Servicio diario - 19 de agosto de 2019


 

Encuentro de Rímini: “Mirar a Jesús nos prepara para mirar todo con ojos nuevos”
Rosa Die Alcolea

El Arzobispo de México invita a la Iglesia a unirse a la Megamisión
Redacción

El Papa twittea el apoyo a los trabajadores humanitarios
Redacción

Lazos de comunión con la Diócesis de Granada, en Nicaragüa
Redacción

22 de agosto: Día Internacional para conmemorar a las víctimas de violencia religiosa
Rosa Die Alcolea

San Bernardo de Claraval, 20 de agosto
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

19/08/2019-15:54
Rosa Die Alcolea

Encuentro de Rímini: “Mirar a Jesús nos prepara para mirar todo con ojos nuevos”

(ZENIT – 19 agosto 2019).- Con ocasión de la 40ª edición del Encuentro de la Amistad entre los Pueblos, que se abrió el pasado 18 de agosto en Rímini con el tema “Tu nombre ha nacido de lo que has visto”, el Papa Francisco envió un mensaje al obispo de dicha diócesis, Mons. Francesco Lambiasi, a través del cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin, el pasado 16 de agosto de 2019.

“Mirar a Jesús purifica nuestra vista y nos prepara para mirar todo con ojos nuevos. Cuando se encuentran con Jesús, cuando miran al Hijo del Hombre, los pobres y los sencillos se encuentran a sí mismos, se sienten amados en lo más profundo por un Amor sin medida”, indica Francisco en el contexto del encuentro, titulado “Tu nombre ha nacido de lo que has visto”.

El Pontífice reflexiona: “¡Cuántas personas olvidadas necesitan urgentemente ver el rostro del Señor para volver a encontrarse a sí mismas! El hombre de hoy vive a menudo en la inseguridad, caminando como una tentadora, extraña a sí misma; parece no tener más consistencia, hasta el punto de dejarse aferrar fácilmente por el miedo. Pero entonces, ¿qué esperanza puede haber en este mundo? ¿Cómo puede el hombre encontrarse a sí mismo y volver a tener esperanza? No puede hacer esto sólo a través del razonamiento o la estrategia. He aquí el secreto de la vida, el que nos hace salir del anonimato: fijar la mirada en el rostro de Jesús y familiarizarnos con Él”.

“También nosotros hemos sido mirados, elegidos, abrazados”, indica el Papa, haciendo referencia al profeta Ezequiel en la maravillosa alegoría de la historia de amor con su pueblo: “Fuiste hija de extraños, fuiste apartada; pero yo pasé, te limpié y te llevé conmigo” (cf. Ez 16). “Nosotros también éramos ‘extraños’, y el Señor vino, nos dio una identidad y un nombre”, recuerda el Santo Padre.

“En una época en la que las personas son a menudo figuras anónimas sin rostro porque no tienen a nadie a quien mirar, la poesía de san Juan Pablo II nos recuerda que existimos porque estamos relacionados”.

 

Encuentro de Rímini

El Encuentro se celebra del 18 al 24 de agosto en la localidad italiana. Es convocado por el movimiento Comunión y Liberación, abierto a la participación de todos. La cultura en el Encuentro se expresa como una experiencia, originada en el deseo de descubrir la belleza de la realidad. Todo ello en los siete días del evento que a lo largo de los años se ha convertido en la fiesta cultural más popular del mundo.

A finales de los años 70, entre algunos amigos de Rímini, que comparten la experiencia cristiana, nació el deseo de encontrar, conocer y llevar a Rímini todo lo que es hermoso y bueno en la cultura de la época. Así nació el “Encuentro por la Amistad entre los Pueblos” en 1980: Un encuentro entre personas de diferentes creencias y culturas. “Un lugar de amistad donde se puede construir la paz, la convivencia y la amistad entre los pueblos. Una red de encuentros que surgen de personas que comparten una tensión por la verdad, el bien y la belleza”, describe el propio movimiento.

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Mensaje del Papa Francisco

Con ocasión del XL Encuentro de Amistad entre los Pueblos, me es grato enviarles a ustedes, a los organizadores, a los voluntarios y a todos los que participarán en él, los saludos y los mejores deseos del Sumo Pontífice.

