Tribunas

El discurso teológico de Pablo Casado

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

El pasado año por estas fechas, el entonces ministro de Justicia de Rajoy, Rafael Catalá, participó en esa asamblea de la ONU de las religiones que organiza en Madrid la Fundación Evsen, del multimillonario turco Ali Evsen.

Este año, como muy bien saben nuestros lectores, también se ha celebrado el encuentro. Y la ministra de Justicia hasta el presente, Dolores Delgado, ha hecho un mutis por el foro con la excusa de que tenía que viajar a París y probablemente pensaba que el tráfico al aeropuerto está muy complicado.

Pero no me iba a referir a la presencia o ausencia, a las filias o fobias temáticas del actual gobierno. A lo que me quería referir es a la diferencia de discurso del anterior ministro del gobierno con el que pronunció el actual presidente del Partido Popular.

Ustedes me dirán que uno era ministro de un gobierno y otro es líder de la oposición. Pero, al fin y al cabo, el líder de la oposición también tiene que abordar determinados temas como hombre de Estado, es decir, como futuro Presidente del Gobierno. No vaya a ser que caigamos en la tentación de Pedro Sánchez, que dice una cosa antes de ser presidente del Gobierno y la contraria cuando lo es.

Pues el año pasado Catalá construyó su discurso sobre el pensamiento de Hans Küng, con referencias secundarias a Tocqueville y Américo Castro.

Este año Casado ha citado a Eric Voegelin, sí, a Voegelin, a George Steiner y a E. Macron, y a Suárez, Adolfo, no Francisco.

Hombre, la diferencia entre E. Voegelin y H. Küng es abismal, entre otras razones porque Voegelin es interlocutor de algunos escritos sobre teología política de Ratzinger, anterior en el tiempo y muy influyente en el mejor pensamiento político y teológico alemán contemporáneo.

Voegelin es además quien asienta las bases del desarrollo conceptual moderno de las religiones políticas como nuevas formas de gnosticismo. Y si hubiera seguido por aquí, por el gnosticismo contemporáneo, Casado hubiera tenido un pase torero de dos orejas y rabo.

De todos modos, por no seguir la comparación, lo que importa son los núcleos temáticos. Hay dos afirmaciones de Casado que no debemos olvidar.

La primera, en la que se refiere a la esfera pública afirmando que “es el ámbito donde se reflejan con más intensidad las grandezas, y también las debilidades, de los hombres y mujeres de su época”.

Y la segunda,  que “la democracia no se basa en una suerte de tiranía de la mayoría sino que la característica esencial es la libertad y el respeto a las minorías”.

Plantea por tanto, la cuestión de las relaciones entre esfera pública y esfera privada en lo referido a lo religioso, uno de los grandes temas de la modernidad. Y, después, hace un guiño a lo que se han denominado los fundamentos prepolíticos de la democracia, más allá de los puramente formales. Fundamentos que están en algo más o menos que la libertad.

Quizá, de momento, no haya que pedirle más. No se me ocurriría, por tanto, pensar que dijera, con Donoso Cortés, que todo problema político es un problema teológico. Y que lo dijera de la forma de comprensión adecuada de esa idea. Lo digo por la influencia de Donoso en Carl Schmitt. O sí. Es cuestión de tiempo.

Por lo que me han contado de las entretelas del acto, el hecho de la presencia de Pablo Casado en este encuentro de la Fundación Evsen atrajo a destacadas personalidades, que no estaban apuntados en el acto de la tarde, como si fuera un imán. Y no es para menos.

 

José Francisco Serrano Oceja