Tribunas
07/07/2025
León XIV a los Gobernantes
Ernesto Juliá
Participantes en el Jubileo de los Gobernantes
con el Papa León XIV, sábado 21 de junio de 2025.
(@Vatican Media)
En ocasión del jubileo de los gobernantes, León XIV quiso compartir con ellos tres consideraciones que les podrían ser útiles en su tarea de servicio a la sociedad, que su predecesor Pío XI, había calificado como “la forma más alta de caridad”, en un discurso el 18 de diciembre de 1927.
La primera consideración se refiere al “bien de la comunidad”, que han de tener en cuenta antes de cualquier interés particular. Los gobernantes, recomienda el Papa, han de actuar para que sea superada cualquier desmesurada diferencia entre un grupo de ciudadanos muy ricos, y una mayoría grande que viva en una pobreza extrema.
El Papa está hablando a gobernantes de todo el mundo; y son en verdad no pocos los países en los que se dan esas situaciones. Y sus palabras vienen a ser una recomendación a los gobernantes para que tengan presente el “bien de la comunidad” y tomen medidas legales y sociales que tengan siempre presente en primer lugar el bien de los ciudadanos, y de las familias.
La segunda recomendación que les hace es la defensa y custodia de la “libertad religiosa y el diálogo interreligioso”.
Por desgracia, hoy no son pocos los gobiernos que ponen muchas trabas a la Iglesia católica, y a no pocas confesiones cristianas. Y no se quedan aquí: pretenden establecer una cultura, una convivencia social sin la menor referencia a Dios y al orden natural de la convivencia humana que Dios creador ha dejado impresa en la conciencia de todo ser humano. Las leyes de la Unión Europea sobre el aborto, sobre la igualdad legal de todo tipo de uniones entre seres humanos, la eutanasia, etc. etc., son un claro ejemplo.
El Papa recuerda a los políticos la existencia de la ley natural. Una ley que ilumina la conciencia para obrar en verdad, y que ya Cicerón recordó con palabras muy claras: “La ley natural es la recta razón, conforme a la naturaleza, universal, constante y eterna, que con sus órdenes invita al deber, y con sus prohibiciones aparta del mal... No es lícito modificar en nada esta ley ni quitar alguna parte, no es posible abolirla del todo, ni por medio del Senado o del pueblo... Y no será una ley para Roma, otra para Atenas; una ahora, otra después, Es una ley eterna e inmutable que gobernará a todos los pueblos en todos los tiempos” (De re publica, III, 22).
Todos los intentos de quitar de en medio esta “ley natural”, que los cristianos tenemos claramente recogida en los Diez Mandamientos, han acabado en el desprecio total de la persona humana, en asesinatos en masa, en desconocimiento de los derechos de las personas, entre ellos, el derecho de vivir de los recién nacidos, etc. etc.
La tercera consideración es una novedad en este campo de la política. Previene a los gobernantes de los peligros de que se dejen guiar en su labor de gobierno, de servicio, por “la inteligencia artificial”. O sea, de convertir su misión en un gobierno digital.
“La vida personal vale mucho más que cualquier algoritmo, y las relaciones sociales necesitan de espacios humanos muy superiores a los esquemas limitados con los que opera cualquier máquina... la “inteligencia artificial” tiene una memoria estática, en nada comparable a la del hombre y a la de la mujer, que es creativa, dinámica, generadora, capaz de unir pasado, presente y futuro en una viva y fecunda búsqueda de sentido, con todas las implicaciones éticas y existenciales que se derivan” (cf. Francisco, 14 junio 2024).
Y termina recordando a los gobernantes el buen ejemplo de santo Tomas Moro, hombre fiel a sus responsabilidades civiles, perfecto servidor del Estado, que movido por su Fe, consideró la política no como una simple profesión, sino como una misión al servicio de la verdad y del bien de la persona humana.
Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com