Fe y Obras

Cristo es Rey: ¡Viva Cristo Rey!

 

 

17.11.2016 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

“¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados; vuestros somos y vuestros queremos ser, y a fin de vivir más estrechamente unidos con vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás, os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.

¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, que no perezcan de hambre y miseria.

Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.

Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.

Conceded, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino ésta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud! A Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.”

Esta es la Consagración de la humanidad para el día de Cristo Rey. Hecha por el Papa Pío XI (que instauró la festividad el 11 de marzo de 1925) nos muestra hasta qué punto es crucial (referido a Cruz) saber quiénes somos y a Quién nos debemos.

A tal respecto, vamos a celebrar un domingo muy especial: con él se cierra un año litúrgico y da comienzo, por eso mismo, otro. En este año coincide con la finalización del Año de la Misericordia.

En realidad, supone, además, mucho más.

Que Cristo sea, que sostengamos que sea y es, Rey del Universo quiere decir que nosotros nos consideramos siervos suyos. Y que lo somos, así, de Dios mismo. Y eso debería suponer mucho en nuestra vida.

En primer lugar, debería suponer un no olvido de una tal realidad espiritual. Llevar, entonces, en nuestro corazón, una devoción grande a Cristo, a su Corazón a su misma personalidad divina.

Pero también debería suponer que sabemos que, siendo siervos de Cristo no podemos serlo del mundo. Entonces… no deberíamos dar razón a los que creen que los católicos nos hemos vendido por un plato de lentejas políticamente correcto o como si el respeto humano dirigiera nuestras vidas y no aquel “donde es sí, sea sí y donde es no, sea no” que plantó Cristo en los corazones de sus discípulos más fieles.

Que Cristo es Rey del Universo quiere decir que el Universo ha sido hecho por Dios para nuestro Señor el Emmanuel, y que todo ha de redundar en glorificación de sí.

Pero nosotros, demasiadas veces, olvidamos que Cristo es Rey y que, por tanto, reina en el mundo. Y, sobre todo, sobre todo, olvidamos que un día ha de volver a juzgar a vivos y a muertos y que debemos estar preparados, con el alma limpia.

Y es que, a lo mejor, vuelve mañana mismo… con toda su majestad.

Y, por cierto, recordemos a todos nuestros mártires católicos que dieron su vida al grito de “¡Viva Cristo Rey!”. Ellos sí que comprendieron lo que significaba el reinado de su Señor.

¡Alabados sean por siempre y alabado sea por toda la eternidad el reinado de Cristo!

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net