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Red de religiosas: combatir a los que disrfutan la esclavitud de las personas

 

Más de 40 millones de personas en todo el mundo están atrapadas en alguna forma de esclavitud moderna. Tenemos la responsabilidad de poner fin a este crimen

 

 

11 febrero 2019, 14:45 | Manuel Cubías - Ciudad del Vaticano


 

 

La esclavitud ha existido en diferentes formas desde la antigüedad. A pesar de haber sido proscrita en la mayoría de los países  por el  movimiento abolicionista en el siglo XIX, el crimen persiste en formas más omnipresentes y complejas que nunca.

Las reales dimensiones de la trata de personas y de todas sus expresiones de esclavitud moderna son  difíciles de cuantificar, pues sus raíces están ocultas a la mirada de los investigadores

La esclavitud es una forma extrema de desigualdad, y existe dentro de una matriz de presiones políticas, económicas, sociales, culturales y religiosas que compiten entre sí.

 

Esclavitud moderna

La esclavitud moderna se refiere a situaciones en las que una persona le ha quitado la libertad a otra persona - su libertad de controlar su cuerpo, su libertad de elegir rechazar cierto trabajo o dejar de trabajar - para que pueda ser explotada. La libertad se ve privada de ella por amenazas, violencia, coacción, abuso de poder y engaño.

Según la Walk Free Foundation, la esclavitud está presente en todos los continentes.  La región del mundo donde se concentra este tipo de práctica es la de Asia Pacífico, con el 66.4%  sobre el total global, seguida por África con  un 13.6%,  Rusia y Eurasia con un 6,1%, el continente americano con un 4,7% y Europa con  2,7%.

Los trabajos a los que mayoritariamente son sometidas o forzadas  las personas víctimas de trata son: agrícolas, textiles, minería, producción de madera y prostitución. En muchas lugares, la pobreza o las migraciones se vuelven catalizadores para los matrimonios con niñas menos de edad.

Según datos de la Walk Free Foundation, más de la mitad de los esclavos modernos está en cinco países: India (8 millones de personas), China, Pakistán, Bangladesh y Uzbekistán.  En América Latina Brasil y México son los países con el estimado más alto de esclavitud (369,00 y 340,000 respectivamente).

Las Naciones Unidas, invita a incorporar en el estudio de este tema, dos factores: edad y género, pues, las mujeres y las niñas  “son particularmente vulnerables a la trata con fines de explotación sexual, matrimonio forzado, trabajo forzoso y otras formas de explotación”.

Del total estimado de esclavos modernos, el 71% son mujeres y el 29% son hombres. UNICEF, en su informe 2018, afirma que “aproximadamente el 28% de las víctimas de trata identificadas a nivel mundial son niños”.

Los destinatarios de muchos de los productos elaborados por personas sometidas a esclavitud son los mercados de los llamados países desarrollados. Situación similar ocurre con el llamado turismo sexual, que tiene como clientes principales a personas provenientes de países del primer mundo. Ambos mercados  representan miles de millones de dólares para quienes los promueven.

El tema de la esclavitud  moderna, en cualquiera de sus expresiones, no está separado de la situación de pobreza en que están sometidos muchos países,  de la situación de guerras  que provocan migraciones masivas, como tampoco está separado del comercio mundial de bienes. Se trata de una problemática compleja y donde se juegan muchos intereses económicos. El bienestar de los seres humanos, poco cuenta en esa situación.

En este contexto, varios cientos de personas religiosas, religiosos y laicos, participaron en la marcha “Juntos contra la trata”, que partió del Castillo Sant’Angelo hasta la plaza de San Pedro, en la ciudad de Roma, el pasado 10 de este mes.

Las hermanas Albertina María Pauleti y Carmela Jibazar, religiosas, trabajan con la Red Talita Kum, la primera desde Europa y la segunda desde Centro América, contra la trata de personas.

Para ellas es importante pensar en un trabajo en red a nivel mundial, pues la trata de personas, la esclavitud moderna son problemas con dimensiones globales.

Insistieron en que no podemos separar el acto criminal de la trata, del acto del consumo, que es igualmente contra la ley. La acción del tratante y quien consume el producto, fruto de la trata, son igualmente sujetos de una acción contra la humanidad. Se busca no normalizar la explotación humana.