Fe y Obras

Dioses de cada uno

 

 

06.11.2014 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Cuando el ser humano creyente no entiende a Dios le gusta, tiene la tentación de, crear un Dios a su medida, que le pueda solucionar los problemas por los que vaya pasando.

A este respecto traemos aquí esto dicho por el Papa antecesor de Francisco:

“Esta es una tentación constante en el camino de la fe: eludir el misterio divino construyendo un dios comprensible, que corresponda a los propios esquemas, a los propios proyectos. Todo lo que sucede en el Sinaí muestra toda la necedad y vanidad ilusoria de esta pretensión”

Estas palabras las dijo, el emérito Benedicto XVI en 2011 cuando presentó a Moisés como figura de la intercesión de Cristo en la cruz y dicen, para quien quiera no hacerse el ciego espiritual por conveniencia, que Dios no hay más que uno, que es único y que, sobre todo, no podemos hacer uno a medida de nuestras egoístas necesidades o nuestras conveniencias.

Dijo, también el Santo Padre alemán que es un tentación crear un dios (en minúscula, claro) “accesible, manipulable, al alcance del hombre” cuando, en realidad, Dios es accesible, no es manipulable y está al alcance de la oración del ser humano creyente.

Accesible

El emérito Benedicto XVI entiende que el creyente que no cree es aquel que, al igual que le pasó a los que seguían a Moisés por el desierto elige, frente al Dios invisible que habla con quien conduce al pueblo elegido, “una presencia tangible, palpable, del Señor y la encuentra en el becerro de oro, un dios accesible, manejable, a la mano” y que “Esa ha sido una tentación constante en el hombre”.

El intento del ser humano de querer acceder a Dios como si fuera Alguien tangible, con quien se puede conversar de tú a tu viéndole la cara y a quien se pudiera tocar la mano para confirmar alguna especie de contrato cual han hecho los seres humanos a lo largo de los siglos es uno que lo es vano porque Dios no es un dios-becerro de oro sino un Dios Creador que, al contrario de lo tangible, no muere ni pasa ni deja de ser porque se le aparte de la vista, del conocimiento o del tacto. Dios es intangible porque es eterno.

Manipulable

Lo que más preocupa, seguramente, al ser humano creyente es que Dios no se deje manipular. Por eso mismo le parece algo extravagante, que se sale del normal comportamiento humano, que el Creador no ceda ante nuestras peticiones como si se tratara de una máquina que, automáticamente, expende determinado producto. Así, por ejemplo, Dios no es Dios para nuestro gusto o para nuestros egoísmos y, por lo tanto, no puede dejarse manipular. Es más, sabiendo que Dios ve en lo secreto del corazón pretender manipularlo de alguna forma es querer hacer como que se desconoce lo que, en realidad, se conoce a la perfección.

Dios, por lo tanto, no es manipulable y, así, con intentos de hacer tal cosa sólo demostramos que lo tenemos en poco y, a nosotros, en mucho siendo, exactamente, al revés la verdad de lo que pasa.

Alcanzable por el hombre

No habría que confundir lo que puede querer decir que Dios ha de ser alcanzable por el hombre.

Se alcanza algo, digamos una cosa, cuando se tiene cerca de uno mismo y, con un pequeño esfuerzo se hace alguien con ella. Tal es la forma de proceder de ordinario.

Sin embargo, con Dios eso no puede ser posible. En primer lugar, como hemos dicho arriba, porque no es tangible en el sentido humano de la cosa y, en segundo lugar porque, en todo caso, para poder tener cerca de Dios, sentirse cerca del Creador, no es esfuerzo pequeño lo que se pide sino, a veces, grande o muy grande. Y eso no porque Dios esté lejos, que no es el caso, sino porque somos nosotros mismos los que ponemos más distancia entre nuestras personas y el Creador que la que había, para que nadie cruzara de un lado a otro, entre el rico llamado (sin serlo) Epulón y el pobre Lázaro que descansaba, tras una vida nigérrima, en el seno de Abrahám. Y tal distancia, empedrada por nuestros comportamientos y pecados, sólo se puede reducir a base de oración y rezo. Y eso, se diga lo que se diga, cuesta un esfuerzo que, a veces, no estamos dispuestos a hacer por falta de tiempo, que decimos, por falta de ganas o, simplemente, por falta de fe.

Al fin y al cabo, lo que, muchas veces se pretende, es hacernos un dios a nuestra medida, que nos sirva y, sobre todo, que no nos ponga negro sobre blanco lo que tenemos que hacer para cumplir su voluntad que, ¡Ay!, no suele coincidir las más de las veces con la nuestra; un dios que queremos sea algo muelle y que acepte nuestras actuaciones según nos convenga y según nos venga en gana pues ha de prevalecer, eso pensamos, lo que queremos sobre lo que entienda bueno y benéfico para nosotros nuestro Creador.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net