Tribunas

Las primeras entrevistas a Argüello

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Luis Argüello y José Cobo, presidente y vicepresidente
de la Conferencia Episcopal Española.

 

 

 

 

 

Monseñor Luis Argüello no representa una novedad para, digamos, el gran público eclesial.

De 2018 a 2022 fue secretario general de la Conferencia, con lo que sabemos bien cómo actúa ante los medios de comunicación. Incluso podríamos decir cómo piensa, aunque en este capítulo suele sorprender bastante porque es más imprevisible de lo que sospechan algunos.

Más que del estilo, la forma, lo que destacaría, tal y como ha demostrado en las primeras entrevistas concedidas después de su elección, es su capacidad de ofrecer contenido, propuesta, análisis, horizonte. Su potencia explicativa, es decir, no limitarse a los tópicos al uso, formular una idea que vaya más allá de la epidermis, del recurso frecuente, incluso de la salida pura de habilidad dialéctica.

Ocurrió ya en la entrevista con Carlos Herrara en la COPE. Le preguntó qué pensaba cuando decían de él que era conservador, o cuando le pidió que le contara qué libro tenía en la mesita de noche.

Tan sorprendente, incluso disruptivo, que respondió que estaba leyendo el último libro de Adriano Erriguel “Blasfemar en el templo”, de la editorial Monóculo. Erriguel es un pseudónimo por razón de la relevancia del autor.

Para que se hagan idea los lectores, estaríamos hablando de un libro de ensayo de eso que los pedantes llaman literatura, cine, “de culto”, es decir, una cartografía intelectual que supera la lógica de las izquierdas y derechas, de marxistas y liberales, para abrir nuevos horizontes: perdedores de la globalización y beneficiarios, centro y periferia, el hombre medio y sus aspectos anclas básicas, Dios, la familia, la patria y los que se empeñan en deconstruirlas, que diría Derrida.

Por cierto que ya me gustaría saber, por curiosidad periodística, qué están leyendo los obispos –porque entiendo que son lectores más que habituales- y cuántos lo hace de temáticas ajenas a las teológicas y espirituales.

Vayamos a algunos ejemplos. Entrevista en la revista de la casa y de la causa, Ecclesia, que ha vuelto con fuerza en su web y con su Newsletter.

A la pregunta “Por su trayectoria y formación, también ha ofrecido un certero análisis de la situación política y social. ¿Cuál es su análisis sobre lo que sucede en España en estos momentos?”, responde:

“Creo que articular una propuesta de verdadera convivencia es un gran desafío. Esto es un tema que ha salido en los últimos debates. La convivencia expresa que vivimos juntos y que este vivir juntos supone aceptar unas reglas del juego, respetarlas y querer el bien común de todos, cuidando su dignidad. Esto pasa por un esfuerzo de diálogo, pero el diálogo no puede ser solo una propuesta de campamento de fin de semana, supone la aceptación de la razón, de su importancia, y de un marco común de referencia, que tiene que ver con el Estado de derecho, la división de poderes, la importancia del marco constitucional. De que cada uno de los poderes del Estado puedan desde el marco común gozar de respeto, independencia y propuestas compartidas”.

Otra de las grandes entrevistas que he leído hasta ahora es la que le hizo José Antonio Méndez para “El Debate”, en la que dijo algo que debiera darnos que pensar y que expresa que su análisis de la perspectiva de conjunto de la situación, diríamos desde el punto de vista macro, es notable:

“Yo voy a subrayar eso de «más allá de la sociedad española». Porque nos haría bien a los españoles caer en la cuenta de que nuestros problemas son problemas más amplios, propios de lo que pudiéramos llamar la cultura occidental o las democracias constitucionales. Y ahí hay tres cuestiones claves. Una es la cuestión de la antropología, claramente. Otra, algo que ya conocía pero que durante el mes que pasé en el Sínodo de los Obispos toqué con las manos: que Europa, occidente, y hasta Estados Unidos, han dejado de ser el centro del mundo. Y por último, la cuestión del fundamentalismo democrático.

Cuando la democracia pierde de vista que ha de tener siempre un referente ético, que es pre político, hay una tendencia a pensar que, precisamente para poder vivir en democracia, todo tiene que ser relativo. Y parece que a veces hasta las propias reglas del juego de la democracia piden el relativismo. Hoy se nos dice que la verdad es la realidad, pero entendida como la realidad construida. Por eso relaciono el relativismo y el positivismo jurídico, como forma de acercarse a lo real. Si mezclas ambas cosas, relativismo y positivismo, y le añades la confusión antropológica, entonces cada vez se hace más difícil la organización de las sociedades democráticas. Y esto se dice fácil, pero hace que hoy sea difícil ubicarse”.

Habrá que seguir rastreando las respuestas de monseñor Argüello.

 

 

José Francisco Serrano Oceja