Fe y Obras

Sobre el rigor y la falta de rigor

 

 

20.08.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Se suele decir que dentro de la Iglesia católica hay “sensibilidades” distintas. Con eso se quiere decir, en términos generales, que hay personas a las que se les llama “conservadores” (y otros muchos nombres perjudiciales) y otras a las que se les llama “progresistas” (con toda clase de bondades por su parte).

Pues bien, se ha extendido la idea, entre las segundas, que las primeras son partidarias del rigor doctrinal. Esto quiere decir que, al parecer, quieren aplicar la doctrina católica a rajatabla y tal cosa, en un mundo (¡mundo!) tan cambiante no puede ser ni se puede admitir. Eso, a los progresistas no gusta nada de nada. E incluso sostienen que el Papa Francisco no es nada rigorista aunque nosotros creemos que, en general, se equivocan en esto.

Sin embargo, vamos a traer aquí un ejemplo de lo que podría ser una conversación entre un rigorista y alguien que no lo es. Esto es, claro, un ejemplo aunque, seguramente, todo parecido con la realidad es, al contrario de lo que se dice en las películas, exacto.

-Antirigorista (A desde ahora): vamos a ver, ¿es que dos hombres que se quieren no pueden contraer matrimonio?

-Rigorista (R desde ahora): pues no porque Jesús ya dijo que en el Principio, Dios unió a un hombre y a una mujer y nada dijo de un hombre-hombre o de una mujer-mujer.

-A: eso sería porque Jesús hablaba para su tiempo pero cada momento tiene sus cosas y la Iglesia debe adaptarse…

-R: es que la Palabra de Dios es inmutable y, claro, no puede cambiarse.

-A: eso es que usted cree que Dios es muy rigorista.

-R: no, es que creo que Dios es justo y no estableció su Ley para que luego viniera cualquiera a cambiarla a su antojo.

-A: bueno, bueno, no sea usted tan rigorista…

En fin, cosas así podrían darse, y se dan, en la realidad. Y es que hay quien cree que cuando Dios dice algo puede venir cualquiera, ellos mismos, y hacer de su capa un sayo agarrándose a la misericordia divina. Con esto todo les sirve: que si en el aborto la madre sufre… es que Dios es misericordioso; que si dos hombres se quieren y pretenden casarse… es que Dios es misericordioso; que si un matrimonio quiere divorciarse porque no se llevan bien… es que Dios es misericordioso; que si….

Así podríamos estar mucho rato porque suelen olvidar los progres que Dios es justo. Sí, es misericordioso pero es justo y eso, ciertamente, los trae a maltraer porque deben saber (eso no lo pueden ignorar) que cuando Jesús dice, por ejemplo, aquello de que un hombre y una mujer abandona a su padre y a su madre para unirse y ser una sola carne… es que dijo lo que dijo y eso no puede cambiarse. Tampoco deberían olvidar eso de que “lo que ha unido Dios” no lo puede separar el hombre. En fin…

El caso es que el rigor eclesial se da de patadas con la falta de rigor y, por tanto, no cabe entendimiento posible entre el sí y el no. Es decir, creemos recordar que fue también Jesús quien dijo eso de que donde era sí debía ser sí y donde era no, debía ser no. Y quería decir que se debía ser riguroso en la aplicación de la Ley de Dios.

Pues no. Al parecer lo que conviene ahora es que lo que convenga sea lo que al progre venga bien. Y si no se acepta eso, tal forma de (mal) proceder se echa mano del mantra de “rigorista” y a otra cosa.

¡Ah!, por cierto. El Papa Francisco es más rigorista que lo contrario. Otra cosa es que eso venga bien a las peregrinas ideas que tiene más de uno acerca de lo que ha de ser como ha de ser.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
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