Servicio diario - 31 de mayo de 2019


 

Francisco invita al Patriarca Daniel a "caminar juntos a la escucha del Señor"
Rosa Die Alcolea

El Santo Padre anima a los rumanos a mirar a María, alegre "porque confía en el Señor"
Rosa Die Alcolea

"Decir juntos: 'Padre nuestro' — Saludo del Papa en la Nueva Catedral Ortodoxa de Bucarest
Larissa I. López

Iglesia Ortodoxa Rumana: Encuentro del Papa con el Patriarca y el Sínodo Permanente
Rosa Die Alcolea

Rumanía: Francisco reza el Padre Nuestro con el Patriarca Daniel
Larissa I. López

El Papa Francisco en Rumanía: Primera celebración de la Misa en Bucarest
Larissa I. López

Papa en Rumanía: "La Iglesia Católica no es extranjera, quiere contribuir a la construcción de la sociedad"
Rosa Die Alcolea

Francisco se reúne con el Presidente y con la Primera Ministra de Rumanía
Larissa I. López

Rumanía: La Guardia de Honor rumana desfila ante el Santo Padre
Rosa Die Alcolea

Rumanía: Bienvenida al Papa Francisco en el aeropuerto
Larissa I. López

Viaje a Rumanía: Celebraciones del Papa en el segundo día
Redacción

Beato Juan Bautista Scalabrini, 1 de junio
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

31/05/2019-14:20
Rosa Die Alcolea

Francisco invita al Patriarca Daniel a "caminar juntos a la escucha del Señor"

(ZENIT — 31 mayo 2019).- El Papa Francisco, en su discurso al Patriarca Ortodoxo Rumano, Daniel III, y al Sínodo Permanente de la Iglesia Ortodoxa Rumana, ha destacado la unidad de los cristianos en la alegría pascual y la Resurrección de Cristo, "corazón del anuncio apostólico, transmitido y custodiado por nuestras Iglesias", ha señalado.

El encuentro con los hermanos ortodoxos ha tenido lugar este viernes, 31 de mayo de 2019, primer día del viaje pontificio a Rumanía, en el Patriarcado Ortodoxo Rumano: "En este tiempo de Pascua, también yo me regocijo al contemplar un reflejo de él en vuestros rostros, queridos Hermanos", ha expresado Francisco.

El Pontífice Romano ha recordado que Pedro a Andrés, hermanos de sangre "al derramar la sangre por el Señor" —ha indicado— "nos recuerdan que hay una fraternidad de la sangre que nos precede, y que, como una silenciosa corriente vivificante nunca ha dejado de irrigar y sostener nuestro caminar a lo largo de los siglos".

 

Memoria de comunión

El recuerdo "de los pasos que hemos dado juntos nos anima a continuar hacia el futuro siendo conscientes —ciertamente— de las diferencias, pero sobre todo con la acción de gracias por un ambiente familiar que hay que redescubrir, con la memoria de comunión que tenemos que reavivar y que, como una lámpara, dé luz a los pasos de nuestro camino", ha alentado el Papa para "caminar juntos con la fuerza de la memoria".

 

Escucha del Señor

Francisco ha mostrado su deseo al Patriarca Ortodoxo Rumano de "caminar juntos a la escucha del Señor", y lo ha ilustrado con el ejemplo del día de Pascua, cuando el Señor caminaba con los discípulos hacia Emaús.

"También nosotros necesitamos escuchar juntos al Señor, especialmente en estos últimos años en que los caminos del mundo nos han conducido a rápidos cambios sociales y culturales".

 

Necesidad de ayudarnos

"Tenemos necesidad de ayudarnos para no rendirnos a las seducciones de una 'cultura del odio', de una cultura individualista" que, tal vez no sea tan ideológica como en los tiempos de la persecución ateísta, pero sin embargo "es más persuasiva e igual de materialista", ha exhortado el Papa.

Asimismo ha expresado su preocupación por la "fragilidad de los vínculos", que termina aislando a las personas, y que "afecta en particular a la célula fundamental de la sociedad, la familia", y ha asegurado que juntos, deben hacer el esfuerzo de "salir e ir en ayuda de las dificultades de nuestros hermanos y hermanas, especialmente de los más jóvenes".

 

Anuncio de esperanza

Cuando se cumplen 20 años de la reunión mantenida por San Juan Pablo II y el Patriarca Teoctist, Francisco ha dirigido un pensamiento de grata memoria a dicho Patriarca: "Cómo no recordar el grito espontáneo 'Unitate, unitate', que se elevó aquí en Bucarest en aquellos días", y ha recordado que "fue un anuncio de esperanza que surgió del Pueblo de Dios, una profecía que inauguró un tiempo nuevo: el tiempo de caminar juntos en el redescubrimiento y el despertar de la fraternidad que ya nos une".

***

 

Discurso del Santo Padre

Beatitud, venerables Metropolitas y Obispos del Santo Sínodo:

Cristos a înviat! [¡Cristo ha resucitado!] La resurrección del Señor es el corazón del anuncio apostólico, transmitido y custodiado por nuestras Iglesias. El día de Pascua, los Apóstoles se regocijaron al ver al Resucitado (cf. Jn20,20). En este tiempo de Pascua, también yo me regocijo al contemplar un reflejo de él en vuestros rostros, queridos Hermanos. Hace veinte años, ante este Santo Sínodo, el papa Juan Pablo II dijo: «he venido a contemplar el rostro de Cristo grabado en vuestra Iglesia; he venido a venerar este rostro sufriente, prenda de una nueva esperanza» ( Discursoal Patriarca Teoctist y al Santo Sínodo, 8 mayo 1999:Insegnamenti XXII,1 [1999], 938). Tambiényo he venido aquí, peregrino deseoso de ver el Rostro del Señor en el rostro de los hermanos; y, mirándoos, os agradezco de corazón vuestra acogida.

Los lazos de fe que nos unen se remontan a los Apóstoles, testigos del Resucitado, en particular al vínculo que unía Pedro a Andrés, que según la tradición trajo la fe a estas tierras. Hermanos de sangre (cf. Mc1,16-18), lo fueron también, de manera excepcional, al derramar la sangre por el Señor. Ellos nos recuerdan que hay una fraternidad de la sangre que nos precede, y que, como una silenciosa corriente vivificante nunca ha dejado de irrigar y sostener nuestro caminar a lo largo de los siglos.

Aquí —como en tantos otros lugares actuales— habéis experimentado la Pascua de muerte y resurrección: muchos hijos e hijas de este país, de diferentes Iglesias y comunidades cristianas, han sufrido el viernes de la persecución, han atravesado el sábado del silencio, han vivido el domingo del renacimiento. ¡Cuántos mártires y confesores de la fe! Muchos, de confesiones distintas y en tiempos recientes, han estado en prisión uno al lado del otro apoyándose mutuamente. Su ejemplo está hoy ante nosotros y ante las nuevas generaciones que no han conocido aquellas dramáticas condiciones. Aquello por lo que han sufrido, hasta el punto de ofrecer sus vidas, es una herencia demasiado valiosa para que sea olvidada o mancillada. Y es una herencia común que nos llama a no distanciarnos del hermano que la comparte. Unidos a Cristo en el sufrimiento y el dolor, unidos por Cristo en la Resurrección para que «también nosotros llevemos una vida nueva» (Rm6,4).

Beatitud, querido Hermano: Hace veinte años, el encuentro entre nuestros predecesores fue un regalo pascual, un evento que contribuyó no sólo al resurgir de las relaciones entre ortodoxos y católicos en Rumania, sino también al diálogo entre católicos y ortodoxos en general. Aquel viaje, que un obispo de Roma realizaba por primera vez a un país de mayoría ortodoxa, allanó el camino para otros eventos similares. Me gustaría dirigir un pensamiento de grata memoria al Patriarca Teoctist. Cómo no recordar el grito espontáneo “Unitate, unitate”, que se elevó aquí en Bucarest en aquellos días. Fue un anuncio de esperanza que surgió del Pueblo de Dios, una profecía que inauguró un tiempo nuevo: el tiempo de caminar juntos en el redescubrimiento y el despertar de la fraternidad que ya nos une.

