Tribunas

Lo que pasa en Segovia no se queda en Segovia

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Mons. Jesús Vidal Chamorro, nuevo obispo de la Diócesis de Segovia.

 

 

 

 

 

 

La historia comenzó en un pueblo de Segovia con la negativa del párroco a dar la comunión al alcalde socialista de Torrecaballeros, Rubén García de Andrés, que se declara homosexual y que vive, como mínimo, “more uxorio”.

Parece ser que también en un pueblo cercano, Basardilla, hay una situación similar. Este alcalde, durante no poco tiempo, presidió las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, según ha declarado en varios medios.

Función litúrgica que dejó de desempeñar después de una conversación con el entonces obispo de Segovia, monseñor César Augusto Franco.

Una vez mediatizado el caso –mediatiza que algo queda-, el PSOE de Segovia y el Grupo Federal de Cristianos Socialistas salieron en defensa del alcalde. Respondió el obispado de Segovia con una nota contundente que clarificaba la doctrina.

Entró en juego el siguiente nivel de tensión mediática, ahora tensión política, la ministra de Igualdad, Ana Redondo, reputada canonista, castellana de pro, que elevó el tono argumental con afirmaciones como la de que “es claramente y abiertamente inconstitucional. Ningún sector, ninguna administración y yo creo que tampoco la Iglesia, aunque no haya una ley específica, puede sustraerse a las reglas constitucionales, al principio de igualdad y no discriminación del artículo 14”.

Hubo entonces quien empezó a decir que quien tenía que resolver esta cuestión era el Tribunal Constitucional, entendemos que el de Conde-Pumpido.

Curiosamente, nos estábamos moviendo en el contexto posterior en el tiempo a que la Asociación  Española contra las Terapias presentara una denuncia contra varias diócesis españolas a finales del mes de diciembre, y contra varios clérigos y parroquias.

El binomio homosexualidad-Iglesia llevaba días presente en los medios, principalmente en determinados medios eclesiales. Por cierto que el 14 de enero fue cuando el ministerio de Igualdad abrió un expediente para incoar la denuncia.

En este ir y venir de noticias, en las que varios arzobispados y obispados se apresuraron a decir que nada que ver con las terapias, uno de esos digitales eclesiales activos en ofrecer informaciones de estos ámbitos se hacía eco de un comunicado de CRISMHON, el grupo cristiano del movimiento LGTBI,  en el que “insta a la Iglesia católica a cambiar su doctrina sobre las relaciones sexuales homosexuales”. “Ecce altera quaestio, quomodo hominibus sit utendum”, que diría Séneca. O la cuestión principal.

Para acercarnos al inmediato presente, tenemos que la Ministra de Igualdad anuncia que se va a reunir, o a estas alturas de la semana se ha reunido, con la Conferencia Episcopal.

Dicho lo cual, permítanme que introduzca un horizonte interpretativo de lo que está en juego en la opinión pública y publicada.

Leo esos días que el obispo de Alcalá, monseñor Antonio Prieto Lucena, -no olvidemos casualmente que es el sucesor de monseñor Reig Pla-, señala en una entrevista en “El Debate”  que “estamos en un momento de mucha confusión. Y creo que esto es algo que a todos nos preocupa, porque genera mucha desorientación en los fieles y en los pastores. También en los obispos”.

Hombre, que los fieles, el santo pueblo de Dios, esté confundido, pase. Pero que los obispos estén también padeciendo este clima de confusión añade una novedad, o no, si se mira en la historia.

No necesito remontarme a la crisis arriana para recordar que la mayor parte del episcopado confesaba una fe que no era la católica. ¿Quién salvó a la Iglesia? Determinadas personalidades que sufrieron lo indecible. Y el pueblo santo de Dios, alentado, por cierto, por algunos monjes que vivían el Evangelio sin glosa.

Por lo tanto, ante la cuestión de la homosexualidad, uno de los temas de nuestro tiempo, no es descartable que el pueblo de Dios se sienta confundido, esté confundido. No sólo en cuestiones teóricas, sino en las más evidentes, prácticas.

¿Es la relación homosexualidad-Iglesia una de las cuestiones que más generan confusión en los fieles y que más polarizan a la comunidad cristiana?

¿Se sienten confundidos también los obispos ante esta materia? ¿Acaso la doctrina, desde el punto de vista textual y normativo no está clara? ¿O hay otros factores, a la hora de abordar estas cuestiones referidas la homosexualidad y la Iglesia, que están condicionando el discernimiento o lo que se llamaba antes juicio moral? ¿Qué papel ha jugado y está jugando el Papa en todo esto?

Quizá sea este clima de confusión generalizado es el que esté provocando que la respuesta episcopal sea el silencio, al menos en las derivadas internas de la relación homosexualidad e Iglesia.

Vamos a ver cómo, ante la utilización que el Gobierno puede hacer de esta materia, ahí los obispos no creo que se mantengan tan silentes.

Estén tranquilos los fieles que ante la intensificación de la vieja estrategia de la ventana de Overton o ante la presión mediática de determinados actores sociales, aparecerán, tarde o temprano, algunas personas y personalidades que contribuyan a clarificar las ideas.

Y será este ejercido de clarificación el que ayudará decisivamente a conformar los liderazgos en este mundo cambiante y en esta Iglesia confusa que no confundida.

Tengo cierta impresión de que los tiempos en los que la Iglesia era luz, esplendor de la verdad, claridad, nitidez, criterio, se han empezado a acabar. O una determinada forma de Iglesia, por no decir aquello de modelo de Iglesia. Con las consecuencias que esto tiene para, por un lado, la desafección y, por otro, la pérdida de fieles, secularización interna incluida.

Lo ocurrido en Segovia no ocurre sólo en Segovia. Lo que pasa en Segovia no se queda sólo en Segovia.

 

 

 

José Francisco Serrano Oceja