Tribunas

Había que escribir este libro…

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Cardenal don Marcelo González Martín.

 

 

 

 

 

 

Escuché el jueves por la noche, en la presentación en Madrid de la monumental biografía en dos tomos de don Marcelo, -no sé cuándo se hizo en Toledo, no me han llegado aún noticias-, a uno de los intervinientes, el sacerdote Alberto José González Chaves, a quien por cierto la retranca se le sale por los cuatro costados, decir que, por lo general, todo prologuista que se precie acaba diciendo que “había que escribir este libro… y ya se ha escrito”.

Pues es verdad. No por el hecho de que en el prólogo al primer volumen, monseñor Cerro Chaves, actual arzobispo de Toledo, lo diga. Sino porque es así.

Don Marcelo González Martín no quiso escribir su autobiografía, sus confesiones, sus memorias. Razones de peso tenía, sin duda. Pero eso no ha sido óbice para que, pasado el tiempo, su hombre más cercano, y fiel, don Santiago Calvo, que no deja de sorprenderme cada día que pasa y cada charla que tenemos, se pusiera manos a la obra y con un material de mucho valor, los papeles del archivo de don Marcelo –archivo que entiendo todavía tiene que decir mucho-, haya escrito con José Luis Galán y el ya citado González Chaves, uno de los libros imprescindibles para entender la historia de la Iglesia en España, y si me apuran de España.

Más de dos mil páginas no son un solo libro. Son varios libros. Eso no quiere decir que haya dos o más don Marcelo, como ha ocurrido en algunas vidas de relevantes eclesiásticos españoles. Hubo un don Marcelo y ahora además se presenta en perspectiva de verdad. De esa verdad de la que con tanta insistencia y pasión nos habló, en el sencillo acto del salón social de una de las parroquias que más me fascina de Madrid, El Buen Suceso, el maestro Miguel Ángel Velasco.

Sería de desear que esta biografía, insisto, monumental, abriera el apetito de la investigación histórica sobre la Iglesia en la época contemporánea. Claro que para esto hay que hacer historia y, por tanto, hay que acceder a fuentes que están bajo las llaves del sepulcro del Cid, por no decir de otro tipo de llaves.

Y también que sirviera para acabar con las tenencias y las tendencias de versiones dominantes, imperantes, unicanal, casi como si fueran un monólogo. Es decir, narrativas dominantes que se han impuesto de forma aplastante no sólo en lo escrito sino en el imaginario eclesial.

La realidad fue, es y seguirá siendo plural. No es verdad que la historia la escriban los vencedores, que en términos eclesiales sería algo así como decir los que en determinado momento están en lo alto, al mando. La historia la escriben los que manejan las fuentes y tienen altavoces suficientes para que se publiciten.

No es que sea ésta la única biografía de don Marcelo. Hay hasta una tesis doctoral, que yo sepa. Pero lo que sí les puedo asegurar, y escribiré más adelante sobre esto, es que esta biografía es tan singular como imprescindible.

También para medir las distancias de ese pasado no muy lejano al presente, lejanías y cercanías. Y para comprobar si somos dignos herederos o se ha dilapidado la herencia de grandes hombres de la Iglesia, hombres venerados, no irrelevantes, como el cardenal don Marcelo.

 

 

 

José Francisco Serrano Oceja