El tema elegido este año está tomado de un poema de san Juan Pablo II, que hace referencia a la Verónica, que se abre paso entre la multitud para secar el rostro de Jesús en el camino de la cruz: “Tu nombre nació de lo que mirabas” (K. Wojty?a, “III. El nombre”, en Id, Todas las obras literarias, Milán 2001, 155). El Siervo de Dios Don Luigi Giussani comentaba este versículo poético de la siguiente manera: “Imaginemos la multitud, Cristo pasando con la cruz, y ella mirando a Cristo y abriendo un hueco en la multitud mirándolo a Él. Todo el mundo la mira. Ella que no tenía rostro, era una mujer como las demás, adquirió un nombre, es decir, rostro, personalidad en la historia, por lo que todavía la recordamos, por lo que miraba. Amar es afirmar al otro” (La convenienza umana della fede, Milán 2018, 159-160).

“Fue mirado y luego fue visto; [...] si no se le hubiera mirado, no se le habría visto” (San Agustín, Discursos, 174, 4.4), dice san Agustín de Zaqueo. Esta es la verdad que la Iglesia ha estado anunciando al hombre durante 2.000 años. Cristo nos amó, dio su vida por nosotros, por cada uno de nosotros. para afirmar nuestro rostro único e irrepetible. Pero, ¿por qué es tan importante que hoy resuene de ¿Cuál es el problema con este anuncio? Porque muchos de nuestros contemporáneos caen bajo los golpes de las pruebas de la vida, y se encuentran solos y abandonados. Y a menudo son tratados como números en una estadística. Pensemos en las miles de personas huyen de la guerra y la pobreza todos los días: ante las cifras, son rostros, gente, nombres e historias. Nunca debemos olvidar esto, especialmente cuando la cultura de los residuos margina, discrimina y explota, amenazando la dignidad de la persona.

¡Cuántas personas olvidadas necesitan urgentemente ver el rostro del Señor para volver a encontrarse a sí mismas! El hombre de hoy vive a menudo en la inseguridad, caminando como una tentadora, extraña a sí misma; parece no tener más consistencia, hasta el punto de dejarse aferrar fácilmente por el miedo. Pero entonces, ¿qué esperanza puede haber en este mundo? ¿Cómo puede el hombre encontrarse a sí mismo y volver a tener esperanza? No puede hacer esto sólo a través del razonamiento o la estrategia. He aquí el secreto de la vida, el que nos hace salir del anonimato: fijar la mirada en el rostro de Jesús y familiarizarnos con Él. Mirar a Jesús purifica nuestra vista y nos prepara para mirar todo con ojos nuevos. Cuando se encuentran con Jesús, cuando miran al Hijo del Hombre, los pobres y los sencillos se encuentran a sí mismos, se sienten amados en lo más profundo por un Amor sin medida.

Pensemos en el momento en que el innombrado de I promessi sposi (Los prometidos) se encuentra frente al Cardenal Federigo que lo abraza: “El Innombrado, disolviéndose de ese abrazo, es cubrió de nuevo sus ojos con una mano y, levantando juntos el rostro, exclamó: “Verdaderamente grande es Dios”. Dios es verdaderamente bueno, ahora me conozco a mí mismo” (A. Manzoni, I promessi sposi, Milán 2012, 481).

También nosotros hemos sido mirados, elegidos, abrazados, como nos recuerda el profeta Ezequiel en la maravillosa alegoría de la historia de amor con su pueblo: “Fuiste hija de extraños, fuiste apartada; pero yo pasé, te limpié y te llevé conmigo” (cf. Ez 16). Nosotros también éramos “extraños”, y el Señor vino, nos dio una identidad y un nombre.

En una época en la que las personas son a menudo figuras anónimas sin rostro porque no tienen a nadie a quien mirar, la poesía de san Juan Pablo II nos recuerda que existimos porque estamos relacionados. Al Papa Francisco le encanta subrayar esto refiriéndose al Evangelio de la vocación de Mateo: “Un día, como cualquier otro, mientras estaba sentado en la mesa de recaudación de impuestos, Jesús pasó y lo vio, se le acercó y le dijo: “Sígueme”. Y se puso de pie, lo siguió. Jesús lo miró. ¡Qué fuerza de amor tenía la mirada de Jesús para mover a Mateo como lo hizo él! ¡Qué fuerza deben tener esos ojos para levantarlo! Jesús se detuvo, no pasó de largo, lo miró sin prisa, lo miró en paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada le abrió el corazón, lo liberó, lo sanó, le dio esperanza, una nueva vida”. (Homilía, Plaza de la Revolución, Holguín, Cuba, 21 Septiembre de 2015).

