la nueva Eva, porque el Hijo la asoció a su muerte redentora, fuente de vida nueva y eterna para todo ser humano que viene a este mundo”.

Palabras que han movido a Mark Miravalle, profesor de teología de la Universidad Franciscana de Steubenville, Usa, a escribir este comentario después de ponderar otros detalles de la relación del Papa con la Virgen.

“Luego está la homilía del 9 de junio, quizá la referencia más clara a la corredención de Nuestra Señora en los últimos veinte años: cuando dice que la maternidad de María dio un salto inimaginable hasta la cruz, donde se convierte en la nueva Eva y que Jesús la asoció a su muerte redentora. Eso es corredención clásica; y eso es lo que significa el título Correndentora: que María participa de modo único con Jesús, la nueva Eva con el nuevo Adán, en la redención de la humanidad. El hecho que el Papa lleve a la nueva Eva al Calvario tiene un gran peso teológico”. (National Catholic Register, 7 agosto).

León XIII confirmó oficialmente el título de Corredentora a la Virgen María, Madre de Dios. No sé si León XIV lo volverá a confirmar, después de haber sido dejado de lado en un cierto ámbito teológico en los últimos años sin ninguna razón seria. Y si Cristo la asoció a su muerte redentora, ¿Quiénes somos nosotros para poner en duda la acción de Jesús?

Mientras escribía estas páginas, cayó en mis manos un artículo publicado en Religión en Libertad, el 13 de agosto, que transmite las razones de un converso que le han movido a entrar en la Iglesia Católica, y dejar de ser protestante evangélico. Su novena razón personal hace referencia directa a lo que él llama: La rica tipología bíblica de la Iglesia. Tipología bíblica que empleó el Papa al llamar a María la “nueva Eva”.

“Este método de leer las Escrituras, que prefigura el Nuevo Testamento en el Antiguo, me ha servido para entender la Biblia por vías muy profundas. Es el método que Jesús, en Lucas 24, 27 y el apóstol Pablo, en Romanos 5, 12-14, y otros apóstoles utilizaban para explicar las Escrituras, y es el método que la Iglesia católica utiliza en su enseñanza. Esto me ayudó a ver la base escriturística del magisterio de la Iglesia sobre María, que era mi mayor escollo para entrar en la Iglesia. Una vez que comprendí que ella era la Nueva Eva, la Nueva Arca de la Alianza, la nueva Reina Madre, resultó evidente que la Iglesia tenía buenas razones para venerar a la Santísima Virgen”.

Asunta al Cielo, la Madre de Dios sigue cuidando de la Iglesia de su Hijo, removiendo el corazón y la inteligencia del Papa y de todos los católicos, para que acojamos con los brazos y el corazón abiertos a todas las personas que descubran que Ella es la puerta siempre abierta para entrar en la única Iglesia fundada por Su Hijo.

“Corazón Dulcísimo de María, da fuerza y seguridad a nuestro camino en la tierra: sé tú misma nuestro camino, porque tú conoces la senda y el atajo cierto que llevan, por tu amor, al amor de Jesucristo” (san Josemaría Escrivá).

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com