Colaboraciones

 

De la maledicencia al Diluvio

 

 

4 marzo, 2019 | por Jordi-Maria d’Arquer


 

 

No hace mucho, el Papa hizo una sentencia que debe dejarnos helados: algo así como que “la maledicencia es un asesinato”. ¿Que te parece exagerado? Quizás porque te ves reflejado tú. Ciertamente, tan suelta tienes la lengua que no te la guardas a la hora de juzgar públicamente a los demás. ¿Te crees por esto más importante? ¿Qué pretendes? ¿Aniquilar a tu hermano? ¿Cómo quieres que así haya paz en tu entorno? ¿Es esta la manera que tienes de conseguirla: con la guerra abierta permanente a quien piensa distinto que tú? Déjame que te diga que eres un cobarde. Sabes que con esta actitud por la que pretendes reafirmarte en tu comunidad, quizás consigas hinchar tu orgullo un ratito, pero jamás arreglarás la situación. Aún engendras más guerra, y tú lo sabes.

“La salud de cualquier sociedad depende de la salud de las familias”. Palabras del Papa Francisco en la misa que celebró el 26 de noviembre de 2015 con el pueblo keniata en el Central Park de la capital, Nairobi. Es algo en lo que insiste por activa y por pasiva: no puede haber paz social si no hay paz en uno mismo. Y la sociedad es la suma de las familias. Si la familia está enferma, la sociedad también. Hay pocas personas que salgan a la palestra pública para sanar la sociedad, persona a persona, con su criterio positivo sano, constructivo. ¿Será por cobardía? ¿Por falta de formación? ¿Por qué no se forman y se lanzan a dar testimonio de que la fe en Jesucristo es posible vivirla en medio del mundo y desde el mundo? ¡Jesucristo puede sanarnos! Si nos dejamos…

Nos dice Jesucristo: “Si el mundo os odia, sabed que antes me ha odiado a mí”, “Lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió”. “Llegará incluso la hora en que el que os dé muerte pensará que da culto a Dios” (Jn 15,18; 15,21; 16,22). ¡Está a la orden del día! ¿No es eso lo que sucede en nuestro mundo? No hablo solo de yihadistas y de guerras geopolíticas y económicas más o menos lejanas, sino de hermanos, padres, madres, amigos. Un amigo sacerdote está visitando en el hospital a un conocido que en el voluntariado trabaja con sujetos de lo más especial. Uno de esos “amigos” le hirió a navajazos. Como él mismo dice, “debemos hacernos con todo el mundo”. Es lo que nos pidió Jesucristo, y Él dio la vida por nosotros. ¡Estamos en ello! La Gran Tribulación de que nos advierte el Apocalipsis. “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación” (Lc 21,28). ¡Levantaos!