Tribunas

García Lorca y la Liturgia

 

 

Ernesto Juliá


 

 

Mucho se habla del camino de la belleza para llegar a descubrir el palpitar de Dios en la Liturgia y en tantos momentos y situaciones de la naturaleza. “El firmamento habla de la gloria de Dios”. Es cierto, de otro lado, que hay mucha gente que mira a las estrellas y sus ojos no llegan a ver el aliento de Dios, y ni siquiera a vislumbrar la presencia del Creador.

Mucho se ha hablado también de la fe, y de la no fe, de García Lorca. Yo confieso, sencillamente, mi alegría al encontrarme con una carta del poeta escrita en Nueva York el 14 de julio de 1929. Me la ha enviado un lector, y no tengo motivos para dudar de la persona y, por tanto, tampoco para dudar de la autenticidad del escrito del poeta.

“He asistido también a oficios religiosos de diferentes religiones. Y he salido dando vivas al portentoso bellísimo, sin igual catolicismo español”.

“Esta mañana fui a ver una misa católica dicha por un inglés. Y ahora veo lo prodigioso que es cualquier cura andaluz diciéndola. Hay un instinto innato de la belleza en el pueblo español y una alta idea de la presencia de Dios en el templo”

“La solemnidad en lo religioso es cordialidad, porque es una prueba viva, prueba para los sentidos, de la inmediata presencia de Dios. Es como decir: Dios está con nosotros, démosle culto y adoración. Pero es una gran equivocación suprimir el ceremonial. Es la gran cosa de España. Son las formas exquisitas, la hidalguía con Dios!”

Quizá García Lorca hubiera pensado dos veces antes de escribir líneas semejantes si hubiera escrito la carta a fecha de hoy. La Liturgia no está revestida de esa solemnidad que tanto admira. Y se han descuidado no poco esas “formas exquisitas: la hidalguía con Dios”, que podía apreciar entonces en una iglesia perdida en el horizonte de un pueblo de la península, por muy pobre que fuera la construcción del templo.

La iglesia, el templo, la liturgia ensalzada de esa manera por García Lorca abría el horizonte del hombre hacia Dios, llevaba a amar a un Dios de vivos, no de muertos, porque en ese trozo de tierra estaba presente la Luz de Dios, la Fe del pueblo, Dios mismo.

“Ahora comprendo el espectáculo fervoroso, único en el mundo, que es una Misa en España. La lentitud, la grandeza, el adorno del altar, la cordialidad en la adoración del Sacramento, el culto a la Virgen, son en España de una absoluta personalidad y de una enorme poesía y belleza”

Quizá se dejó llevar un poco del corazón al intercalar –“único en el mundo”-; y a la vez, era bien consciente de la verdad de las demás palabras. La liturgia vivida con solemnidad abre el corazón del fiel creyente para arrepentirse de sus pecados, reconciliarse con un Dios tan “luminoso” que sabe que lo va a recibir con los brazos abiertos, con corazón amable de padre, de madre.

La Liturgia prepara el alma para vivir el amoroso abrazo de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. La Liturgia es la manifestación esplendorosa de la Verdad de Dios sobre los hombres. No la podemos rebajar a una reunión de pueblo que, a lo más, canta unas canciones, y después puede abandonar el templo como si no hubiera sucedido nada.

 

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com