Servicio diario - 23 de diciembre de 2018


 

Ángelus: "El misterio del encuentro del hombre con Dios"
Raquel Anillo

Ángelus: Tsunami en Indonesia: "el llamado del Papa a la comunidad internacional"
Anne Kurian

Navidad: Las puertas de la comunidad cristiana están abiertas a todos, dice el Papa
Anne Kurian

Santa Paola Elisabetta Cerioli, 24 de diciembre
Isabel Orellana Vilches

Monseñor Enrique Díaz Díaz: Dios en familia
Enrique Díaz Díaz


 

 

 

23/12/2018-12:06
Raquel Anillo

Ángelus: "El misterio del encuentro del hombre con Dios"

(ZENIT — 23 dic. 2018).- En este cuarto domingo de adviento desde la ventana del palacio apostólico que da a la plaza San Pedro y ante unas 20.000 personas, el Papa nos invita a centrarnos en la figura de María como modelo de fe y caridad.

En el encuentro con su prima Isabel esta alabó su fe "Bienaventurada la que creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho".

 

Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La liturgia de este cuarto domingo de Adviento se centra en la figura de María, la Virgen Madre, que espera dar a luz a Jesús, el Salvador del mundo. Fijemos nuestra mirada en ella, un modelo de fe y caridad; y podemos preguntarnos: ¿cuáles fueron sus pensamientos durante los meses de espera? La respuesta proviene del pasaje del Evangelio de hoy, el relato de la visita de María a su pariente anciana, Isabel (cf. Lc 1, 39-45). El ángel Gabriel le había dicho que Isabel estaba esperando un hijo y que ya estaba en el sexto mes (cf. Lc 1, 26.36). Y así, la Virgen, que acababa de concebir a Jesús por la obra de Dios, había salido apresuradamente de Nazaret, en Galilea, para llegar a las montañas de Judea para encontrarse con su prima.

El Evangelio dice: "Entró en la casa de Zacarías, saludó a Isabel" (v.40). Seguramente la felicitó por su maternidad, ya su vez Isabel saludó a María diciendo: "¡Bendita seas entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿A qué debo que la madre de mi Señor venga a mi?"(Vv. 42-43). E inmediatamente alabó su fe: "Bienaventurada la que creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho" (v.45). Es evidente el contraste entre María, que tenía fe, y Zacarías, el esposo de Isabel, que no había creído en la promesa del ángel y, por lo tanto, permaneció mudo hasta el nacimiento de Juan.

Este episodio nos ayuda a leer con una luz muy especial el misterio del encuentro del hombre con Dios. Un encuentro que no está marcado por prodigios asombrosos, sino en nombre de la fe y la caridad. De hecho, María es bendecida porque creyó: el encuentro con Dios es el fruto de la fe. En cambio, Zacarias, que no creía, permaneció sordo y mudo para crecer en la fe durante el largo silencio: sin fe, inevitablemente permanecemos sordos a la voz consoladora de Dios; y seguimos sin poder pronunciar palabras de consuelo y esperanza para nuestros hermanos y hermanas. Lo vemos todos los días, la gente que no tiene fe o que tiene la fe muy pequeña, cuando debe acercarse a una persona que sufre le dice palabras de circunstancia, pero no logra llegar al corazón porque no tiene fuerza porque no tiene fe y sino tiene fe no llegan las palabras ni llegan al corazón de los demás.

La fe, a su vez, se nutre de la caridad. El evangelista nos dice que "María se levantó y fue rápidamente a ver a Isabel" (v. 39) "Se levantó": un gesto lleno de preocupación. Podría haberse quedado en casa para prepararse para el nacimiento de su hijo, en lugar de eso, se preocupa primero de los demás que de sí mismo, demostrando de hecho que ya es un discípulo del Señor que lleva en su vientre. El acontecimiento del nacimiento de Jesús comenzó así, con un simple gesto de caridad; Además, la auténtica caridad es siempre el fruto del amor de Dios. El evangelio de la visita de María a Isabel que escuchamos hoy en la misa, nos prepara para vivir bien la Navidad, comunicándonos el dinamismo de la fe y de la caridad. Este dinamismo es obra del Espíritu Santo: el Espíritu de amor que fecundó el vientre virginal de María y que la instó a acudir al servicio de su anciana pariente.

