Tribunas

“Superar” a Juan Pablo II

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

Por más que se empeñen algunos, para ensalzar al Papa Francisco no es necesario contraponerlo con san Juan Pablo II. Y lo mismo en la relación entre los dos papas santos, Pablo VI y Juan Pablo II.

Lo que sí me parece es que, en este mudo de memoria frágil por la avalancha de informaciones que nos hacen olvidar lo que ha ocurrido a medio y largo plazo, comienza a producirse una amnesia generalizada respecto del pontificado de Juan Pablo II.

Patología que, en algunos casos, está potenciada por quienes quieren hacer del sustrato teológico del pontificado un vestigio de la historia. Como si se tuvieran que perdonar que un día fueron más de Juan Pablo II que Juan Pablo II. Y ahora… ellos sabrán.

La idea de “superar” el pontificado de Juan Pablo II parece que, para algunos, aunque no lo digan, da mucho juego, pese a que con esa afirmación lo que están queriendo decir es que hay que aprovechar cada momento y pontificado para reformular la propuesta cristiana desde los criterios del presente. Una nueva forma de adanismo teológico y doctrinal, y pastoral.

Estos días pasado hemos conmemorado el cuarenta aniversario de la elección pontificia de Karol Woijtyla. Gracias al buen hacer del Instituto Polaco de Cultura en España se han celebrado dos Jornadas, una en la Universidad de Navarra y otra en la Universidad CEU San Pablo.

En Navarra, según he pido leer, el profesor de historia contemporánea, Pablo Pérez, dijo que Juan Pablo II “se encontró un catolicismo acomplejado, dividido y desesperanzado, que parecía haber claudicado ante la secularización del mundo”. Y añadió: “Contribuyó a una transformación sin precedentes que modificó el final del siglo XX. Además, por primera vez en la historia, un Papa se convirtió en predicador mundial del mensaje evangélico y con él, la religión volvió a aparecer como elemento esencial de la vida de los hombres”.

Esta afirmación de mi admirado Pablo me ha recordado lo que en su día escribiera George Weigel:

“Si la Iglesia del futuro conoce a Juan Pablo como “Juan Pablo el Grande”, será sin duda por esta razón: en otro momento de peligro, cuando la barbarie de distinto signo amenazaba la civilización, un heroico personaje de la Iglesia se enfrentó a la amenaza de los bárbaros y les propuso una alternativa. En el caso del papa León el Grande (440-461), los bárbaros en cuestión eran Atila y los hunos. En el caso de Gregorio el Grande (590-604), los bárbaros eran los lombardos. En el caso de Juan Pablo II, los bárbaros que amenazan la civilización han sido un conjunto de ideas cuyas consecuencias incluyen políticas bárbaras –humanismos erróneos que, en nombre de la humanidad y su destino, generan nuevas tiranías y provocan sufrimiento humano”.

De Juan Pablo II se puede decir lo que G. K. Chesterton escribió de Tomas Moro: “Era, por encima de todo, un hombre histórico: él representó a la vez un tipo de hombre, un momento crucial y un destino último. Si no hubiera existido este singular hombre en aquel particular momento, toda la historia hubiera cambiado de rumbo”.

 

José Francisco Serrano Oceja