Red Iberoamericana de

Estudio de las Sectas

 

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Nº 618

9 de oct. 2018

 

1. Antropólogos uruguayos ofrecen su visión crítica del fenómeno sectario.

2. Mark Hofmann, el falsificador de importantes documentos de la historia mormona.

3. España: una mujer, en peligro de muerte tras someterse a un tratamiento naturista.

4. Se acerca el XL aniversario de la masacre del Templo del Pueblo en Guyana.

5. Argentina: el líder de la secta de yoga de Mar del Plata niega todas las acusaciones.

6. Biodinámica: un enfoque esotérico de la agricultura.

7. Argentina: sancionarán a los videntes y adivinos en la provincia de Mendoza.

8. La ayahuasca, una sustancia peligrosa que es ilegal en Argentina.

9. El Ministerio de Salud de Panamá, preocupado por los ritos con ayahuasca.

10. La influencia del esoterismo y las ciencias ocultas en la literatura argentina.

 

 

1. Antropólogos uruguayos ofrecen su visión crítica del fenómeno sectario.

FUENTE: La Diaria

 

 

El uso del término “secta” no es inocente y ha variado a lo largo de la historia. Con la excusa de la presentación de dos libros que abordan el tema, los antropólogos Juan Scuro e Ismael Apud, más el periodista Sebastián Torterola, examinan de cerca el ambiente de época que permite la proliferación de grupos de prácticas psicoespirituales, en el medio uruguayo La Diaria.

El 17 de mayo, a la misma hora pero en lugares distintos de Montevideo, se lanzaban dos libros: uno sobre ayahuasca y el otro sobre una secta. Aunque muy diferentes entre sí, “ayahuasca” y “secta” son palabras que suelen aparecer juntas. A nivel mediático, por ejemplo, hace algunos años el programa “Santo y seña”, al aire en Canal 4 de Montevideo, emitió un ciclo sobre el tema y una de esas ediciones indagaba respecto de la presencia en Uruguay de una “secta religiosa” que en sus ceremonias utilizaba ayahuasca, un brebaje psicoactivo de origen amazónico.

El informe hacía hincapié en el caso del suicidio de un joven perteneciente al grupo, supuestamente provocado por el consumo de ayahuasca. Los periodistas reforzaron la idea evocando sus propias experiencias con la ayahuasca, tan terribles como un viaje al infierno y llenas de suspenso televisivo. Recientemente, también el diario El País publicó una denuncia que alertaba a las autoridades acerca de la llegada a Uruguay de Ayahuasca Internacional, una peligrosa secta “que se disfraza como terapia sanadora” pero que es “una estafa” y pone en peligro a las personas.

Escena 1: Ayahuasca en el Sheraton

A las 19.25, en el hall del Sheraton de Punta Carretas, las pantallas planas anuncian que el “lanzamiento del libro de Alberto Varela” es en el piso 25. Curiosamente, no aparece el título del libro: Ayahuasca, el viaje interior. Nada de la misteriosa palabra. En el piso 25, el salón, para unas 100 personas, está vacío. El autor está sentado conversando con dos de los asistentes: “En las sierras de Rocha, Alejandro Corchs y Alejandro Spangenberg tienen un lugar donde organizan ceremonias”. Se refiere a los líderes de El Camino Rojo, movimiento espiritual de raíces indígenas mexicanas y norteamericanas presente en Uruguay, cuyos ritos hacen uso de plantas como el peyote y la ayahuasca.

Cuando llega más gente empieza la presentación. Alberto Varela saluda, toma el libro con una mano y lo blande en el aire: “Esto es una excusa para organizar una charla y contarles lo que hacemos. Es una metodología diferente, única en el mundo, con estas medicinas tan poderosas. Mucha gente de todo el mundo está despertando de una forma natural, no religiosa, sino puramente espiritual. ¿Quién maneja la ayahuasca? ¿Los chamanes, los terapeutas, los ayahuasqueros, los psiquiatras?”, dice provocativamente.

Alberto Varela es un empresario argentino radicado en España, desde donde ha desarrollado Ayahuasca Internacional, “una empresa multinacional dedicada a organizar eventos de evolución interior”, según figura en su web. Hace retiros de dos a tres días en los que el uso de plantas que denominan “tradicionales” o “naturales” genera una alteración de la conciencia, lo que combina con técnicas psicoterapéuticas “occidentales”. Se ofrecen brebajes o aplicaciones a base de plantas como la iboga, el yopo, la ayahuasca, el peyote y también el kambó, de origen animal (es el veneno de una rana, conocido por algunos nativos como “la vacuna de la selva”).

