Colaboraciones

 

Sobre la mentira

 

 

 

23 mayo, 2024 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

 

 

La sociedad existe sólo cuando está edificada sobre principios irrenunciables. Uno de ellos es el de la confianza mutua.

Pero la confianza y toda la vida social quedan gravemente heridas por culpa de la mentira. Porque la mentira implica engaño, traición, injusticia. Porque la mentira nace cuando uno quiere «usar» la buena fe de otros para satisfacer un pequeño gusto egoísta o para alcanzar una enorme «ganancia» a costa de los demás.

«La mentira consiste en decir falsedad con intención de engañar» (san Agustín, De mendacio 4, 5).

Además, el Catecismo explica que la mentira perjudica enormemente a la sociedad, precisamente por dañar la confianza entre los hombres: «La mentira, por ser una violación de la virtud de la veracidad, es una verdadera violencia hecha a los demás. Atenta contra ellos en su capacidad de conocer, que es la condición de todo juicio y de toda decisión. Contiene en germen la división de los espíritus y todos los males que esta suscita. La mentira es funesta para toda sociedad: socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales» (n. 2486).

La primera mentira relacionada con los seres humanos fue perpetrada por Satanás, en el Huerto del Edén. Satanás es el Príncipe de la Mentira, hacedor de toda maldad, quien «ronda como león rugiente buscando a quien devorar» (1 Pedro 5, 8-9). El engaño del diablo fue exitoso, y el costo de la caída de Eva y Adán fue ser expulsados del Paraíso, además de otras muchas consecuencias.

La Biblia habla en muchas ocasiones del espíritu de mentira, el cual conduce a los hombres, y en ocasiones a algunos falsos profetas, a decir mentiras con diferentes propósitos, pero todos tienen por motivación el egoísmo, pues la persona que miente busca obtener algo.

Aquellos que hablan mentira no tienen el respaldo de Dios, sino que abren la puerta al enemigo, quien siempre está listo para entrar, robar, destruir y matar.

En cambio, aquellos que son guiados por el espíritu de verdad viven bajo la protección y el respaldo del Altísimo, quien es fiel y amante de aquellos que le adoran en espíritu y en verdad.

El mundo de la mentira es un mundo de esclavitud, mientras que la verdad nos hace libres. Los mandamientos de Dios son para nuestra protección, y el violarlos nos trae multitud de sufrimientos. La mentira destruye, la verdad edifica.

Una persona que miente vive angustiada constantemente, no tiene un buen descanso; pero aquel que dice verdad tiene paz en su corazón y duerme confiado.

Dios quiere ayudarnos a arrancar de nuestra vida el gran daño sembrado por miles de mentiras que circulan en el mundo humano. Quiere, sobre todo, que empecemos a vivir como hombres sinceros, honestos, enamorados. Capaces de mirar a nuestro hermano con el mismo cariño con el que le mira Dios, con el mismo deseo de vivir unidos, bajo la Verdad de Cristo, en el camino que construye un mundo más bueno y más enamorado.