Un dinamismo lleno de alegría, como se ve en el encuentro entre las dos madres, que es todo un himno de regocijo gozoso en el Señor, que hace grandes cosas con los pequeños que confían en Él. Que la Virgen María nos brinde la gracia de vivir una Navidad extrovertida pero no dispersa: que en el centro no esté nuestro "Yo", sino el Tú de nuestros hermanos y hermanas, especialmente aquellos que necesitan una mano. Entonces dejaremos espacio para el amor que, incluso hoy, quiere hacerse carne y venir a vivir entre nosotros.

 

 

23/12/2018-12:21
Anne Kurian

Ángelus: Tsunami en Indonesia: "el llamado del Papa a la comunidad internacional"

(ZENIT — 23 dic. 2018).- El Papa Francisco llama a la solidaridad, en el Ángelus del 23 de diciembre de 2018, después del tsunami que dejó al menos 222 muertos y cientos de heridos en Indonesia.

Después de la oración mariana, el Papa se dirigió a "la gente de Indonesia afectada por desastres naturales violentos, que han causado graves pérdidas de vidas humanas, muchos desplazados y personas sin hogar y daños materiales significativos".

"Invito a todos", dijo, "a unirse conmigo en oración por las víctimas y sus seres queridos. Estoy espiritualmente cerca de los desplazados y de todos aquellos que han sido probados, implorando a Dios por el alivio de su sufrimiento".

Y el Papa Francisco lanza una llamada "que nuestra solidaridad y el apoyo de la comunidad internacional no fallen a nuestros hermanos y hermanas". Luego oró un Ave María con la multitud reunida en la Plaza de San Pedro.

El tsunami se disparó en las orillas del estrecho de Sonda de Indonesia después de una erupción volcánica. El balance está aumentando hora tras hora, mientras que las personas siguen desaparecidas.

© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

 

 

23/12/2018-15:30
Anne Kurian

Navidad: Las puertas de la comunidad cristiana están abiertas a todos, dice el Papa

(ZENIT — 13 dic. 2018).- En la víspera de Navidad, el 23 de diciembre de 2018, el Papa Francisco dirigió un pensamiento especial "a todos los que están lejos de su familia y de su tierra". "Nuestro Padre Celestial no os olvida y no os abandona", dijo mientras celebraba el Ángelus.

"Si eres cristiano", agregó, "deseo que encuentres en la Iglesia una verdadera familia, donde experimentes la calidez del amor fraternal. Y a todos los que están lejos de sus familias, cristianos y no cristianos, les digo: las puertas de la comunidad cristiana están abiertas, Jesús nace para todos y da a todo el amor de Dios".

Aquí está nuestra traducción de las palabras del Papa después de la oración mariana en la Plaza de San Pedro.

 

Palabras del Papa tras el Ángelus.

¡Queridos hermanos y hermanas!

Mis pensamientos se dirigen a la gente de Indonesia afectada por desastres naturales violentos, que han causado graves pérdidas de vidas, personas desplazadas y sin hogar, y daños materiales importantes. Invito a todos a unirse a mí en oración por las víctimas y sus seres queridos. Estoy espiritualmente cerca de los desplazados y de todos aquellos que han sido probados, implorando a Dios por el alivio de su sufrimiento. Pido vuestra solidaridad y el apoyo de la comunidad internacional para no fallar a nuestros hermanos y hermanas.

Oremos juntos ...

[Ave María]

Os saludo a todos, fieles de Roma y peregrinos de Italia y de diversos países. Pasado mañana será Navidad y mis pensamientos se dirigirán especialmente a las familias que se reúnen en estos días: el que vive lejos de sus padres regresa a casa; los hermanos buscan encontrarse ... En Navidad es hermoso e importante quedarse en familia.

Pero tantas personas no tienen esta oportunidad, por diferentes razones; y hoy me gustaría dirigirme de manera especial a todos aquellos que están lejos de su familia y de su tierra. Queridos hermanos y hermanas, el Padre Celestial no os olvida y no os abandona. Si eres cristiano, deseo que encuentres en la Iglesia una verdadera familia, que experimentes la calidez del amor fraternal. Y a todos los que están lejos de sus familias, cristianos y no cristianos, os digo: las puertas de la comunidad cristiana están abiertas, Jesús nace para todos y da a todos el amor de Dios.

