Servicio diario - 06 de agosto de 2019


 

“Un vistazo al cielo en la tierra” – Palabras del Papa en la fiesta de la Transfiguración
Larissa I. López

Mons. Alberto Lorenzelli: “Actuar en coherencia al Evangelio nos llevará a restablecer la confianza”
Rosa Die Alcolea

Panamá: El episcopado pide una “política migratoria integral” que respete los derechos de los migrantes
Larissa I. López

Europa: Los obispos animan a los cristianos a participar en el ‘Tiempo de la Creación’
Redacción

Perú: Mons. Cabrejos recuerda que solo el diálogo político “da frutos para el bien común”
Larissa I. López

Uruguay: El padre Omar crea una ‘capilla móvil’
Redacción

Tres españoles, nuevos miembros de la Congregación para las Iglesias Orientales
Redacción

Padre Antonio Rivero: “Debemos vigilar en nuestra vida cristiana”
Antonio Rivero

San Cayetano de Thiene, 7 de agosto
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

06/08/2019-16:06
Larissa I. López

"Un vistazo al cielo en la tierra" — Palabras del Papa en la fiesta de la Transfiguración

(ZENIT — 6 agosto 2019).- "En la Transfiguración Jesús nos muestra la gloria de la Resurrección: un vistazo al cielo en la tierra", estas son las palabras del Papa Francisco expresadas hoy, 6 de agosto de 2019, a través de un tweet.

El 6 de agosto la Iglesia celebra la festividad de la Transfiguración del Señor, que rememora el momento en el que Jesús mostró su gloria a tres de sus apóstoles en el monte Tabor.

 

El relato del Evangelio

Efectivamente, según narra el Evangelio (Lc. 9, Mc. 6, Mt. 10), unas semanas antes de su pasión y muerte, Jesús subió a un monte a orar, llevando consigo a sus tres
discípulos predilectos, Pedro, Santiago y Juan.

Mientras rezaba, su cuerpo se transfiguró: Sus vestidos se volvieron más blancos que la nieve,y su rostro más resplandeciente que el sol. Asimismo, se aparecieron Moisés y Elías y hablaron con Él acerca de lo que le iba a suceder próximamente en Jerusalén.

Entonces, Pedro exclamó: "Señor, si te parece, hacemos aquí tres campamentos, uno para Ti, otro para Moisés y otro para Elías".

Pero enseguida les envolvió una nube y se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy amado, escuchadlo".

En esta fiesta se conmemora, por tanto, un pasaje muy especial de la vida de Jesús en el que nos dejó un ejemplo sensible de la gloria que nos espera en el cielo.

 

La Trasnfiguración, mensaje de esperanza

Sobre este acontecimiento de la Transfiguración del Señor, Francisco resaltó en el Ángelus del 6 de agosto de 2017 que Dios "nos ofrece un mensaje de esperanza: estaremos también con él. Él nos invita a encontrar a Jesús, para estar al servicio de nuestros hermanos".

Y añadió que "al término de la experiencia admirable de la Transfiguración, los discípulos descendieron de la montaña con los ojos y el corazón transfigurado por el encuentro con el Señor. Es el recorrido que podemos hacer nosotros también". El descubrimiento de Jesús no es un fin en sí mismo, sino que induce a "descender de la montaña" con un vigor nuevo generado por la fuerza del Espíritu Santo, para decidir avanzar en la conversión personal auténtica y para dar testimonio constante de la caridad.

Con el fin de lograr esto último, el Santo Padre indicó el camino del desapego de las cosas del mundo y la oración: "Se trata de disponemos a la escucha atenta y orante de Cristo, Hijo bien amado del Padre, buscando los momentos íntimos de oración que permiten la acogida dócil y gozosa de la Palabra de Dios".

 

 

 

06/08/2019-15:31
Rosa Die Alcolea

Mons. Alberto Lorenzelli: "Actuar en coherencia al Evangelio nos llevará a restablecer la confianza"

(ZENIT – 6 agosto 2019).- El padre salesiano Alberto Lorenzelli (Isidro Casanova, Argentina, 1953) llegó a Santiago de Chile el pasado 22 de julio de 2019 para tomar posesión de su nuevo cargo: obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Santiago.

Hijo de inmigrantes, regresó a Italia en 1972. Alberto Lorenzelli habla con zenit en exclusiva sobre la prevención de abusos sexuales en Chile, la creciente inmigración en el país, la restauración de la confianza en la Iglesia, y la actividad pastoral con los jóvenes, entre otras cuestiones.

"Voy con todas mis pobrezas, mis límites, pero también con espíritu de fe", revela, mientras recuerda con cariño la actitud paternal del Papa Francisco el día de su ordenación episcopal.

En cuanto a los retos que se le presentan en su nueva etapa, ve la "necesidad de hacer un camino espiritual, partiendo por nuestra fe, y esa fe del pueblo, cómo hacerla siempre más viva y significativa".

“¿Cómo ir generando confianza?” plantea Mons. Lorenzelli. “Se genera sobre todo en la verdad, en la transparencia, en la misericordia, pero la misericordia necesita también que se haga con justicia. Actuar en coherencia al Evangelio nos llevará a restablecer la confianza”.

El obispo argentino, de descendencia italiana, se reunirá con víctimas de abusos por parte de sacerdotes y con todos los que le requieran: "Siempre, como estilo, tengo una puerta abierta para todos. Recibir a las personas creo que es una tarea que el obispo tiene que hacer. Tener las puertas cerradas o encerrarse en un computador o en una oficina no es hacer una actividad pastoral", asegura.

A continuación presentamos la entrevista completa concedida por Mons. Lorenzelli a zenit.

***

 

Zenit ¿Cómo vivió su ordenación episcopal? ¿Qué fue lo que más le llamó la atención de lo que le dijo el Papa?

