Fe y Obras

Mes de María, Madre de Dios y Madre nuestra

 

 

03.05.2013 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Cuando Jesús, en su cruz colgado, encomendó a Juan, el discípulo amado, que cuidara de Su Madre hizo algo más: nos la entregó para que fuera, también, Madre nuestra.

En la encíclica Redemptoris mater, el Beato Juan Pablo II Magno dice sobre el hecho citado que “Sin lugar a dudas se percibe en este hecho una expresión de la particular atención del Hijo por la Madre, que dejaba con tan grande dolor. Sin embargo, sobre el significado de esta atención el  ‘testamento de la Cruz’ de Cristo dice aún más. Jesús ponía en evidencia un nuevo vínculo entre Madre e Hijo, del que confirma solemnemente toda la verdad y realidad. Se puede decir que, si la maternidad de María respecto de los hombres ya había sido delineada precedentemente, ahora es precisada y establecida claramente; ella emerge de la definitiva maduración del misterio pascual del Redentor” (Rm 23).

Por eso tenemos por Madre buena a María y por eso, exactamente por eso, la traemos, aún más, a nuestro día a día en este especial mes del año, mayo, dedicado a la Madre.

Por tanto, “esta ‘nueva maternidad de María’, engendrada por la fe, es fruto del ‘nuevo’ amor, que maduró en ella definitivamente junto a la Cruz, por medio de su participación en el amor redentor del Hijo” (Rm 23)

Frutos de la universal maternidad

No puede quedar, en los que nos consideramos hijos de Dios, la maternidad de María como una gracia de Dios pero que no afecte a nuestro corazón.

Muy al contrario, como dice San Josemaría en “Es Cristo que pasa” (143) “Porque María es Madre, su devoción nos enseña a ser hijos: a querer de verdad, sin medida; a ser sencillos, sin esas complicaciones que nacen del egoísmo de pensar sólo en nosotros; a estar alegres, sabiendo que nada puede destruir nuestra esperanza. El principio del camino que lleva a la locura del amor de Dios es un confiado amor a María Santísima. Así lo escribí hace ya muchos años, en el prólogo a unos comentarios al santo rosario, y desde entonces he vuelto a comprobar muchas veces la verdad de esas palabras. No voy a hacer aquí muchos razonamiento, con el fin de glosar esa idea: os invito más bien a que hagáis la experiencia, a que lo descubráis por vosotros mismos, tratando amorosamente a María, abriéndole vuestro corazón, confiándole vuestras alegrías y vuestra penas, pidiéndole que os ayude a conocer y a seguir a Jesús”.

Entonces, ¿Qué podemos decir a Dios por habernos dado a María?: gracias.

Entonces, ¿Qué podemos decir a María por haber tenido fe en Dios?: gracias.

Entonces, ¿Qué podemos los hijos de Dios?: aquí estoy porque me has llamado.

Y hacer, de nuestra vida, una clara respuesta a Dios; otro Fiat renovado, por María, en nuestro corazón.

Por esto, en el mes de mayo, que es más que especial para quien se considere católico, recordamos que María, Virgen Santísima e Inmaculada, supo entregarse a la voluntad de Dios y que, por eso mismo, vino la  Salvación al mundo. Y todo, todo lo que le digamos de bueno y gozoso, siempre será poco.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net