Os deseo un buen domingo. No os olvideis de orar por mí. Buen almuerzo y adiós.

Traducción © Zenit Raquel Anillo

 

 

23/12/2018-07:37
Isabel Orellana Vilches

Santa Paola Elisabetta Cerioli, 24 de diciembre

«Su vida pone de manifiesto la supremacía del amor, fuente de gracia y de virtud que se nutrió en la adversidad. Desposada con un hombre mayor, lo perdió a él y a sus hijos. Fue una madre para los huérfanos que acogió en su palacio»

La fortaleza de un ser humano se mide especialmente en el infortunio. Constanza Cerioli lo demostró con creces. Su particular tragedia, neutralizada por su incondicional entrega a Dios, se trocó en bálsamo para los desfavorecidos. Fue conducida a la vida religiosa tras dramáticas experiencias personales de sufrimiento, si bien el dolor fue para ella árbol fecundo.

Nació el 28 de enero de 1816, en Soncino, Cremona, Italia, con una constitución tan débil que sus padres, los nobles y acaudalados Francesco Cerioli y Francesca Corniani, que ya tenían una numerosa prole, rogaron que se le administrara el bautismo inmediatamente, temiendo que pudiera morir. Pero Constanza sobrevivió, aunque su salud sería frágil el resto de su vida. Se formó junto a las Hermanas de la Visitación en Alzano Maggiore, Bergamo, hasta los 16 años. A los 19, una edad en la que tantas jóvenes sueñan con un futuro feliz, tuvo que desposarse por acuerdo de sus padres, que así lo habían apalabrado, con Gaetano Busecchi, que rozaba los 60 —casi un anciano para la época— y era el rico heredero de los condes Tassis de Comonte de Sériate, Bergamo.

No es difícil imaginar el escenario en el que se desenvolvieron casi veinte años de su vida con un matrimonio contraído sin amor y con ese desfase abrumador de edad y experiencia entre su esposo y ella. Pero asumió su destino con la dignidad propia de su noble condición, creyendo que en la voluntad paterna estaba contenida la divina, amparada en los hondos principios de fe y virtud que le habían inculcado. De esta unión nacieron cuatro vástagos. Los tres primeros hijos murieron nada más nacer. Y si dolorosas fueron estas sucesivas pérdidas más lo fue la del cuarto hijo, Carlos, que sobrevivió hasta los 16 años. Unos meses más tarde falleció su esposo, y Constanza se sumió en el más profundo dolor. Tenía 38 años y era heredera de una gran fortuna, pero su corazón latía afligido por tal cúmulo de desgracias. Su sostén fueron los prelados de Bergamo que le ayudaron a aferrarse a la fe. «No sé —reconocería más tarde—cómo he podido sobrevivir, frágil y probada como estaba».

Había madurado a golpes de intenso sufrimiento y volvió los ojos a la Virgen Madre de los Dolores. Conmovida al meditar en ellos, en una ocasión la angustia sufrida fue de tal grado que estuvo a punto de caer desmayada. Convirtió su palacio en un refugio para los necesitados, desamparados y huérfanos a los que socorrió ejerciendo con ellos un apostolado cuajado de esas ternuras que la vida le había impedido dispensar a los de su propia sangre. Primero comenzó con dos huérfanas, pero enseguida fue incrementándose el número de los acogidos. Se lo había vaticinado su hijo Carlos cuando a punto de morir le dijo: «No llores por mi próxima muerte, mamá, porque Dios te dará otros muchos hijos». Ese hogar fue otra Casita de Nazaret donde pudo dar a tan maltrechos corazones el cobijo que nunca tuvieron, y socorrerlos en sus múltiples carencias.

Tomó como modelo a la Sagrada Familia. Ella, junto a su amor a la Santísima Trinidad y a la Virgen de los Dolores, sustentó sus quehaceres marcados por la caridad, confianza en Dios, piedad, humildad y obediencia, virtudes plasmadas en el ejercicio concreto de su espiritual maternidad con los desfavorecidos. La semilla germinó en su palacio a través de los niños que acogió, y fue origen de la fundación de las Hermanas de la Sagrada Familiaque impulsó con la aquiescencia de otras seis mujeres que se unieron a ella en 1857. Quiso que todos vivieran la experiencia de la conciencia filial.