Mons. Alberto Lorenzelli: La primera cosa que sentí en mi ordenación episcopal fue una gran emoción, sobre todo porque estaba viviendo un momento particular, un momento del Espíritu. Gracias a que fui acompañado por alguien que me fue guiando, me preocupé menos de lo que sucedía a mi alrededor y me concentré en vivirlo interiormente. En segundo lugar, la presencia del Papa fue muy significativa, muy paternal. En todo momento y desde que estábamos en la sacristía, donde me recibió, me acogió, me dio un gran abrazo y me agradeció por haber aceptado.

Luego estuvo la presencia de mi familia que, aunque reducida en número y con familiares cercanos de avanzada edad, algunos de ellos pudieron acompañarme. Para algunos, viajar desde mi pueblo hasta Roma era difícil. Eso también me hizo sentir acompañado.

Después, la gran presencia de mis hermanos salesianos. Eran más de 250 los presentes. Toda esa oración te sostiene y uno dice: "bueno, ahí donde no llegan mis fuerzas, mis capacidades, donde están las fragilidades y limitaciones, es el Señor que sabe asistir.

 

Z: ¿Cómo recibió la noticia de su nombramiento como obispo auxiliar de Santiago? ¿Qué le dijo el Papa sobre esta elección?

AL: Cuando me llamaron a la Congregación para los Obispos y me entregaron la carta con el nombramiento hecho, me desorientó muchísimo. Mons. Ilson Montanari intentó animarme y le dije que yo creía que no era la persona justa para asumir este desafío, y no por falsa humildad, sino por conciencia de lo que significa. En ese diálogo, él me dijo: "No, esta es voluntad del Papa. Él le pide esto y bueno, vamos a la capilla y digamos una oración". Con la carta en las manos, rezamos.

Después hablé con un amigo para pedirle consejo. Le conté que no me sentía a la altura de lo que se me pedía por las dificultades a raíz de la profunda y dolorosa crisis que se vive en la Iglesia de Chile. El consejo que me dio este querido amigo fue: "Mira, deja pasar ahora este día con calma y mañana, o pasado mañana, pide un diálogo, un contacto con el Papa, y te puedes encontrar con él y contarle estas cosas. Yo creo que él lo va a entender y lo va a tener presente". Pero el Papa es verdaderamente profético y ese día mismo me pidió vernos en la Casa Santa Marta. Allí me encontré con él y tuvimos un diálogo amplio, muy bonito y paterno. Le dije mis preocupaciones, mis dudas, pero el Papa me animó a aceptar este ministerio con disponibilidad y generosidad a la misión.

En ese minuto, no le dije que no, pero tampoco le dije que sí, ciertamente dentro de mí sentí una paz interior que me decía: "Bueno, es el Papa quien me lo pide y me lo pide por el bien de la Iglesia". Además, como salesianos tenemos el deber de obediencia al Papa, nuestro primer superior, y los artículos de las constituciones lo dicen muy claro, las que yo he acogido, aceptado y profesado. Entonces, ahí me entregué más a un espíritu de obediencia y concluimos con una hermosa bendición que él me dio y me sentí más tranquilo, más sereno.

Aunque la preocupación de volver a Chile y tener que enfrentar algunos desafíos está siempre presente, voy también con mucha alegría. Pasé seis años muy bonitos donde fui muy bien acogido por mis hermanos salesianos. No podemos esconder que tuvimos dificultades y problemas, y casos de abusos sexuales y delitos. Tengo que decir que es verdad que hay una crisis muy profunda en la Iglesia chilena y muchas heridas que sanar, pero, por el otro lado, tengo que reconocer que he visto mucha vitalidad. Existe esa religiosidad popular muy profunda, donde los laicos están vinculados e involucrados en llevar adelante las capillas, las comunidades de base. Eso a mí me anima muchísimo y lo veo con mucha esperanza, estoy convencido de que el Pueblo de Dios debe ser protagonista.

Voy con todas mis pobrezas, mis límites, pero también con espíritu de fe, que es lo que me ha acompañado en todo este tiempo; con mucha esperanza; y, como he puesto en mi lema episcopal, con alegría, esa que nace del corazón y que quiere ser caridad para las personas que son víctimas, que han sufrido, que son más vulnerables, y particularmente para los más jóvenes, porque me parece que no hemos sido capaces de captar su sensibilidad y sus demandas y necesidades hacia la Iglesia. Los hemos decepcionado en muchos momentos y muchos de ellos se han alejado.

Entonces, ¿cómo generar una confianza para que este pueblo de Dios, que es profundamente religioso, encuentre en esta Iglesia institucional y en nosotros, los pastores, sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y religiosas, personas que pueden generar esa confianza, ese deseo de vivir nuevamente esa fe que ellos tienen, pero que de alguna manera no siempre han podido manifestar por la vergüenza que les hemos provocado?

 

Z: ¿Cómo es el escudo episcopal y el lema que usted ha elegido?

AL: Mi escudo episcopal es muy sencillo, tiene tres signos fundamentales. Una estrella que corresponde a la Virgen María que ilumina nuestra vida. En Ella veo a la Auxiliadora de los cristianos, la Virgen de Don Bosco, que tanto lo acompañó, al punto que el santo llegó a decir: "Ella lo ha hecho todo". Y en Ella yo también confío que hará aquello que yo no puedo hacer.