Caminar juntos con la fuerza de la memoria. No la memoria de los males sufridos einfligidos, de juicios y prejuicios, que nos encierran en un círculo vicioso y conducen a actitudes estériles, sino la memoria de las raíces: los primeros siglos en los que el Evangelio, anunciado con parresia y espíritu de profecía, encontró e iluminó a nuevos pueblos y culturas; los primeros siglos de los mártires, los Padres y confesores de la fe, de la santidad vivida y testimoniada cotidianamente por tantas personas sencillas que comparten el mismo Cielo. Gracias a Dios, nuestras raíces son sanas y sólidas y, aunque su crecimiento ha sido afectado por las tortuosidades y las dificultades del tiempo, estamos llamados, como el salmista, a recordar con gratitud todo lo que el Señor ha realizado en nosotros, a elevar hacia él un himno de alabanza mutua (cf. Sal 77, 6.12-13). El recuerdo de los pasos que hemos dado juntos nos anima a continuar hacia el futuro siendo conscientes —ciertamente— de las diferencias, pero sobre todo con la acción de gracias por un ambiente familiar que hay que redescubrir, con la memoria de comunión que tenemos que reavivar y que, como una lámpara, dé luz a los pasos de nuestro camino.

Caminar juntos a la escucha del Señor. Nos sirve de ejemplo lo que el Señor hizo el día dePascua, cuando caminaba con los discípulos hacia Emaús. Ellos discutían de lo que había sucedido, de sus inquietudes, dudas e interrogantes. El Señor los escuchó pacientemente y con toda franqueza conversó con ellos ayudándolos a entender y discernir lo que había sucedido (cf. Lc24,15-27).

También nosotros necesitamos escuchar juntos al Señor, especialmente en estos últimos años en que los caminos del mundo nos han conducido a rápidos cambios sociales y culturales. Son muchos los que se han beneficiado del desarrollo tecnológico y el bienestar económico, pero la mayoría de ellos han quedado inevitablemente excluidos, mientras que una globalización uniformadora ha contribuido a desarraigar los valores de los pueblos, debilitando la ética y la vida en común, contaminada en tiempos recientes por una sensación generalizada de miedo y que, a menudo fomentada a propósito, lleva a actitudes de aislamiento y odio. Tenemos necesidad de ayudarnos para no rendirnos a las seducciones de una “cultura del odio”, de una cultura individualista que, tal vez no sea tan ideológica como en los tiempos de la persecución ateísta, pero sin embargo es más persuasiva e igual de materialista. A menudo nos presenta como una vía para el desarrollo lo que parece inmediato y decisivo, pero que en realidad sólo es indiferente y superficial. La fragilidad de los vínculos, que termina aislando a las personas, afecta en particular a la célula fundamental de la sociedad, la familia, y nos pide el esfuerzo de salir e ir en ayuda de las dificultades de nuestros hermanos y hermanas, especialmente de los más jóvenes, no con desaliento y nostalgia, como los discípulos de Emaús, sino con el deseo de comunicar a Jesús resucitado, corazón de la esperanza. Necesitamos renovar con el hermano la escucha de las palabras del Señor para que el corazón arda al unísono y el anuncio no se debilite (cf. vv. 32.35).

El camino llega a su destino, como en Emaús, a través de la oración insistente, para que el Señor se quede con nosotros (cf. vv. 28-29). Él, que se revela al partir el pan (cf. vv. 30-31), llama a la caridad, a servir juntos; a “dar a Dios” antes de “decir Dios”; a no ser pasivos en el bien, sino prontos para alzarse y caminar, activos y colaboradores (cf. v. 33). Las numerosas comunidades ortodoxas rumanas, que allí donde están, colaboran excelentemente con las numerosas diócesis católicas de Europa occidental; son un ejemplo en este sentido. En muchos casos se ha desarrollado una relación de confianza mutua y amistad, alimentada por gestos concretos de acogida, apoyo y solidaridad. A través de esta relación mutua, muchos rumanos católicos y ortodoxos han descubierto que no son extraños, sino hermanos y amigos.

Caminar juntos hacia un nuevo Pentecostés. El trayecto que nos espera va desde la Pascua aPentecostés: desde esa alba pascual de unidad, que aquí amaneció hace veinte años, nos dirigimos hacia un nuevo Pentecostés. Para los discípulos, la Pascua marcó el inicio de un nuevo camino en el que, sin embargo, los temores y las incertidumbres no habían desaparecido. Así fue hasta Pentecostés, cuando los Apóstoles, reunidos alrededor de la Santa Madre de Dios, con un solo Espíritu y en una pluralidad y riqueza de lenguas, fueron testigos del Resucitado con la Palabra y con la vida. Nuestro camino se ha reanudado a partir de la certeza de tener al hermano a nuestro lado, para compartir la fe fundada en la resurrección del mismo Señor. De Pascua a Pentecostés: tiempo para recogerse en oración bajo la protección de la Santa Madre de Dios, para invocar el Espíritu unos por otros. Que nos renueve el Espíritu Santo, que desdeña la uniformidad y ama plasmar la unidad en la más bella y armoniosa diversidad. Que su fuego consuma nuestras desconfianzas; su viento expulse las reticencias que nos impiden testimoniar juntos la nueva vida que nos ofrece. Que él, artífice de fraternidad, nos dé la gracia de caminar juntos; que él, creador de la novedad, nos haga valientes para experimentar nuevas formas de compartir y de misión. Que él, fortaleza de los mártires, nos ayude a que su sacrificio no sea infecundo.

Queridos hermanos: Caminemos juntos en alabanza de la Santísima Trinidad y en beneficio mutuo para ayudar a nuestros hermanos a ver a Jesús. Os renuevo mi gratitud y os aseguro el afecto, la amistad y la oración mías y de la Iglesia Católica.

 

 

 

31/05/2019-16:52
Rosa Die Alcolea

El Santo Padre anima a los rumanos a mirar a María, alegre "porque confía en el Señor"

(ZENIT — 31 mayo 2019).- El Papa Francisco ha revelado el secreto de la alegría, durante su primera homilía en Rumanía: "María, pequeña y humilde, comienza desde la grandeza de Dios y, a pesar de sus problemas está con alegría, porque confía en el Señor en todo".

En la Catedral de San José, de la Archidiócesis de Bucarest, el Pontífice ha presidido la primera celebración eucaristía en este viaje apostólico a Rumanía, a las 16:10 (17:10 hora de Roma), el viernes, 31 de mayo de 2019, junto a 1.200 fieles en el interior del templo, y acompañado por otros 25.000 más en el exterior.

Como la Virgen María, “tampoco nosotros tengamos miedo a ser los portadores de la bendición que Rumania necesita”, ha revelado a los fieles católicos. “Sed los promotores de una cultura del encuentro que desmienta la indiferencia y la división y permita a esta tierra cantar con fuerza las misericordias del Señor”.

“Digámoslo con fuerza”, ha alentado el Santo Padre a los católicos rumanos, en una homilía con fuerte acento mariano: “En nuestro pueblo hay espacio para la esperanza. Por eso María camina y nos invita a caminar juntos“.

 

Padre en medio de nosotros

“Sin alegría permanecemos paralizados, esclavos de nuestras tristezas”, el Papa ha exhortado a los fieles rumanos a la “alegría”. Así, les ha asegurado que “Cuando vivimos en la desconfianza, cerrados en nosotros mismos, contradecimos la fe, porque, en vez de sentirnos hijos por los que Dios ha hecho cosas grandes, empequeñecemos todo a la medida de nuestros problemas”.

Francisco ha advertido de que “nos olvidamos que no somos huérfanos: tenemos un Padre en medio de nosotros, salvador y poderoso”.

 

Mirando a María

“María camina, María encuentra, María se alegra”, ha dicho Francisco en Rumanía: “Contemplar a María nos permite volver la mirada sobre tantas mujeres, madres y abuelas de estas tierras que, con sacrificio y discreción, abnegación y compromiso, labran el presente y tejen los sueños del mañana”.

Es un recuerdo vivo el hecho de que “en vuestro pueblo existe y late un fuerte sentido de esperanza, más allá de todas las condiciones que puedan ofuscarla o la intentan apagar. Mirando a María y a tantos rostros maternales se experimenta y alimenta el espacio para la esperanza”, les ha recordado.

A continuación, ofrecemos la homilía que el Papa Francisco ha pronunciado en la Catedral de San José, en Bucarest:

***

 

Homilía del Papa Francisco

El Evangelio que acabamos de escuchar nos sumerge en el encuentro de dos mujeres que se abrazan y llenan todo de alegría y alabanza: salta de gozo el niño e Isabel bendice a su prima por su fe; María entona las maravillas que el Señor realizó en su humilde esclava con el gran canto de esperanza para aquellos que ya no pueden cantar porque han perdido la voz. Canto de esperanza que también nos quiere despertar e invitarnos a entonar hoy por medio de tres maravillosos elementos que nacen de la contemplación de la primera discípula: María camina, María encuentra, María se alegra.

