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Papa: quien vende armas tiene en su conciencia la muerte de tantos niños

 

Una cultura de diálogo basada en la identidad y abierta a los demás, sistemas económicos injustos y la venta de armas que provoca la muerte de tantas personas, el acoso, el “corazón racista” y la cultura de la indiferencia. El Santo Padre tocó muchos temas en su discurso a los estudiantes y profesores del Instituto San Carlos de Milán, a quienes recibió en audiencia en el 150° aniversario de su fundación

 

 

06 abril 2019, 15:08 | Ciudad del Vaticano


 

 

La celebración y la gran alegría, tal como suelen ser los encuentros del Papa con los jóvenes, caracterizaron esta audiencia, en el Aula Paolo VI de la Ciudad del Vaticano, unas 2.600 personas, a quienes el Pontífice se dirigió mediante una reflexión articulada en forma de respuestas a cuatro preguntas.

El Instituto, fundado en 1869, cuenta en la actualidad con 1.950 alumnos y 220 profesores, y ofrece el IB Diploma Programme, un título reconocido a nivel internacional, válido para el acceso a la Universidad. Desde 1985 también acoge a las chicas y entre sus conocidos alumnos se destacan Achille Ratti, quien se convertirá en el Papa Pío XI, y Ludovico Necchi, una de las figuras que contribuyeron a fundar la Universidad Católica del Sagrado Corazón.

También estuvo presente en esta audiencia Monseñor Paolo Martinelli, Obispo auxiliar de Milán. En el saludo inicial del rector, el Padre Alberto Torriani, recordó con emoción los frutos de esta escuela que durante la Segunda Guerra Mundial custodió a tantas personas perseguidas.

 

Dios no hace diferencias entre las personas

El Papa abarcó diferentes campos relacionados con la cuestión de la juventud. Desde el momento de la respuesta a la primera pregunta sobre por qué Dios parece hacer preferencias, Francisco entró resueltamente en el misterio del sufrimiento. “Dios no hace diferencias”, “las hacemos nosotros”, tanto con sistemas económicos injustos como con armas, explicó.

Adriano, un joven estudiante que pasó un tiempo trabajando como voluntario en el Perú, había hablado del impresionante sufrimiento que había conocido: muchachas de su edad que han sufrido violencia por parte de sus padres o de extraños y que se han convertido en madres; niños y familias enteras sin hogar; niños asesinados y despojados de sus órganos.

En respuesta, el Papa se inspiró en Dostoevskji: “¿Por qué sufren los niños?”. “Hay preguntas que no tienen ni tendrán respuestas”, dijo. No hay “respuestas pre-envasadas”. Y para hacerlo comprender Francisco recordó que los niños cuando llegan a la edad del “por qué” no escuchan la respuesta sino que, en realidad, buscan, por su falta de seguridad, la mirada de la mamá o del papá, que les da la fuerza para ir adelante. “La mirada de un hombre que se ha convertido en papá, de una mujer que se ha convertido en mamá, no se compra en los negocios”, afirmó el Santo Padre. Y recordó que “es la grandeza de la fecundidad la que te hace crecer, y las preguntas que no tienen respuestas los harán crecer en el sentido del misterio”. Por lo tanto, reafirmó que somos nosotros “con un sistema económico injusto los que hacemos la diferencia, “¡hacer que los niños estén hambrientos!”.

Y añadió: “Ah, Papa, no sabía que usted fuera comunista”, podría decirme alguien… ¡No! Esto nos lo ha enseñado Jesús y cuando iremos allí, ante Jesús, nos dirá: gracias, porque estaba hambriento y me diste de comer. Y a aquellos que con este sistema matan de hambre a los niños y a la gente, les dirá: no, tú vete, porque estaba hambriento y ni me miraste”. Es algo bueno, añadió, esto de las diferencias, ir con este protocolo sobre el cual nosotros seremos juzgados. Mateo 25. Nosotros hacemos las diferencias.

También les dijo a los estudiantes: “Estoy seguro de que todos ustedes quieren la paz”. “¿Y por qué, padre, hay tantas guerras?” en Yemen, pensemos, o en Siria, en Afganistán, los países de la guerra… ¿Por qué? Si ellos no tuvieran armas, no harían la guerra. Pero, ¿por qué hacen la guerra? Porque nosotros, la rica Europa, EEUU, venden las armas para matar a los niños, para matar a la gente. ¡Somos nosotros los que hacemos las diferencias! Y esto ustedes deben decirlo claramente, en la cara, sin miedo”.