El segundo símbolo es un corazón que manifiesta flamas, un corazón encendido. Significa caridad, pero también significa la pastoral educativa. Don Bosco decía: "La educación es cosa de corazón". El Papa Benedicto decía que estábamos en una emergencia educativa, y en ese sentido, debemos hacerle frente con un corazón educativo. El corazón en la caridad pastoral habla de un corazón abierto para que, como decía Alberto Hurtado, ese fuego que sale del corazón encienda otros fuegos. Por otro lado, está el corazón de Dios, que es mucho más grande que el corazón humano, donde entran todos los corazones. Es verdaderamente una comunión de corazones para una Iglesia más grande, que está peregrinando y caminando en busca de fe, espiritualidad, respondiendo además a los signos de los tiempos que estamos viviendo, que no son negativos, como muchas veces nos quieren presentar, ¡son estos los tiempos que Dios nos ofrece!, y a ellos debemos responder.

Por último, tenemos el símbolo del ancla, que es la fe que está bien enraizada y que tiene firme este barco de la Iglesia. Es la fe que uno manifiesta, creíble y auténtica.

Después hay unos pequeños símbolos, por ejemplo, un mar, que representa un poquito mi vida. Mi nacimiento en Argentina con el Océano Atlántico; viví toda mi actividad pastoral por muchísimo tiempo en Génova, con el Mar Mediterráneo; y mis seis años en Chile, donde ahora vuelvo, con el Océano Pacífico. Entonces, es un mar que me acompaña y que espero sea pacífico acompañando a la Iglesia de Dios que peregrina en Santiago.

 

Z: ¿Qué retos se presentan para usted, junto a Mons. Celestino Aós, en la Arquidiócesis de Santiago?

AL: Yo creo que mi primera tarea es colaborar positiva y proactivamente al Administrador Apostólico. Él guía nuestra diócesis y nosotros nos unimos a él para hacer un camino. Yo veré las tareas que él me quiera entregar y confiar, para poder acompañarlo y acompañar también la Iglesia de Santiago.

En cuanto a los retos, veo la necesidad de hacer un camino espiritual, partiendo por nuestra fe, y esa fe del pueblo, cómo hacerla siempre más viva y significativa. Eso creo que es un primer camino.

El segundo camino que yo veo es recuperar la confianza que la Iglesia ha perdido, la mayoría no cree ya en la Iglesia institucional. No dejan de creer en Dios o en la Virgen María, pero sí en la Iglesia institucional. Entonces, ¿cómo ir generando confianza? Se genera sobre todo en la verdad, en la transparencia, en la misericordia, pero la misericordia necesita también que se haga con justicia. Actuar en coherencia al Evangelio nos llevará a restablecer la confianza.

Tercero, la comunión entre nosotros los sacerdotes, donde miremos todos adelante, con un mismo rumbo y camino, para responder verdaderamente a lo que Dios nos pide, algo que tenemos que hacer unidos. Es verdad que no estamos en los tiempos de los grandes números. Una de las cosas que me ha acompañado últimamente es una frase del Papa Benedicto que en un viaje a los periodistas decía que hay que pensar en las minorías creativas. Entonces, yo digo, si hoy no somos grandes números, somos minorías, pero si queremos ser esas minorías creativas, debemos ser capaces de encender nuevos espíritus, entusiasmar y re-encantar al Pueblo de Dios.

Por último, vivir la caridad pastoral, sobre todo, con los más pobres, con los más vulnerables, con aquellos que son los más necesitados. Hoy hay desafíos en este sentido en nuestra Iglesia de Santiago. Hay situaciones de pobreza, no solo material, sino espiritual, afectiva y cultural. Los inmigrantes que llegan y buscan ser acogidos e integrados y tantos otros temas.

Otro reto, por sensibilidad mía y mi vocación salesiana, es atender particularmente a los jóvenes. A ellos tenemos que re-encantar y hacerles ver que la fe cristiana no es una adhesión a una doctrina o a una ideología, sino un encuentro con la persona de Jesús, experiencia que te cambia la vida.

 

Z: ¿Cómo es posible "re-encantar" a los jóvenes para que vuelvan a tener confianza en la Iglesia? ¿Cómo se está trabajando con ellos, cómo están participando en las nuevas iniciativas?

AL: Hay un buen grupo de jóvenes que están vinculados a la Iglesia, muy comprometidos. Ellos generan muy buenos ambientes de animación, de servicio, de voluntariado y un clima muy generoso. Yo creo que tenemos que caminar con los jóvenes y hacia otros jóvenes.

Pensar hacerlo yo como obispo o nosotros como sacerdotes no da el mejor resultado, porque hoy la pastoral juvenil no es hacer algo para los jóvenes, porque entonces los jóvenes serían objeto de pastoral. En cambio, nosotros tenemos que llevar a ser sujetos de pastoral a nuestros mismos jóvenes, vinculándonos con ellos y poniéndonos a su lado, ver cómo integrar a otros jóvenes que tienen inquietudes. Ellos tienen un lenguaje más directo que logra convencer a otros, porque cuando un joven va y dice: "Yo creo", y es capaz de manifestar su fe, eso contagia. Tenemos que generar esa confianza y ese camino con los jóvenes por contagio: "con los jóvenes para los jóvenes". Esto creo que será un muy buen camino.

También es necesario ser una Iglesia coherente, donde las palabras se condicen con las acciones y en la cual se da testimonio a través de los hechos. Los jóvenes tienen mucha conciencia crítica y hoy demandan esta coherencia, que también tiene que verse expresada sobre todo en los temas de abuso, donde muchas veces no hemos actuado a tiempo y donde no hemos sido consecuentes.

Tenemos también el desafío de ser una Iglesia que se actualiza y es capaz de leer las inquietudes de los jóvenes y hablarle en los códigos y lenguajes actuales, por ejemplo las redes sociales.

 

Z: El problema de los abusos se está clarificando, se está mejorando gracias a la intervención del Papa Francisco. Parece que se está renovando la Iglesia en Chile. ¿Cuál cree que es la clave para prevenir esos abusos en Chile?

