Cáritas | Acción social • 03/03/2020

 

Mujeres y mayores

 

Las participantes del Programa de Mayores de Cáritas Segovia reflexionan sobre estas dos palabras

 

 

 


 

 

 

 

Son MUJERES y nos han relatado vivencias por las que han pasado en diferentes momentos de sus vidas por el mero hecho de haber nacido mujer. Por haber nacido en una sociedad en la que esta figura tenía unos roles concretos, unos roles de cuidadoras, de fragilidad, llenos de convencionalismos y de tradiciones que se vivían como algo normal.

En la actualidad estas mujeres son MAYORES y no cuestionan la equidad de los derechos entre hombres y mujeres y el empoderamiento de la mujer. Ven como la sociedad ha cambiado, por eso, han querido dejar constancia de lo anterior, de lo vivido, para ayudar a ver el proceso de cambio social y animar a continuar, ya que el camino por recorrer aún es largo.

Durante varios meses, las Salas del Mayor de tres parroquias de Segovia han recibido la visita de numerosas mujeres que han compartido libremente sus historias, las de sus hermanas, madres y otras mujeres de sus vidas. Ellas mismas después han recopilado todas las experiencias que Cáritas Diocesana de Segovia próximamente publicará junto a fotografías de las protagonistas, para que toda la sociedad en general, y los jóvenes en particular, valoren el cambio social y animen a seguir propiciando la igualdad entre mujeres y hombres. Dejamos a continuación una parte de algunas experiencias.

 

 

M.I., de 75 años, cuenta acerca de la foto de su bautizo: “En la foto tengo a mi padre, a mis padrinos, tíos, primos, pero no está mi madre, porque entonces las madres no podían estar con sus hijos en un momento tan importante, porque debían cumplir cuarenta días sin salir de casa…”.

 

“Éramos siete hermanos y hermanas. Desde los 14 años empecé a ir a la escuela por la noche, porque por el día trabajaba con el médico de mi pueblo para cuidar y hacer compañía a los enfermos. Luego me fui a Madrid de criada…”. Así dedicó A. de 96 años su vida laboral, alternando diferentes servicios domésticos.

 

 

 

M.L., de 84 años cuidó desde pequeña a su madre. “Mi padre me decía que debía ser una mujer de mi casa. Con 16 años empecé a trabajar en una gasolinera, pero tuve que dejarlo pronto porque mis hermanos comenzaron a estudiar fuera de casa y tuve que volver a ocuparme del hogar. Cuando a los 23 años me casé pasé a cuidar a mi marido y después a mis hijos…”.

 

“Me quedé sin madre a los once años, pero el tiempo que la conocí sentí que mi madre, al igual que muchas mujeres en las zonas rurales, nunca pudo dedicarse a ella. Hacia las cosas de la casa, cosía, fregaba, iba al campo con mi padre…ahora me doy cuenta de que llevaba una vida de auténtica esclava…», A. de 86 años.