Vaticano

 

Francisco, un Papa en la crisis del coronavirus

 

Obispo de una ciudad confinada, primado de una Italia que sufre una crisis sanitaria sin precedentes y Papa de un mundo en plena pandemia, Francisco desea que la Iglesia se mantenga cerca de los más necesitados.

 

 

18 mar 2020, 11:49 | La Croix


 

 

 

 

 

La imagen es impactante. El papa Francisco, solo el domingo por la tarde en la acera de la Via del Corso, una de las arterias normalmente más animadas del centro de Roma, pero casi vacía debido al confinamiento generalizado.

Un Papa en peregrinación, cojeando ligeramente, antes de entrar en la iglesia de San Marcello para rezar ante un crucifijo muy conocido por los romanos, quienes saben que, en 1522, recorrió las calles de la ciudad durante dos semanas, en plena epidemia de peste.

Un poco antes, a mediodía, Francisco se dirigió a Santa Maria Maggiore, para una “intensa oración” ante la imagen de la Virgen Salus Populi Romani, ya invocada contra las epidemias por sus predecesores, Gregorio I, en el año 593, y Gregorio XVI, en 1837.

 

“Las medidas drásticas no siempre son buenas”

Este apostolado de la oración es una de las facetas del ministerio llevado a cabo por Francisco quien, desde el comienzo de la crisis del coronavirus, solo tiene una obsesión: que la Iglesia esté presente para todos los que lo necesiten y, en particular, los más pequeños y los más débiles.

De ahí su rechazo, el viernes 13 de marzo por la mañana, a que su diócesis de Roma cierre completamente las puertas de las iglesias. Mientras que, el día anterior por la noche, el cardenal Angelo De Donatis, su vicario general para Roma, aprobaba un decreto en ese sentido, por la mañana, otro cardenal, Konrad Krajewski, el propio limosnero del Papa, abría ostensiblemente a los pobres las puertas de la iglesia del Esquilino, de la que es titular.

“Las medidas drásticas no siempre son buenas”, afirmaba entonces el Papa durante su misa matinal en Santa Marta, pidiendo rezar para “que el Espíritu Santo dé a los pastores la capacidad pastoral y el discernimiento para que proporcionen medidas que no dejen solo al santo y fiel pueblo de Dios”.

 

“Quisiera agradecer la creatividad de los sacerdotes”

Y el cardenal De Donatis modificó rápidamente su decreto, asignando “a los sacerdotes y a los fieles la responsabilidad final de la entrada en los lugares de culto, de modo que no se exponga a la población al peligro de contagio”.

El domingo 15 de marzo, mientras que el arzobispo de Milán, Mons. Mario Delpini, finalizaba en el mismo momento una misa en un hospital, era esta vez el Papa, como primado de Italia quien, en el Ángelus, felicitaba por su “creatividad” a los sacerdotes de Lombardía “que piensan en mil maneras de estar cerca del pueblo, para que el pueblo no se sienta abandonado”. Sacerdotes en primera línea que pagan a veces un alto precio: en la única diócesis de Bérgamo, seis han muerto ya, y catorce están hospitalizados.

“Querría dar las gracias a todos los sacerdotes, la creatividad de los sacerdotes. Hay sacerdotes que piensan en mil maneras de estar cerca del pueblo para que el pueblo no se sienta abandonado; sacerdotes con el celo apostólico que han entendido bien que en este tiempo de pandemia no se puede ser como don Abundio”, decía, refiriéndose al sacerdote de la novela romana Los Novios de Alessandro Manzoni (1827), paralizado por el miedo durante una epidemia de peste.

 

Manifestar su cercanía

En Roma, donde el Vaticano ha tenido que aceptar las peticiones de las autoridades italianas y evitar cualquier aglomeración, la plaza de San Pedro está vacía y Francisco ya solo habla a la Ciudad y al mundo por la radio, la televisión o Internet.

Pero sus intervenciones, Ángelus, audiencias generales y misas matinales en Santa Marta son ocasiones para manifestar su cercanía. A los enfermos y a quienes los cuidan,  todos los días, pero también a los presos preocupados e indignados, el miércoles pasado, o el 16 de marzo, a las familias confinadas. En su oración, pide también que la preocupación por el coronavirus no haga olvidar los demás dramas humanos. Por ello, no deja de insistir en la situación de los sirios bloqueados en la frontera greco-turca.

Aunque temporal, esta predicación virtual podría extenderse hasta Semana Santa. El sábado 15 de marzo por la noche, la Prefectura de la Casa Pontificia anunciaba así que las celebraciones de Semana Santa “se llevarán a cabo sin la presencia física de fieles”. “Sin la presencia de los numerosos peregrinos que tradicionalmente pedían participar en los ritos”, añadió al día siguiente por la mañana VaticanNews en italiano.

 

“Distintas maneras de celebrar la Semana Santa, en estudio”

Oficialmente, el confinamiento italiano debería finalizar el 3 de abril. Pero nada indica que no pueda ser prolongado. En cualquier caso, es impensable hacer llegar a Roma a miles de peregrinos de un mundo que seguirá en plena pandemia.

“Se están estudiando distintas maneras de celebrar la Semana Santa”, explicó la Oficina de Prensa de la Santa Sede. “Puede que no haya fieles, o puede que haya una misa en San Pedro”.

La decisión se tomará en el último momento, a su debido tiempo, en función de la situación sanitaria y las necesidades de los fieles, que siguen siendo la única preocupación del Papa de una Iglesia, más que nunca, “hospital de campaña”.

 

Nicolas Senèze, en Roma. La Croix