Cartas al Director

Responsabilidad frente a ambición

 

"La experiencia siempre ha demostrado que jamás suceden bien las cosas cuando dependen de muchos"
Nicolás Maquiavelo
Filósofo y político italiano

 

César Valdeolmillos Alonso | 18.01.2016


Hay gobernantes que resultan ser buenos gestores capaces de sacar al país del hundimiento que ineludiblemente produce el despilfarro y sin embargo, los resultados de su gestión, no son capaces de hacer que sean reconocidos por sus destinatarios, los ciudadanos.

Decía Maquiavelo, que: “En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven” y añadía, para su mejor compresión, que: “Pocos ven lo que somos o hacemos, pero todos ven lo que aparentamos”.

Por lo tanto, todos verán lo que se aparenta ser, y sólo unos pocos sabrán lo que realmente se es.

Las recomendaciones que Maquiavelo hizo a Lorenzo II de Médici, eran estrategias útiles que todo gobernante debería utilizar para presentarse y actuar ante rivales y súbditos con el fin de obtener su apoyo y mantener el poder.

Al parecer, por su forma de actuar y los resultados consecuentes de las últimas elecciones, Mariano Rajoy, que nos ha librado del rescate económico al que le dejó abocado el partido socialista y que ha trabajado muy duro para superar la crisis de la que aún no hemos terminado de salir, parece no recordar o no le ha dado importancia a los consejos del gran pensador florentino y caro lo ha pagado.

A la vista de la enfermiza situación política y social por la que atraviesa España, comprobamos la falsedad de aquellos que dicen representarnos, cuando afirman que están para servir al pueblo, mientras comprobamos como el aún principal partido de la oposición —que dice defender la Constitución— está dispuesto a pactar para obtener el poder que no le han dado las urnas, con aquellos que quieren hacer pedazos la unidad de España.

El todavía principal partido de la oposición ha llegado a su nivel más bajo de aceptación social en sus últimos 40 años, hasta el punto de ser considerado un coto de caza propicio para aquellos partidos que le disputan su espacio político, dispuestos a saltar sobre él, en cuanto la ocasión lo permita. De ahí que para su Secretario General, Pedro Sánchez, constituya una cuestión de vida o muerte el llegar a ser Presidente del Gobierno, aunque sea por unos meses, ya que de lo contrario, sus propios compañeros de partido, lo más probable, es que dicten sentencia en su próximo congreso, relevándole de su cargo, porque tras el abandono de Rubalcaba, Pedro Sánchez, ha sido un recurso temporal que carece del carisma y la autoridad política necesarios para liderar un partido, que por su naturaleza, ha sido y debe seguir siendo, la alternativa de gobierno que precisa España.

Consciente de su propia debilidad dentro de su propio partido, Pedro Sánchez ha cifrado su vida política en demostrar constantemente un liderazgo del que carece y para ello necesita desesperadamente ser campeones mundial de todos los pesos;

No importa que por satisfacer su ambición se debilite el Estado y se enfrenten a los españoles.

No importa que para ello haya españoles de primera y de segunda.

No importa qué volvamos a la senda del gasto incontrolado y a aumentar la deuda de forma que nos coloque al borde de la quiebra.

No importa que aumente la prima de riesgo en base a la inestabilidad que produce inevitablemente un gobierno al que solo une su deseo de eliminar de la vida política al partido que ha ganado las elecciones.

No importa que se paralicen las inversiones y con ello nos empobrecemos más.

No importa que vuelvan a cerrar miles de empresas y como consecuencia se incremente el paro.

No importa que se llegue a una situación  límite en la que no se puede mantener el nivel actual de las pensiones como ha ocurrido en Grecia.

No importa que con este modo de actuar le abandone su electorado y deje al PSOE reducido a una situación marginal como le ha ocurrido ya a Convergencia, Izquierda Unida, Unión Democrática de Cataluña o UPyD.

La experiencia siempre ha demostrado que jamás suceden bien las cosas cuando dependen de muchos. Pero ni el Partido socialista, ni España, se merecen correr estos riesgos por el interés personal de quien la ambición, el orgullo y el fanatismo, son sus compañeros de viaje.

 

César Valdeolmillos Alonso