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Nuestra democracia y sus defectos

 

Francisco Rodríguez Barragán | 02.10.2016


La democracia como método de gobierno necesita en primer lugar que todos tengamos clara la existencia de un “demos”, de un pueblo y que el poder tiene un solo objetivo: servir a ese pueblo. Si se busca el poder para disfrutarlo, como trofeo y botín a repartir entre los ganadores, se ha falseado el régimen democrático.

Si el régimen democrático se reduce al triunfo de la mayoría se desata la lucha para obtenerla a toda costa y el contrario no se percibe como otra forma legítima, con soluciones diferentes, sino como enemigo a batir por todos los medios.

El medio que, por desgracia,  resulta más eficaz en la lucha partidaria es el odio a los contrarios que representan y personifican el mal en cuanto digan o hagan. Mientras no seamos capaces de rechazar el odio como motor de la acción política no habrá arreglo posible.

Estamos viendo cada día como se aprovecha cualquier motivo para acusar al contrario de todas las maldades imaginables y eso desde el principio de la transición, cuando Adolfo Suárez  fue literalmente destruido.

El hecho de que durante un largo periodo de tiempo el poder haya pasado de un partido a otro, de los dos que resultaron hegemónicos, sin mayores dificultades,  nos pareció a todos que el sistema funcionaba. (Si dejamos entre paréntesis la voladura de trenes del 11-M en vísperas de unas elecciones).

Pero el resultado de las últimas elecciones ha puesto de manifiesto el fallo de nuestra democracia: los partidos no buscan el interés del país sino su propio interés, con todas las matizaciones que queramos anotar.

La necesidad de obtener la investidura del gobierno por una mayoría absoluta en el parlamento y la falta de costumbre de llegar a acuerdos entre partidos ha hecho posible el bloqueo que padecemos.

Los pactos de otras legislaturas en las que el partido ganador completaba los votos que le faltaban con las minorías, en realidad no eran tales pactos, sino una descarada compra de votos pagados con prebendas en detrimento de la totalidad del país. Esta solución no ha sido posible esta vez, ya que las minorías  bisagra han pensado que pueden obtener más de la falta de gobierno o de un gobierno débil sin mayoría...

Además han aparecido en el escenario político otros dos partidos dispuestos a participar en el poder a toda costa. De un lado el partido Ciudadanos que trata de hacerse con los votantes del PP enfadados por el absoluto incumplimiento del programa electoral con el que se presentaron a las elecciones alcanzando la mayoría absoluta y que no se justifica por la dedicación exclusiva del gobierno a remediar la crisis económica.

De otro la aparición del populismo que busca asaltar el poder canalizando el odio y la rabia de todos los descontentos que empezaron a manifestarse cuando el 15-M. Es un movimiento de carácter izquierdista radical, dentro de la onda revolucionaria caribeña.

Este movimiento populista resulta peligroso ya que pretende desestabilizar y poner en revisión todo el sistema, señalando como enemigos a batir a “los poderosos” en beneficio de “la gente”. Su líder confiesa sin rebozo que quiere causar miedo, que se le tema y realmente son temibles en las parcelas de poder que van consiguiendo y si llegaran a tomar todo el poder, el sistema democrático saltaría por los aires como pasa en Cuba o Venezuela.

Necesitamos revisar nuestra democracia para que los partidos homologables con los existentes en Europa dejen de tratarse como enemigos y colaboren con lealtad por el bien de todos los españoles. ¿Será posible?

 

Francisco Rodríguez Barragán