AL: La primera cosa que me parece es decir con fuerza una frase llena de significado: "Nunca más", pero verdaderamente "nunca más". Hemos vivido momentos difíciles, nos hemos avergonzado por algunos hermanos que no han respondido a la vocación de Dios, a la confianza que la Iglesia les ha dado y a las personas que se les han confiado, sobre todo, los jóvenes y los niños.

Tenemos que empezar a trabajar en los procesos formativos, en los seminarios. Debemos acompañar a nuestros jóvenes que tienen inquietudes vocacionales para que lleguen a un equilibrio interior y armonizar bien lo que el Señor pide para la vocación sacerdotal, lo que tiene que vivir para tener relaciones sanas con las personas. Eso exige muchas veces sanación profunda, interior y personal; porque todos tenemos heridas dentro de nuestro corazón, pero si no hacemos el esfuerzo por sanarlas, podemos generar dentro relaciones complejas, que pueden transformarse en abusos de poder, de confianza, de conciencia y sexuales.

Se necesita también una formación en prevención de abusos y promoción de ambientes sanos para todos nuestros agentes pastorales y sacerdotes, en donde se entreguen las herramientas para que todos los actores de nuestra Iglesia seamos agentes activos en la prevención, y conozcamos los protocolos adecuados que se deben seguir para actuar a tiempo en estos hechos delictivos.

Tenemos que preocuparnos de que esto no suceda en el clero, pero también que no suceda en las familias, en las actividades deportivas, artísticas, etc. Tenemos que llegar a una sociedad más sana y más respetuosa de las personas, porque el abuso, en cualquiera de sus tipos, limita la dignidad de las personas. En eso tenemos que caminar y hacer un esfuerzo.

Aquí no hay solo un camino para la Iglesia. Necesita una participación más amplia, de la escuela, de la parroquia, de los centros deportivos, de las actividades culturales. Todos. La sociedad civil, que camina para decir: nosotros queremos tener una sociedad sana y no jóvenes heridos y marcados por toda su vida, con heridas que no nos permitirán vivir en una sociedad serena, tranquila y armoniosa.

 

Z: ¿Tiene previsto reunirse con Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, como hizo Mons. Celestino Aós cuando llegó a Santiago?

AL: Siempre, como estilo, tengo una puerta abierta para todos. Recibir a las personas creo que es una tarea que el obispo tiene que hacer. Tener las puertas cerradas o encerrarse en un computador o en una oficina no es hacer una actividad pastoral. Si ellos desean encontrarse conmigo, lo haré con mucho gusto, también porque me servirá para participar del dolor que llevan, porque es necesario hoy tener empatía con las personas. Si bien han sufrido mucho, con su valentía nos han hecho un bien. Exponerse para contar sus historias les debe haber costado muchísimo. Esto abrió una caja de pandora, pero que hoy nos permite purificarnos. Abrirnos y liberarnos nos permite, verdaderamente, ser una Iglesia más profética. Profética en el espíritu y en la comunión, para ser una Iglesia más servidora, que se pone al lado de las personas y camina con ellas.

 

Z: El tema de inmigración en Chile, e imagino que en Santiago por lo tanto, preocupa cada vez más ¿Cómo se afronta desde la Arquidiócesis y cuál debe ser el papel de la Iglesia?

AL: Creo que tenemos que trabajar unidos. La sociedad, el mundo político y la Iglesia juntos podemos ver cómo acoger a las personas, integrarlas y acompañarlas, porque es un proceso delicado. Eso es importante. Ser un país acogedor es muy positivo, pero también tenemos que acoger con criterios justos, comprendiendo que las personas que vienen lo hacen para aportar.

¿La Iglesia dónde se pone? Se pone en el camino de la formación. Muchísimos de estos inmigrantes que llegan son católicos, creyentes. Por lo tanto, hay que acompañarlos para que ellos mismos no creen grupos apartados, sino que se vayan integrando. Cuando un país te acoge, también tú tienes que ser acogedor y aportar al bien del país. Esto me parece que es el sentido. Pero eso también lo tenemos que hacer con la sociedad civil, política, eclesial y con todas las personas de buena voluntad. En donde se ha hecho esto, se ha generado un país muy abierto, acogedor y significativo.

Yo vengo de una experiencia de migración. Mis padres, italianos, inmigraron en Argentina en el 1946. Fue un momento especial, con una llegada importante de gente de países de Europa, porque después de la guerra, por la situación en España, en Portugal, en Italia, en Alemania, muchísimos emigraron. Pero yo creo que hubo una buena integración, no hubo conflictos ni situaciones difíciles, un buen camino de integración.

En esa línea tenemos que caminar en Chile. Ser un país acogedor. Como dice la canción, Chile es un país que acoge al viajero y le hace sentir su cariño; hagámos sentir el cariño, pero exigiendo a quien llega que cumpla con las leyes y con todo lo que es un buen vivir en la sociedad.

 

Z: ¿Cómo le felicitó Mons. Celestino Aós por su ordenación?

AL: Monseñor Celestino fue muy fraternal, muy paternal al venir y participar en mi ordenación episcopal. Yo lo conocía desde que era obispo de Copiapó porque tenemos una presencia salesiana allí. Con él he dialogado varias veces, hemos hablado.

Me agradeció muchísimo mi disponibilidad a ir a colaborar con él, lo que voy a hacer con total generosidad y dedicación porque, como el Papa me dijo, que era ser inconsciente aceptar, creo que él fue aún más inconsciente que yo.

Segundo, me dijo: "Tú vienes a vivir en la casa conmigo". Eso me alegró muchísimo. Poder compartir con él, rezar a la mañana, en la tarde y noche; compartir la mesa; dialogar, puede ser que algunas veces con divergencia de ideas; pero el convivir juntos nos lleva también a participar. En algunos momentos también a animarnos el uno al otro.