Como religiosa tomó el nombre de Paola Elisabetta. Fue fundadora, asimismo, de los Hermanos de la Sagrada Familia, dirigida a la asistencia de los pobres campesinos. En 1863, superando numerosos contratiempos, abrió la primera casa destinada a los hijos de éstos en una de las posesiones que tenía en Villacampagna (Cremona). A ella le sucedieron la creación de escuelas y colegios en los que se proporcionaba a los pequeños una formación humana y espiritual. La santa siempre tuvo en cuenta el valor de la familia para el progreso de la sociedad.

En sus escritos espirituales se refleja su anhelo de conquistar la santidad, la conciencia de su pequeñez... Así en mayo de 1864 anotaba: «Sí, Dios mío, seré humilde de corazón; lo sé, porque Tú me iluminas, que no tengo la virtud ni el talento, ni méritos; pero la humildad llenará ese vacío ante Ti de méritos, talento y virtud; compensará mis carencias. Seré humilde, y humilde en todo; en mis palabras, no hablando nunca de mí sino con gran circunspección; humilde en mis sentimientos, humilde en mis acciones, humilde en mi conducta, pero sobre todo humilde para imitar Tu ejemplo, para merecer Tu gracia, para entrar en Tu corazón, encontrar un Jugaren él que sea para siempre mi estancia».En agosto de 1865, cuando le faltaban unos meses para su deceso, se percibe que seguía manteniendo vivos estos sentimientos que plasmaba por escrito: « Evitar las palabras innecesarias, no desperdiciare! tiempo, no buscar mi propia comodidad».

Pero Dios juzgó que ya había cumplido su misión y esta mujer que había sufrido tanto humanamente, le entregaba su alma en Comonte, a los 49 años, el 24 de diciembre de 1865. Pío XII la beatificó el 19 de marzo de 1950. Y Juan Pablo II la canonizó el 16 de mayo de 2004.

 

 

23/12/2018-16:28
Enrique Díaz Díaz

Monseñor Enrique Díaz Díaz: Dios en familia

I Samuel 1, 20-22. 24-28: "Samuel quedará consagrado de por vida al Señor"
Salmo 83: "Señor, dichosos los que viven en tu casa"
I San Juan 3, 1-2. 21-24: "Nos llamaremos hijos de Dios y lo somos"
San Lucas 2,41-52: "Los padres de Jesús lo encontraron en medio de los doctores"

Fue una dura y triste Navidad, muy diferente a como Lorenzo y Martha la habían soñado. Es cierto que ya en años anteriores habían tenido algunos problemas, sobre todo económicos, para hacer una fiestecita como es debido, pero este año además de los problemas económicos se vivieron situaciones difíciles. Alrededor de la mesa quedan varias sillas vacías y Doña Martha no puede disimular sus lágrimas. Se imaginaba que siquiera para Navidad, se harían presentes todos sus hijos, pero "cada quien trae sus broncas". Manuel, el mayor de sus hijos, ya se dejó con Tere, y ni modo que vengan solos o cada quien por su lado. Rosita desde el inicio del año salió embarazada y ya no regresa de la ciudad porque Don Lorenzo la corrió y también porque le da vergüenza con la gente. Rosendo prefiere seguir emborrachándose con sus amigos. Dicen que hasta droga se mete y ya casi no viene a la casa, y cuando viene son puros pleitos. Sólo quedan los dos más chiquitos, pero con un ambiente pesado y tenso. ¿Por qué se desbarataría la familia? ¿Cómo hacer para volver a unirlos?

Apenas hemos vivido la Navidad y ya San Lucas nos presenta a Jesús adolescente, iniciando su vida religiosa como tocaría a todo niño judío. Detrás de la narración de esta peregrinación al Templo de Jerusalén, podemos descubrir la vida íntima de la familia de Nazaret y encontrar valiosas reflexiones para nuestra familia actual. ¿Tendrá algo que decir una familia judía de aquel tiempo a una familia moderna del siglo XXI? Contrario a lo que alguien pudiera objetar, hay elementos que no cambian y sostienen la célula familiar. Cuando fallan, ponen en grave riesgo la propia familia. Quizás esto es lo primero que tendríamos que rescatar: reconocer y revalorar la centralidad que tiene la familia. Muchas de las propuestas educativas o políticas, se olvidan descaradamente de este principio y buscan sólo al individuo, como si estuviera aislado. Así quebrantan la célula familiar y con ella a toda la sociedad. Lo primero que tenemos que rescatar es pues esta importancia primordial de la familia ¿Qué lugar le estamos dando?