El Pontífice afirmó además que “sobre la conciencia de un pueblo que fabrica armas y las vende está la muerte de cada niño, de cada persona, está la destrucción de las familias”.  Y dijo que en el mundo hay más de novecientos millones de minas antipersonales. Y que cuando un pobre campesino va a trabajar la tierra, morirá o quedará mutilado. Y que esto no lo ha hecho Dios, “tú lo has hecho, nosotros, mi patria, mi país”, subrayó recordando la experiencia de un joven ingeniero en el Sínodo: había ganado la candidatura para trabajar en una fábrica donde se hacían armas, pero no quiso poner sus manos y su inteligencia para hacer cosas que habrían matado a otros.

 

Anche el acoso es una declaración de guerra

El Papa comentó que “éstos son los jóvenes valerosos de los que nosotros tenemos necesidad y a continuación se refirió a la vida concreta de los jóvenes con el ejemplo del acoso.

“Hablemos de la escuela, de tu clase. Cuando llega un niño, un muchacho, tal vez un poco petulante, que no sabe jugar. ¿Quién es el que inventa y organiza el acoso? ¿Es  Dios? ¡Son ustedes! Y cada vez que ustedes acosan, cada vez, ustedes con esto hacen una declaración de guerra. Todos nosotros tenemos dentro la semilla de la destrucción de los demás. Porque tenemos siempre esa tendencia a hacer diferencias y a enriquecernos con la pobreza de los demás.

 

Se necesita identidad para una cultura de diálogo

El Papa Francisco también les dijo a los estudiantes y profesores de este Instituto milanés que no se puede hacer una cultura de diálogo “si no tenemos identidad”, es decir, sin conocer la propia pertenencia a un pueblo. Pero añadió que hay que estar atentos a la tentación de  hacer “una cultura de los muros” y a la cultura de la indiferencia. Es la síntesis de cuanto respondió a la segunda pregunta, de una profesora, Silvia, que se interrogaba acerca de cómo transmitir de la mejor manera posible a los estudiantes los valores enraizados en la cultura cristiana y, al mismo tiempo aconsejarlos con la educción al encuentro con las demás culturas.

 

Atentos ante el corazón racista

El Pontífice también aludió a la dimensión esencial que es la de no tener miedo del encuentro con el otro, de la multietnicidad, de la multiculturalidad. Y afirmando que el agua destilada es la cosa más pura, pero de la que no se siente el sabor y no sirve para beber, Francisco dijo que no hay que tener miedo de los migrantes.

De ahí que haya exhortado a los profesores a ayudar a los jóvenes a crecer en la “cultura del encuentro”, a ser capaces de encontrarse con gente diversa, confrontándose con las diferencias.

 

La cultura de la indiferencia genera integrismos

También recordó que cultura de la indiferencia genera integrismos. Y dijo que en el mundo occidental ha crecido tanto otra cultura: la de la indiferencia, “una tiranía”, que proviene del relativismo.

 

Enseñar e iniciar procesos, y no a ocupar espacios

Además les dijo que para ser buenos maestros hay que “poner toda la carne en el fuego”, es decir jugándose todo de sí mismos. En su tercera respuesta a un maestro de apoyo, el Papa recordó algunas características fundamentales para ser un buen educador: ofrecer el testimonio, puesto que para educar es imprescindible. Y después el amor, la capacidad de acariciar a las almas, con la paciencia de la persuasión. Y, sobre todo, recordar que “educar es introducir en la vida, y la grandeza de la vida es iniciar procesos”.

 

Los jóvenes deben ir adelante en grupo

Por último, respondiendo a la pregunta de una madre, el Obispo de Roma exhortó a estar cerca, sobre todo de los niños más pequeños. Y a los jóvenes, en cambio, enseñarles a caminar, no solos, sino en grupo. En fin, a los educadores cuando los jóvenes del último curso se van definitivamente y, sobre todo, a los padres cuando los hijos se casan, el Papa les recordó lo que los psicólogos llaman “el síndrome del nido vacío”. “No tengan miedo de la soledad – les dijo – es una soledad fecunda, porque los hijos están haciendo otros nidos, culturales, científicos, sociales. El nido en la familia se llenará con nietos”, concluyó Francisco.