 

 

 

06/08/2019-10:19
Larissa I. López

Panamá: El episcopado pide una "política migratoria integral" que respete los derechos de los migrantes

(ZENIT — 6 agosto 2019).- Los obispos panameños se muestran conscientes de la necesidad de "una política migratoria integral" en Panamá "que respete los derechos y la dignidad de los migrantes y refugiados" y de que ello "exige un análisis a partir de datos oficiales, de la revisión de leyes y decretos vigentes sobre migración, para adoptar políticas públicas migratorias que garanticen la paz, la solidaridad con los desvalidos, la seguridad y el respeto mutuo entre todos los habitantes de nuestro país".

Ante el debate en torno a las reformas de las leyes migratorias en Panamá, el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal Panameña ha expresado su preocupación a través de un comunicado difundido ayer, 5 de agosto de 2019.

Se trata de un debate legislativo que, según señala el comunicado, ha generado tensión entre algunos sectores de la sociedad.

 

Fortalecer el espíritu de solidaridad

En la nota, los miembros del episcopado hacen referencia a las declaraciones del Papa Francisco sobre el asunto de la migración durante su intervención en la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales en mayo: "La Iglesia observa con preocupación el resurgimiento, en casi todas partes del mundo, de corrientes agresivas hacia los extranjeros, especialmente los inmigrantes".

Por otra parte, describen que, históricamente, Panamá ha constituido "un país de tránsito, conformado por migraciones, unas forzadas y otras animadas por la búsqueda de una mejor calidad de vida".

Y añaden que esta nación "siempre ha mantenido sus brazos abiertos para recibir a personas de todo el mundo" y que "este espíritu de solidaridad y fraternidad debe fortalecerse, especialmente en estos momentos".

 

No son una amenaza

Asimismo, puntualizan que los migrantes no suponen una amenaza "son personas que están buscando mejores condiciones de vida a causa del desplazamiento forzado, la trata humana, la violencia, la pobreza, la persecución política y el terrorismo".

Y declaran que no se les puede responsabilizar "de los males sociales que nos afectan como país", sino que "debemos buscar caminos de encuentro, de diálogo y de paz que nos hagan crecer en fraternidad y solidaridad".

 

 

 

06/08/2019-09:34
Redacción

Europa: Los obispos animan a los cristianos a participar en el 'Tiempo de la Creación'

(ZENIT — 6 agosto 2019).- El Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y la Conferencia de las Iglesias de Europa (CEC) se unen de nuevo este año para reafirmar la responsabilidad por la creación y hacer una invitación a la oración.

En una declaración conjunta, difundida por la agencia de noticias Fides el pasado 1 de agosto de 2019, se destaca que el Tiempo de la Creación, celebrado del 1 de septiembre al 4 de octubre, "es un período especial en los calendarios litúrgicos de un número creciente de Iglesias en Europa".

El Tiempo de la Creación, efectivamente, es una celebración anual de oración y acción para proteger la creación promovida por varios líderes religiosos de distintas partes del mundo y en la que participan cristianos de todas las denominaciones.

"Aprovechemos esta oportunidad y unámonos en oración para que la Humanidad respete el planeta. Con todo nuestro corazón, rezamos por las personas que sufren por el daño ambiental causado por el egoísmo y el abandono. La vida no debe ser interrumpida por la codicia humana y la indiferencia hacia los seres humanos y la Creación", expone la declaración.

Por otro lado, los obispos apuntan que "debido al uso inadecuado de los recursos naturales, la destrucción y la contaminación, seguimos infligiendo una dolorosa herida en la obra de Dios" y que el estilo de vida moderno acarrea "consecuencias en todo el mundo".

Ante todo ello, los obispos instan a "detener el ciclo de individualismo y aislamiento", ya que todos formamos parte de "una sola familia humana", y a que, "pidiendo perdón, cambiemos nuestros corazones y comportamientos para difundir semillas de justicia y hacer brotar los frutos de la caridad, ayudando así a restaurar la belleza de la Creación".

Los prelados invitan a agradecer a Dios "la belleza y la bondad de su Creación", y a orar por los que "sufren por nuestro desperdicio, avaricia y, a menudo, nuestra indiferencia".

Al mismo tiempo, la declaración concluye animando a "los cristianos y a todas las personas de buena voluntad a demostrar su responsabilidad hacia la Creación, con compromisos concretos y sabios para ser buenos custodios y luchar contra las desigualdades a través de la protección de la diversidad biológica".

 

 

 

06/08/2019-08:37
Larissa I. López

Perú: Mons. Cabrejos recuerda que solo el diálogo político "da frutos para el bien común"

(ZENIT — 6 agosto 2019).- Ante la actual situación política que vive Perú y la propuesta del adelanto de elecciones generales por parte del Gobierno, Mons. Miguel Cabrejos, arzobispo de Trujillo, presidente de la Conferencia Episcopal Peruana y presidente del Consejo Episcopal de América Latina y el Caribe (CELAM), declaró que "debemos recordar que solo el diálogo da frutos para el bien común y el desarrollo integral del país".

Así informó ayer, 5 de agosto de 2019, la Conferencia Episcopal Peruana a través de un comunicado.

Igualmente, sobre el diálogo político, el presidente del episcopado añadió que "un intercambio de opiniones y propuestas sinceras, transparentes, que incorporen las preocupaciones de los otros a su propia perspectiva, aun cuando persista el desacuerdo, es la metodología imprescindible para avanzar.

Por último, Mons. Cabrejos expuso que "esperamos que el diálogo sea fructífero por el bien del Pueblo Peruano".

 

Bloqueo parlamentario y corrupción

Efectivamente, con ocasión de la reciente fiesta nacional, el presidente de la República, Martín Vizcarra, pidió un referéndum de reforma constitucional para adelantar las elecciones generales.