Esta multinacional de la ayahuasca no es la primera en combinar la psicoterapia con metodologías de cura provenientes de algunos pueblos indígenas del continente americano. Por ejemplo, el médico francés Jacques Mabit dirige Takiwasi, un “centro de rehabilitación de toxicómanos” en Tarapoto, Perú, que también combina medicina tradicional indígena con medicina occidental. Allí se rescata el conocimiento nativo desarrollado durante generaciones por los pueblos locales. La ayahuasca, por ejemplo, es un té utilizado hace cientos de años y hasta la actualidad por pueblos de Brasil, como el huni kuin, el yawanawá, el kashinawá o el tukano; de Colombia, como el cofán y el shuar, y de Perú, como el asháninka.

La forma en que Ayahuasca Internacional se relaciona con esa tradición indígena tiene algunas particularidades. “Lo que decidimos fue descontextualizarla de su entorno cultural, religioso, chamánico, tradicional. El nuevo entorno es un acompañamiento para que la persona recupere el poder sobre su vida”, explica Alberto Varela en la presentación. Así, estas plantas salen del contexto original y pasan a ser consumidas en los “epicentros” de la organización en más de diez países. El cambio es brusco: los epicentros son lugares de alta gama y los retiros son bastante caros.

De hecho, el proceso de descontextualización de esas plantas se encuentra en curso por toda la región. Religiones “ayahuasqueras”, como el Santo Daime y la Unión del Vegetal, nacidas en la Amazonia brasileña, hoy están presentes en varios países de los cinco continentes. Chamanes peruanos viajan a lo largo y ancho del planeta para impartir ceremonias. Por mucho tiempo, estas prácticas se mantuvieron en lugares aislados (selvas, sierras, desiertos) y de una forma entre clandestina y secreta. Hoy han salido al mundo y llegan a países distantes como Uruguay u Holanda, donde antes esas plantas no eran conocidas ni se practicaban tales ceremonias.

Pero para conocer ese mundo hay que ir a la fuente. Así lo hizo Alberto Varela. Allá por 2001, el empresario fue a la Amazonia a especializarse en la preparación y uso del yagé, como se conoce a la ayahuasca en Colombia. Luego de convivir con los nativos y aprender de ellos, llevó la ayahuasca a España y comenzó a organizar rituales propios. Poco tiempo después, en 2008, fue denunciado por familiares de participantes y vecinos que alegaban que los rituales se descontrolaban.

Varela fue encarcelado en 2008, pasó 14 meses en prisión y en 2010 fue absuelto de un “delito contra la salud pública”. Ya en libertad, siguió con su actividad: fundó Ayahuasca Internacional en 2013 y retomó los viajes a Colombia para llevar las “medicinas” a Europa y organizar visitas a ceremonias en la selva para sus clientes europeos. Luego abrió la Escuela Ayahuasquera Europea, que forma los “facilitadores” de la empresa, personas sin estudios específicos que en pocas semanas son habilitadas para dirigir ceremonias en varias partes del mundo.

En 2015, las autoridades del pueblo cofán, nativo del Putumayo colombiano, realizaron un pronunciamiento público para alertar sobre el riesgo de “ser inducidos por personas no avaladas por ninguna de nuestras autoridades tradicionales ni formadas en nuestra medicina tradicional, que recurren a actos mentirosos y fraudulentos, como los del señor Alberto José Varela, quien merece ser investigado por las autoridades locales de cada país en el que suplanta nuestra autoridad y buen nombre de la medicina ancestral indígena en beneficio propio y de su lucrativo negocio y ya no comunitario, como lo hemos hecho milenariamente”. Los cofán denuncian que Varela se presenta en el mundo como autorizado por ellos para utilizar yagé, pero que en realidad ha falsificado la firma de la máxima autoridad de su pueblo. También afirman que es falso que realice inversiones económicas orientadas a mejorar su comunidad.

Poco después se hizo pública la “Carta de los 100”, documento internacional “de apoyo al pueblo cofán y contra las actividades de Alberto José Varela” firmado por 100 reconocidos investigadores, docentes y científicos especialistas en estos temas. Según dicen, mediante “estrategias de marketing agresivas” Varela hace un “uso irresponsable” del yagé, “empleando a personas que carecen de conocimiento y preparación”, y realiza “la venta directa del remedio a cualquiera sin ningún control, aprovechándose de la ignorancia, credulidad, buena fe y de la vulnerabilidad de muchas personas”.

Varela atribuye estas críticas y denuncias a la “envidia” por el crecimiento de su empresa. Él afirma que la ayahuasca “no es patrimonio de ninguna etnia indígena de ningún país, sino patrimonio de la humanidad”. Luego de terminar la conferencia, extrae de su maletín miles de dosis psicodélicas encapsuladas para sus “facilitadores” uruguayos. Varias personas ya piden más información, accionadas por el discurso de Varela: “Todo el método se reduce a un acto de valor y coraje: ¿quieres ver lo que ha pasado? ¿Quieres meterte? ¿O quieres seguir mintiéndote? A veces es difícil salir de nuestro problema central, creamos personajes, vendavales emocionales... a no ser que la vida nos lleve al límite de decir: ‘No hay más tiempo’. Es inminente. La ayahuasca está llegando al mundo para traer este mensaje: no hay más tiempo. Es el final”.

