Tribunas

Familia: amor santo

 

 

Ernesto Juliá


El Papa León XVI en el Jubileo de las Familias.

 

 

 

 

 

“El matrimonio no es un ideal, sino el verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo (cf. san Pablo VI, Carta enc. Humanae vitae, 9). Este amor, al hacerlos “una sola carne”, los capacita para dar vida, a imagen de Dios”.

Estas palabras de León XIV, y las que recojo más adelante, han dado la vuelta al mundo en apenas unos días; y no me extraña. El papa las pronunció en la homilía de la Misa del Jubileo de las familias el pasado 1 de junio. Y no me extraña.

Los gobernantes de nuestro mundo occidental llevan muchos años queriendo destrozar la familia; y no la familia “clásica”, “tradicional”; no, la Familia como está en la mente de Dios al crear al hombre y a la mujer, y como Jesucristo volvió a recordar a la humanidad, cuando dejo establecido: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.

León XIV es muy consciente del empeño diabólico de destrozar la Familia, y de los cauces que han seguido las legislaciones de los estados occidentales para dejarse llevar por ese “empeño diabólico”: empleando el término “matrimonio” para uniones que son sencillamente “parejas de algo”; permitiendo la compra de criaturas a base de vientres de alquiler, fecundaciones “in vitro”; el aborto; la adopción de criaturas por parejas del mismo sexo; etc., etc.

Y es muy consciente, también de que todas esas leyes no son más que un camino para que las naciones desaparezcan, y para que cualquier civilización carezca de futuro.

“No hay que olvidarlo: del seno de las familias nace el futuro de los pueblos”.

“Por tanto, les animo a que sean para sus hijos ejemplos de coherencia, comportándose como deseen que ellos se comporten, educándoles en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su propio bien... Y ustedes, hijos, sean agradecidos con sus padres: decir “gracias” por el don de la vida y por todo lo que con ella se nos da cada día es la primera forma de honrar al padre y a la madre. Por último, a ustedes queridos abuelos, les recomienden que velen, con sabiduría y ternura, por quienes aman, con la humildad y paciencia que se aprenden con los años”.

No son pocos los abuelos, las abuelas, que han reencontrado una segunda, una tercera, juventud atendiendo a sus nietos, preocupándose de recogerlos a la salida del colegio, y levantándose temprano para llevarlos. Alegrándose con las noticias que les comunican las criaturas y conmoviéndose cuando algunos de ellos les abren el alma para transmitirles las primeras, las segundas, las terceras experiencias de su vivir, conscientes de que de los labios de los años de experiencia vital van a recibir un buen consejo.

Hoy son un buen número de padres, y de abuelos, que enseñan las primeras oraciones a los hijos, a los nietos. Me lo comentaba hace poco un abuelo entrado en los 80. “Me emocioné, casi hasta las lágrimas, cuando mi nieta de 7 años, después de leer el pasaje de la samaritana, me preguntó cómo podía darle de beber a Jesús, porque ella no tenía un pozo de donde sacar agua”.

“En la familia, la Fe se transmite junto con la vida, de generación en generación: se comparte como el pan de la mesa y los afectos del corazón. Esto la convierte en un lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien”.

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com