Conferencia Episcopal
El Congreso de Vocaciones concluye con el compromiso de impulsar la cultura vocacional en una sociedad "anti-vocacional"
Existe una crisis antropológica, “de comprensión de lo que somos”. La vocación, lejos de ser un privilegio para unos pocos, es el núcleo de toda vida cristiana
10/02/25 | M. S.
- Cultura vocacional
- La vocación: un bien que se dona
- Una crisis antropológica
- Diferentes causas
- La vocación: una llamada al ser y un don para darse
- Qué es la vocación
- Conclusión: conversión y esperanza
- Cinco puntos finales
- 1. La vocación: un don que se recibe y se entrega
- 2. La vocación brota de la amistad con Jesús
- 3. La Iglesia como familia vocacional
- 4. De los sueños a los retos
- 5. La urgencia vocacional y misionera
El Congreso de Vocaciones celebrado por la Iglesia en España concluyó ayer en medio de un euforia, alegría y esperanza de todos los presentes. Que más de 3.000 personas se reúna para reflexionar sobre el sentido de la vocación de cada uno, y en concreto de la vocación cristiana, se puede definir casi como un acontecimiento histórico.
Más de 400 realidades distintas de la Iglesia española se han reunido en este evento, congregaciones religiosas y asociaciones de laicos, entre sacerdotes y obispos, todos han constatado que lo que han vivido estos días es “una fiesta del Espíritu porque hemos experimentado que toda vocación cristiana, asumida y entregada, es un mensaje de alegría para la Iglesia y para el mundo, un mundo que en ocasiones muestra un rostro a-vocacional o incluso anti-vocacional”.
Cultura vocacional
Como señala la web de la Conferencia Episcopal Española (el amplío resumen del Congreso se puede ver en este enlace), la razón de este Congreso era descubrir la “certeza de que Dios sigue invitándonos a todos a una existencia plena y dichosa”.
Por ello, la Iglesia quiere ayudar a fortalecer la cultura vocacional para que cada persona pueda descubrir su vocación y alcanzar la plenitud a la que ha sido llamada.
Ante una sociedad que prioriza el bienestar personal y la eficacia por encima del amor y el bien común, es esencial crear una cultura vocacional que ayude a cada persona a plantearse la vida como una respuesta a la llamada de Dios. Esta cultura debe impregnar todas las dimensiones de la Iglesia y sus estructura, se ha señalado en el Congreso.
La vocación: un bien que se dona
El Congreso de Vocaciones llevaba por título: «¿Para quién soy? y la respuesta esencial que subrayaba la Ponencia marco inicial era esta: "La vida es vocación de todos y para todos. La vocación encuentra su sentido en un bien que se dona, en una tarea para los demás".
Además de este punto, en la ponencia marco se ponía énfasis en otros aspectos, entre ellos los siguientes:
- La vocación personal posee una dimensión comunitaria: la dicha es imposible sin los otros. En una sociedad individualista este fundamento es profundamente contracultural.
- Existe una crisis antropológica, de comprensión de lo que somos.
- En la realidad actual está en crisis la “vida entendida como vocación, no la falta de curas y monjas. Está en crisis la vida entendida como vocación en todos los ámbitos: en el familiar, en el profesional, en la Iglesia…
- La vocación es el regalo que Dios nos dona junto a la vida, que debemos descubrir y a la que hay que responder.
El Congreso de Vocaciones “¿Para quien soy yo. Asamblea de llamados para la misión”, cierra el ciclo pastoral 2021-2025 de la CEE, continuando el trabajo del Congreso de Laicos de 2020 “Pueblo de Dios en salida”. Con este encuentro se quiere dar un paso más: del anuncio del Kerigma a vivir la propia vida como respuesta al mismo.
Una crisis antropológica
En la ponencia marco inicial se realizó un diagnóstico del momento actual, el de la crisis antropológica.
Esta ponencia inicial parte de un diagnóstico de la situación actual, donde explica el porqué de este énfasis en el tema de la vocación en los últimos años. La respuesta es que existe una crisis antropológica, “de comprensión de lo que somos”. Esta crisis no se limita a la disminución de vocaciones de “especial consagración” sino a la falta de vidas entendidas y vividas como vocación. En todos los ámbitos: en el familiar, en el profesional, en la Iglesia… lo que está en crisis es la “vida entendida como vocación”.
Diferentes causas
Explican que esta situación tiene diferentes causas, entre las que destacan la exacerbada búsqueda de libertad, que quiere a toda costa generar sujetos autónomos e independientes. Una exaltación de la autonomía casi por encima de todo.
Además, se destaco que la búsqueda de bienestar se convierten en el foco de toda decisión. De manera que no hay cabida al amor, centro de un paradigma vocacional. La libertad en la sociedad actual se pone por encima del amor y desemboca en valores que son opuestos a las virtudes necesarias para poder responder a la propia vocación.
Así mismo, están en crisis los elementos antropológicos esenciales para la vocación como la pérdida de trascendencia.
Pese a este contexto, la razón de realizar este Congreso no es esta crisis actual, es la certeza de que “Dios sigue amando y llamando”, afirman. Es ayudar a descubrir y alcanzar la vocación de cada uno y acompañar en el proceso. Por ello, la Iglesia, con este encuentro, quiere ofrecer lo que Dios “sueña para todos y cada uno, que es un camino de dicha y verdadera plenitud”.