Esto es lo que hace que el cristiano sea una presencia en el mundo diferente de todos los demás, porque trae consigo el anuncio de que -sin saberlo- los hombres y mujeres de nuestro tiempo tienen más sed: Es entre nosotros Él quien es la esperanza de vida. Seremos “originales” si nuestro rostro es el espejo del rostro de Cristo resucitado. Y esto será posible si crecemos en la conciencia a la que Jesús invitó a sus discípulos, como en aquel tiempo después de enviarlos a la misión: “Los setenta y dos regresaron llenos de alegría” por los milagros que habían hecho; pero Jesús les dice: “Alegraos más bien porque vuestros nombres están escritos en el cielo” (cf. Lc 10,20-21). Este es el milagro de los milagros. Este es el origen de la alegría profunda que nada ni nadie puede quitarnos: nuestro nombre está escrito en el cielo, y no por nuestros méritos, sino por un don que cada uno de nosotros recibió por el Bautismo. Un regalo que estamos llamados a compartir con todos, sin excluir a nadie. Esto significa ser un discípulo misionero.

El Santo Padre Francisco espera que el Encuentro sea siempre un lugar acogedor, donde la gente pueda “fijar rostros”, experimentando su propia identidad inconfundible. Es la manera más bella de celebrar este aniversario, mirando hacia adelante sin nostalgia ni miedo, siempre sostenida por la presencia de Jesús, inmerso en su cuerpo que es la Iglesia. La memoria agradecida de estas cuatro décadas de duro trabajo y de creativa obra apostólica pueden suscitar nuevas energías, para el testimonio de fe abierto a los vastos horizontes de la emergencia contemporánea.

Su Santidad invoca la protección maternal de la Virgen María y envía de corazón la bendición apostólica a Vuestra Excelencia y a toda la comunidad de la Asamblea.

Añado mi deseo personal y el aprovecho la circunstancia para confirmar mis respetos.

 

 

 

19/08/2019-16:05
Redacción

El Arzobispo de México invita a la Iglesia a unirse a la Megamisión

(ZENIT – 19 agosto 2019).- La Arquidiócesis de México llevará a cabo una Megamisión en octubre -el Mes Misionero Extraordinario (MME), convocado por el Papa Francisco-que cerrará con una jornada de 72 horas de misión para llegar a sitios de la Ciudad de México donde se necesita una mayor presencia de Dios.

“En esta ocasión, la misión pretende llegar a cinco ambientes, donde la acción de Dios se torna muy necesaria. Con presencia, escucha y testimonio de misericordia, visitaremos a las personas con alguna discapacidad, a las que viven en situaciones de pobreza, a los privados de libertad y a los enfermos en hospitales, así como a las comunidades y zonas de nuestra urbe que sufren algún daño ecológico”, explicó el Cardenal Aguiar en una misiva publicada este viernes.

La Megamisión convoca a una gran movilización de misioneros y voluntarios para llevar el amor de Dios a través de acciones concretas.

La invitación está abierta a las parroquias, equipos misioneros, grupos, movimientos, miembros de la vida consagrada y a las asociaciones civiles, junto a todas las personas de buena voluntad que quieran participar. Tendrá un rostro joven, pues se potenciará la presencia de la juventud en las 72 horas de misión, pero pueden sumarse todos los interesados.

“Dejemos que el espíritu misionero lleve el mensaje de la misericordia de Dios a tantas almas, que anhelan sentirlo cercano, y que vivifique nuestra fe al dar testimonio de nuestro propio encuentro con Dios Padre”, expresó el Cardenal.

 

Las actividades

– El domingo 29 de septiembre, a las 12 horas, en la Basílica de Guadalupe habrá una Misa presidida por el Cardenal Aguiar para poner el proyecto misionero en manos de María de Guadalupe.
– El 20 de octubre, en todas las parroquias se llevará a cabo el Domingo Mundial de las Misiones (Domund).
– Del 25 al 27 de octubre será el culmen de la Megamisión, con 72 horas de misión.