Escena 2: Sectas en el sótano

Había cerca de 40 personas la noche fría y lluviosa en que María Urruzola presentó De la Gestalt a la secta. El encuentro tuvo lugar en el sótano de una librería del Centro de Montevideo, reciclado en vinoteca. Los participantes concordaban en la grata sorpresa del descubrimiento de ese espacio en la ciudad, con su perspectiva subterránea. Los protagonistas fueron la autora y el psiquiatra y psicoanalista Marcelo Viñar.

La historia comenzó con José Luis Ximénez, psicólogo vinculado al Centro Gestáltico de Montevideo desde inicios de los años 90, que luego acabaría creando el grupo Holi Tao. Sobre este trata el libro de Urruzola. Al principio, Ximénez se reunía con pacientes y estudiantes a practicar actividades terapéuticas. Luego se consolidó un grupo en torno a su figura, que funcionó durante 15 años. En ese tiempo, sus integrantes construyeron casas y convivieron en ellas, cortaron sus relaciones familiares y laborales y redujeron al mínimo posible sus vínculos con la sociedad. “Partir a la libertad” era una de las motivaciones principales de quienes creían en Ximénez y su propuesta.

A partir de antiguos participantes del grupo, Urruzola detalla varios episodios, prácticas abusivas y delitos perpetrados por los líderes contra los integrantes de Holi Tao. Los hechos comenzaron a tener mayor visibilidad a partir de la sentencia penal de Ximénez y de otras dos personas del grupo. También contribuyó la emisión de “Santo y seña”, que en 2012 hizo pública la historia en su ciclo sobre sectas. El proceso penal y la difusión televisiva abrieron la posibilidad de que algunas personas que habían pertenecido al grupo contaran varios episodios a Urruzola. Su libro es directo y se focaliza en los testimonios de las “víctimas” de la “secta”. Abusos de diferente orden, asuntos de dinero y propiedades son algunos de los episodios que se relatan, así como descripciones del proceso judicial.

Durante la presentación, la idea de víctima no convenció a Viñar, aunque tampoco lo convencen la figura de Ximénez, a quien descalificó fuertemente, ni la de Carlos Castaneda (fuerte influencia de Ximénez y el grupo Holi Tao), a quien se refirió como “extremadamente antihumano”. En todo caso, quedó claro que el psicoanálisis más ortodoxo nunca ha visto con buenos ojos las posibilidades psicoterapéuticas que derivaron de las exploraciones psicodélicas pos años 60.

Castaneda fue un antropólogo que se hizo muy famoso por sus publicaciones de fines de los años 1960 y 1970, cuando fue desarrollando diferentes elementos de caminos espirituales elaborados con fuerte influencia de las plantas sagradas y el chamanismo norteamericano. Entre otras cosas, Castaneda y su obra acabaron dando a conocer a un público masivo las experiencias con peyote, un cactus cuyo consumo induce estados alterados de la conciencia. Su publicación más conocida, Las enseñanzas de Don Juan, fue un punto de inflexión y objeto de polémica para la antropología, así como una pieza clave para el desarrollo de lo que hoy se denomina “neochamanismo”.

En el neochamanismo convergen las lógicas de la Nueva Era, el uso de plantas sagradas y las búsquedas terapéutico-espirituales de sectores sociales medios y medios-altos fuertemente instruidos, con ansias de transitar caminos introspectivos y de expansión de la conciencia que no encuentran en las instituciones más tradicionales. En Uruguay, de los ámbitos gestálticos ya mencionados surgió, por ejemplo, El Camino Rojo, liderado por personas con bastante exposición pública, como Alejandro Corchs.

Así, desde el inicio mismo aparece un problema en el título: De la Gestalt a la secta. Viñar lo criticó, la autora lo defendió. Lo cierto es a una única dirección, una secuencia causal en la que lo primero parece conducir a lo segundo. “De marxismo a estalinismo”, ironizó Viñar. Quizás la secuencia aplique solamente para el caso específico denunciado por Urruzola.

¿Dónde están los límites? ¿Cuáles son las alteridades a legitimar y cuáles las a combatir? ¿Acaso todo aquello que se desvíe del justo centro es pasible de demonización en una suerte de caza de brujas? O al contrario, ¿se deben incrementar los mecanismos de control y sanción, la denuncia de aquellos actos reprobables? Quizá aquello catalogable como delito sea un buen comienzo, y eso es lo que expresó Urruzola.

Creer o reventar

Las experiencias relatadas en ambos libros se dan en un ambiente de resurgimiento de alternativas espirituales que combinan una infinidad de elementos: cosmología astrológica, oráculos, terapias alternativas, literatura de autoayuda, filosofía, religiones orientales, corrientes esotéricas, culturas indígenas, preservación ambiental, vida en comunidad, entre otros. En este contexto, muchas personas acuden a todo tipo de métodos alternativos con objetivos variados, como el autoconocimiento, la mejora de la calidad de vida y el tratamiento psicoespiritual de sus problemas.