María camina desde Nazaret a la casa de Zacarías e Isabel, es el primer viaje de María que nos narra la Escritura. El primero de muchos. Irá de Galilea a Belén, donde nacerá Jesús; huirá a Egipto para salvar al Niño de Herodes. Irá también todos los años a Jerusalén para la Pascua, hasta seguir a Jesús en el Calvario. Estos viajes tienen una característica: no fueron caminos fáciles, exigieron valor y paciencia.

Nos muestran que la Virgen conoce las subidas, conoce nuestras subidas: ella es para nosotros hermana en el camino. Experta en la fatiga, sabe cómo darnos la mano en las asperezas, cuando nos encontramos ante los derroteros más abruptos de la vida. Como buena mujer y madre, María sabe que el amor se hace camino en las pequeñas cuestiones cotidianas. Amor e ingenio maternal capaz de transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 286).

Contemplar a María nos permite volver la mirada sobre tantas mujeres, madres y abuelas de estas tierras que, con sacrificio y discreción, abnegación y compromiso, labran el presente y tejen los sueños del mañana. Entrega silenciosa, recia y desapercibida que no tiene miedo a “remangarse” y cargarse las dificultades sobre los hombros para sacar adelante la vida de sus hijos y de toda la familia esperando «contra toda esperanza» (Rm4,18).

Es un recuerdo vivo el hecho que en vuestro pueblo existe y late un fuerte sentido de esperanza, más allá de todas las condiciones que puedan ofuscarla o la intentan apagar. Mirando a María y a tantos rostros maternales se experimenta y alimenta el espacio para la esperanza (cf. Documento de Aparecida, 536), que engendra y abre el futuro. Digámoslo con fuerza: En nuestro pueblo hay espacio para la esperanza. Por eso María camina y nos invita a caminar juntos.

María encuentra a Isabel (cf. Lc 1,39-56), ya entrada en años (v. 7). Pero es ella, la anciana,la que habla de futuro, la que profetiza: «llena de Espíritu Santo» (v. 41); la llama «bendita» porque «ha creído» (v. 45), anticipando la última bienaventuranza de los Evangelios: bienaventurado el que cree (cf. Jn 20,29).

Así, la joven va al encuentro de la anciana buscando las raíces y la anciana profetiza y renace en la joven regalándole futuro. Así, jóvenes y ancianos se encuentran, se abrazan y son capaces de despertar cada uno lo mejor del otro. Es el milagro que surge de la cultura del encuentro donde nadie es descartado ni adjetivado; sino donde todos son buscados, porque son necesarios, para reflejar el Rostro del Señor. No tienen miedo de caminar juntos y, cuando esto sucede, Dios llega y realiza prodigios en su pueblo. Porque es el Espíritu Santo quien nos impulsa a salir de nosotros mismos, de nuestras cerrazones y particularismos para enseñarnos a mirar más allá de las apariencias y regalarnos la posibilidad de decir bien—“bendecirlos”— sobre los demás; especialmente sobre tantos hermanos nuestros que se quedaron a la intemperie privados quizás no sólo de un techo o un poco de pan, sino de la amistad y del calor de una comunidad que los abrace, cobije y reciba.

Cultura del encuentro que nos impulsa a los cristianos a experimentar el milagro de la maternidad de la Iglesia que busca, defiende y une a sus hijos. En la Iglesia, cuando ritos diferentes se encuentran, cuando no se antepone la propia pertenencia, el grupo o la etnia a la que se pertenece, sino el Pueblo que unido sabe alabar a Dios, entonces acontecen grandes cosas. Digámoslo con fuerza: Bienaventurado el que cree (cf. Jn 20,29) y tiene el valor de crear encuentro y comunión.

María, que camina y encuentra a Isabel, nos recuerda dónde Dios ha querido morar y vivir, cuál es su santuario y en qué sitio podemos escuchar su palpitar: en medio de su Pueblo. Allí está, allí vive, allí nos espera. Escuchamos como dirigida a nosotros la invitación del Profeta a no temer, a no desfallecer. Porque el Señor, nuestro Dios, está en medio de nosotros, es un salvador poderoso (cf. So3,16-17). Este es el secreto del cristiano: Dios está en medio de nosotros como un salvador poderoso.

Esta certeza, como a María, nos permite cantar y exultar de alegría. María se alegra porque es la portadora del Emmanuel, del Dios con nosotros. «Ser cristianos es gozo en el Espíritu Santo» (Exhort. ap. Gaudete et exhultate, 122). Sin alegría permanecemos paralizados, esclavos de nuestras tristezas. A menudo, el problema de la fe no es tanto la falta de medios y de estructuras, de cantidad, tampoco la presencia de quien no nos acepta; el problema de la fe es la falta de alegría. La fe vacila cuando se cae en la tristeza y el desánimo. Cuando vivimos en la desconfianza, cerrados en nosotros mismos, contradecimos la fe, porque, en vez de sentirnos hijos por los que Dios ha hecho cosas grandes (cf. v. 49), empequeñecemos todo a la medida de nuestros problemas y nos olvidamos que no somos huérfanos: tenemos un Padre en medio de nosotros, salvador y poderoso. María viene en ayuda nuestra, porque más que empequeñecer, magnífica, es decir, “engrandece” al Señor, alaba su grandeza.

Este es el secreto de la alegría. María, pequeña y humilde, comienza desde la grandeza de Dios y, a pesar de sus problemas —que no eran pocos— está con alegría, porque confía en el Señor en todo. Nos recuerda que Dios puede realizar siempre maravillas si permanecemos abiertos a él y a los hermanos. Pensemos en los grandes testigos de estas tierras: personas sencillas, que confiaron en Dios en medio de las persecuciones. No pusieron la confianza en el mundo, sino en el Señor, y así avanzaron. Deseo dar gracias a estos humildes vencedores, a estos santos de la puerta de al lado que nos marcan el camino. Sus lágrimas no fueron estériles, fueron oración que subió al cielo y regó la esperanza de este pueblo.

Queridos hermanos y hermanas: María camina, encuentra y se alegra porque llevó algo más grande que ella misma: fue portadora de una bendición. Como ella, tampoco nosotros tengamos miedo a ser los portadores de la bendición que Rumania necesita. Sed los promotores de una cultura del encuentro que desmienta la indiferencia y la división y permita a esta tierra cantar con fuerza las misericordias del Señor.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

31/05/2019-15:32
Larissa I. López

"Decir juntos: 'Padre nuestro" — Saludo del Papa en la Nueva Catedral Ortodoxa de Bucarest

(ZENIT — 31 mayo 2019).- "Anímanos a encontrar en el hermano el apoyo que tú pusiste a nuestro lado para caminar hacia ti, y tener el valor de decir juntos: "Padre nuestro". Esta es la petición a Dios realizada por Francisco al final de su saludo para resaltar la importancia de la fraternidad entre católicos y ortodoxos.

Después del encuentro con el Patriarca y con el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa en el Palacio del Patriarcado, el Santo Padre se ha dirigido a la Catedral Ortodoxa de la Salvación del Pueblo, donde se ha rezado el Padre Nuestro en latín y en rumano como signo de unión entre ambas religiones cristianas.

En este saludo, el Santo Padre ha ido analizando las invocaciones del Padre Nuestro, pidiendo ayuda a Dios para mejorar en aquello de lo que carecemos o no tenemos suficiente.

 

"Padre nuestro que estás en el cielo"

Francisco considera que esta primera parte de la oración es la invitación de Dios para que lo "mío" se convierta en "nuestro" y "lo nuestro se haga oración". Así, el Papa invoca a que pidamos a Dios que nos ayude a no juzgar a nuestros hermanos y que, en cambio, los acojamos en todo momento.

A Él, que está en los cielos, también hay que pedirle "por aquella concordia que en la tierra no hemos sabido custodiar".

 

"Santificado sea tu nombre"

El Papa ha manifestado el deseo de que las personas santifiquemos su nombre, "poniéndolo en el centro de todos nuestros intereses. Que sea tu nombre, Señor, y no el nuestro el que nos mueva y despierte a vivir la caridad", explicó.

 

"Venga tu reino" y "hágase tu voluntad"

Según el Obispo de Roma, pedimos y deseamos el reino de Dios porque vemos que las lógicas de este mundo (dinero, intereses, poder) nos alejan de él. Necesitamos el socorro del Señor para "renunciar a las cómodas seguridades del poder, a las engañosas seducciones de la mundanidad, a las vanas presunciones de creernos autosuficientes, a la hipocresía de guardar las apariencias", indicó el Papa.

