Cartas al Director

Marrulleros, pícaros y trincones

 

“Nadie piensa, donde todos lucran; nadie sueña, donde todos tragan”
José Ingenieros
Filósofo y sociólogo ítalo-argentino

 

César Valdeolmillos Alonso | 07.02.2014 


¿Quién decía que siempre estamos a la cola en muchos de los aspectos sobre los que la Unión Europea emite periódicamente informes sobre la situación de sus Estados miembros? Los hay que tienen más “malage” que aquel cardenal que prohibió en Sevilla las saetas en Semana Santa. Pues no señor.  A ver si se enteran de que no siempre estamos a la cola de todo en Europa. Hace tan solo unos días, que en un reciente estudio, la Unión Europea nos ha colocado a la cabeza de un ranking. Sí señor. A la cabeza. Para que vean los sombríos augures de costumbre —que son más tristes y sombríos que los tambores del Santo Entierro— que no siempre estamos en el pelotón de los mendrugos, incompetentes y trasnochados.

En un inédito y excepcional informe, la Unión Europea —como quien apunta acusadoramente con el dedo— nos señala como uno de los países con mayor corrupción, que ya saben ustedes que es todo lo contrario de integridad, honradez, honestidad, decencia o decoro.

En el informe de 16 páginas al que me refiero, la Unión Europea, deja constancia del exiguo control existente en relación con la financiación de los partidos políticos españoles; alerta sobre la chusca rendición de cuentas de los políticos  locales, y considerada y elegantemente, elude mencionar las investigaciones que afectan a la monarquía.

Señala el ejecutivo comunitario que el despliegue urbanístico, probablemente sea el mayor foco de corrupción durante las dos últimas décadas, fijando como primer problema la capacidad de los ayuntamientos y alcaldes de "actuar de manera autónoma" al disponer de "amplios poderes discrecionales en materia de planificación urbana". Vamos, en Román paladino, que pueden obrar casi como les venga en gana.

Sólo en 2011 se incoaron 1.754 procesos judiciales relacionados con supuestos actos ilegales de ordenación del territorio y planificación urbana y se dictaron 408 condenas. Más cifras: según una base de datos periodística y no oficial de la que se hace eco este documento, cerca de 700 municipios se vieron afectados por casos de esta naturaleza entre 2000 y 2010, mientras que en los últimos tres años 19 alcaldes de todos los colores políticos han sido detenidos por cargos de corrupción.

Y por supuesto, Bruselas no deja atrás la sombría financiación de los partidos y la desvergonzada contratación pública realizada por los mismos.

Con palabras más técnicas, discretas y elegantes que las mías, viene a decir que seguimos siendo la España de El lazarillo de Tormes, la de Rinconete y Cortadillo, cuando no la de Luis Candelas. Es decir: que seguimos siendo una España de marrulleros, pícaros y trincones.

Desde las corporaciones locales, hasta el Gobierno central, el informe de la Comisión menciona los principales casos que han sido o están siendo investigados en la actualidad.

Esta investigación, liderada por la comisaria de Interior, Cecilia Mälmstrom, no tiene ningún carácter vinculante ni obliga a los Estados miembros a tomar determinadas medidas para combatir la corrupción. Pero sí sirve para intentar sonrojar —¡Que ingenuidad!— a los países que, como España, presentan mayores escándalos.

Fíjense ustedes: entre 1996 y 2009 los medios de comunicación se hicieron eco de 5.144 casos de corrupción que afectaron a 600 municipios de todos los colores.

Según el Tribunal de Cuentas, en 2007 la deuda total de los partidos políticos a las entidades de crédito ascendía a 227 millones de euros, algo que fue posible, según insinúa la Comisión, por el hecho de que los consejos de administración de las cajas de ahorros estaban copados por políticos designados por sus partidos. En cuanto llegó la democracia se lanzaron sobre las cajas, como los buitres se arrojan sobre su presa inerme para engullir hasta las entrañas y finalmente pisotear los despojos. Así han terminado unas instituciones financieras tan queridas y próximas siempre a los ciudadanos por la labor social realizada durante muchísimos años. Como no eran de nadie en concreto, pues fueron consideradas como dinero público y el dinero público, ya se sabe lo que ocurre con él.

Uno de los aspectos que Bruselas detecta es que la fuerte descentralización del Estado propicia prácticas corruptas sin que exista un control eficaz y rendición de cuentas efectiva.

Esta bochornosa situación, produce una manifiesta inseguridad jurídica que frena la inversión extrajera en España y con ello nuestro progreso y proceso de recuperación.

El último Eurobarómetro sobre la actitud de los europeos en relación a la corrupción revela que el 95% de los españoles cree que la corrupción está muy extendida en su país, porcentaje que es el más alto de la UE.

En el solitario al que juegan nuestros políticos, se pueden hacer todas las trampas que quieran para suplantar la cruda y tozuda realidad por sus ilusorias, equívocas y hasta falaces manifestaciones, pero lo cierto es que lo que señala en su informe la UE, es la existencia de una España de los golfos, pillatigres, trepas incompetentes, tragasables, soplanucas, mangantes y trincones.

Pero esta solo es la corrupción grotesca y hortera que sobresale. La que se ve a las claras.

Porque la menos visible es la que no muestra como  corrupción el hecho de inflar año tras año las plantillas de las instituciones públicas con los amiguetes, familiares y compañeros de partido, práctica que nos obliga a mantener una insoportable estructura pública en relación a la población, cuatro veces superior a la de Alemania. Una realidad que cada día que pasa, nos hunde más en un desastre social y económico sin precedentes, que puede terminar arruinando todas las grandes conquistas sociales de los últimos 50 años, desde la clase media, al sistema de pensiones, pasando por sistema nacional de salud y las prestaciones a los parados.

No. No esperemos que los políticos resuelvan el problema, porque el problema son los políticos. Los políticos crean un problema donde no lo había y para taparlo lo subsidian.

La corrupción de los gobernantes, en última instancia, es culpa de nosotros los gobernados, que somos quienes los elegimos. Pero no nos rasguemos las vestiduras, porque corrupciones, como el arco iris, las hay de todos los colores; cada cual elige el que más le acomoda. También el fontanero, el peón, el mecánico o el pintor.

El problema en nuestro país es endémico y soy consciente de que para solucionarlo, nadie puede hacerlo todo, pero todos podemos hacer algo.

César Valdeolmillos Alonso