¿Dónde entran las sectas? Muchas de estas propuestas generan colectivos de pertenencia que captan a esos buscadores alternativos. Es muy común que estos grupos se reconozcan como “familias” que comparten un sistema de valores. A lo largo de la historia se puede identificar algunos elementos que entran en juego cuando una persona encuentra a su “familia” en alguna de estas propuestas.

A fines del siglo XIX, Estados Unidos fue escenario del great awakening (gran despertar) protagonizado por miles de personas que se convirtieron al ingresar a grupos protestantes evangélicos de orientación milenarista, profética o utópica. Al analizar el fenómeno, el psicólogo norteamericano William James propuso tomar la conversión como un fenómeno usualmente de carácter positivo, en el que las experiencias subjetivas religiosas del participante producen un reacomodamiento de su identidad, “unificando el yo” y favoreciendo la integración psicológica y la adaptación del individuo a su entorno.

El fenómeno dio un giro distinto en el inicio de la Guerra Fría, cuando el periodista Edward Hunter acusó a China de practicar brainwashing o “lavado de cerebro”. Su idea respondía a una concepción de choque de paradigmas civilizatorios: el mundo democrático y libre, liderado por Estados Unidos, contra el mundo totalitario, inicialmente identificado con el comunismo. Al comienzo los antagonistas serían la Unión Soviética, China, Corea del Norte, Vietnam y las guerrillas latinoamericanas; finalmente, Medio Oriente y sus dictaduras y grupos terroristas, entendidos como reivindicadores de una ideología radical relacionada a nivel psicológico con un proceso de conversión religiosa extrema. Mientras que se dice que el uso del terror por medio del asesinato de la población civil es una práctica exclusiva de los grupos armados islámicos, se hace la vista gorda al terrorismo de Estado de los “emperadores” occidentales. Un sesgo similar puede observarse en el uso del término “secta”.

En los 70, el concepto de “lavado de cerebro” comenzó a ser utilizado sistemáticamente, esta vez en confrontación con la rápida proliferación de nuevos grupos religioso-espirituales surgidos en la revoltosa década anterior. Uno de estos grupos fue Children of God (Niños de Dios), fundado en 1968 en California por el carismático líder David Berg, quien sería protagonista de distintos escándalos sexuales. En 1972 surgió la asociación Free Our Children from the Children of God (Liberen a nuestros niños de los Niños de Dios), fundada por el famoso “desprogramador” Ted Patrick, quien propuso distintas técnicas para revertir la programación mental y el lavado de cerebro producidos por las sectas.

Algunas de estas técnicas eran de carácter coercitivo, como la detención forzosa o la provocación de fatiga mental, emocional o física. Con el correr de los años, y en paralelo con la emergencia de nuevos movimientos religiosos, surgieron distintos grupos antisectas, que combatieron y denunciaron el peligro de los cultos, poniendo énfasis en la vulnerabilidad de un sector de la población, principalmente compuesto por niños y adolescentes. En los 80, profesionales de distintas disciplinas, entre ellos psiquiatras, sociólogos, psicólogos, médicos y asistentes sociales, se sumaron a la cruzada.

La crítica al modelo antisecta no se hizo esperar. Se cuestionó duramente algunos términos pseudocientíficos, como “desprogramación” o “lavado de cerebro”, y se los expuso como metáforas que no decían nada desde el punto de vista psicológico, aunque sí inspiraban temor a la población. Se hizo notar también cómo el uso del término “secta” se había vuelto una clase de etiqueta y estigma, y se utilizaba respecto de grupos religiosos minoritarios que en los hechos utilizaban similares métodos de captación y adoctrinamiento que otras instituciones religiosas consideradas legítimas. ¿O acaso las religiones tradicionales como el cristianismo, el judaísmo, el budismo, entre otras, no poseen sus propios métodos de adoctrinar, educar y generar lazos de exclusividad con sus miembros?

Claro que grupos como Children of God (que fomentaba la prostitución para captar adeptos), People’s Temple (cuyo líder, Jim Jones, llevó a más de 900 seguidores al suicidio colectivo) o los célebres Rajneeshees de Osho (cuya cúpula llegó a utilizar armas químicas contra la población de Oregón) incurrieron en acciones delictivas, pero estos serían casos extremos en la amplia variedad de colectivos religiosos existentes. Asimismo, podemos observar una doble vara a la hora de valorar distintas instituciones religiosas. Por ejemplo, cabe preguntarse por qué muchos de estos colectivos antisectas aun hoy en día no son capaces de equiparar los actos de grupos sectarios con los miles de casos de abuso de menores provenientes de curas y obispos de la Iglesia católica, que han sido ocultados por décadas bajo distintas estrategias institucionales.

Así, la diferencia entre secta y religión no ha obedecido a criterios neutrales o científicos, sino a aspectos de legitimidad social, la mayoría de las veces de forma inconsciente, tomando en cuenta el “sentido común”. Formulaciones más recientes sugieren que no existe un solo factor por el cual una persona se convierte a una religión; la personalidad y la historia individual influyen en el proceso.