Se trata de una proposición que ha generado gran debate en la nación peruana y que surge ante el bloqueo generado por el equilibrio parlamentario y ante los numerosos casos de corrupción en los que están implicados casi todos principales actores políticos del país, señala Vatican News.

El presidente Vizcarra ha tenido que modificar los proyectos de la reforma anti-corrupción por la mayoría parlamentaria, encabezada por Keiko Fujimori, hija del ex dictador encarcelado. Es por ello, indica el mismo medio, que se ha producido este intento de salir del anquilosamiento del poder legislativo, al mismo tiempo que otros sectores políticos demandan que las elecciones tengan carácter constituyente.

 

Palabras del arzobispo de Lima

De acuerdo a otra nota de prensa difundida por el episcopado peruano, durante la homilía de la Misa y Te Deum por el 198° Aniversario de la Independencia de Perú, el pasado 28 de julio, Mons. Carlos Castillo, arzobispo de Lima y primado del Perú, se refirió a esta situación política del país, derivada "de una corrupción que ha llegado a las más altas autoridades y grupos de la dirigencia nacional".

Asimismo, apuntó que hoy el desafío consiste en "convertir esta crítica situación en una ventana de oportunidad" y que para ello es imprescindible que "nuestros líderes tengan y tengamos la capacidad de poner al Perú por encima de los propios intereses, incluso los legítimos. Y que nuestra sociedad civil se mantenga firme frente a quienes se resistan ante lo que es una demanda abrumadora de la patria".

 

 

 

06/08/2019-12:42
Redacción

Uruguay: El padre Omar crea una 'capilla móvil'

(ZENIT — 6 agosto 2019).- El padre Omar Franca-Tarragó, sacerdote de la parroquia Santa Bernardita de Montevideo, en Uruguay, ha creado una "capilla rodante" o capilla móvil con el fin de combatir la indiferencia religiosa en este país, uno de los cuatro más ateos del mundo según estudios sociológicos.

La capilla se ha montado dentro de una furgoneta con la finalidad de ir con ella, de llevar a la Iglesia, a las ferias vecinales , "lugares donde venden frutas, verduras y alimentos para el hogar y donde se vive una interacción social muy sana y positiva", explicó el padre Omar a dicho medio.

La idea surgió después de que otras formas de acercamiento a las personas fracasaran. Al observar que en estos mercados existen vehículos que venden todo tipo de alimentos e incluso servicios médicos, el padre Omar pensó en la posibilidad de disponer de una capilla móvil para situar a la Iglesia "dónde está la gente".

 

La capilla móvil

De acuerdo a la citada fuente, la capilla cuenta en su interior con dos sillones, una biblia y música religiosa. En ella caben dos personas sentadas y una más de pie. En la parte lateral del vehículo hay un cartel que reza: "Te invitamos a subir a tener un momento de paz, oración o meditación espiritual".

Asimismo, en la cabina delantera siempre hay un sacerdote para que quien lo desee pueda hablar con él, "para escucharlo y asesorarlo en cualquier consulta confidencial", tal y como lo anuncia otro cartel, y sin que atrás se oiga nada.

 

 

 

06/08/2019-11:47
Redacción

Tres españoles, nuevos miembros de la Congregación para las Iglesias Orientales

(ZENIT — 6 agosto 2019).- El Papa Francisco ha incluido entre los miembros de la Congregación para las Iglesias Orientales al cardenal Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Madrid, al cardenal Luis Francisco Ladaria Ferrer, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y a Mons. Miguel Ángel Ayuso Guixot, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, todos ellos españoles.

También ha nombrado como nuevos miembros de este dicasterio a los cardenales Gualtiero Bassetti, arzobispo de Perugia- Cittá della Pieve y Anders Arborelius, obispo de Estocolmo. Así como a los monseñores Anthony Colin Fisher, arzobispo de Sydney; Georges Bacouni, arzobispo de Beirut y Jbeil de los greco-melquitas, Borys Gudziak, arzobispo de Filadelfia de los ucranianos y Michel Aupetit, arzobispo de París.

Así lo ha informado hoy, 6 de agosto de 2019, la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

 

Congregación para las Iglesias Orientales

Se trata de un dicasterio llamado a ayudar al Obispo de Roma en el ejercicio de su supremo oficio pastoral, en concreto, en todo lo que respecta a la vida de las Iglesias orientales y a su testimonio evangélico.

Así, esta Congregación se encuentra en relación con las Iglesias orientales católicas para favorecer su crecimiento, salvaguardar los derechos y mantenerlos vivos e íntegros en la Iglesia católica, junto al patrimonio litúrgico, disciplinar y espiritual de la Iglesia latina, así como también el de las varias tradiciones cristianas orientales.

 

 

 

06/08/2019-07:16
Antonio Rivero

Padre Antonio Rivero: "Debemos vigilar en nuestra vida cristiana"

 

DÉCIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN

Ciclo C

Textos: Sabiduría 18, 3.6-9; Heb 11, 1-2.8-19; Lc 12, 32-48

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: La vigilancia: "Tened ceñidas la cintura y encendidas las lámparas".

Síntesis del mensaje: Tenemos que estar preparados porque esperamos a Cristo. No se trata de estar preparados para un viaje, sino de estar preparados para esperar a una persona, el Señor. Debemos vigilar no para conservar lo que tenemos, sino para recibir lo que esperamos; debemos trabajar muy despiertos para entrar un día en la fiesta y en las bodas del Hijo del Hombre que está por venir. Vigilar es estar en lo que estamos y a la vez en lo que esperamos, porque es vivir en tensión, en vilo todos los días. Vigilar es para los cristianos desarraigo y andadura, éxodo permanente hacia el reino de Dios. Para vigilar así hace falta ser pobre, hacerse pobre, y tener una promesa por delante. La vigilancia mira hacia el futuro del hombre y el adviento de Dios, la vigilancia es fecunda y renovadora, infatigable.

