Tribunas
05/08/2024
Manipulando a la juventud (II)
Ernesto Juliá
En el apartado 3 del artículo 27 de la Constitución española podemos leer este texto:
“Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.
La educación de los hijos es un derecho fundamental que todas las familias tienen mucho antes de que el gobierno de una nación lo reconozca por escrito en algún texto legal. Por mucho que cualquier persona que forma parte del gobierno de una nación se atreva, ose, mejor dicho, afirmar que el Estado goza de ese derecho sin límite alguno, vinculado a su deber de ofrecer una enseñanza académica a todos los ciudadanos; el derecho de los padres a la formación religiosa y moral de sus hijos forma parte de la ley natural.
Esta ley natural, de la que se habla poco en la actualidad, es anterior a la realidad de los estados, de las naciones, o de cualquier otra construcción política y social que los hombres podamos darnos para regular la convivencia de nuestro vivir. Esa ley está directamente vinculada a la existencia del ser humano, y su observancia es la garantía de que se está respetando la dignidad de la persona humana.
Para implantar en los planes educativos una enseñanza de la ideológica del género, y una “moral”-mejor llamarla por su nombre: una “amoralidad”- lgtbiqetc.- no me consta que se haya hecho la más mínima consulta a los padres de los educandos, ni se le haya solicitado su opinión, lo que supone un desprecio absoluto de su libertad y de sus derechos.
¿Un hecho más dentro de una estudiada campaña para manipular a la juventud, y prepararla para que, en su momento, comprarle su voto?
Los manipuladores de turno se defienden diciendo que la imposición de esas enseñanzas ha sido aprobada por un “parlamento” y, por lo tanto, no sólo está dentro de la legalidad sino que, además, es democrática.
¿A quién quieren engañar? Sólo lo regímenes nazis o comunistas, ideológicos-dictatoriales en su esencia más pura, implantan leyes semejantes porque consideran que los derechos humanos de los ciudadanos no establecidos por el gobierno, no existen.
Son los regímenes que afirman que la dignidad del hombre, de la mujer es una concesión del Estado, de los gobernantes de turno. O sea, que quieren implantar una vez más sobre la tierra la diferencia radical entre los hombres, los ciudadanos; amos y esclavos; señores y esclavos, alfabetos y esclavos analfabetos. Y así sucesivamente.
Y amos y señores son los jerarcas del partido opresor que, más que gobernar en servicio de todos los ciudadanos, tienen el poder sobre todos los bienes del estado y de la sociedad y los ponen a su plena disposición personal.
Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com