"Hágase tu voluntad y no la nuestra", dijo el Obispo de Roma, porque la voluntad de Dios es que todos nos salvemos.

 

El pan de cada día

El Pontífice señaló que el pan que pedimos en esta oración "nos inspire el deseo de ser pacientes cultivadores de comunión, que no se cansan de hacer germinar semillas de unidad, de dejar crecer el bien, de trabajar siempre al lado del hermano: sin sospechas y sin distancias, sin forzar y sin uniformar, en la convivencia de las diferencias reconciliadas".

Igualmente, remarcó la necesidad, el "hambre", de darnos a los demás ante el individualismo y la indiferencia imperantes que "profanan" el nombre de Dios.

 

"Perdona nuestras ofensas"

Esta petición incluye también la de perdonar a los que nos ofenden a nosotros, encontrar la fuerza para olvidar y perdonar de corazón al prójimo, ver siempre "el rostro del hermano".

 

El mal y la tentación

Finalmente, el Santo Padre ha pedido que Dios nos asista cuando "el mal, agazapado ante la puerta del corazón (cf. Gn 4,7), nos induzca a encerrarnos en nosotros mismos; cuando la tentación de aislarnos se haga más fuerte, ocultando la sustancia del pecado, que es alejamiento de ti y de nuestro prójimo".

A continuación exponemos el saludo completo del Santo Padre.

***

 

Saludo del Papa Francisco

Santidad, querido Hermano,

Queridos hermanos y hermanas:

Quisiera expresarles mi gratitud y mi emoción al encontrarme en este templo santo, que nos reúne en unidad. Jesús invitó a los hermanos Andrés y Pedro a abandonar las redes para convertirse en pescadores de hombres (cf. Mc 1,16-17). La llamada de uno de ellos no está completa sin la de su hermano. Hoy queremos elevar, los unos junto a los otros, desde el corazón de este país, la oración del Padrenuestro. En ella está contenida nuestra identidad de hijos y, hoy de manera particular, de hermanos que rezan uno al lado del otro. La oración del Padrenuestro contiene la certeza de la promesa hecha por Jesús a sus discípulos: «No os dejaré huérfanos» (Jn 14,18), y nos brinda la confianza para recibir y acoger el don del hermano. Por eso, quisiera compartir algunas palabras como preparación para la oración que pronunciaré por nuestro camino de fraternidad y para que Rumania siempre pueda ser hogar de todos, tierra de encuentro, jardín donde florezca la reconciliación y la comunión.

Cada vez que decimos "Padre nuestro" reiteramos que la palabra Padre no puede ir sin decir nuestro. Unidos en la oración de Jesús, nos unimos también en su experiencia de amor y de intercesión que nos lleva a decir: Padre mío y Padre vuestro, Dios mío y Dios vuestro (cf. Jn 20,17). Es la invitación a que lo "mío" se transforme en nuestro y lo nuestro se haga oración. Ayúdanos, Padre, a tomar en serio la vida del hermano, a hacer nuestra su historia. Ayúdanos, Padre, a no juzgar al hermano por sus acciones y sus límites, sino a acogerlo sobre todo como hijo tuyo. Ayúdanos a vencer la tentación de sentirnos como hijos mayores, que a fuerza de estar en el centro se olvidan del don que es el otro (cf. Lc 15,25-32).

A ti, que estás en el cielo, un cielo que abraza a todos y en el que haces salir el sol sobre buenos y malos, justos e injustos (cf. Mt5,45), te pedimos aquella concordia que en la tierra no hemos sabido custodiar. Te la pedimos por intercesión de tantos hermanos y hermanas en la fe que viven juntos en tu Cielo, después de haber creído, amado y sufrido mucho, incluso en nuestros días, por el simple hecho de ser cristianos.

Como ellos, también nosotros queremos santificar tu nombre, poniéndolo en el centro de todos nuestros intereses. Que sea tu nombre, Señor, y no el nuestro el que nos mueva y despierte a vivir la caridad. Cuántas veces, mientras oramos, nos limitamos a pedir gracias y a enumerar peticiones, olvidándonos que lo primero es alabar tu nombre, adorarte, para poder reconocer en la persona del hermano que nos has puesto al lado tu vivo reflejo. En medio de tantas cosas que pasan y por las que nos afanamos, ayúdanos, Padre, a buscar lo que permanece: tu presencia y la del hermano.

Estamos a la espera de que venga tu reino: lo pedimos y lo deseamos porque vemos que las dinámicas del mundo no lo facilitan. Dinámicas orientadas por la lógica del dinero, de los intereses, del poder. Cuando nos encontramos sumergidos en un consumismo cada vez más desenfrenado, que cautiva con resplandores deslumbrantes pero efímeros, ayúdanos, Padre, a creer en lo que imploramos: a renunciar a las cómodas seguridades del poder, a las engañosas seducciones de la mundanidad, a las vanas presunciones de creernos autosuficientes, a la hipocresía de guardar las apariencias. De esta manera no perderemos de vista ese Reino al que tú nos llamas.

Hágase tu voluntad, no la nuestra. «La voluntad de Dios es que todos se salven» (S. Juan Casiano, Colaciones, IX, 20). Necesitamos, Padre, ampliar nuestros horizontes para no reducir a nuestros límites tu misericordiosa voluntad de salvación, que quiere abrazar a todos. Ayúdanos, Padre, enviándonos como en Pentecostés al Espíritu Santo, autor de la valentía y del gozo, para que nos aliente a anunciar la alegre noticia del evangelio más allá de los límites de nuestra pertenencia, lenguas, culturas y naciones.

Todos los días necesitamos de él, nuestro pan de cada día. Él es el pan de vida (cf. Jn 6,35.48), que nos hace sentir como hijos amados y que alivia toda nuestra soledad y orfandad. Él es el pan del servicio: que partiéndose para hacerse nuestro siervo nos pide que nos sirvamos los unos a los otros (cf. Jn 13,14). Padre, mientras nos das el pan de cada día, alimenta en nosotros el anhelo por nuestro hermano, la necesidad de servirlo. Pidiéndote el pan de cada día, te imploramos también el pan de la memoria, la gracia de que fortalezcas las raíces comunes de nuestra identidad cristiana, indispensables en este tiempo en el que la humanidad, y las jóvenes generaciones en particular, corren el riesgo de sentirse desarraigadas en medio de tantas situaciones líquidas, incapaces de cimentar la existencia. Que el pan que pedimos, con su larga historia, que va desde la siembra hasta la espiga, de la cosecha hasta la mesa, nos inspire el deseo de ser pacientes cultivadores de comunión, que no se cansan de hacer germinar semillas de unidad, de dejar crecer el bien, de trabajar siempre al lado del hermano: sin sospechas y sin distancias, sin forzar y sin uniformar, en la convivencia de las diferencias reconciliadas.

El pan que pedimos hoy, es también el pan del que muchos carecen cada día, mientras que unos pocos poseen lo superfluo. El Padrenuestro no es una oración que tranquiliza, sino un grito ante las carestías de amor de nuestro tiempo, ante el individualismo y la indiferencia que profanan tu nombre, Padre. Ayúdanos a tener hambre de darnos. Recuérdanos, cada vez que rezamos, que para vivir no tenemos necesidad de conservarnos, sino de partimos; de compartir, en vez de atesorar; de sustentar a los demás, en lugar de saciarnos a nosotros mismos, porque el bienestar es tal si pertenece únicamente a todos.

Cada vez que rezamos pedimos que nuestras ofensas sean perdonadas. Se necesita valor, porque al mismo tiempo nos comprometemos a perdonar a los que nos han ofendido. Debemos, por tanto, encontrar la fuerza para perdonar de corazón al hermano (cf. Mt 18,35) como tú, Padre, perdonas nuestros pecados, para dejar atrás el pasado y abrazar juntos el presente. Ayúdanos, Padre, a no ceder al miedo, a no ver la apertura como un peligro; a tener la fuerza para perdonamos y caminar, el valor de no contentarnos con una vida tranquila, y a buscar siempre, con transparencia y sinceridad, el rostro del hermano.

