Tribunas

Redescubrir el papel de los laicos

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Mons. Fernando Ocáriz.

 

 

 

 

 

Hace unos días leí una entrevista al prelado del Opus Dei, Fernando Ocáriz, en la que el titular decía que “Queda mucho por hacer para redescubrir el papel de los laicos”, entiendo que en la Iglesia.

Era un entrevista en el italiano “Avvenire”. Probablemente habría que relacionarla con la que, también al Prelado del Opus Dei, publicó aquí “El Debate”.

Ya me gustaría preguntarle a don Fernando qué piensa que hay que hacer, de forma efectiva, para que se descubra ese papel de los fieles laicos en la Iglesia.

No creo que sea una cuestión teórica, sino práctica. O quizá la práctica puede ser deficiente porque no se ha asumido la teoría, teología diría yo.

Lo que dice el Prelado del Opus, que da mucho juego semántico en el contexto del debate sobre el futuro jurídico de esa institución, me dio pie a pensar si es un síntoma general de la Iglesia o una cuestión particular de límites perfilados.

¿También en España hay que redescubrir el papel de los laicos?  ¿También respecto a la situación de otras realidades de Iglesia, con tanta reforma de estatutos, intervenciones y situaciones varias, de por medio?

Recuerdo que el primer profesor de eclesiología que yo tuve insistía en que aquella definición de la Acción Católica de que los laicos son la extensión de la larga mano de la jerarquía en el mundo era una definición preconciliar.

Han pasado ya unos cuantos años del Concilio Vaticano II. Estamos en un proceso histórico en el que se han agudizado algunos fenómenos allí consignados, como son los referidos a la secularización entendida de formas polisémicas, pluralidad de ofertas axiológicas, etc.

Aunque no lo queramos ver, entender o asumir, la pérdida de los modelos de cristiandad, incluso de cristianismo sociológico, demandan una nueva manera de configurar las relaciones cristianismo-mundo, Iglesia-mundo.

Nos encontramos en un papado, el de Francisco, profético en no pocos aspectos, en el que las incidencias de una Iglesia sinodal parten del método de la escucha. Una escucha real, no sólo como pose o pátina.

Si hay un síntoma que el papa combate a tiempo y a destiempo es el clericalismo. Clericalismo es también instrumentalización del otro o de los otros.

Ya no se trata de repetir mantras o frases hechas como el de que la Iglesia somos todos, la común dignidad bautismal, la autonomía de las realidades terrenas, la vocación de los laicos en el mundo, etc. No lo digo por la letra, lo digo por la música que se percibe en determinados ambientes.

Nos quejamos de la ausencia de presencia efectiva de lo cristiano en los universos complejos de la política, la economía, la cultura, la literatura, el cine, en la comunicación, mientras se priorizan inclusiones institucionales y mantenimientos de estructuras eclesiales que generan espejismos.

Da la impresión de que nos quedamos satisfechos por el hecho de que existan organizaciones profesionales que se apelliden católicas, aunque sean sociedades de bombos mutuos bien regadas de prebendas, mientras las realidades profesionales están configurando universos no sólo autónomos de lo moral sino claramente anticristianos.

No tengo claro si, más allá de los discursos, de forma efectiva, en la Iglesia del Pueblo de Dios, en la Iglesia jerárquica por ministerial, hemos asumido con naturalidad lo que dice la Lumen Gentium, desde lo más básico a lo más desarrollado.

Sería lamentable que se pensara que los laicos cumplen su papel cuando se atienen a las directrices de la política eclesiástica de turno.

¿De verdad hemos asumido lo que significa el Pueblo de Dios, el sacerdocio común de los fieles, la vocación y misión de los laicos, incluso su libertad como síntoma efectivo del ejercicio de esa vocación y misión?

¿Nos creemos de verdad aquello de que “el apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados por el Señor mismo en virtud del bautismo y de la confirmación.” (LG 33)? O seguimos pensando que es mejor la tutela eclesial efectiva de la jerarquía, que exime o limita la responsabilidad personal y comunitaria.

Ya lo dice el papa Francisco, tan perniciosos son los clérigos con mentalidad y forma de vida de laicos como los laicos con mentalidad o pretensión de sustituir a los clérigos.

Quizá todo esto sea un síntoma de los procesos de cambio en los que estamos inmersos. Procesos nada epidérmicos, por cierto.

 

 

José Francisco Serrano Oceja