Tribunas
07/10/2024
Un palpitar de esperanza: Estonia
Ernesto Juliá
En una entrevista a la revista Omnes, el obispo Philippe Jourdan habla de la situación de la Iglesia Católica en Estonia de la que él es el Administrador Apostólico. De ahí recojo estos datos, y a la vez que uno mis oraciones a las suyas, a quien pude dar un abrazo poco antes de su marcha a Estonia, en una reunión de sacerdotes del Opus Dei, en París.
Casi desaparecida con la reforma luterana, la Iglesia Católica había llegado a Estonia en los primeros siglos de la Edad Media. Desde 1924 había vuelto a establecerse en el país, y recibió los primeros conversos estonios en los años 30 del siglo XX.
A partir del año 1940, y durante la ocupación rusa-soviética sobrevivió con grandes sufrimientos durante más de cuarenta años. En este tiempo había un solo sacerdote para todo el país. Ni que decir que estaba estrictamente vigilado por la policía soviética.
Un buen número de los católicos huyeron. Otros fueron asesinados o deportados, como el predecesor de Jourdan, el arzobispo Eduard Profittlich. Como buen pastor de la Iglesia, decidió compartir su destino con una gran parte del pueblo estonio. Hubiera podido escapar del país, pero se quedó y vivió lo que vivieron muchos estonios. Murió en la cárcel, y hoy está en proceso de Beatificación.
Mons. Jourdan ha comentado en una entrevista reciente que en los años 70: “En Estonia había cinco o seis estonios católicos. No cincuenta o sesenta, sino cinco o seis. Yo pude conocer al menos a dos de estos seis. Eran muy mayores ya cuando llegué; les iba a visitar en la casa de ancianos en la que estaban. No se puede imaginar lo que era una casa de ancianos en una sociedad postsoviética de los años 90 como la nuestra: terrible. Pues bien, desde esos cinco de los años 70 hasta hoy nos hemos multiplicado por más de mil. Ha sido una gran gracia de Dios”.
Toda semilla que se siembra en nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo desarrolla toda su riqueza y, tarde o temprano, da fruto. Y la semilla fermenta toda la masa.
En el corazón de ese crecimiento de la Iglesia en Estonia tiene un lugar destacado el revivir la peregrinación anual a Viru Nigul, un santuario de la Virgen María enraizado en plena Edad Media en el corazón de los estonios.
Y así lo comenta mons. Jourdan: “Fue una iniciativa que nació en el último Año Santo, en 2000. Cuando el Papa san Juan Pablo II pidió que en cada región se organizaran peregrinaciones a santuarios de la Virgen, nos preguntamos dónde podíamos ir”.
“En esa búsqueda, encontramos que en la Edad Media hubo una iglesia del siglo XII dedicada a la Virgen, a la que se hacían peregrinaciones. Se tiene constancia de que la gente seguía yendo, incluso 100 años después de la Reforma, a pesar de que fue incendiada. Desde el año 2000 vamos a este lugar. Celebramos la Misa en la iglesia luterana del pueblo y desde allí partimos en procesión, con la imagen de la Virgen, hasta las ruinas del antiguo santuario de Viru Nigula. No se ha podido reconstruir, pero hemos puesto una vidriera de la Virgen, muy bonita. No es un santuario muy grande, pero es un buen lugar para rezar y uno de los puntos marianos más al norte de Europa”.
La Iglesia católica renace siempre de las cenizas en las que han querido sepultarla. La promesa de Jesucristo sigue viva en todas las circunstancias por las que tenga que pasar, según las condiciones de cada tiempo. La Verdad de Cristo, su Iglesia, es un canto en la tierra a la eternidad del Cielo. Estonia nos lo ha vuelto a recordar de la mano de la Santa Madre de Dios, la Virgen María.
Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com