En la antropología social, los estudios etnográficos suelen describir la conversión con el clásico “problema del sentido”, relacionado con una búsqueda de nuevos significados frente a momentos de crisis o cambio. La psicología social subraya cómo durante situaciones de crisis personal, enfermedad, eventos trágicos, duelo o injusticia, el uso de atribuciones religiosas permite a la persona dar sentido a su experiencia, de modo de recobrar el control y la autoestima.

En muchas ocasiones el uso de la religión genera efectos positivos y permite que la persona pueda recuperarse. Pero el efecto también puede ser negativo, principalmente porque el converso se encuentra en una posición de debilidad y sugestión frente al grupo o el líder carismático. Al igual que en una psicoterapia, los efectos positivos o negativos dependerán en gran medida del contexto, así como de la comunidad de pares, los referentes y los líderes, con sus cualidades tanto intelectuales como humanas. A su vez, los mecanismos de sugestión y adoctrinamiento no son exclusivos de las religiones, y se observan en contextos sociales, políticos e incluso académicos.

Ética y poder

En su sentido estricto, el término “secta” refiere a cualquier grupo religioso que se aparte de una ortodoxia. Por ejemplo, podríamos entender al cristianismo inicial como una secta del judaísmo. La carga peyorativa del término se ha añadido a partir de concepciones antisectas, que, como hemos visto, también son objeto de múltiples críticas. Cabría preguntarse si muchas instituciones políticas, militares y educativas no presentarán acaso distintos rasgos considerados para las sectas, como el adoctrinamiento, la disminución de la capacidad crítica, diversos mecanismos de sanción y coerción, y la tendencia al aislamiento de sus miembros.

El uso del término “secta” no contribuye a aclarar el panorama, y el debate no debería girar en torno a qué es o no una secta religiosa, sino centrarse en de qué modo distintas agrupaciones impactan en beneficio o perjuicio de sus miembros y en cómo estas cumplen con criterios éticos en sus distintas prácticas terapéuticas, religiosas o espirituales.

En el caso de Holi Tao, el acusado principal es un psicólogo, es decir, alguien que posee una profesión que cuenta con sus propios criterios éticos. En el caso de Ayahuasca Internacional, Alberto Varela, sin ser un profesional, se autodenomina creador de un nuevo método terapéutico, a medio camino entre lo psicológico y lo espiritual. En ambos casos, el debate debería estar centrado en si existen abusos o irregularidades que exploten la relación desigual que establece el vínculo de confianza, del mismo modo que cuando un cura establece un nexo determinado con sus feligreses, o un político con sus seguidores.

Por otro lado, ambos colectivos mencionados involucran no solamente nuevas prácticas psicoespirituales, sino también el uso de distintas sustancias psicoactivas, que suponen tensiones legales vinculadas a la regulación de drogas, la salud pública y la libertad de culto religioso. Tomemos como ejemplo el caso de la ayahuasca. Mientras que en Brasil está regulada para su uso en contextos religiosos, pero excluida en sus usos terapéuticos, en Perú está declarada como patrimonio cultural, lo que involucra tanto sus dimensiones espirituales como medicinales. En Uruguay hace al menos 25 años se puede observar el uso de ayahuasca en contextos terapéutico-religiosos. Considerando la complejidad del asunto, ¿qué medidas se puede tomar? ¿Deberían trazarse caminos en torno a la regulación de los usos de la ayahuasca?

Existe una extensa literatura científica respecto del potencial terapéutico de la ayahuasca, como también acerca de los riesgos asociados a su uso. Como en cualquier sustancia psicoactiva, la sustancia en sí misma, el sujeto que la experimenta y el contexto de consumo son un triángulo indisociable que determina el resultado de la experiencia. A su vez, y como en cualquier contexto “terapéutico”, sea religioso o no, sea con sustancias psicoactivas o no, se abre un espacio de vulnerabilidad, en el que el paciente o practicante es capaz de abrirse a nuevos sentidos y posibles soluciones frente a problemas o crisis. Potenciales efectos positivos o negativos son posibles, así como usos y abusos en el manejo de esos espacios, sea por un terapeuta o un líder espiritual, en un grupo terapéutico o en un entorno religioso. Plantear estrategias y políticas para regular este campo sin ejercer un rol represivo o culturalmente sesgado es uno de los desafíos de un país laico como Uruguay.

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2. Mark Hofmann, el falsificador de importantes documentos de la historia mormona.

FUENTE: Infobae

 

 

Mark William Hofmann, el falsario más inescrupuloso de la historia de la literatura, nació en 1954 en Salt Lake City (Utah), capital del credo mormón en el que fue educado; a los 25 años ya había perdido la fe, si es que alguna vez llegó a tenerla, según explica Ariel Magnus en Infobae. Valiéndose de la que aún conservaban sus coterráneos, Hofmann vendió a la biblioteca de la Universidad de Utah una copia fraguada de la Segunda Ceremonia Ungida, trámite celestial de uso reservado a los más altos mandos de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (IJSUD).