La vocación: una llamada al ser y un don para darse
Con este planteamiento recuerdan que la vocación no se reduce a una tarea o profesión, sino que tiene que ver con el ser antes que con el hacer. La vocación se convierte “en modo de vivir y de plantearse la existencia”. La vocación constituye a la persona. La vocación es un don que se recibe del amor de Dios y nos lleva a la felicidad y plenitud de vida.
En este sentido, en el Congreso se ha hecho especial hincapié en que la vida es vocación que ha de vivirse como un don y encuentra su sentido convirtiéndola en un bien que se dona para todos.
Qué es la vocación
Además, ofrecen algunas características que ayudan a entender mejor la vocación:
- No es una auto-realización. Dios llama y tienen la iniciativa.
- Tiene un horizonte de sentido hacia el que dirigir la vida.
- Es un don que ha de concretarse en una respuesta. Tiene carácter personal y dialógico: implica una relación con Dios que demanda respuesta libre y concreta.
- Es un proceso dinámico: es un camino continuo de actualización del «sí». La vocación no se impone.
- Dimensión comunitaria, en un doble sentido eclesial y misional: toda vocación se verifica y enriquece en la Iglesia y en la misión común, en la sinodalidad. La vivencia personal es imposible sin los otros.
- Tiene carácter de perpetuidad. La llamada vocacional nos lleva al compromiso y a perseverar en ella, incluso frente a los fracasos. Hay una continuidad inseparable entre vocación, misión y santidad.
Conclusión: conversión y esperanza
Como conclusión, el horizonte de este Congreso es crecer en la conciencia de que la vida es don recibido y está llamada a ser don para otros. Es una una llamada a la conversión personal y comunitaria. Crear una cultura vocacional es un proceso largo, que exige superar el pesimismo y el derrotismo. Los jóvenes, lejos de ser culpables de la crisis actual, son víctimas de una cultura que los desorienta, pero también muestran una sed de sentido y una apertura a un discurso alternativo.
Este momento, por tanto, es una gran oportunidad para la evangelización y para testimoniar la belleza de una vida bien vivida, plena y en sintonía con el proyecto de Dios. El Congreso es una celebración de la riqueza de todas las vocaciones y una invitación a cada persona a descubrir para quién ha sido creada, con la certeza de que este camino es fuente de plenitud y alegría auténtica.
Cinco puntos finales
Estos son los cinco puntos finales del Congreso de Vocaciones.
1. La vocación: un don que se recibe y se entrega
Toda vocación nace en Dios y es una llamada para el bien del mundo. No es una elección personal basada en intereses propios, sino un don gratuito que se acoge con agradecimiento. La vocación debe vivirse como una respuesta al amor de Dios, alejándose de una perspectiva de conquista personal para abrazar una actitud de entrega generosa.
2. La vocación brota de la amistad con Jesús
La relación con Cristo es el fundamento de toda vocación cristiana. La amistad con Él no solo nos define como creyentes, sino que también transforma nuestra vida y nos impulsa a vivir en comunión con los demás.
3. La Iglesia como familia vocacional
La Iglesia es una gran familia vocacional, donde conviven diversas vocaciones: laical, sacerdotal y consagrada, cada una con su riqueza y especificidad.
Los laicos son llamados a santificar el mundo desde su vida cotidiana, viviendo el Evangelio en el ámbito familiar, laboral y social.
Los sacerdotes son servidores del pueblo de Dios, mediadores entre Dios y los hombres, llamados a anunciar el Evangelio y celebrar los sacramentos.
Los consagrados son un signo de la trascendencia de Dios, viviendo los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, y testimoniando la vida eterna.
La diversidad de estas vocaciones enriquece a la Iglesia y muestra su comunión y misión. Cada vocación contribuye a la misión común de anunciar el Reino de Dios. Todos, cada uno según su propia vocación, hemos sido llamados por el Espíritu a la plenitud de la vida cristiana: la santidad.
4. De los sueños a los retos
Este Congreso de Vocaciones invita a pasar de los sueños a los retos concretos para promover una cultura vocacional y dar un nuevo impulso a la pastoral vocacional. Esto implica discernir los signos del Espíritu Santo en nuestra vida y comunidad, y asumir el compromiso de fomentar las vocaciones en todas sus formas.
5. La urgencia vocacional y misionera
Por todo ello, en esta ponencia final subrayan la urgencia de promover las vocaciones y la conciencia misionera. Los participantes del Congreso se sienten llamados a ser embajadores del compromiso vocacional, llevando a sus familias, parroquias y comunidades el mensaje de la vocación como una llamada al servicio y a la misión. La vocación, lejos de ser un privilegio para unos pocos, es el núcleo de toda vida cristiana, un camino de amor, esperanza y comunión.
Finalmente, este Congreso de Vocaciones “¿Para quién soy? realiza una llamada a vivir la vocación como un fuego que transforma el mundo. Jesús, quien nos bautiza en el Espíritu Santo y en el fuego, nos envía a iluminar y calentar el mundo con su presencia. La misión de cada bautizado es transmitir este fuego y hacer de su vida un signo del amor de Dios para todos.