Servicio diario - 09 de diciembre de 2018


 

Fiesta de la Inmaculada: El Papa reza por la ciudad y por el mundo
Raquel Anillo

Ángelus: Es necesario tomar un camino de conversión en actitud vigilante y de oración
Raquel Anillo

"El Adviento es un tiempo para llenar los vacíos en nuestras vidas"
Anne Kurian

Beato Marco Antonio Durando, 10 de diciembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

09/12/2018-08:42
Raquel Anillo

Fiesta de la Inmaculada: El Papa reza por la ciudad y por el mundo

(ZENIT – 8 dic. 2018).- El Papa Francisco en esta solemnidad de la Inmaculada fue a rendir homenaje ante la Salus Populi Romani a la Basílica papal de Santa María la Mayor, seguido se dirigió a la Plaza de España donde depositó flores al pie de la estatua de la Virgen, y orar por la ciudad y por el mundo.

El Papa fue acogido por el vicario de Roma Mons. Angelo de Donatis y por la alcaldesa de Roma Sra. Virginia Raggi.

El Papa ha expresado su oración con las letanías de la Virgen María y seguido dio su bendición.

Después del canto “Toda pulcra eres María” el Papa bendijo a los enfermos.

 

Oración completa del Papa a Nuestra Señora Inmaculada:

Madre Inmaculada, en el día de tu fiesta, tan querida por el pueblo cristiano,
Vengo a rendirte un homenaje en el corazón de Roma.
En mi corazón traigo a los fieles de esta Iglesia.
y todos los que viven en esta ciudad, especialmente los enfermos.
y cuántos por diferentes situaciones les cuesta salir adelante.
En primer lugar, queremos agradecerte.
Por el cuidado materno con el que nos acompañas en nuestro camino:
¡Cuántas veces oímos, con lágrimas en los ojos, a aquellos que han experimentado tu intercesión por las gracias que pides por nosotros a tu Hijo Jesús!
También pienso en una gracia ordinaria que das a las personas que viven en Roma:
La de afrontar los inconvenientes de la vida cotidiana con paciencia.

Santa Virgen
Quisiera confiarte en modo particular a los sacerdotes de esta diócesis:
Los párrocos, los vice-párrocos, los sacerdotes ancianos que con el corazón de pastores continúan trabajando por el pueblo de Dios,
Por los tantos sacerdotes estudiantes de todo el mundo que colaboran en las parroquias.
Por todos ellos te pido la dulce alegría de evangelizar
y el don de ser padres, cercanos al pueblo, misericordiosos.
A ti, Mujer, consagrada a Dios, confío a las mujeres consagradas en la vida religiosa y en la vida secular,
que gracias a Dios en Roma hay tantas, más que en cualquier otra ciudad del mundo,
y forman un hermoso mosaico de nacionalidades y culturas.
Por ellas, te pido la alegría de ser, como Tú, esposas y madres,
Fecundas en la oración, en la caridad, en la compasión.
Oh María Inmaculada, Amanecer de la esperanza en el horizonte de la humanidad.
Vela por esta ciudad,
En los hogares, las escuelas, las oficinas, los comercios,
en las fábricas, hospitales, cárceles;
que no falte en ninguna parte lo que Roma tiene más preciado,
y que conserva para el mundo entero, el testamento de Jesús:
“Amaos como yo os he amado” (cf. Jn 13, 34).

Amén.

 

 

 

09/12/2018-12:18
Raquel Anillo

Ángelus: Es necesario tomar un camino de conversión en actitud vigilante y de oración

(ZENIT — 9 dic. 2018).- Antes del Ángelus de este segundo domingo de Adviento desde la ventana del despacho que da a la plaza San Pedro y ante la presencia de unas 45.000 personas, el Papa Francisco ha invitado a vivir este tiempo de espera del Señor con actitud de vigilancia y de oración. También nos ha invitado a que pensemos cada uno de nosotros como puedo cambiar algo de mi actitud para preparar el camino hacia el Señor.

 

Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El domingo pasado, la liturgia nos invitó a vivir el tiempo de Adviento y la espera del Señor con la actitud de vigilancia, y es esta la oración, vigilad y orad. Hoy, el segundo domingo de Adviento, se nos muestra cómo dar sustancia a esta espera: emprendiendo un camino de conversión.

¿Cómo hacer concreta esta espera?, como guía para este viaje, el Evangelio nos presenta la figura de Juan el Bautista, quien "viajó por toda la región del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" (Lc 3, 3). Para describir la misión del Bautista, el evangelista Lucas recoge la antigua profecía de Isaías: "Voz del que clama en el desierto: ¡Preparad el camino del Señor, endereza sus caminos! Cada barranco será rellenado, cada montaña y cada colina serán bajadas "(versículos 4-5).

