Tribunas

Tercera mirada al Sínodo (y III)

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

En las últimas líneas del artículo anterior escribí: “De conversión nada se dice en el documento del Sínodo”. Aclaro. Me estaba refiriendo a la conversión de un pagano que se bautiza y se convierte en cristiano, hijo de Dios en Cristo Nuestro Señor, que sería el lógico y cristiano fin de la Evangelización en la Amazonía y en cualquier otra parte del mundo.

El Documento habla, sí, de conversión. Es más, todo el texto está organizado en el análisis de cinco conversiones: la integral; la pastoral; la cultural, la ecológica y la sinodal, a las que se refieren estas frases: “Una conversión personal y comunitaria que nos compromete a relacionarnos armónicamente con obra creadora de Dios, que es la “casa común”; una conversión que promueve la creación de estructuras en armonía con el cuidado de la creación, una conversión pastoral basada en la sinodalidad, que reconozca la interacción de todo lo creado. (n. 18).

¿Es ésa la conversión del hombre que, al encontrar a Cristo, pide perdón de sus pecados, contra todos los mandamientos, también el sexto, se arrepiente, y deja espacio en su alma para que Cristo viva con él?

“El diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural debe ser asumido como camino irrenunciable de la Evangelización en la Amazonía” (n. 24) “Desde el punto de vista pastoral, la Iglesia debe dar respuestas al fenómeno de la despoblación del campo, con todas las consecuencias que de ello se derivan (pérdida de identidad, laicismo imperante, explotación del trabajo rural, desintegración familiar, etc.) (n. 28).

¿Es ése el fin primario y esencial de la Iglesia? ¿Dónde brilla la luz de la Vida Eterna? ¿ Dónde están las palabras de amor a la Cruz de Cristo, a su Resurrección y a su presencia real y sacramental en la Eucaristía? “Los jóvenes quieren ser protagonistas y la Iglesia Amazónica quiere reconocerles su espacio. Quiere ser compañera a la escucha reconociendo a los jóvenes como un lugar teológico, como “profetas de esperanza, comprometidos con el diálogo ecológicamente sensibles y atentos a la “casa común” (n. 33).

¿Saben los jóvenes que se han convertido en un “lugar teológico, y que han de mantener un diálogo “ecológicamente sensible” con los demás? “Nuestra conversión debe ser también cultural, hacernos al otro, aprender del otro. Estar presentes, respetar, reconocer sus valores, vivir y practicar la inculturalización y la interculturalidad en nuestro anuncio de la Buena Noticia” (n. 41).

Después de leer esas palabras, ¿qué sentido tiene esta otra frase: “Deseamos también una Iglesia magdalena , que se sienta amada y reconciliada, que anuncia con gozo y convicción a Cristo crucificado y resucitado”? (n. 22).

Y es lógico preguntarnos si la Verdad y la Luz de Cristo, Dios y hombre verdadero - y lo subrayo porque en el documento no aparece-, se puede compaginar, como se invita en el n. 54, con: “la teología india, la teología de rostro amazónico y la piedad popular ya son riqueza del mundo indígena, de su cultura y espiritualidad. El misionero y agente de pastoral cuando lleva la palabra del Evangelio de Jesús se identifica con la cultura y se produce el encuentro del que nace el testimonio, el servicio, el anuncio y aprendizaje de las lenguas. El mundo indígena con sus mitos, narrativa, ritos, canciones, danza y expresiones espirituales enriquece el encuentro intercultural. (…)”

Ante estas afirmaciones que han desconcertado a tantos buenos creyentes en Cristo, en la Iglesia, es natural que surjan algunas preguntas: ¿El Evangelio de Cristo se identifica con una u otra cultura? ¿Los mitos y ritos indígenas, tiene la mínima referencia a la Verdad de Cristo, Dios encarnado? ¿Se rebaja a Cristo, Camino, Verdad y Vida, a un personaje cultural amazónico? ¿La preocupación por esa “teología india” , y las estructuras, no nos apartará del camino justo, del camino que anhelamos dar a conocer en la Amazonía, para llevar a sus habitantes a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo? (continuará).

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com