Y cuando el mal, agazapado ante la puerta del corazón (cf. Gn 4,7), nos induzca a encerrarnos en nosotros mismos; cuando la tentación de aislarnos se haga más fuerte, ocultando la sustancia del pecado, que es alejamiento de ti y de nuestro prójimo, ayúdanos nuevamente, Padre. Anímanos a encontrar en el hermano el apoyo que tú pusiste a nuestro lado para caminar hacia ti, y tener el valor de decir juntos: "Padre nuestro". Amén.

Y ahora recitamos la oración que el Señor nos enseñó.

 

© Librería Editorial Vaticana

 

 

 

31/05/2019-15:16
Rosa Die Alcolea

Iglesia Ortodoxa Rumana: Encuentro del Papa con el Patriarca y el Sínodo Permanente

(ZENIT — 31 mayo 2019).- El Papa Francisco ha visitado al Patriarca Ortodoxo Rumano, Daniel III, y al Sínodo Permanente, en el Patriarcado Ortodoxo Rumano, palacio de 1925, antigua sede de la Cámara de los Diputados del Reino y Gran Asamblea Nacional de la República Socialista.

El Santo Padre ha llegado al Patriarcado, en Bucarest, este viernes, 31 de mayo de 2019, primer día de visita apostólica a Rumanía, a las 17:35 hora de Roma, en automóvil.

Los líderes de las Iglesias Cristianas se han encontrado en la sala “conventus”, que significa “reunión”, el mismo lugar que acogió la conversación de Juan Pablo II y el Patriarca Teoctist hace 20 años.

Tras hacerse la fotografía oficial, el Patriarca Daniel ha presentado al Papa Francisco a su delegación y viceversa, y a continuación se han reunido en privado. Después de una conversación a solas, el Patriarca de Rumanía ha pronunciado unas palabras ante el Papa, los miembros del Sínodo Permanente y la delegación del Vaticano, y a continuación, los líderes religiosos se han intercambiado unos regalos.

 

Amor misericordioso de Cristo

El Patriarca Daniel ha ofrecido unas palabras al comienzo de este encuentro: “Nuestros predecesores nos llaman hoy a defender y a promover la fe en Cristo y los valores cristianos en una Europa muy secularizada, a transmitir a las generaciones más jóvenes la fe en el amor misericordioso de Cristo al mundo y la fe en la vida eterna para la persona humana”.

“Le deseamos una buena salud y muchos años de vida”, le ha dirigido el Patriarca al Pontífice Francisco.

 

Codex Paulis

El Santo Padre ha regalado al Patriarca Daniel un ejemplar del Codex Paulis, editado para conmemorar dos milenios desde el nacimiento de San Pablo. Es un volumen único de 424 páginas, enriquecido con una minuciosa selección de frisos, marcos, miniaturas e ilustraciones de manuscritos que datan de diferentes períodos de la Abadía de San Pablo Extramuros, en particular la Biblia carolingia, conservada durante más de mil años por los monjes benedictinos.

 

Daniel III

El Patriarca Daniel –nacido en Timis, en 1951– es el sexto Patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Rumanía. Después de la muerte de Teoctist, en 2007, fue elegido el 12 de septiembre Arzobispo de Bucarest, Metropolitano de Muntenia e Dobrogea y Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rumana.

La actividad pastoral de Iasi y Bucarest está acompañada por el compromiso social y la enseñanza teológica.

 

Sínodo Permanente

Junto al Santo Sínodo y a la Asamblea Nacional Eclesiástica, el Sínodo Permanente es uno de los máximos organismos de decisión de la Iglesia Ortodoxa Rumana. Opera en la celebración de las dos sesiones anuales del Santo Sínodo, la máxima autoridad de la Iglesia, cuando la importancia de las preguntas requiere un examen inmediato.

Sus miembros son el Patriarca, que lo preside, los otros nueve metropolitanos (cinco internos y cuatro externos), un arzobispo y dos obispos.

Por su parte, el Santo Sínodo, instituido en 1872, se divide en cuatro comisiones, con diferentes especificidades: La comisión pastoral, monástica y social; La teológica, litúrgica y didáctica; La canónica, jurídica y disciplinaria; y, finalmente, el Comité para las comunidades extranjeras, interortodoxas, ecuménicas e interreligiosas.

 

 

 

 

31/05/2019-14:59
Larissa I. López

Rumanía: Francisco reza el Padre Nuestro con el Patriarca Daniel

(ZENIT — 31 mayo 2019).- Hoy, en el primer día de la visita apostólica del Papa Francisco a Rumanía, después del encuentro con el Patriarca y con el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa en el Palacio del Patriarcado, el Santo Padre se ha dirigido a la Catedral Ortodoxa de la Salvación del Pueblo, donde se ha rezado el Padre Nuestro en latín y en rumano.

 

Catedral de la Salvación del Pueblo

Inaugurado en 2018 y situada en el centro de Bucarest este templo ortodoxo está dedicado a la Ascensión de Cristo y San Andrés y recibe popularmente el nombre de Catedral de la Salvación del Pueblo.

Se trata de un edificio construido para albergar a 5.000 fieles que presenta unas medidas imponentes: 120 metros de altura, 126 de largo y 68 de ancho.

Después de 14 años de obra, la catedral será terminada en 2024.

 

Saludo del Papa

En la escalinata del templo, Francisco ha sido recibido por el Patriarca Daniel y juntos se han dirigido hacia el altar.

Más tarde, el Papa ha pronunciado un saludo centrado en el Padre Nuestro, una oración, ha subrayado, en la que está contenida la identidad de hijos de Dios y hoy de manera particular, en este momento en el que se han reunido católicos y ortodoxos para rezarla, de hermanos.

El Obispo de Roma ha resaltado también que compartía esas palabras como "preparación para la oración que pronunciaré por nuestro camino de fraternidad y para que Rumania siempre pueda ser hogar de todos, tierra de encuentro, jardín donde florezca la reconciliación y la comunión".

 

Rezo del Padre Nuestro

Tras su saludo, Francisco ha dirigido el rezo del Padre Nuestro en latín y, después de los cantos pascuales católicos, el Patriarca Daniel ha hecho lo mismo en rumano. Posteriormente, un coro ha entonado cantos pascuales ortodoxos.

Una vez finalizado este acto, el Santo Padre ha saludado a varios representantes de las autoridades del país.

 

 

 

31/05/2019-17:59
Larissa I. López

El Papa Francisco en Rumanía: Primera celebración de la Misa en Bucarest

(ZENIT – 31 mayo 2019)-. Hoy, 31 de mayo de 2019, el Papa Francisco ha iniciado su viaje pontificio a Rumanía. Después de rezar el Padre Nuestro en la Catedral Ortodoxa de la Salvación del Pueblo, Francisco se ha trasladado en papamóvil a la Catedral de San José para celebrar la Santa Misa.

 

Archidiócesis de Bucarest

Bucarest, como el resto del país, posee una población mayoritariamente ortodoxa. El número de católicos de la Archidiócesis de Bucarest es de 60.500, que cuentan con 67 parroquias. El Arzobispo es Monseñor loan Robu.

 

Catedral de San José

La Catedral de San José fue construida entre 1875 y 1883 y dedicada a este santo como patrono de la Iglesia Universal. El edificio es de estilo románico con algunos elementos del gótico y en él se veneran las reliquias del Beato Vladimir Ghika, sacerdote mártir, así como al unas de San Juan Pablo II.

Durante la celebración eucarística con el Papa Francisco, enunciada en latín con algunas partes en rumano, se han congregado en el templo unas 1.200 personas y otros tantos miles se encontraban en los alrededores del templo.

En el día en el que se celebra la fiesta de la Visitación de la Virgen a su prima Isabel, el Santo Padre ha recordado en su homilía, pronunciada en italiano, la oración del Magnificat. Se trata de un canto de esperanza que nos quiere despertar e invitar a entonarlo también hoy nosotros.

 

Intervención de los fieles

Los fieles católicos de este país han participado en distintos momentos de la celebración, como en las peticiones, realizadas por un grupo de personas en rumano.

Las ofrendas, por su parte, han sido presentadas por una familia vestidos con trajes y camisas tradicionales, una religiosa, una pareja de jóvenes y una mujer ataviada con una camisa con bordados típicos de Rumanía.

Al final de la Santa Misa Monseñor loan Robu se ha dirigido al Santo Padre con unas palabras de agradecimiento. En ellas, el Arzobispo de Bucarest le ha pedido al Santo Padre que no se olvide de rezar por la Iglesia local y del país.

Igualmente, el prelado ha exhortado al Papa para que bendiga a su patria porque “fortalecidos en la fe, arraigados en el amor y animados por la esperanza podemos caminar juntos por el camino de la historia, buscando el bien común,  la fraternidad, la paz y la armonía”.