Para preparar el camino para el Señor que viene, es necesario tener en cuenta las exigencias de conversión a las que el Bautista nos invita. En primer lugar, estamos llamados a rellenar las depresiones producidas por la frialdad y la indiferencia, abriéndonos a los demás con los mismos sentimientos de Jesús, es decir, con esa cordialidad y atención fraterna que asume la responsabilidad de las necesidades de nuestro prójimo, osea hay que ir aplanando y todo lo que consiste la frialdad.

No se puede tener una relación de caridad, de fraternidad con el prójimo si hay huecos, espacios, como tampoco se puede ir sobre una carretera con tantos baches, hay que aplanar calles, hay que cambiar una actitud. Y todo esto con un cuidado especial para los más necesitados. Entonces debemos reducir tanta dureza causada por el orgullo y la soberbia, cuanta gente sin darse cuenta tal vez, es soberbia, áspera, no tiene esa relación de cordialidad, hay que superar esto con gestos concretos de reconciliación con nuestros hermanos, pidiendo el perdón de nuestras faltas, no es fácil reconciliarse, siempre se piensa quien va a dar el primer paso. El Señor nos ayuda si tenemos buena voluntad. De hecho, la conversión está completa si lleva a reconocer con humildad nuestros errores, nuestras infidelidades y nuestros incumplimientos.

El creyente es el que, al estar cerca de su hermano, como Juan el Bautista abre caminos en el desierto, es decir, indica perspectivas de esperanza incluso en esos contextos existenciales difíciles, marcados por el fracaso y la derrota. No podemos ceder ante situaciones negativas de cierre y rechazo; No debemos permitirnos ser sometidos a la mentalidad del mundo, porque el centro de nuestra vida es Jesús y su palabra de luz, de amor, de consuelo, es Él. El Bautista invitó a la gente de su tiempo a la conversión con fuerza, vigor y severidad. Sin embargo, sabía cómo escuchar, sabía cómo hacer gestos de ternura y perdón hacia la multitud de hombres y mujeres que acudían a él para confesar sus pecados y ser bautizados con el bautismo de penitencia.

Su testimonio de vida, nos ayuda a ir adelante en nuestro testimonio de vida, la pureza de su proclamación, su coraje para proclamar la verdad lograron despertar las expectativas y esperanzas del Mesías que había estado inactivo durante mucho tiempo. Incluso hoy, los discípulos de Jesús están llamados a ser sus testigos humildes pero valientes para reavivar la esperanza, para hacer entender que, a pesar de todo, el Reino de Dios continúa siendo construido día a día con el poder del Espíritu Santo. Pensemos cada uno de nosotros como puedo yo cambiar algo de mi actitud para preparar el camino hacia el Señor.

Que la Virgen María nos ayude a preparar el camino del Señor día tras día, comenzando con nosotros mismos; y a sembrar nuestro alrededor, con tenaz paciencia, semillas de paz, justicia y fraternidad.

 

 

09/12/2018-15:11
Anne Kurian

"El Adviento es un tiempo para llenar los vacios en nuestras vidas"

(ZENIT — 9 dic. 2018).-"El Adviento es un momento para reconocer los vacíos que llenan nuestras vidas, para suavizar las asperezas del orgullo y hacer espacio para que venga Jesús. Este es el tweet publicado por el Papa Francisco este 9 de diciembre de 2018, segundo domingo de Adviento.

Esta cita está tomada del Ángelus del 10 de diciembre de 2017. El Papa explicó: "Un vacío en nuestras vidas puede ser el hecho de que no oramos o que oramos poco. Entonces, el Adviento es el mejor momento para orar más intensamente, para reservar para la vida espiritual el lugar importante que merece".

Y añade: "Otro vacío podría ser la falta de caridad hacia el prójimo, especialmente hacia las personas que necesitan más ayuda, no solo material, sino también espiritual. Estamos llamados a estar más atentos a las necesidades de los demás, de los más cercanos".

El Papa también había advertido: "Donde hay orgullo, dominación, soberbia, el Señor no puede entrar ... Debemos reducir este orgullo. Debemos asumir actitudes de gentileza y humildad, sin rumores: escuchar, hablar con dulzura y, por lo tanto, preparar la venida del Salvador, que es dulce y humilde de corazón (Mt 11,29)".

© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

 

 

09/12/2018-07:32
Isabel Orellana Vilches

Beato Marco Antonio Durando, 10 de diciembre

«Miembro de la Congregación de la Misión. Soñó con China para llevar allí el Evangelio, pero los planes de Dios fueron otros. Y se convirtió en un gran servidor de los pobres, enfermos y desvalidos en Italia, su país»

La vida de entrega no siempre discurre por los cauces que uno puede haber soñado. Este beato pensó en China, pero su itinerario espiritual y apostólico tuvo como escenario Italia, su patria. Nació en Mondoví el 22 de mayo de 1801. Pertenecía a una familia acomodada, influyente y numerosa; de diez hermanos sobrevivieron ocho, algunos de los cuales iban a centrarse en la vida militar y en la política ocupando puestos relevantes. Siendo joven, Marco Antonio se comprometió con la fe en un ambiente poco proclive a ella, al menos por parte de su padre que profesaba un laicismo de sesgo anticlerical. Pero como la madre era creyente, y se ocupaba de su educación, le inculcó el espíritu religioso. Gracias a su influjo, a los 14 años ingresó en el seminario de Mondoví, pero su deseo era evangelizar China.