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, modelo de vigilancia fue el pueblo judío en la cena pascual (l a lectura). En la noche de su salida de Egipto comieron de pie, ceñido el cinturón, preparados para emprender la marcha, convencidos de que Dios iba a actuar a favor de ellos, liberándoles de la esclavitud. Los judíos estaban preparados para la intervención de Dios, que venía para un juicio. Por eso ofrecían sacrificios en secreto y prometían ya, también en secreto, ser todos igualmente partícipes de los bienes y de los peligros. ¿Qué virtudes llevaban en la mochila o morral de su vigilancia? La fe y la confianza en la promesa de Dios —que es auxilio y escudo (Salmo responsorial)- y la solidaridad entre ellos, tanto en los peligros como en los bienes.

En segundo lugar, modelo de vigilancia también fue Abrahán, el patriarca de todos los creyentes (2a lectura). ¿Qué virtudes llevaba Abrahán en la mochila de su vigilancia? También la fe y la confianza hechas obediencia, prontitud, desprendimiento, porque Abrahán se fía de Dios, cree en Él y le cree a Él. Y por eso salió de su tierra, a una edad ya muy avanzada -75 años-, vivió "como extranjero", habitando en tiendas y dispuesto a sacrificar a su propio hijo, porque Dios se lo pedía. La fe es camino y búsqueda, provisionalidad y esperanza. La fe nos proporciona la capacidad de ser dóciles a Dios, sin querer saber lo que nos pedirá, hacia qué meta nos conducirá. La fe permite también realizar empresas que superan las fuerzas del hombre. La fe suscita la capacidad de heroísmo cuando nos damos cuenta de que la voluntad de Dios es muy exigente, como en el caso del sacrificio de Isaac. La fe es la condición para estar preparados y vigilantes ante las intervenciones de Dios. El ejemplo de estos creyentes del Antiguo Testamento es estimulante para nosotros.

Finalmente, también nosotros debemos vivir en estado de vigilancia día y noche (evangelio). Las dos imágenes que pone Cristo en el evangelio de hoy son muy expresivas. Indican la actitud que han de tener los criados que están esperando de noche a que regrese su señor, para abrirle el portón de la casa en cuanto llame. Han de estar con «la cintura ceñida», es decir, con la túnica arremangada para poder moverse y actuar con agilidad. Han de estar con «las lámparas encendidas» de la fe, esperanza y amor para tener la casa iluminada y mantenerse despiertos. Estas palabras de Jesús son también hoy una llamada a vivir con lucidez y responsabilidad, sin caer en la pasividad o el letargo. En la historia de la Iglesia hay momentos en que se hace de noche. Sin embargo, no es la hora de apagar las luces y echarnos a dormir. Es la hora de reaccionar, despertar nuestra fe y seguir caminando hacia el futuro, incluso en una Iglesia probada y criticada. Esta vigilancia puede referirse a la venida última, gloriosa, de Cristo, Juez de la historia, o a nuestra muerte, el momento decisivo para cada uno de nosotros y cuya fecha desconocemos. Pero también puede referirse a la vida de cada día, en que se suceden ocasiones de gracia que corremos el peligro de desaprovechar: la Palabra, los sacramentos, los acontecimientos, las personas. Vigilemos nuestros pensamientos, sede de nuestros juicios y palabras. Vigilemos nuestros afectos, sede de los deseos y sentimientos profundos. Vigilemos nuestra voluntad, sede de las decisiones maduras o inmaduras. Vigilemos nuestras familias e hijos, nuestro futuro. Vigilemos nuestras parroquias y grupos parroquiales, nuestro semillero de vocaciones. Vigilemos nuestros puestos de trabajo, lugares de santidad y prosperidad. Vigilemos nuestros ojos, para que puedan ver a Dios. Vigilemos nuestras lecturas y los programas de televisión, para no corrompernos. Vigilemos nuestra lengua, espada de doble filo. Vigilemos nuestras amistades y nuestras vacaciones, que deben ser momentos de descanso y de crecimiento en los valores.

Para reflexionar: ¿Qué hago de mi vida? ¿Cómo la administro? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Vivo despierto o narcotizado por los mil placeres que el mundo me ofrece? ¿Dónde tengo puesto mi corazón? ¿Tengo en casa mecanismos antirrobo? ¿Y para mi alma y mi fe? ¿Vivo amodorrado, instalado, distraído? ¿Tengo planes para mi futuro, mi tranquila jubilación, las mejores compañías de seguros? ¿Y para mi alma? ¿Tengo los músculos entumecidos o en forma para la peregrinación hacia Dios?

Para rezar: Señor, que cuide la lámpara de mi fe siempre encendida, con el aceite de tu amor, esperando tu venida en cada momento de mi día. Y que mi cintura esté siempre lista para servirte a ti y a mis hermanos, los hombres.