Por otra parte, los fieles que se encontraban fuera de la catedral por falta de sitio han compartido el gozo de este mensaje de su arzobispo y han soportado la lluvia que ha caído en los últimos momentos de la celebración.

 

Regalo del Papa

El Papa Francisco ha regalado Catedral de San José un cáliz que el Arzobispo ha mostrado a la Asamblea justo antes de impartir la bendición final.

 

 

 

31/05/2019-11:37
Rosa Die Alcolea

Papa en Rumanía: "La Iglesia Católica no es extranjera, quiere contribuir a la construcción de la sociedad"

(ZENIT — 31 ayo 2019).- Las autoridades civiles y religiosas de Rumanía han recibido al Papa Francisco esta mañana con un cálido aplauso en el interior del Palacio Cotroceni de Bucarest, actual sede del Palacio Presidencial de la República rumana, a donde ha llegado a las 10:15 hora local.

El Papa ha anunciado que la Iglesia Católica "no es extranjera, sino que participa plenamente en el espíritu nacional rumano" y ha asegurado que "quiere contribuir a la construcción de la sociedad, quiere ser un signo de armonía, esperanza de unidad y ponerse al servicio de la dignidad humana y el bien común".

Francisco, quien ha mencionado al Patriarca Daniel III en sus agradecimientos, presente en el salón, ha indicado que las Iglesias cristianas pueden "ayudar a redescubrir y alimentar ese corazón palpitante del que brote una acción política y social", que "partiendo de la dignidad de la persona lleve a comprometerse con lealtad y generosidad por el bien común de la comunidad".

Tras el acto oficial de bienvenida, celebrada en el patio del Palacio, el Santo Padre se ha reunido en privado con el Presidente de Rumanía, Klaus Werner lohannis, y a las 11 horas (12 horas en Roma) se ha encontrado con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático, a quienes ha ofrecido un discurso después de las palabras del Presidente.

 

Construcción de la sociedad

El Pontífice ha manifestado la voluntad de la Iglesia Católica para colaborar con las Autoridades, con las demás Iglesias y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad para "caminar juntos y poner sus talentos al servicio de toda la comunidad".

Así, ha matizado que la Iglesia Católica demuestra la implicación de sus fieles en la "formación del destino de la nación, en la creación y el desarrollo de estructuras de educación integral y formas de asistencia típicas de un Estado moderno". Por eso, ha expresado, "desea contribuir a la construcción de la sociedad y la vida civil y espiritual de vuestra hermosa tierra de Rumania".

 

Democracia y diálogo

Desde que Rumanía "se liberó de un régimen que oprimía la libertad civil y religiosa", ha observado el Pontífice, del país se ha comprometido en la "construcción de un proyecto democrático a través del pluralismo de las fuerzas políticas y sociales, y del diálogo recíproco en favor del reconocimiento fundamental de la libertad religiosa y la plena integración del país en el amplio escenario internacional",

Es "importante" de reconocer lo mucho que se ha avanzado en este camino, "aun en medio de grandes dificultades y privaciones", ha valorado el Pontífice.

En esta línea, ha alentado a los políticos y representantes de Rumanía a seguir trabajando para "consolidar las estructuras e instituciones necesarias que no sólo den respuesta a las justas aspiraciones de los ciudadanos, sino que estimulen y permitan a su pueblo plasmar todo el potencial e ingenio del que sabemos es capaz".

***

 

Discurso del Papa Francisco

Señor Presidente,

Señora Primer Ministro,

Beatitud,

Excelentísimos Miembros del Cuerpo Diplomático, Distinguidas Autoridades,

Distinguidos Representantes de las diversas Confesiones religiosas y de la sociedad civil,

Queridos hermanos y hermanas:

Dirijo un cordial saludo y mi agradecimiento al señor Presidente y a la señora Primer Ministro por su invitación a visitar Rumanía, y por las amables palabras de bienvenida que me ha dirigido, también en nombre de las demás Autoridades de la Nación y de vuestro querido pueblo. Saludo a los miembros del Cuerpo Diplomático y a los representantes de la sociedad civil aquí reunidos.

Saludo con deferencia a Su Beatitud el Patriarca Daniel, como también a los Metropolitanos y Obispos del Santo Sínodo, y a todos los fieles de la Iglesia Ortodoxa rumana. Hago extensivo un saludo afectuoso a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, y a todos los miembros de la Iglesia católica, a los que he venido a confirmar en la fe y a alentar en su camino de vida y de testimonio cristiano.

Me complace estar en vuestra zara frumoasa (tierra hermosa), veinte años después de la visita de san Juan Pablo II, y en el momento en que Rumanía, por primera vez desde que se unió a la Unión Europea, preside en este semestre el Consejo Europeo.

Este es un momento propicio para dirigir una mirada de conjunto sobre los últimos treinta años desde que Rumanía se liberó de un régimen que oprimía la libertad civil y religiosa, la aislaba de otros países europeos y la llevaba también al estancamiento económico y al agotamiento de sus fuerzas creadoras. Durante este tiempo, Rumanía se ha comprometido en la construcción de un proyecto democrático a través del pluralismo de las fuerzas políticas y sociales, y del diálogo recíproco en favor del reconocimiento fundamental de la libertad religiosa y la plena integración del país en el amplio escenario internacional. Es importante reconocer lo mucho que se ha avanzado en este camino, aun en medio de grandes dificultades y privaciones. El deseo de progresar en los diversos campos de la vida civil, social, cultural y científica ha puesto en marcha tantas energías y proyectos, ha liberado numerosas fuerzas creativas que antes estaban retenidas y ha dado un nuevo impulso a las numerosas iniciativas emprendidas, conduciendo el país al siglo XXI. Los aliento a seguir trabajando para consolidar las estructuras e instituciones necesarias que no sólo den respuesta a las justas aspiraciones de los ciudadanos, sino que estimulen y permitan a su pueblo plasmar todo el potencial e ingenio del que sabemos es capaz.

Al mismo tiempo, es necesario reconocer que las transformaciones requeridas tras la apertura de una nueva etapa han comportado —junto a logros positivos— la aparición de obstáculos inevitables que hay que superar y los efectos colaterales que no siempre son fáciles de gestionar para la estabilidad social y para la misma administración del territorio. Ante todo, pienso en el fenómeno de la emigración, que ha afectado a varios millones de personas que han abandonado sus hogares y sus países de origen para buscar nuevas oportunidades de trabajo y de una vida digna. Pienso en la despoblación de tantas aldeas, que en pocos años han visto marcharse a un número considerable de sus habitantes; pienso en las consecuencias que todo esto puede tener sobre la calidad de vida en esos territorios y el debilitamiento de sus más ricas raíces culturales y espirituales que los sostuvieron en la adversidad. Rindo homenaje a los sacrificios de tantos hijos e hijas de Rumania que enriquecen con su cultura, su idiosincrasia y su trabajo, los países donde emigraron y ayudan con el fruto de su empeño a sus familias que quedaron en casa.

Para afrontar los problemas de esta nueva fase histórica, para hallar soluciones efectivas y encontrar la fuerza para aplicarlas, hay que aumentar la colaboración positiva de las fuerzas políticas, económicas, sociales y espirituales; es necesario caminar juntos y decidirse todos con convicción a no renunciar a la vocación más noble a la que un Estado debe aspirar: hacerse cargo del bien común de su pueblo.

Caminar juntos, como forma de construir la historia, requiere la nobleza de renunciar a algo del propio punto de vista, o del interés personal específico, en favor de un proyecto más amplio, de tal manera que se pueda forjar una armonía que permita avanzar con seguridad hacia metas comunes.

De esta manera es posible construir una sociedad inclusiva, en la que cada uno, poniendo a disposición sus propios talentos y capacidades, con educación de calidad y trabajo creativo, participativo y solidario (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 192), se transforme en protagonista del bien común donde los más débiles, los más pobres y los últimos no sean vistos como indeseados, como obstáculos que impiden que la "máquina" camine, sino como ciudadanos y hermanos para ser plenamente insertados en la vida civil; es más, sean considerados como la mejor verificación de la bondad real del modelo de sociedad que se está construyendo. De hecho, cuanto más una sociedad se responsabiliza del destino de los más desfavorecidos, tanto más puede llamarse verdaderamente civil.

