Colaboraciones

 

Una mujer de la puerta de al lado

 

 

13 mayo, 2019 | por Luis Miguel Pastor García


 

 

Es algo evidente, que el ejercicio de muchas capacidades por parte de las mujeres a lo largo de la historia se ha visto limitado por muy diversos factores. Aún no habiendo ellos desaparecido, asistimos en los últimos cincuenta años  a cambios  significativos que les han facilitado a ellas el despliegue de sus capacidades tanto en la vida social, política, económica, científica, etc. Algo tremendamente positivo, pues permite que un mayor número de personas puedan aportar su perspectiva, su criterio o carácter, en la resolución de tantos y diversos problemas que hoy en día nos aquejan. También, algo muy positivo, en cuanto se va eliminado poco a poco una injusticia que ha estado afectando de modo sistémico a nuestras sociedades, como es la conculcación de los derechos de la mujer.

Estos avances nos permiten analizar hoy con más claridad, y sin adherencias culturales negativas, ciertas proposiciones del pasado, que claramente declaraban una igualdad total entre hombres y mujeres a la hora de ser y actuar en el mundo.

Así, no deja de sorprenderme, cada vez que los leo, una serie de pasajes del libro del génesis. En él se encuentran afirmaciones que delinean claramente una concepción antropológica de idéntica igualdad y responsabilidad para el hombre y la mujer. Baste recordar el versículo 27: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.

Tras su lectura no es difícil concluir que el texto afirma que ambos, hombre y mujer, no sólo tienen la misma dignidad, sino que a ambos se les encomienda la gran tarea de construir el mundo, de transfigurarlo. Si esto es verdadero,  también lo es en el ámbito del vivir cristiano. Tanto hombres como mujeres pueden ser seguidores de Jesucristo, alcanzando en ello una plena identificación con Él. Esto último es lo que la Iglesia plantea a todos sus seguidores cuando beatifica o canoniza a una persona. Es cierto que hay muchas mujeres que son beatas y santas pero, si uno simplemente hace una búsqueda en la red, verá que hay muchas religiosas y hasta laicas pero, dentro de ellas la inmensa mayoría son reinas o mártires de la fe.

Este hecho me parece relevante, pues como es sabido el próximo día 16 de mayo será beatificada en Madrid, Guadalupe Ortiz de Landázuri. En este caso estamos ante una mujer que vivió su seguimiento a Jesucristo dedicada a los demás a través  de su vida corriente. Química de profesión, se licenció en 1940 en Madrid, cuando muy pocas jóvenes hacían estudios universitarios, se dedicó a la enseñanza, a promover iniciativas educativas y hasta consiguió el doctorado bajo la dirección de otra mujer, Piedad de la Cierva. Estamos pues ante una mujer contemporánea, de la puerta de al lado, como suele decir el Papa Francisco, y,  que gracias a los positivos y aún no finalizados cambios sociales, pudo en su momento abrirse camino en un mundo donde la mujer tenía limitada su acción.

El reconocimiento de que su vida fue plenamente cristiana por parte de la Iglesia tiene, por lo tanto, en mi opinión, un alto interés. Es por un lado, la constatación de un hecho sociológico. Cada vez será mayor el número de mujeres que la Iglesia propondrá como modelos inspiradores de vida cristiana a sus fieles. Y por otro, es la prueba palpable de esa verdad que está en el origen del cristianismo y que quizá no hemos sabido plasmar en la historia hasta ahora: el mundo es un regalo de Dios que ha sido entregado en igualdad  tanto al hombre como a la mujer.