“La Vicaría de Pastoral por medio de la Pastoral Juvenil Vocacional, la Misión Ad Gentes y la Misión Urbana con la colaboración de la Vicaría de Laicos en el Mundo les harán llegar a través del medio oficial Desde la fe la información y pasos pertinentes para este gran momento”.

 

Leer artículo original en Desde la fe

 

 

 

19/08/2019-16:18
Redacción

El Papa twittea el apoyo a los trabajadores humanitarios

(ZENIT – 19 agosto 2019).- El Papa Francisco ha expresado su aliento a los trabajadores humanitarios de todo el mundo en el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria promovido por las Naciones Unidas, este 19 de agosto de 2019, a través de Twitter.

“Hoy recordamos a todas las mujeres valientes que van al encuentro de sus hermanos y hermanas en dificultad. Cada una de ellas es un signo de la cercanía y compasión de Dios”, tuiteó el Papa desde la cuenta oficial @Pontifex_es. Añadió #MujeresHumanitarias para destacar el tema de este año para el día: la campaña WHD 2019: #MujeresHumanitarias

El Día Mundial de la Asistencia Humanitaria (DMA) se celebra cada año el 19 de agosto para rendir homenaje a los trabajadores humanitarios que arriesgan sus vidas en el servicio humanitario, y para reunir apoyo a las personas afectadas por las crisis en todo el mundo.

“En el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria de 2019 honramos el trabajo de las mujeres en crisis en todo el mundo”, según las Naciones Unidas. “Nos centramos en los héroes olvidados, que llevan mucho tiempo trabajando en primera línea en sus propias comunidades en algunos de los terrenos más difíciles, desde los heridos de guerra en Afganistán hasta los que sufren inseguridad alimentaria en el Sahel, pasando por los que han perdido sus hogares y medios de subsistencia en lugares como la República Centroafricana, el sur de Sudán, Siria y Yemen. Y saludamos los esfuerzos de las trabajadoras humanitarias de todo el mundo, que se unen a las personas necesitadas.

“Las mujeres constituyen un gran número de aquellos que arriesgan sus propias vidas para salvar a otros. A menudo son los primeros en responder y los últimos en irse. Estas mujeres merecen ser celebradas. Son necesarios hoy como siempre para fortalecer la respuesta humanitaria mundial. Y los líderes mundiales, así como los actores no estatales, deben asegurarse de que se les garantice, a ellos y a todos los actores humanitarios, la protección que les brinda el derecho internacional”.

 

 

 

19/08/2019-16:22
Redacción

Lazos de comunión con la Diócesis de Granada, en Nicaragüa

(ZENIT – 19 agosto 2019).- El arzobispo de Granada, España, Mons. Javier Martínez, visita estos días Nicaragua, donde se encuentra en la Diócesis homónima latinoamericana de Granada, para desarrollar proyectos de hermanamiento entre ambas diócesis y fortalecer lazos de comunión, informa la delegación de medios de comunicación de la Archidiócesis española.

En su catedral, en la diócesis nicaragüense de Granada, Mons. Martínez celebró el domingo día 18 la Santa Misa en la Catedral y concelebrada por su obispo anfitrión D. Jorge Solórzano. Allí tuvo ocasión de saludar con afecto a los fieles congregados y compartir con ellos el motivo de su visita y su alegría de ser un pueblo de hermanos, miembros de un mismo cuerpo, en Cristo, así como el don de la fe, celebrándola juntos en la Eucaristía.

Entre sus visitas realizada en estos días destaca la llevada a cabo a las comunidades de Malacatoya, donde María Luis Carrillo Chamarro, virgen consagrada española fallecida el pasado mes de febrero, desarrolló una importante labor de evangelización y ayuda a sus comunidades más pobres. Carrillo Chamorro fue directora de Cáritas Diocesana de Almería y de Cáritas Regional de Andalucía, y en su memoria los Obispos del Sur de España ofrecían el pasado mes de mayo, en el marco de su Asamblea Ordinaria en Córdoba (España), una oración por eterno descanso, al mismo tiempo que reconocían y agradecían “la entrega y el servicio que María Luisa Castillo ha prestado a la Iglesia durante años, tanto en Nicaragua como en su tierra almeriense y en las diócesis del sur”.

En el marco de su visita a Nicaragüa, nuestro arzobispo también ha visitado algunos lugares de la diócesis de Granada como el Seminario Mayor Diocesano San Pedro Apóstol en el municipio de Diriá.