Poco después logró colocar en la Bóveda de la Primera Presidencia –agujero negro donde van a parar todos los documentos que el profeta de turno o sus consejeros consideren comprometedores– una carta supuestamente escrita por su fundador, el polígamo Joseph Smith Jr. (1805-1844), donde quedaba más que un poco insinuado que el primer profeta se había excedido en sus funciones paternales con dos hermanas adolescentes puestas bajo su tutela. La primera operación le reportó a Hofmann 60 dólares y la segunda algún regalo de poca valía, pero el período de modestia pecuniaria quedaría rápidamente atrás.

Cuenta la leyenda mormona que Joseph Smith Jr. recibió del ángel Moroni las planchas doradas en las que Dios había inscripto lo que luego sería El Libro de Mormón, donde se cuenta la leyenda del viaje que realizó Nefi desde Jerusalén al nuevo mundo en tiempos del rey Sedecías. Nadie nunca vio esas tablas, cuyos caracteres egipcios “reformados” el fundador Smith traducía de memoria con la ayuda de dos piedras mágicas, Urim y Tumim. Lo más cercano al contenido literal de estas tablas –una copia que no coincide con una copia que acaso no exista de una transcripción dudosa hecha por Smith– se encuentra en los archivos de una rama disidente de Missouri.

En 1980, Hofmann presentó ante el consejo superior de Utah una vieja Biblia adquirida en el pueblo donde fuera asesinado Smith, entre cuyas páginas se hallaba un manuscrito de la tan ansiada transcripción original. El documento más antiguo de Smith (y del mormonismo en general) fue comparado con los rollos del mar muerto; un lingüista temerario arriesgó una traducción. Por el hallazgo, además de una rápida celebridad mediática, Hofmann recibió diversos tesoros mormones por un valor aproximado de 20.000 dólares. Ese mismo año dejó la carrera de medicina para dedicarse de lleno al tráfico de antigüedades.

A principios de 1981 Hofmann pidió un préstamo de 10.000 dólares para comprar (dijo) documentos pertenecientes a un secretario de Smith. En febrero dio a conocer una carta donde se confirmaba que Smith había nombrado como sucesor a su hijo (el que reconoce la Iglesia de Missouri) y no al que siguen los devotos de Utah. Prometió el documento a Missouri (que más tarde lo incorporó a sus escritos sagrados) pero se lo terminó vendiendo a Utah.

En marzo, alegando la misma fuente, produjo varios ejemplares de “billetes blancos”, dinero mormón decimonónico del que hasta entonces no se conocía más que la noticia de que había existido. Vendió cuatro a Utah y trece a Missouri. Ambas operaciones le reportaron un rédito de más de 70.000 dólares, en efectivo o por canje.

De ahí en adelante Hofmann comenzó a vender a mansalva. Lavaba los documentos apócrifos canjeándolos por antigüedades auténticas que revendía o volvía a canjear, y el negocio funcionaba tan bien que podía darse algunos lujos: aceptar menos dinero del que le ofrecían, vender al peor postor, comprar por poco y compartir luego las ganancias si conseguía colocar el ítem por encima de su valor original. Hacia 1985 ya había extendido sus redes a otros rubros, formaba grupos de accionistas para la compra de colecciones y triangulaba material por todo Estados Unidos. Ese año dio el batacazo: dijo haber descubierto la Oath of a freeman (Juramento de un hombre libre), el primer texto impreso en Norteamérica. Valor: 1.5 millones de dólares.

Hofmann había comenzado a gastar por adelantado lo que ganaría por la Oath comprando a crédito una casa de 500.000 dólares. Invirtió también en nuevos negocios, enmarañándose muy pronto en una complicada y riesgosa red de operaciones financieras. Hacia principios de octubre, sus cuentas presentaban un rojo de más de un millón de dólares. El 15 de octubre de 1985 a las 8 de la mañana una bomba casera acabó con la vida de Steve Christensen, un inversionista asociado a Hofmann. Dos horas más tarde, un paquete similar mató a la esposa del jefe de Christensen. Al otro día, otra bomba explotó en el coche de Hofmann, hiriéndolo gravemente.

En diciembre la policía pudo atar todos los cabos y lograr que Hofmann confesara el resto. Colecciones inexistentes, préstamos dudosos, incongruencias internas en los documentos, errores en la elección del papel, una imprenta de pueblo que había fabricado los supuestos originales, elementos comprometedores en su vivienda tejieron la emboscada en torno al hombre que hizo más de dos millones de dólares vendiendo papeles sin valor (un poema de Emily Dickinson, entre ellos).