Todo esto debe tener un alma y un corazón y una clara dirección de marcha, que no esté impuesta por consideraciones extrínsecas o por el poder desenfrenado de los más importantes centros financieros, sino por la conciencia de la centralidad de la persona humana y sus derechos inalienables (cf. ibíd., 203). Para un desarrollo sostenible y armonioso, para la reactivación concreta de la solidaridad y la caridad, para la sensibilización de las fuerzas sociales, civiles y políticas hacia el bien común, no es suficiente con actualizar las teorías económicas, ni con las técnicas y las habilidades profesionales, aunque sean necesarias. Se trata en efecto de desarrollar, junto con las condiciones materiales, el alma de vuestro pueblo.

En este sentido, las Iglesias cristianas pueden ayudar a redescubrir y alimentar ese corazón palpitante del que brote una acción política y social que partiendo de la dignidad de la persona lleve a comprometerse con lealtad y generosidad por el bien común de la comunidad. Al mismo tiempo, se esfuerzan por convertirse en un reflejo creíble y en un testimonio atractivo de la acción de Dios, promoviendo entre ellas una verdadera amistad y colaboración. La Iglesia Católica quiere situarse en este cauce, quiere contribuir a la construcción de la sociedad, quiere ser un signo de armonía, esperanza de unidad y ponerse al servicio de la dignidad humana y el bien común. Desea colaborar con las Autoridades, con las demás Iglesias y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad para caminar juntos y poner sus talentos al servicio de toda la comunidad. La Iglesia Católica no es extranjera, sino que participa plenamente en el espíritu nacional rumano, como lo demuestra la participación de sus fieles en la formación del destino de la nación, en la creación y el desarrollo de estructuras de educación integral y formas de asistencia típicas de un Estado moderno. Por eso, desea contribuir a la construcción de la sociedad y la vida civil y espiritual de vuestra hermosa tierra de Rumania.

Señor Presidente:

Al mismo tiempo que le deseo a Rumania prosperidad y paz, invoco abundantes Bendiciones divinas sobre usted, sobre su familia, sobre todos los presentes, así como sobre toda la población de este país.

Que Dios bendiga a Rumania.

 

 

 

31/05/2019-11:01
Larissa I. López

Francisco se reúne con el Presidente y con la Primera Ministra de Rumanía

(ZENIT – 31 mayo 2019).- Este viernes, 31 de mayo de 2019, primer día del 30º viaje internacional del Pontífice, el Papa Franciso se ha reunido con el Presidente de la República de Rumanía, Klaus Werner Iohannis y, después, con la Primera Ministra del país, Vasilica Viorica Dăncilă.

Tras la ceremonia de bienvenida en la entrada del Palacio Presidencial, el Papa y el Presidente posaron para la foto oficial. A continuación, se trasladaron a la Sala de Honor donde, tras la firma en el Libro de Oro y el intercambio de regalos, tuvo lugar el encuentro privado.

 

Visita de cortesía

Klaus Werner lohannis es miembro del Partido Nacional Liberal (PNL) y ostenta el puesto de Presidente del país desde el 6 de noviembre de 2014.

Durante esta visita de cortesía, el Papa ha firmado en el Libro de Honor con las siguientes palabras: "Dios bendiga al pueblo rumano y les conceda caminar juntos en paz y prosperidad bajo la mirada materna de la Virgen María ".

 

Regalo del Papa

En el momento del intercambio de regalos, Francisco ha entregado al Presidente de la República de Rumanía un medallón. En el centro del mismo está representado el mapa de Rumanía y la letra "M", en representación de la Virgen María.

Por encima se encuentra la corona de doce estrellas, símbolo del triunfo y la victoria.

El marco de rosas, por su parte, simboliza a Rumania como el "jardín de la Madre de Dios".En la parte inferior, está la escritura latina de la fecha y el viaje apostólico.

Al final de la reunión, el jefe del estado rumano se ha trasladado con el Obispo de Roma a la Sala de Embajadores para presentarle a los miembros de su familia. Después, le ha acompañado a Salón Azul para que el Pontífice se reuniera con la Primera Ministra.

 

Encuentro con la Primera Ministra de Rumanía

Vasilica Viorica Dăncilă es la primera mujer en ostentar este cargo en Rumanía. Desde 2009 ejercía como diputada en el Parlamento europeo hasta que en 2018 fue nombrada Primera Ministra de su país.

Al final de este encuentro, el Papa ha saludado al consorte de Vasilica Viorica Dăncilă y luego, junto al Presidente de la República de Rumanía, se ha dirigido a la Sala Unirii, donde tiene lugar el encuentro con las autoridades.

 

 

 

31/05/2019-10:33
Rosa Die Alcolea

Rumanía: La Guardia de Honor rumana desfila ante el Santo Padre

(ZENIT — 31 mayo 2019).- En este primer día en Bucarest, capital de Rumanía, el Papa Francisco ha visitado el Palacio Cotroceni, sede de la Presidencia de la República rumana, a las 12:05 horas (11:05 en Roma), donde ha sido recibido por el Presidente de la República, Klaus Werner lohannis, y por la Consorte al ingreso del complejo del Palacio Presidencial Cotroceni.

Los himnos del estado Vaticano y de la República de Rumanía han abierto el acto de bienvenida al Santo Padre en el patio del Palacio Presidencial, que los mandatarios, junto a la consorte del presidente, han escuchado de pie frente a la banda, y a continuación, la Guardia de Honor rumana ha desfilado con la bandera en el patio del Palacio.

A continuación, las personas que forman la delegación presidencial de Rumanía han saludado en persona al Pontífice, al Presidente y a su mujer, así como la delegación del Vaticano que acompaña al Santo Padre en este viaje.

Al concluir los saludos, el Presidente Werner lohannis ha acompañado junto a su esposa al Papa Francisco al automóvil, que lo ha llevado al Palacio Presidencial donde, a las 12:20 horas (11:20 en Roma), se han reunido en privado en la Sala de Honor.

 

Palacio Cotroceni

El Palacio Cotroceni es la sede de la Presidencia de la República rumana y ha sido residencia real en Bucarest. El rey Carol I hizo construir un palacio en la capital, al interno del monasterio Cotroceni, en estilo clásico veneciano, cuya construcción es de 1888.

Durante el régimen comunista, el edificio se convitió en el "Palacio de los Pioneros" (1946-1976). En 1984, por orden de Nicolás Ceausescu, la iglesia del monasterio, construida por el príncipe de la Tierra Rumana Serban Cantacuzino (1678-1688), fue demolida. El Palacio se ha convertido en la sede de la Presidencia de la República en el 1989.

Después, la iglesia del monasterio fue reconstruida y desde el 2009 se ha reinsertado en el circuito de museos.

 

 

 

31/05/2019-09:08
Larissa I. López

Rumanía: Bienvenida al Papa Francisco en el aeropuerto

(ZENIT – 31 mayo 2019).- El Papa Francisco ha llegado al Aeropuerto internacional Henri Coandă -Otopeni de Bucarest, este viernes, 31 de mayo de 2019, en un vuelo de Alitalia con la delegación papal y los periodistas acreditados para llevar a cabo su 30º visita apostólica internacional, del 31 de mayo al 2 de junio de 2019.

A su llegada al aeropuerto, en torno a las 10.30 horas, el Santo Padre ha sido recibido por el Presidente de Rumanía, Klaus Iohannis, y su consorte, Carmen Iohannis. Dos niños vestidos con el traje tradicional le han ofrecido unas flores al Papa.

En el aeropuerto estaban presentes un grupo de unos 400 fieles que también han querido dar la bienvenida al Papa a su país.

El Pontífice ha saludado a los obispos de Rumanía y, después, el Presidente y su mujer le han acompañado a la sala VIP del aeropuerto antes de trasladarse al Palacio Presidencial para la ceremonia de bienvenida.

 

Saludo a ciudadanos rumanos en Santa Marta

Antes de partir para Rumanía, el Papa saludó en la Casa Santa Marta a un grupo de 15 personas sin hogar de origen rumano que viven en Roma, acompañados por el Limosnero Apostólico, el Cardenal Konrad Krajewski. Algunos de ellos son huéspedes del hogar Dono di Misericordia y otros viven en el área de San Pedro y son atendidos por la Limosnería Apostólica.

 

Telegramas a los presidentes de Estado

Antes de dejar el territorio italiano, el Santo Padre ha enviado un telegrama al presidente de Italia. Igualmente, durante el vuelo a Bucarest, mientras sobrevolaba Croacia, Bosnia — Herzegovina, Montenegro, Serbia y Bulgaria, Francisco envió a sus respectivos jefes de Estado un saludo telegráfico.

