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El cambio de gobierno

 

¿podrá alguien decirnos lo que puede durar?

 

 

 

Francisco Rodríguez Barragán | 08.06.2018


 

Ya tenemos nuevo jefe de gobierno y nuevos ministros y ministras. Son bastantes cosas las que han llamado la atención en este vertiginoso cambio y una ha sido la eliminación de cualquier símbolo religioso en las tomas de posesión.

Si no se cree en Dios quizás sea más lógico prescindir de toda referencia religiosa. Si todos los anteriores lo hicieron con Biblia y crucifijo no sé si fue  por mera inercia, pues no parece que sus actos hayan reflejado ninguna creencia a la hora de legislar y decidir, más bien buena parte de su labor ha consistido en ir arrinconando los principios y valores cristianos.

Lo de jurar debe resultarles carca y trasnochado por lo que todos han optado por prometer por su conciencia y honor. Ya sabemos que las promesas de los políticos no son de fiar, especialmente las promesas que hacen a los ciudadanos que les dan su voto, y en buena parte se lo siguen dando sin pedir cuenta de los incumplimientos.

Apelar a la propia conciencia y honor, tampoco parece ofrecer ninguna seguridad pues la conciencia como capacidad de elegir entre el bien y el mal en uso de la propia libertad sin referencia alguna a normas morales inmutables y trascendentes, dan como resultado todo lo que se acumula en los tribunales y el honor es algo que podemos presuponer, pero no queda acreditado sino a lo largo de una vida intachable.

Admito que hay personas que no creen en ninguna trascendencia y son honestas y honradas y otras que dicen creer pero no son ni honestas ni honradas, tanto si hablamos de políticos como de ciudadanos.

Sin duda por todo ello en la organización de nuestra convivencia siempre  se han establecido leyes y tribunales para que juzguen con imparcialidad las conductas de todos, aunque el problema se plantea cuando las leyes que logran aprobar los políticos establecen como delito cosas que no lo son, se recortan derechos y libertades de los ciudadanos o tienen como objetivo  asegurar la imposición de determinadas ideologías.

Los parlamentos no tienen atribuido ningún tipo de infalibilidad ni tienen derecho a dictar leyes que desquicien las bases que configuran la propia sociedad, como todas las leyes anti familiares que padecemos. Si el marxismo introdujo en la sociedad la lucha de clases, el marxismo actual está introduciendo la lucha de sexos, en la que cualquier hombre es sospechoso de machismo y la denuncia de una mujer puede llevar, aun sin pruebas, a la inmediata detención del señalado.

Desde luego la llegada de este gobierno no solo ha acabado con viejas costumbres religiosas sino también con viejas costumbres democráticas pues, hasta ahora gobernaba el que ganaba las elecciones, aunque necesitara los votos de otros partidos minoritarios comprados a peso de presupuesto. Ahora ha llegado al poder un señor que venía perdiendo las elecciones pero que ha encontrado el momento propicio y vulnerable para desalojar al gobierno anterior, no con los votos de los ciudadanos sino con los votos de los políticos de otros partidos, que nadie sabe hasta cuándo lo apoyarán, ni qué pedirán a cambio.

Estamos viviendo un momento inesperado que ojalá sirva para el bien común de este viejo país llamado España que vive en horas bajas, pendientes de lo que en cada momento nos vayan contando los medios de comunicación.

 

Francisco Rodríguez Barragán