En abril de 1986, el hombre que engañó a todos los eruditos del rubro (incluido al especialista que había descubierto la falsedad de los diarios de Hitler) fue acusado de cometer dos homicidios y 26 robos por fraude. En enero de 1988, el hombre que tenía todo lo que se necesita para ser un buen asesino (cara de no serlo), fue condenado a pasar el resto de sus días tras las rejas, donde sigue pagando sus culpas al día de hoy.

“Yo creo –declara Hofmann en los tres tomos de entrevistas que le hicieron después de la detención– que los documentos que inventé podrían haber sido parte de la historia mormona. Lo que yo me preguntaba al crearlos era: ¿qué podría haber sucedido? Yo tenía un concepto sobre la historia de la Iglesia y seguía ese concepto… Escribí los documentos de acuerdo a cómo yo sentía que los acontecimientos habían tenido lugar. La idea era mantener la armonía con lo que yo pensaba que era potencialmente genuino, crear algo así como documentos descubribles… Mi punto de vista cuando falseaba un documento y lo vendía no era que yo estaba engañando a la persona a la que se lo vendía porque nunca se descubriría que el documento era un fraude. Mi ejemplo sería la Iglesia Mormona. Para mí no tiene importancia si Joseph Smith tuvo o no la primera visión, siempre y cuando la gente lo crea. Lo importante es que la gente crea”.

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3. España: una mujer, en peligro de muerte tras someterse a un tratamiento naturista.

FUENTE: Europa Press

 

 

Una mujer de entre 55 y 60 años se encuentra en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) del Hospital Reina Sofía de Córdoba (España), adonde ha sido trasladada desde el Complejo Hospitalario de Jaén, como consecuencia, al parecer, de los efectos de dos tratamientos a los que la sometió un médico naturista y homeópata de Jaén, uno de ellos con punciones en el tórax, que acabaría, según las primeras informaciones, provocándole un taponamiento cardiaco por rotura del ventrículo. Según han informado fuentes sanitarias a Europa Press, la mujer llegó a las Urgencias del Hospital de Jaén y tras un primer reconocimiento y ante la gravedad de las lesiones fue trasladada de urgencia al Reina Sofía de Córdoba, donde ha sido intervenida el pasado 6 de octubre por el equipo de Cirugía Cardiovascular.

Según las mismas fuentes, el pronóstico es de extrema gravedad. La mujer acudió a un médico naturista y homeópata de la capital jiennense que la sometió a dos tratamientos uno de ellos de punciones en el tórax y un segundo de hidrocolonterapia con ozono. Al parecer fueron tres punciones en el tórax y una de ellas fue la que le provocó el taponamiento cardiaco por la rotura del ventrículo. No se ha confirmado si las punciones estaban dentro de un tratamiento de acupuntura. El segundo de los tratamientos, el de ozono rectal, también le ha traído consecuencias ya que según las mismas fuentes sanitarias, le ha ocasionado un neumoperitoneo en la cavidad peritoneal, de la que también está siendo atendida.

Es un médico colegiado y será expedientado

Por otra parte, el presidente del Colegio de Médicos de Jaén, Emilio García de la Torre, ha confirmado a Europa Press que el médico al que se responsabiliza del estado de la mujer es licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Granada y doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Cádiz. Asimismo, la entidad colegial ha apuntado que el médico en cuestión está colegiado y hasta el momento no se había recibido ninguna queja.

“Es un médico colegiado, que lo tiene todo en regla”, ha dicho García de la Torre, al tiempo que ha apuntado que a lo largo de la jornada de este martes quedará abierto un expediente informativo, con juez instructor y secretario para que se “empiece de forma urgente a estudiar el caso por si es motivo de sanción por parte del Colegio o incluso de denuncia en el juzgado”.

Será este procedimiento el que “nos diga qué ha pasado en realidad” y el que determinará la actuación del Colegio. García de la Torre se ha mostrado confiado en que el expediente “no sea largo” porque “tiene que ser muy rápido”. En su tramitación, el médico afectado, como no puede ser de otra manera, podrá presentar sus alegaciones.

Para el Colegio de Médicos de Jaén, lo ocurrido se circunscribe a la medicina alternativa y en este caso “no sabemos si él le ha ofrecido al paciente un consentimiento informado diciéndole que había otras alternativas, diciéndole que no tiene validez científica, y diciéndole las complicaciones que pueden surgir, entonces, en teoría no tiene por qué haber ningún problema desde el punto de vista deontológico”.

Ha añadido que en los colegios de médicos “no creemos en estas pseudociencias ni en este tipo de tratamientos, pero el único que lo puede invalidar es el Gobierno”. Lo cierto es que “ahora mismo no hay nada ni nadie que “nos diga que esto es ilegal” y “el médico tiene libertad para actuar, pero siempre informando al paciente de los problemas que pueden surgir”. La prioridad del colegio es determinar si el facultativo ha cumplido con la deontología y si no fuera así, “tenemos la obligación de personarnos”.

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4. Se acerca el XL aniversario de la masacre del Templo del Pueblo en Guyana.