 

 

 

31/05/2019-17:16
Redacción

Viaje a Rumanía: Celebraciones del Papa en el segundo día

(ZENIT — 31 mayo 2019).- El Papa Francisco ha comenzado hoy, viernes, 31 de mayo de 2019, su viaje apostólico a Rumanía, el número 30 en el ámbito internacional.

Mañana, sábado 1, de junio de 2019, el Pontífice visitará Bacau, donde presidirá la Santa Misa a las 11:30 horas (10:30 horas en Roma) en el Santuario de Sumuleu-Ciuc, y luego se trasladará a lasi en helicóptero, donde irá a la Catedral de Santa María Reina y se encontrará con los jóvenes y las familias en un contexto mariano en la plaza del Palacio de la Cultura, a las 17:45 horas (16:45 en Roma).

 

Ver programa completo

A continuación, ofrecemos el programa del sábado, 1 de junio de 2019:

Sábado 1 junio  2019

 

BUCAREST-BACAU-SUMULEU-CIUC-IASI-BUCAREST

09:30 (08:30 Roma) Salida en avión hacia Bacau    
10:10 (09:10 Roma) Llegada al aeropuerto de Bacau y traslado en helicóptero a la base aérea de la Brigada de Montaña de  Miercurea-Ciuc    
11:30 (10:30 Roma) SANTA MISA en el Santuario di Sumuleu-Ciuc Homilía del Santo Padre  
16:10 (15:10 Roma) Traslado en helicóptero del Santo Padre al aeropuerto de Iasi.    
17:25 (16:25 Roma) VISITA A LA CATEDRAL DE SANTA MARÍA REINA en Iasi    
17:45 (16:45 Roma) ENCUENTRO  MARIANO CON LA JUVENTUD Y CON LAS FAMILIAS  en la plaza frente al Palacio de la Cultura en Iasi Discurso del Santo Padre  
19:00 (18:00 Roma) Salida en avión hacia Bucarest    
20:00 (19:00 Roma) Llegada al aeropuerto Henri Coandă -Otopeni  de Bucarest  

 

 

 

 

31/05/2019-07:00
Isabel Orellana Vilches

Beato Juan Bautista Scalabrini, 1 de junio

«Mártir de la verdad, padre de los migrantes y apóstol del catecismo. Fue obispo de Piacenza, fundador de los Misioneros de San Carlos (Scalabrinianos), y cofundador de las Hermanas Apóstoles del Sagrado Corazón»

Se definió a sí mismo diciendo que era: «uno que se pone de rodillas ante el mundo para implorar como una gracia el permiso de hacerle el bien». Perfecta descripción de este defensor de la «unidad en la verdad». Nació en Fino Mornasco, Como, Italia, el 8 de julio de 1839. Pertenecía a una familia de clase media. Era el tercero de ocho hermanos. El rezo comunitario del rosario, la devoción materna por Cristo crucificado y por María, entre otras, fueron lecciones inolvidables que aprendió en su hogar, aunque en sus hermanos calaron de forma desigual. Uno estuvo a punto de ser encarcelado por temas económicos, y otro tuvo que emigrar perdiendo la vida en la travesía. Los restantes destacaron en la política y en la universidad. Sus hermanas estuvieron cerca de él. Una alumbró a dos sacerdotes, y la benjamina respaldó generosamente sus proyectos y fue artífice de otros. Por su afán en compartir la fe con sus amigos, mientras estudiaba en el Instituto, se veía que estaba abocado a la consagración.

A los 18 años su padre le condujo al seminario. Fue ordenado en 1863 con un expediente impecable, impregnado de su grandeza humana y espiritual. Versado en ciencias modernas, políglota, inquieto e inteligente, cifró su afán evangelizador en el continente asiático. Contaba con la bendición materna que rogó hincándose de rodillas. Pero el prelado le disuadió diciéndole: «Tus Indias están en Italia». Comenzó siendo coadjutor de una modesta parroquia, misión breve porque el obispo pronto le encomendó otras. En 1867 se produjo una epidemia de cólera y por su heroica acción con los damnificados fue galardonado civilmente. Ese mismo año fue designado vicerrector del seminario; sería también su rector. Allí ejerció la docencia.

En esa época tomó contacto con el beato Luigi Guanella, que se ocupaba de los emigrantes, y con dos científicos: Serafino Balestra, admirable por su labor con los sordomudos, y Antonio Stoppani que era, además, escritor. Los tres dejaron su huella en él. Y otro tanto sucedió con Jeremías Bonomelli, entonces arcipreste de Lovere, que sería nombrado obispo. Ambos se influenciaron entre sí compartiendo similares afanes. En 1870 fue nombrado párroco de San Bartolomé. Su quehacer apostólico y formativo era extraordinario. Fundó un jardín de infantes, promovió la obra de San Vicente destinada a niños enfermos y creó un oratorio para jóvenes. Se ocupó de los sordomudos a los que ayudó de manera decisiva aplicando el método fonético de su amigo Balestra. También se implicó activamente en temas socio-laborales teniendo siempre como trasfondo el elemento espiritual. Allí escribió un catecismo para niños y dictó una serie de conferencias sobre el Concilio Vaticano I que no pasaron desapercibidas para Pío IX.

No tenía más que 36 años cuando ocupó la sede episcopal de Piacenza a la que fue elevado en 1876. Durante casi tres décadas actuó como un pastor infatigable, ejemplar. Tenía la agenda repleta con la administración de sacramentos, predicación, asistencia y educación al clero y a su grey. Visitó cinco veces las 365 parroquias de la diócesis a pie o a caballo, ya que aún no había llegado el progreso. Realizó tres sínodos, reformó los estudios eclesiásticos, consagró doscientas iglesias, etc. Y se preocupó por infundir en todos el amor por la comunión frecuente y la Adoración Perpetua. En 1895, junto al padre Giuseppe Marchetti, fundó la congregación de Hermanas Apóstoles del Sagrado Corazón.

Pero su acción más representativa la llevó a cabo con los emigrantes. Conocía perfectamente el drama del éxodo de los que partían de Italia con el ideal americano en sus corazones y la esperanza de una vida mejor. Muchos hallaron frustrados sueños y fe. Viendo el peligro que corrían de perderla, en 1887 instituyó la congregación de los Misioneros de San Carlos (Scalabrinianos), aprobada por León XIII, para darles asistencia religiosa y humana. A él se debe el traslado de santa Francisca Javier Cabrini a América en 1889 para socorrer a niños, huérfanos y enfermos italianos. El beato nunca abandonó a sus emigrantes. Visitó a los que se hallaban en América del Norte y del Sur en dos ocasiones.

Su consigna fue: «Hacerme todo a todos para ganarlos a todos para Cristo». Y ciertamente lo consiguió. Tuvo dilección por los pobres, especialmente los «vergonzosos» (personas que gozaron de gran posición venidos a menos por la crisis), así como por los prisioneros. Fundó un instituto para sordomudos, organizó la asistencia a las obreras del arroz, impulsó la sociedad de mutuo socorro, asociaciones de obreros, cajas rurales y cooperativas. Con sus propios bienes rescató del hambre a millares de campesinos y obreros. Para ello vendió sus caballos, así como el cáliz y la cruz pectoral obsequios de Pío IX. Fue el creador del primer Congreso catequético nacional, y fundador de la primera revista italiana de catequesis. ¿El secreto? Sus numerosas horas de adoración ante el Santísimo Sacramento. Decía que la oración «es la parte más viva, más fuerte, más poderosa del apostolado».

Era un apasionado de la cruz que solía apretar junto a su pecho suplicando: «Haz que me enamore de la cruz», y de María, de la que hablaba con vehemencia en las homilías que pronunciaba. Impulsor de las peregrinaciones a santuarios marianos, donó las joyas de su madre para coronar a la Virgen. A su paso fue dejando el sello de su amor por la Iglesia y el pontífice. Llevaba trazada en sus labios la bendición del perdón. Es memorable y profético el discurso que pronunció en el «Catholic Club» de Nueva York en 1901 sobre la emigración. El 1 de junio de 1905 falleció agotado por tantas fatigas. Antes exclamó: «¡Señor, estoy listo. Vamos!». Juan Pablo II lo beatificó el 9 de noviembre de 1997 denominándolo «mártir de la verdad», aunque ya era mundialmente conocido como el «padre de los Migrantes», y «apóstol del Catecismo», título otorgado por Pío IX. En 1961, alumbradas por su enseñanza, nacieron las Misioneras Seglares Escalabrinianas.