Política y religión

 

19/06/2019 | por Grupo Areópago


 

 

Son muchas e importantes las reflexiones que suscitan y nos sugieren, tanto los resultados de las recientes elecciones, como los ingredientes sociales, políticos y económicos de sus largas y tediosas campañas electorales, edulcoradas en estos últimos días por el mercadeo para la consecución del poder político que la “partitocracia” instalada en nuestra joven democracia sustrae a la soberanía popular. Pero entre todas ellas hay una que llama significativamente la atención por el contraste que supone en relación con los aderezos de otras campañas: la poca presencia del hecho religioso en sus debates y propuestas en comparación con otras en las que existía auténtico “ruido de sable” producido por el laicismo excluyente de algunos políticos en torno a algunos aspectos fundamentales de la presencia pública del hecho religioso y de las religiones.

Las religiones siempre han interesado a la política y a la sociología porque, sin duda, inciden de alguna manera en importantes aspectos de la vida social. Son un instrumento esencial para la cohesión de la sociedad, y, entre otras muchas funciones, aportan una presencia altamente positiva en campos tan importantes como la sanidad, la educación, los servicios de bienestar, de promoción cultural y deportiva, etc. Aportaciones fundamentales para la creación de lo que algunos sociólogos denominan capital social de un país. De ahí el reconocimiento expreso en nuestra Constitución que, desde su declaración de no confesionalidad del Estado, garantiza la libertad religiosa y de culto y las relaciones institucionales de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.

Es fácil deducir por ello que el hecho religioso y su tratamiento por los poderes públicos y los partidos políticos representan un buen termómetro para medir la temperatura democrática de un país. Y es precisamente por eso por lo que resulta realmente sorprendente que en una campaña electoral con tantos y diversos enfoques para atraer la atención del electorado, el hecho religioso haya sido el gran ausente en sus programas, debates y formulaciones. ¿cuestiones secundarias para algunos?, ¿carencia de respuestas para otros?, ¿miedo a decidir sobre temas candentes y conflictivos?, ¿indiferencia?…

Porque, sin duda, son muchos y de gran calado social los temas pendientes por aclarar en el tratamiento público de los partidos políticos con relación al hecho religioso: los acuerdos Iglesia-Estado que algunos partidos políticos quieren derogar o cambiar, los conciertos educativos, la presencia de la asignatura de religión en la escuela pública, la inmatriculación de inmuebles históricos por la Iglesia Católica, la exención del IBI a los edificios de las confesiones religiosas, la presencia de representantes del Estado en ceremonias de carácter religioso… Sin entrar en temas de carácter moral que afectan a la conciencia personal.

Tratarlos en los programas de los partidos y debatirlos en las campañas electorales es una exigencia de transparencia democrática.

 

GRUPO AREÓPAGO