Con
el videomensaje de
Benedicto XVI
concluyeron el
viernes por la noche
las dos jornadas del
Patio de los
Gentiles, una
iniciativa de la
Santa Sede celebrada
en París. El Papa
animó a creyentes y
no creyentes a
construir puentes
entre ellos, porque
la cuestión de Dios
no debe estar
ausente de los
grandes
interrogantes de
nuestro tiempo.
Al dirigirme a
vosotros, les dijo,
tengo en cuenta todo
lo que tenéis que
deciros: los no
creyentes queréis
interpelar a los
creyentes,
exigiéndoles, en
particular, el
testimonio de una
vida que sea
coherente con lo que
profesan y
rechazando cualquier
desviación de la
religión que la haga
inhumana. Los
creyentes queréis
decir a vuestros
amigos que este
tesoro que lleváis
dentro merece ser
compartido, merece
una pregunta, merece
que se reflexione
sobre él. La
cuestión de Dios no
es un peligro para
la sociedad, no pone
en peligro la vida
humana. La cuestión
de Dios no debe
estar ausente de los
grandes
interrogantes de
nuestro tiempo.
Estoy profundamente
convencido de que el
encuentro entre la
realidad de la fe y
de la razón permite
que el ser humano se
encuentre a sí
mismo. Pero muy a
menudo la razón se
doblega a la presión
de los intereses y a
la atracción de lo
útil, obligada a
reconocer esto como
criterio último. La
búsqueda de la
verdad no es fácil.
Y si cada uno está
llamado a decidirse
con valentía por la
verdad es porque no
hay atajos hacia la
felicidad y la
belleza de una vida
plena. Jesús lo dice
en el Evangelio: “La
verdad os hará
libres”.
Benedicto XVI
prosiguió en su
videomensaje
animando a todos,
creyentes y no
creyentes, a
reencontrar el
camino del diálogo y
recordó que las
religiones no tienen
miedo a una laicidad
justa, abierta que
permita a cada uno y
a cada una a vivir
lo que cree, de
acuerdo con su
conciencia. “Si se
trata de construir
un mundo de
libertad, igualdad y
fraternidad,
creyentes y no
creyentes tienen que
sentirse libres de
serlo, iguales en
sus derechos de
vivir su vida
personal y
comunitaria con
fidelidad a sus
convicciones, y
tienen que ser
hermanos entre sí.
Un motivo
fundamental de este
atrio de los
Gentiles es promover
esta fraternidad más
allá de las
convicciones, pero
sin negar las
diferencias. Y, más
profundamente aún,
reconociendo que
sólo Dios, en
Cristo, libera
interiormente y nos
permite
reencontrarnos en la
verdad como
hermanos.
Continuando lo que
estáis viviendo esta
noche, insistió el
Papa, contribuid a
derribar los muros
del miedo al otro,
al extranjero, al
que no se os parece,
miedo que nace a
menudo del
desconocimiento
mutuo, del
escepticismo o de la
indiferencia.
Procurad estrechar
lazos con todos los
jóvenes sin
distinción alguna,
es decir, sin
olvidar a los que
viven en la pobreza
o en la soledad, a
los que sufren por
culpa del paro,
padecen una
enfermedad o se
sienten al margen de
la sociedad.
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