Tribunas
31/07/2025
Preguntas sobre la intervención de las HAM
José Francisco Serrano Oceja
María Milagrosa Pérez, ex superiora
de las Hijas del Amor Misericordioso.
Crédito: Archidiócesis de Sevilla.
Parecía que este final del mes de julio iba a estar centrado en el Jubileo de los Jóvenes en Roma. Los protagonistas iban a ser los sujetos de una pastoral que funciona, gracias, entre otros factores, a las Jornadas Mundial de la Juventud. Pastoral a la que la Iglesia dedica no pocos recursos y que también es signo de los tiempos.
Pero el arzobispado de Madrid ha hecho que la atención, incluso de los medios no eclesiales, se centre en la intervención de las Hijas del Amor Misericordioso.
Un grupo, con naturaleza canónica de Asociación Pública de Fieles si no estoy equivocado, dato este relevante, también de jóvenes, muy jóvenes, que ha sido, como se dice ahora en determinados ambientes, “misericordiado” de forma aplastante.
Da el olfato que han sido unas duras medidas de un proceso administrativo de acorde a la situación que allí se han encontrado quienes lo han investigado. Más duro hubiera sido el anuncio de su disolución.
Vamos a ver si ahora, después de lo administrativo, le llega el turno, por los supuestos delitos de los que se habla, a lo penal. Y también si hasta ahora estaba circunscrito sólo a las chicas.
No voy a defender lo indefendible. No he leído el expediente. No saber, no sabía ni de su existencia, hasta que he visto alguna foto en las últimas horas y me he dado cuenta de que he compartido alguna misa en la Universidad Eclesiástica San Dámaso donde, me dicen, estudian no pocas, desde hace mucho tiempo, y no pocos de los jóvenes actuales de esta realidad. Quizá sea así por el hecho de que su sede esté en Getafe, dato éste que no debemos obviar.
Ya en las últimas horas he sabido suficiente por ahora de esta historia, del exjesuita Antonio Mansilla Casas, de la historia reciente en Madrid y Getafe, del papel de los obispos…
Lo que más me ha interesado en las últimas horas es una pregunta de fondo, ¿qué está pasado con este proceso de intervención de determinadas realidades de Iglesia que tienen una serie de características comunes? Las ya intervenidas y las que faltan por intervenir, que no tardarán mucho, según me cuentan.
Pongámonos en situación. En el entorno del Vaticano II se produjo el desinflamiento de la Vida religiosa, consagrada, que hay quien califica de deriva. Entraron en escena determinadas realidades de Iglesia, nuevos movimientos, que fueron, desde un marco mental de analogía, comparados con las instituciones de Vida consagrada históricas.
En, o a partir, del pontificado de san Juan Pablo II nacieron múltiples realidades, algunas de ellas fruto de procesos en referencia y contraste con las antiguas, o por origen o por conciencia de los nuevos fundadores.
De ese nuevo ardor apostólico se desarrollaron iniciativas dentro del amplio margen de lo carismático en la Iglesia, que de una forma u otra, han intentado, o están incluso intentado, encajarse en los trajes de la institucionalidad. Lo que se llama eclesialmente “encuadernamiento”.
Una característica de no pocas de esas realidades jóvenes, emergentes, con vocaciones abundantes, lo que las distinguía de las clásicas, es, además de la juventud, su vida de fe en un marco calificado como tradicional.
Es decir, que visibilizan la identidad -hábitos-, las formas de piedad, etc. y, sobre todo, que actúan sobre una concepción de las relaciones cristianismo-mundo, Iglesia-mundo, institución religiosa-mundo, con categorías teológicas de confrontación, incluso asumiendo formas accidentales propias de épocas pretéritas.
Ahora, estamos asistiendo, bueno, desde el pontificado del Papa Francisco principalmente, a un proceso de intervención constante en este perfil de instituciones carismáticas de la vida de la Iglesia que atrae a no pocos jóvenes.
¿Qué es lo que está sucediendo para que se conviertan en espacios en los que la deriva de lo no permisible se asiente en su interior? Lo no permisible es lo que afecta a la dignidad de la persona, a la conciencia -por ejemplo no distinguir entre fuero interno y externo-, por tanto, también, al ejercicio de su libertad.
Salvando la tentación permanente del refugio, como efecto del fenómeno del miedo a la libertad tan propio de nuestros días ante la deriva del mismo tiempo histórico, lo que está presente en este perfil de realidades intervenidas es una articulación no adecuada de esos carismas que contrasta, además, con las dinámicas vectoras que rigen en la Iglesia y que fueron muy agudas en el anterior pontificado.
No se trata, por tanto, de la necesaria reforma, incluso renovación, de la realidad o realidades carismáticas de la Iglesia, sino de determinadas formas concretas de articular esa reforma o renovación.
Formas que, como es propio de este tiempo, tienen el riesgo de no regular algunos fenómenos como el de los liderazgos fuertes, la debilidad psicológica de los sujetos -preocupante en determinados sectores de la juventud-, el emotivismo que actúa de forma determinante en la vivencia y expresión de la religiosidad.
No olvidemos algunas variables como el efecto que las redes sociales está generando en los jóvenes y que les conduce a esa radicalización del pensamiento, y de la acción, y a esa dificultad para la conformación de un criterio personal que actúe en las dinámicas de relación grupal o social.
Si a esto le añadimos el contenido de lo que ahora se denomina “el falso misticismo” estamos ante un auténtico cóctel molotov.
Hubo, y hay, Congregaciones religiosas, que en la práctica han desaparecido o que son irrelevantes. Esa situación se achacó a que se habían secularizado. Y hay instituciones carismáticas en formación que reaccionaban a esa secularización y que han caído presas de dinámicas propias de otra forma de secularización, la de poder y la manipulación de las conciencias. Todo ello, en fin, en nombre de la santidad, que es lo peor.
Y ahí existe el riesgo también de los criterios que se utilicen por parte de quienes estén juzgando a las nuevas realidades carismáticas.
También me he preguntado si no pocas de las históricas realidades carismáticas en la Iglesia, que ahora son asentadas congregaciones religiosas, en sus orígenes no vivieron determinados fenómenos equiparables a los que nos ocupan.
Claro que eran otros tiempos, el siglo XVI, XVII…
José Francisco Serrano Oceja