Jesús adolescente va a reconocer y a encontrar la casa y las cosas de su Padre. La familia es la promotora y educadora de la fe. Sólo se puede aprender y asimilar el verdadero amor de Dios, viviéndolo en comunidad, y la primera y mejor comunidad es la familia. La familia da la verdadera sustancia de la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el inicio de las relaciones interpersonales más cercanas como con los parientes, las amistades y el pequeño grupo; sino que también da el verdadero sentido de la comunidad humana, las relaciones sociales, económicas y políticas. Jesús encuentra en José y María el pequeño círculo que lo va haciendo madurar y entender la protección de su Padre Dios. Con ellos aprende las oraciones, las tradiciones y las costumbres, que le descubren a un Dios que es fiel a su pueblo israelita. Y al mismo tiempo se abre a una nueva experiencia del amor con los demás, de la universalidad del amor de su Padre Dios y del verdadero culto y adoración al Señor. ¿Qué sentido de Dios vivimos en la familia? ¿Hay una verdadera educación y enseñanza del amor de Dios, de la búsqueda de la hermandad y del sentido de nuestras prácticas religiosas? ¿Es nuestra familia, de cualquier forma que la estemos viviendo, una oportunidad de encuentro con Dios?

A Jesús se le conoce como "el hijo de José el carpintero". Como en muchos hogares, aprendería desde pequeño el mismo oficio de su padre José, y la forma de irse ganando la vida, confiando en la providencia pero "sudando para llevar el pan a la mesa". Ahora, los horarios, el trabajo, la migración y el cambio de sistema, no favorecen ni la convivencia ni la educación para el trabajo. Los niños y los jóvenes pasan demasiado tiempo ociosos, solos y sin beneficio. O bien, desde muy pequeños son obligados a sostener y aportar a las familias, no en compañía de los padres, sino con riesgos y peligros del trabajo en la calle o en economías informales. El estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual. Los salarios no permiten una sana educación, una buena alimentación y un tiempo de eficaz convivencia. Por eso, se convierte en una necesidad social, e incluso económica, el seguir proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona ¿Cómo vivir más y mejores momentos de relación en pareja y entre padres e hijos?

La educación, el ir creciendo de la mano de los padres, se ha ido perdiendo y va quedando bajo la responsabilidad de la escuela, de la calle y de los medios de comunicación. Y aunque hay quienes aportan y ofrecen medios para hacer madurar a la persona, son tan pocos y están tan opacados, que es difícil que lleguen a la mayoría de los niños y los jóvenes, que frecuentemente se ven sometidos a un bombardeo y agresiva oferta de pornografía y permisividad que los ahoga y los induce al alcohol, a la droga y a la vida fácil. No se educa para el amor ni para la responsabilidad. No se enseña a tener iniciativas propositivas y planes formativos. No se propicia un ambiente de servicio y de compartir, sino de competencia, individualismo y gozo personal. ¿Qué tendríamos que cambiar para educar mejor a los jóvenes y a los niños?

Nos vemos amenazados, además, por graves problemas de secuestros, de trata de menores, de pornografía, de drogadicción y pandillerismo, y optamos por encerrarnos y proteger cuanto podemos a los pequeños, pero apenas se les ofrece libertad, la confunden con libertinaje, con corrupción y ambición. Hoy más que nunca tenemos que buscar caminos que fortalezcan la familia, la pareja, la relación entre los hermanos y la convivencia con los demás. El modelo de la Sagrada Familia aparece como un ideal al que debemos tender: crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres. ¿En qué tendremos que poner más atención para mejorar nuestras familias? ¿Buscamos a los hijos como lo hacían María y José?

Señor y Dios nuestro, tú que nos has dado en la Sagrada Familia de tu Hijo, el modelo perfecto para nuestras familias, concédenos practicar sus virtudes domésticas y estar unidos por los lazos de tu amor, para que podamos ir a gozar con ella eternamente de la alegría de tu casa. Amén.