Tribunas
16/04/2025
Semana Santa asombrosa
Jesús Ortiz
Semana Santa de Sevilla.
Ha terminado la cuaresma y avanzamos ahora en la Semana Santa por excelencia cuando los creyentes acompañamos a Jesucristo, con asombro agradecido ante el gran misterio del Amor redentor de Dios.
Domingo de ramos
La procesión del Domingo de ramos conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén y los fieles aclaman al Señor como aquellos hebreos cantando el hosanna -¡danos la Salvación!- porque Jesucristo no conquista la ciudad de Sión, figura de la Iglesia, por la fuerza sino por el amor. Los ramos simbolizan nuestra fe en Cristo Redentor del hombre.
Domingo de ramos, y después el Jueves Santo y el Viernes Santo: ¡Qué unidos están el triunfo y el abatimiento, la alabanza y la murmuración, la vida y la muerte! Cuando vemos esto adquirimos la medida divina de las cosas y trascendemos lo relativo. Buena ocasión para preguntamos: ¿Por qué me dejo abatir por las contrariedades o exaltar por la vanidad?; ¿me preocupo sobre todo por la salvación de los seres queridos?
Alguna iluminación podemos recibir con aquella sugerencia en Camino «Todo eso, que te preocupa de momento, importa más o menos. -Lo que importa absolutamente es que seas feliz, que te salves» [1]. Pero no se trata de una salvación individualista sino de colaborar para que muchos encuentren y sigan a Jesucristo, se vean como miembros de la comunidad eclesial, y puedan iluminar desde la fe toda la realidad social.
A la vista de algunos personajes que aparecen en los evangelios podemos entrar personalmente en ese acompañamiento cercano a Jesús al llegar cada año la semana santa, como Magdalena, Verónica o Simón de Cirene: «Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz».
Salvación con la Cruz
Quizá no todos conozcan que el gran J.S.Bach compuso su más famosa Pasión meditando piadosamente el Evangelio de la Cruz mientras ofrecía él mismo los padecimientos de su grave enfermedad en la vista. La perfección de esta obra cumbre de la historia de la música nos sobrecoge por su sentida meditación y nos enseña que la fe y el amor llevan a la obra perfecta y al gozo humano.
Con su brevedad característica el Catecismo lo enseña con unas acertadas palabras: «El camino de la perfección pasa por la Cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual. El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y en gozo de las bienaventuranzas» [2].
Silencio sobre lo esencial
Sin embargo hoy día suele apoyarse más la dignidad humana en el prestigio y consideración social que en los valores morales y religiosos de la persona. La sociedad reconoce mejor como líderes a quienes triunfan que a los santos. Y podemos caer con facilidad en el error de considerar la santidad como algo irreal y poco práctico para la vida, un grave error de perspectiva que impide vivir centrados en los esencial: el sentido de nuestra vida y la fidelidad a Jesucristo. El filósofo Jean Ghitton advertía que en nuestra época se da un “silencio sobre lo esencial” mientras parloteamos de cosas banales.
Para algunos la Semana Santa significa vacaciones, un salir de la residencia habitual para disfrutar de un merecido descanso, y si son creyentes sienten un algo espiritual que emana de las procesiones y las imágenes de Cristo y de la Dolorosa; sin embargo reconocemos con pena que los viajes y el descanso priman muchas veces sobre la celebración eclesial del misterio de nuestra redención obrada por Jesucristo. Es la Semana del amor de Dios que no podemos vivir con superficialidad.
Cada uno de estos siete días tiene su significado de encaminarse hacia el triduo sacro: el Jueves Santo, con la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio; el Viernes Santo con la celebración de la Pasión y muerte de Jesucristo; y la Vigilia Pascual que espera ya el día glorioso de la Resurrección del Señor Jesús.
Podemos enseñar a los más jóvenes a no seguir el camino del mínimo esfuerzo si ven en nosotros ejemplos diarios de renuncia al capricho y de alegría en la contrariedad. Y el sacrificio alegre que vemos también en la Virgen María que acompaña a Jesús en esta Semana.
Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico
[1] San Josemaría Escrivá, Camino, n. 297.
[2] Catecismo, n. 2015.