Fe y Obras

Sobre diaconisas y anhelos

 

 

19.05.2016 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

Algunos sostienen esto:

1. El Papa Francisco ha tomado una decisión sobre el papel de la mujer en la Iglesia católica. Y a eso se le llama decisión “histórica”.

2. Tal decisión acerca la Iglesia católica nos acerca a confesiones como la anglicana o protestante.

3. Lo que se anhela es que la mujer siga “escalando” peldaños y los siguientes sean el sacerdocio y el obispado.

Todo esto lo sostiene, ni más ni menos (y no es nada extraño eso) el Director de Religión Digital. Y lo traemos aquí porque es síntoma de mucho y muestra, sin esconder nada, las intenciones de muchos.

Resulta penoso, porque las cosas son como son, que se pretenda lo que no existe. Es decir, al Papa Francisco se le preguntó sobre el papel de “aquellas” diaconisas de los primeros tiempos cristianos. Y el Santo Padre dijo que sí, que podía abrirse, digamos, investigación sobre tal tema.

Sin embargo, ya podemos ver lo que algunos creen:

1. Al parecer, el Papa ha decidido ya algo.

2. Lo que ha decido el Papa nos acerca a los herejes cristianos.

3. Se ve como bueno tal acercamiento.

Cada uno de estos puntos muestra a la perfección qué es lo que se pretende con este tema: ahora este tema y antes otros temas de similar especie y condición espiritual.

En primer lugar, se pretende atribuir una decisión ya tomada acerca del papel de la mujer en la Iglesia católica como si la misma no tuviera más fin que ser sacerdote y nada de lo que ahora haga valiera la pena.

En segundo lugar, que se diga que eso supone un acercamiento a la herejía cristiana surgida a partir bien de Enrique VIII o de Lutero es síntoma de no estar en sus cabales religiosas. Y, aunque, en realidad, sea así (que de aprobar ciertas cosas sí habría acercamiento… siendo el mismo y exacto error el resultado final) lo que cuenta aquí es que se pretende que así lo sea. Y eso, además, se ve bien y se aplaude con las orejas lo que, en realidad, no ha sido nada de nada de parte del Vicario de Cristo.

Todo esto huele muy mal. Es decir, supone, por parte de los de siempre un ataque claro a la Iglesia católica, a su doctrina establecida y más que establecida y, en fin, a la esencia misma de lo que quiso fundar Jesucristo y fundó.

De todas formas, no se trata más que de la manifestación de ciertos anhelos enfermizos que algunos tienen y, al parecer, no pueden guardar para sí mismos. Y sueltan su veneno para ver si puede perjudicar a alguno.

Algunos, como San Pablo, decían que evangelizaban para ver si podían convertir a alguno; otros, sin embargo, escandalizan para ver si pueden desconvertir a alguno.

Y no podemos negar que, seguramente, lo consigan sin el menoscabo de su situación humana (no pueden dar más de sí) o espiritual (no tienen quien les tosa ni critique de forma efectiva o, digamos, excomuniatoria, si se pude decir eso pero con el sentido que podemos comprender fácilmente).

Y es que son, los de ahora, tiempos turbulentos para la Iglesia católica siendo lo malo de eso que no hay quien ponga fin a tales turbulencias. Es más, a veces da la impresión de que son de gusto de más de uno.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net