 

Disponibles fotos en nuestro canal de Facebook Archidiócesis Granada: www.facebook.com/ArchiGranada/

 

 

 

19/08/2019-12:21
Rosa Die Alcolea

22 de agosto: Día Internacional para conmemorar a las víctimas de violencia religiosa

(ZENIT – 19 agosto 2019).- El 22 de agosto se celebrará por primera vez el Día Internacional para conmemorar a las víctimas de violencia y persecución religiosa. El pasado 28 de mayo la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó por consenso la instauración de esta nueva jornada internacional.

El día fijado a nivel mundial es el 22 de agosto de cada año, a partir de 2019, informa la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada. Es la primera vez que los 204 países miembros de las Naciones Unidas acuerdan tal importancia a este problema creciente y de consecuencias terribles.

La palabra religión no aparece en ninguna de las otras 163 fechas observadas por las Naciones Unidas. Esta es una iniciativa de Polonia y un grupo central de países que incluyen a Canadá, Brasil, Pakistán, Egipto, Irak y Estados Unidos.

La importancia de un día especial para conmemorar a los mártires por su fe “no debe pasar desapercibida entre los cristianos”, señalan los promotores. Los cristianos siguen siendo, aun en este siglo 21, la comunidad religiosa más perseguida del mundo. Es el día para hacerles saber a ellos, y también a sus verdugos, que no los olvidamos.

“La persecución es un proceso, no sucede de la noche a la mañana. Y la libertad religiosa es como un techo compuesto por muchas tejas que van desapareciendo paulatinamente”, indica la fundación pontificia. Esta libertad tiene tres dimensiones: 1º. la libertad de tener o no tener una religión, 2º. la libertad de cambiar de religión, y 3º. la libertad de vivir de acuerdo con su fe tanto en público como en privado, individualmente o con un grupo.

Visto de esta manera, “comprendemos que este 22 de agosto no solo debemos actuar por el bienestar de las comunidades del Oriente Medio que ya perdieron todas las dimensiones de su libertad religiosa, sino apreciar cómo, en nuestro propio entorno, comenzamos a perder tejas de nuestro propio techo de libertad”, escribe Marcela Szymanski, de ACN Internacional.

“¿Has notado cómo remueven crucifijos de las plazas, cómo eliminan las clases de religión católica en las escuelas, cómo ya no puedes mencionar el nombre de Dios sin ser acusado de fascista o situaciones peores?”, plantea Szymanski. Los médicos de muchos países del mundo ya no pueden rechazar aplicar una eutanasia o un aborto. Esas son las tejas de libertad que tenemos que defender, y es el 22 de agosto de cada año que debemos revisar nuestro propio techo y el de nuestros hermanos.

 

 

 

 

19/08/2019-06:30
Isabel Orellana Vilches

San Bernardo de Claraval, 20 de agosto

«Abad, fundador y Doctor de la Iglesia. El cazador de almas y vocaciones, un auténtico líder, experto en el arte de la dialéctica y en la retórica. Es el último de los Padres, excelso propagador del culto a María»

Nació en el castillo de Fontaines-lès-Dijon, Francia, en 1090. Cómo sería la fe de sus padres, Tescelin y Alicia, y el legado que dieron a todos sus hijos, que en cuanto pudieron cuatro de ellos siguieron a Bernardo en la vida religiosa. Como al pequeño Nivardo lo dejaron al cuidado del padre, ya que la madre había muerto, se rebeló religiosamente y logró que le permitieran seguir el mismo camino emprendido por los demás. La hermana se ocupó de atender al padre temporalmente, y profesó cuando su progenitor y su esposo ingresaron en el convento. Este excepcional modelo de familia ha sido inmortalizado por el padre M. Raymond en La familia que alcanzó a Cristo.

Bernardo recibió una extraordinaria formación en la escuela de Châtillon-sur-Seine que hizo de él un experto en el arte de la dialéctica y de la retórica. Era impetuoso, alegre, inteligente, con una personalidad impactante que no dejaba a nadie indiferente y que le causó ciertos problemas. En un momento dado combatió inclinaciones de la carne de forma drástica sumergiéndose en el hielo. Hastiado del entorno en el que se movía, porque no le llevaba a buen puerto, vio que le sumía en el vacío. Le faltaba enamorarse de Cristo para poder encauzar el enorme caudal que tenía dentro. Y eso lo halló en la vida monástica a la que llegó a los 23 años tras una aparición que tuvo en el templo, en medio de una celebración litúrgica navideña. María le hizo entrega de su divino Hijo y sintió que debía amarlo y difundir ese amor a Él de forma incesante.