Si hace unos días se recordó en esta sección de ZENIT que la piedra de toque de la vida consagrada es el defecto dominante, hoy conviene añadir que la obediencia es uno de sus pilares por excelencia. A través de ella se manifiesta la voluntad de Dios que puede no coincidir con la personal, pero que viene acompañada de grandes frutos como le sucedió a Marco Antonio. Llevando a China en su corazón, ya como miembro de la Congregación de la Misión y siendo un joven, casi adolescente, de 15 años, confió a sus superiores su anhelo misionero, pidiéndoles encarecidamente que lo enviaran allí. Pero su insistente demanda no fue acogida por ellos porque tenían otros planes para el muchacho. Así pues, prosiguió estudios en Sarzana dando muestras de virtud en todo su quehacer.

No gozaba de buena salud y por ese motivo en 1822 tuvo que hacer un paréntesis en su formación, momento que coincidió con la dolorosa pérdida de su madre. Ella ya no tendría la alegría de verle ordenado sacerdote, hecho que se produjo en la catedral de Fossano el 12 de junio de 1824. Después, destinado a Casale Monferrato, el beato revitalizó apostólicamente la región piamontesa con su celo apostólico, suscitando el fervor de las gentes sencillas que acudían a escuchar su vibrante predicación, aunque para ello quienes regentaban establecimientos públicos tenían que cerrarlos. Y al concluir las misiones, cuando llegaba el momento de la despedida de este insigne misionero, no ocultaban su pesar.

En 1830 fue designado superior de la casa de Turín, lugar en el que permaneció hasta el fin de sus días. Era un hombre ponderado, con enorme tacto y caridad, que dio sobradas pruebas de su templanza como se constató en situaciones difíciles y dolorosas que le tocó afrontar por razones histórico-políticas. Cuando vieron confiscados los bienes, se ocupó de atender fraternalmente a numerosos religiosos afectados, así como de ir recuperando las posesiones de su comunidad, salvando escollos y dificultades, y actuando en el momento oportuno. Su misión fue intensificar las acciones propias de su carisma que transmitió a través de las misiones populares, aunque se dirigió también al clero en sucesivas conferencias y retiros, todo ello conforme a lo establecido por san Vicente de Paúl. Siguiendo su ejemplo, asistió a los pobres espiritual y materialmente.

Fue un gran director espiritual al que acudían en busca de consejo personas de todas clases sociales, incluidos miembros relevantes de la Iglesia y de la nobleza. A él se debe el establecimiento de las Hijas de la Caridad en el Piamonte. Venciendo prejuicios de ciertos clérigos, a ellas encomendó la atención de heridos, tanto en el hospital militar como en el campo de batalla, un acto de valor y de fe, que fue recompensado personalmente por el rey Carlos Alberto. Entre otras acciones, contribuyó a difundir entre las jóvenes la asociación de la Medalla Milagrosa, que reportó numerosas vocaciones y fue el detonante de 20 fundaciones. Fundó los centros caritativos «Misericordias», una red excepcional que se fue diversificando en distintos frentes: enfermerías, hospicios, asilos, escuelas, etc., todo ello para asistencia de los enfermos y de los necesitados. Estos centros emblemáticos se abrieron en distintos lugares.

En 1837 fue nombrado visitador de la provincia de la Alta Italia de los padres paúles (antigua Lombardia), algo inusual dada su juventud, y ejerció esta misión admirablemente durante más de cuarenta años, hasta la muerte. En 1855 puso en marcha el colegio seminario de Brignole-Sale para la formación de sacerdotes. Y en 1865 con Luisa Borgiotti fundó las Hermanas Nazarenas con un grupo de jóvenes que acudieron a él porque querían consagrar su vida a Dios. Les dio esta consigna: «¡Orad, obedeced y haceos santas!», orientándolas a la asistencia de los enfermos a domicilio a tiempo completo, y a la juventud abandonada. Tenían como modelo la Pasión de Jesús, devoción integrada en un cuarto voto. El beato fue un hombre bien relacionado y supo extraer de sus amistades frutos apostólicos. Íntimamente, y aunque mostraba gran fortaleza, tuvo que luchar contra el desánimo. Fue humilde y delicado, supo combinar sabiamente la comprensión con el rigor. En muchas ocasiones sufrió incomprensiones. Con su salud muy mermada, no logró ser relevado de su misión: «Encorvado bajo el peso de los años, sentado en un sillón, siempre mantenía el rostro suave y sonriente», se dijo de él en esa etapa de su vida. Y así llego a los 79 años, falleciendo el 10 de diciembre de 1880. Fue beatificado por Juan Pablo II el 20 de octubre de 2002.