Católicos

 

"Fui ponente en el Congreso de Vocaciones de la CEE y salí con cierta tristeza"

 

Carta de uno de los 120 ponentes que participó en el evento celebrado en febrero organizado por la Conferencia Episcopal

 

 

 

11/04/25


 

 

 

  1. Ambiente positivo
  2. Un sabor amargo
  3. "Muy decepcionante"
  4. "Sin señales, sin información, sin ayuda"
  5. Caridad mal entendida
  6. Que se pongan los medios adecuados

 

 

 


Congreso de Vocaciones.

 

 

 

Reproducimos la carta que nos dirige uno de los ponentes que intervino en el Congreso de Vocaciones, celebrado en febrero.

 

Ambiente positivo

“En febrero de 2022, tuve la gracia de ser uno de los 120 ponentes invitados al Congreso de Vocaciones organizado por la Conferencia Episcopal Española en el Madrid Arena.

Fue un evento en el que se pusieron muchos medios, empezando por el lugar escogido: un espacio amplio, emblemático y bien acondicionado. Solo por el hecho de que la Conferencia Episcopal se atreva a hablar con claridad del fomento de las vocaciones —tema urgente y esencial— ya merece ser celebrado. En ese sentido, agradezco sinceramente que se haya organizado algo así.

Además, el ambiente del Congreso fue profundamente positivo. Más de 3.000 participantes, llegados de múltiples realidades de la Iglesia, llenaban el recinto con su entusiasmo. Eran personas claramente comprometidas con la evangelización, creyentes activos, con fe viva. Y qué decir de los voluntarios: personas entregadas, alegres, disponibles en todo momento. Sin duda, su presencia fue uno de los grandes aciertos del encuentro”.

 

Un sabor amargo

“Pero, a pesar de todo esto, me fui con un sabor amargo. Duele decirlo, pero aspectos importantes de la organización dejaron mucho que desear. Fue, en muchos aspectos, una auténtica chapuza. Y lo digo con todo el respeto, pero también con la firmeza de quien ama profundamente a la Iglesia y se niega a aceptar que hacer las cosas mal sea lo “normal”.

Meses antes del congreso, me contactaron para invitarme a participar como ponente. Me dijeron con claridad que no podían pagarme nada, aunque intentarían cubrir los gastos de desplazamiento. Unos días antes del evento pregunté si podrían hacerlo, y me dijeron que lo intentarían, pero que adelantase yo el dinero. Acepté, por amor a la Iglesia y con gusto, aunque ya entonces me pareció que algo no se estaba haciendo del todo bien. Luego, finalmente no se cubrieron los gastos ni se dio explicación alguna sobre el asunto”.

 

"Muy decepcionante"

“A menos de una semana del evento, los 120 ponentes de talleres recibimos un correo en el que se nos comunicaba que debíamos dar nuestra sesión dos veces, con media hora de descanso entre ambas. No se trataba de una consulta ni una petición: era más bien una orden. Además, se nos avisó de que no podríamos quedarnos a comer, por problemas de aforo, ni asistir a otros talleres que se impartieran ese día, algo muy decepcionante.

En otras palabras: debíamos desplazarnos, hablar gratis dos veces y marcharnos sin posibilidad de participar del resto del Congreso.

Algunos compañeros pidieron asistir con su cónyuge, pero se les negó por las mismas razones de aforo. Es una pena que un evento eclesial celebrado en sábado no cuide mínimamente la conciliación familiar, resultó especialmente doloroso.

En las horas que estuve en el Madrid Arena, me encontré con varios ponentes conocidos que compartían la misma sensación de decepción. Muchos de nosotros estamos acostumbrados a dar conferencias en universidades o parroquias, y todos coincidíamos en que, lamentablemente, nunca habíamos sido tratados tan mal”.

 

"Sin señales, sin información, sin ayuda"

“Nadie nos recibió. Nadie nos acompañó. Nadie de la organización se acercó a saludarnos. Tuvimos que encontrar por nuestra cuenta el lugar asignado para nuestro taller, y no fue fácil. Había decenas de salas provisionales montadas para la ocasión. No estaban señalizadas, no había mapas, ni información en la web o en los correos previos. Sólo nos dieron un número de sala, pero lo más penoso es que muchas de ellas ni siquiera lo tenían visible en la puerta.

El acceso al recinto fue otro caos. Solo una puerta —la más alejada de la entrada a la casa de campo— estaba abierta. Para entrar había que dar un rodeo de 15 o 20 minutos, pasando por edificios desconocidos. Sin señales, sin información, sin ayuda. Muchos asistentes llegaron tarde o confundidos.

En un momento dado, me acerqué a una de los coordinadores de la organización para expresar mi disgusto por tanta desfachatez. Me escuchó amablemente y me dio la razón, pero mostró una tranquila indiferencia ante lo que sucedía. Al comprenderlo, le dije que escribiría a alguna autoridad de la Conferencia Episcopal para quejarme por todo aquello. Luego, me dijo —con una sonrisa tranquila— que, si quería, podía escribir, pero que no serviría de nada, porque en la Conferencia “los errores se repiten todos los años en los grandes eventos”. En otras palabras, son conscientes de lo poco atentos que son, pero no les importa demasiado”.

 

 

 


El cardenal José Cobo durante el Congreso de Vocaciones.

 

 

 

Caridad mal entendida

“Aquella respuesta me dolió profundamente.

Me dolió, no solo por mí, sino por tantos que dan generosamente su tiempo y su talento a la Iglesia y reciben a cambio indiferencia o informalidad. Como si, por ser cristianos, se esperara de nosotros una caridad mal entendida, una disponibilidad sin límites y una paciencia infinita con la ineficacia.

Han pasado ya dos meses de aquel Congreso, y no se ha enviado ni un solo correo pidiendo disculpas. Eso es lo más preocupante. No porque uno espere palmadas en la espalda, sino porque denota gran falta de sensibilidad. La Iglesia debe ser la primera institución en cuidar a las personas, en agradecer, en reconocer errores y en intentar mejorar.

 

Que se pongan los medios adecuados

“Escribo estas líneas, no para atacar a la Iglesia —que es mi madre y la amo con todo el corazón— sino precisamente porque la amo. Porque me duele verla actuar con tanta torpeza en aspectos que deberían ser cuidados al máximo. Y porque, si no se dicen las cosas, es imposible que cambien en el futuro.

Ojalá este testimonio sirva para que se pongan los medios adecuados, se cuide a quienes colaboran desinteresadamente y se dé ejemplo también en la organización. Porque eso también es evangelizar”.