Solicitó su admisión en el Císter y san Esteban Harding le acogió con los brazos abiertos. Después comunicó la noticia a la familia. La enérgica reacción de los suyos fue disuadirle de este empeño. Sin embargo, su vocación y celo apostólicos estaban tan arraigados dentro de sí que al oírle narrar las bendiciones y belleza de la consagración, sus hermanos partieron junto a él como después haría el resto de la familia, además de numerosos jóvenes del entorno que le siguieron plenamente convencidos de la bondad del ideal que tan encendidamente les dio a conocer. Ya en el monasterio, su magnetismo, unido a su virtud, seguiría atrayendo incontables vocaciones a la santidad.

Su liderazgo era incuestionable. Designado superior con 25 años, junto a tres religiosos fundó Claraval por indicación de Esteban que pudo juzgar conveniente diseminar en otros monasterios a la familia Fontaines, que engrosaba notablemente la comunidad. Sea como fuere, los monjes se incrementaron. Nada menos que casi un millar profesaron como fruto de la acción apostólica de Bernardo. Los cimientos de Claraval, del que fue abad hasta el fin de sus días, no estuvieron exentos de dificultades. El santo perseguía la austeridad en la regla y llevó personalmente sus mortificaciones a un punto tal que afectó a su salud y el abad tuvo que mediar para que la mitigara. Fue un hombre de intensa oración, y estudio, que supo encarnar estos pilares de la vida monástica junto a la pobreza y el silencio difundidos con firmeza y caridad evangélicas frente a la relajación que advirtió en Cluny.

Al tiempo que promovía vocaciones al monacato, extendiendo el Cister por Europa con la apertura de casi setenta monasterios, intervino en cuestiones eclesiales de gran alcance, solventando problemas surgidos en torno a los poderes civiles y eclesiásticos. Durante el cisma de Anacleto II defendió con vehemencia y rigor al pontífice Inocencio II en contra de Pedro Abelardo, al que refutó en sus errores. Encomiable fue su labor como predicador de la Segunda Cruzada de la que fue uno de sus promotores. Insigne propagador del culto mariano, es sobradamente conocido su amor a María, a la que dedicó las últimas estrofas de la Salve: «Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Maria», y el «Acuérdate», devoción que se trasluce en su mariología. Estaba convencido de que se llega al Hijo a través de la Madre: «per Mariam ad Iesum». Contribuyó a enriquecer el canto gregoriano, combatió a los cátaros y fue defensor de los judíos.

No gozó de buena salud porque sus prácticas y rigores en la mortificación la minaron prontamente, especialmente su aparato digestivo. Pero recorrió Europa, fue exitoso árbitro en la resolución de conflictos, redactó centenares de sermones en los que se constata su visión cristológica y mariológica; bebía de las genuinas fuentes de la tradición apostólica y el magisterio eclesial. Autor de una ingente correspondencia –algunas de sus cartas son memorables como las que envió al abad de Cluny, Pedro el Venerable–, además de opúsculos, tratados diversos de gran hondura teológica y sesgo antropológico que ponen de relieve su profunda vida mística con la que el lector se siente verdaderamente ungido y llamado a gustar del amor divino. A él se debe el texto De Consideratione, obra dirigida a los pontífices que escribió a petición de Eugenio III, que se había formado bajo su tutela en Claraval durante unos años.

La presencia de Jesús Nazareno en sus trabajos no era simple teoría. Estaba convencido, y así lo defendía porque era vivencia personal, de que quien experimentaba el amor de Dios era el que verdaderamente le conocía. Para él Jesús era «miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón». De ahí el título que se le ha otorgado como Doctor melífluo, además de englobarse en él sus dotes de oratoria y la paz en la que envolvía a todos con sus palabras. Recibió el don de milagros. Sus hermanos hubiesen querido que suplicara la gracia de dilatar su vida, pero él respondió: «Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca». Murió en Claraval el 20 de agosto de 1153. Alejandro III lo canonizó el 18 de junio de 1174, y fue declarado doctor de la Iglesia por Pío VIII en 1830.