 

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org

 

 

 

06/08/2019-07:00
Isabel Orellana Vilches

San Cayetano de Thiene, 7 de agosto

«Este aristócrata, doctor en derecho civil y canónico, conocido como el santo de la providencia, es el fundador de los teatinos y del hospital de incurables. Es patrono de los desempleados»

Firmaba sus cartas con un «Cayetano, miserable sacerdote»; tal era el aprecio que por sí mismo sentía. Pertenecía a la aristocracia. Último de los hijos del conde Gaspar de Thiene y de María di Porto, procedía de una noble familia de Vicenza y allí nació en 1480. Le impusieron el nombre de Cayetano en honor de un tío canónigo y profesor de derecho de la universidad de Padua que había fallecido. El santo seguiría sus pasos a nivel académico. Cuando su padre murió en Velletri hallándose en la guerra, seguramente a causa de la malaria, tenía 2 años. La madre, una admirable mujer que era terciaria dominica, fue un ejemplo de piedad para él y sus dos hermanos, que crecieron en un ambiente impregnado de valores esenciales para la vida. Al trasladarse a la universidad de Padua para estudiar ya tenía el hábito de ejercitarse en la oración. Era muy inteligente, y en 1504 obtuvo el doble doctorado en derecho civil y canónico. Sus breves estancias en las posesiones que su familia tenía en Rampazzo dieron sus frutos. Instruyó espiritualmente a los campesinos, y erigió junto a un hermano una capilla dedicada a santa María Magdalena.

Su madre deseaba que tuviera cierta relevancia entre los suyos porque ya habría visto en él a un hombre de gran valía. Pero Cayetano se limitó a ayudarles sin tomar sobre sus hombros otra carga y partió a Vicenza como senador, aunque tenía los ojos puestos en el sacerdocio. Con el firme convencimiento de que estaba destinado por Dios a realizar una gran misión, en 1506 se fue a Roma. La ciudad en esa época no era precisamente recomendable para la juventud. Sin embargo no apagó su vocación. El papa Julio II lo nombró protonotario. A la muerte de éste, acaecida en 1513, vio la oportunidad de centrarse en su formación para recibir el sacramento del orden. Hacia 1516 fundó el oratorio del Amor Divino y junto a presbíteros y laicos, que perseguían la santidad y la evangelización, trabajó por los enfermos. Espiritualmente tenían como base la oración y recepción de los sacramentos. Al año siguiente fue ordenado sacerdote, a sus 33 años, en medio de su personal conmoción por sentirse indigno de esa gracia. En la primera misa que ofició en la basílica de Santa María la Mayor el 6 de enero de 1517 tuvo una visión. En ella la Virgen, que portaba al Niño Jesús, lo puso en sus brazos. Fue destinado a la parroquia de Santa María de Malo, y tuteló los santuarios que jalonaban el monte Soratte.

En 1518 regresó a Vicenza para auxiliar a su madre, ya muy enferma. En la ciudad se hallaba el oratorio de San Jerónimo que incluía entre sus fines la atención a los pobres, con la riqueza añadida de la presencia de laicos, y a él se vinculó Cayetano. Su decisión no fue bien acogida en su entorno. No entendían cómo alguien de su alta posición social podía enrolarse en tal aventura. Pero esa llama del amor, tantas veces incomprendida, era la que alumbraba su vida porque él no perseguía honores ni glorias, aunque bien pudo tenerlos. Le guiaba esta religiosa convicción, compartida con otros compañeros: «En el oratorio rendimos a Dios el homenaje de la adoración, en el hospital le encontramos personalmente». Abrió otro Oratorio en Verona, y en 1520 María Porto murió. Ese año se trasladó a Venecia, por sugerencia de su confesor, el dominico Juan Bautista de Crema, donde fundó el hospital de incurables. Además de servir a los pobres, buscó expresamente a los que sufrían gravísimas afecciones, enfermos ante cuya presencia muchos hubieran huido por su carácter repulsivo; les ayudaba económicamente. En el transcurso de los tres años de permanencia introdujo la bendición con el Santísimo Sacramento. En una época en la que no era usual recibir con frecuencia la Eucaristía, se empeñó en que valorasen tan inmenso don y se beneficiaran de él. Decía: «No estaré satisfecho sino hasta que vea a los cristianos acercarse al banquete celestial con sencillez de niños hambrientos y gozosos, y no llenos de miedo y falsa vergüenza».

A punto de que se fraguara el sueño de aportar a la reforma eclesial la figura del clérigo regular por considerar el importante papel del sacerdote, escribió a sus familiares: «Desde hace un tiempo, Cristo me llama e invita por su bondad a tener parte en su reino. Y me hace ver mas claro cada día que no se puede servir a dos señores, al mundo y a Cristo. Veo a Cristo pobre, y a mí, rico; a Él escarnecido y a mí agasajado; a Él en sufrimiento y a mí en delicias. Me muero de ganas de caminar algún paso a su encuentro». De lo más íntimo de su ser surgía una insistente plegaria: que Dios le concediese la gracia de hallar tres o cuatro personas dispuestas a vivir la radicalidad evangélica para introducir la reforma que precisaba la Iglesia en esos momentos. Y recibió la respuesta en las personas de Caraffa (luego pontífice Pablo IV), Bonifacio da Colle y Pablo Consiglieri. Fueron los primeros integrantes de su fundación nacida con el espíritu evangélico: «buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia. Lo demás se os dará por añadidura». Aprobada por Clemente VII en 1524, tuvo en Caraffa su primer general.

En 1527 la casa fue arrasada por las tropas de Carlos V, y ellos detenidos y torturados en la Torre del Reloj. Después de ser liberados por un soldado español que se apiadó de ellos, fueron enviados a Venecia. En 1530 Cayetano fue elegido general, hasta que tres años más tarde, Caraffa de nuevo superior suyo, lo envió a Verona, donde sufrió la oposición de gran parte del clero y fieles. De allí se trasladó a Nápoles en 1533 y fundó otra casa. Su caridad, su fervor y ardor apostólico sellados por su devoción a María obraban incontables conversiones. Fundó los Montes de Piedad para ayuda a los pobres, creó hospicios y abrió hospitales. Fue agraciado con el don de milagros. Murió en Nápoles el 7 de agosto de 1547 y ese mismo día cesó la guerra desatada en la ciudad. Urbano VIII lo beatificó el 8 de octubre de 1629. Clemente X lo canonizó el 12 de abril de 1671.