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Luchando contra el VIH: «por medio de la fe nací de nuevo»

 

La Jornada Mundial de la Juventud en Panamá sacó a la luz un gran número de historias de vidas cuyos protagonistas "volvieron a nacer" tras haber experimentado una conversión espiritual. Samuel Tugrí, residente de la "Casa-Hogar El Buen Samaritano" visitada por el Papa Francisco, es uno de ellos: descubrió un nuevo camino tras conocer que tenía la enfermedad del VIH - SIDA.

 

 

13 febrero 2019, 13:24 | Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano


 

 

Hay noticias que desestabilizan la vida de cualquier ser humano: descubrir que tenía VIH- SIDA siendo un joven panameño indígena de la comarca Ngäbe Buglé, fue para Raúl Tugrí Miranda, un "auténtico terremoto emocional" en el que vio como todos sus proyectos personales se desvanecían de un día para el otro.

 

Cuando el mundo se viene abajo

Como tantos jóvenes de su país, Raúl dejó su poblado para buscar oportunidades de futuro en Ciudad de Panamá.

Allí encontró trabajo en un supermercado pero con el paso del tiempo y el mal uso de su libertad, cayó en una serie de malos hábitos en el marco de una vida desenfrenada que lo llevó a contraer el virus de inmunodeficiencia humana: una enfermedad que destruye determinadas células del sistema inmunitario.

“Se me vino el mundo abajo. Se te derrumban los sueños. Sólo piensas en la muerte”, explica el joven asegurando que además del impacto de la noticia, lo peor fue sufrir el rechazo, la marginación social y en su caso personal, el repudio de su propia familia.

 

Cuando vuelve a verse la luz

Pero incluso en los momentos de más oscuridad uno puede "ver la luz" y así es como Raúl se sintió cuando fue recibido en la casa-hogar “El Buen Samaritano”, una residencia dirigida por la Iglesia católica para ayudar a enfermos de VIH-SIDA que trabaja sin descanso desde que abrió sus puertas en 2005 y está ubicada en un sector de la periferia capitalina.

Un proyecto que surgió con una labor pastoral realizada desde la Parroquia Santa María del Camino que inició con la acogida a personas que vivían con esta enfermedad, dándoles orientación espiritual y ayuda en alimentos secos. Posteriormente, la obra fue creciendo hasta convertirse en una auténtica familia, puesto que sus residentes, además de recibir los cuidados médicos correpondientes, encuentran allí un hogar donde refugiarse y no sentirse juzgados.

 

“ Cuando me enteré de la enfermedad se me vino el mundo abajo. Se te derrumban los sueños. Sólo piensas en la muerte. Además del impacto de la noticia, lo peor fue sufrir el rechazo, la marginación social y el repudio de la propia familia ”

 

Nacer a una nueva vida guiada por la fe

Y precisamente este centro de "solidaridad samaritana" recibió la visita del Papa Francisco en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud 2019. Vatican News estuvo en las instalaciones de la Casa-Hogar días antes de la llegada del Santo Padre y entrevistó a Raúl Tugrí, quien compartió cómo vive su rutina diaria y cómo "volvió a nacer" por medio de la fe.

"Aquí llevamos una vida con normas, con horarios y actividades. Nos levantamos temprano, nos aseamos, leemos la Palabra de Dios, esperamos las actividades de terapia ocupacional, etc. La vida fácil que tuvimos antes de llegar a este centro nos trajo consecuencias así que ahora tenemos que esforzarnos, cumplir las reglas y seguir luchando ya que en el camino siempre vamos a encontrar obstáculos y limitaciones", afirma el joven de 31 años, mientras expresa con ojos llenos de emoción que no importa el pasado que uno pueda haber tenido -como dice el Papa- "nunca es tarde para cambiar porque Dios nunca se cansa de perdonarnos".

 

El Señor mira los corazones y los transforma

"El Señor mira nuestros corazones y los transforma. Estoy feliz de saber que el Papa viene a vernos, cuando aquí a veces no vienen ni nuestros familiares. Él se ha fijado en nosotros, que somos pequeños, y eso conmueve mi corazón", dijo Raúl en el momento de nuestra entrevista,  sin ocultar su gran entusiasmo previo a la llegada de Francisco a quien como regalo le entregaría una chácara - como se denomina en Panamá a las bolsas colgantes de hilo que usan especialmente los indígenas y campesinos- tejida por sus propias manos.

 

“ Aquí llevamos una vida con normas, con horarios y actividades. Nos levantamos temprano, nos aseamos, leemos la Palabra de Dios, esperamos las actividades de terapia ocupacional, etc. La vida fácil que tuvimos antes de llegar a este centro nos trajo consecuencias así que ahora tenemos que esforzarnos, cumplir las reglas y seguir luchando porque en el camino siempre vamos a encontrar obstáculos y limitaciones ”

 

Un gesto de agradecimiento hacia el Sucesor de Pedro, que va más allá del mero regalo material y guarda un significado especial:

"Tejer me ayuda a olvidar un poco mis problemas y sufrimientos. Cuando a uno le diagnostican esta enfermedad se encierra en un círculo de negatividad en el que no puede ver nada más que la muerte como destino y esto hace que te sientas inútil. Lo cierto es que nosotros necesitamos mucho cariño, mucha fuerza para seguir adelante y necesitamos ese empuje de alguien como el Papa, para que nos muestre ese amor incondicional de Dios", concluye con su voz llena de esperanza.