FUENTE: Crónica

 

 

La combinación de un liderazgo mesiánico, embebido con cuestiones místicas, emparentadas con el fanatismo religioso pero también político, el poco aclarado uso de ciertas drogas, un elevado estado de esquizofrenia y nerviosismo generalizado, generó un movimiento de masas que confluyó en un cóctel letal, de inevitables derivaciones. Así comienza el artículo publicado en el diario argentino Crónica, firmado por Jorge Fernández Gentile.

Quizá todas esas cuestiones, y algunas otras más que habrán quedado flotando en el aire enrarecido, debieron eclosionar aquel 18 de noviembre de 1978, en aquella remota aldea al norte de uno de los países de los que menos se habla en Sudamérica, como es Guyana. En aquella nefasta jornada, en Jonestown, como era llamado informalmente el caserío donde funcionaba el Proyecto agrícola del Templo del Pueblo, una comunidad cerrada que había fundado tiempo atrás el pastor evangélico estadounidense Jim Jones en la actual región selvática de Barima-Waini, de la Guayana Esequiba, 918 personas se quitaron la vida, la mayoría envenenándose.

Se concretaba así el suicidio colectivo más importante en la historia de la humanidad. Y quizás también, el más inexplicable, a partir de los escasos fundamentos para tomar tan drástica determinación de toda una comunidad, en la que diferentes analistas incluso suman cuestiones emparentadas con la paranormalidad y la brujería. Aunque los escasísimos sobrevivientes hablan de un crimen mucho más grave, directamente relacionando con el manejo indiscriminado del poder del reverendo, para terminar en semejante tragedia.

El inicio de todo

El punto de partida pasa inevitablemente por el pastor Jim Jones, ideólogo de toda esta locura, este hombre de imagen inexpresiva que se adueñó de las ideas del Templo del Pueblo, una agrupación religiosa fundada en la década de 1950, en la que el oscurantismo, los secretos, la religión y la política se entremezclaban, siempre lideradas por ese llamativo protagonista que defendía la igualdad de clases y valores, aunque de una manera poco ortodoxa.

James Warren Jones había nacido el 13 de mayo de 1931 en Lynn, Indiana, en un ambiente de segregación racial y de fundamentalismo cristiano. Su padre, James Thurmond Jones, había combatido en la primera guerra mundial y era un confeso simpatizante del grupo separatista Ku Klux Klan, aunque no existen registros de actividad con ese nefasto grupo. Su madre, Lynetta, era una imaginativa empleada que le enseñó a Jim a ayudar a los pobres y a amar los animales. Quizá por eso, desde joven mostró su vocación por la prédica, apuntándole a la integración racial y el socialismo, como base igualitaria para emparejarlo todo. Eso comenzó a generarle problemas con sus superiores religiosos, ya como activo participante de la Asamblea de Dios, al insistir en que los negros se sentaran adelante en los bancos de esa iglesia, lo obligaron a cambiar de aires.

Una referencia no menor es la que dio su esposa, Marceline Baldwin, quien afirmó que cuando se casaron, en 1949, Jones ya era un comunista comprometido. Se consideraba maoísta pero simpatizaba con José Stalin y admiraba a la Unión Soviética. Y mezclaba todo, entre su ideología que emparentaba el socialismo con lo religioso o socialismo apostólico, hasta hacer alarde de su ideología “Dios Todopoderoso, el Socialismo”.

Por eso en 1955 fundó la Iglesia de la Comunidad Unida y tiempo después, evolucionó hasta la conformación de la llamada The People’s Temple Full Gospel Church, algo así como la Iglesia del Evangelio Completo del Templo de los Pueblos. Su mensaje era de igualdad racial. Así, se ganó el reconocimiento de los negros, en tiempos inestables racialmente hablando.

Ya en 1959 tuvo a su hijo Stephan Ghandi Jones y adoptó otros niños de razas diversas en lo que él llamaba su “familia arcoiris”. En 1960 el Templo del Pueblo fue aceptado en la Iglesia Cristiana, como Discípulos de Cristo, y ya en 1961 Jim es nombrado director de la Comisión de Derechos Humanos de Indianápolis para la integración de varias reparticiones públicas. Luego comenzaría un peregrinar por Estados Unidos de su idea religioso-política, hasta que en 1975, cuando las presiones del gobierno estadounidense eran elevadas, debido a sus incompatibles ideas de izquierda, Jim Jones y los seguidores del Templo del Pueblo decidieron mudarse desde California, donde habían recalado, a ese punto recóndito en la jungla guyanesa.

En suelo sudamericano

Ya en 1975 y no bien se afincó en la región del norte de Guyana, en la región de Barima-Waini junto a esos fieles seguidores, comenzó a levantar la llamada ciudadela bautizada Jonestown (ciudad de Jones, en la traducción del inglés). Se trataba de una serie de edificaciones en las que no existieran fronteras ni diferencias raciales, donde todos lucharan por una justicia igualitaria y se buscara alcanzar un mundo mejor.

Nada más ideal, como para ganar adeptos entre los seguidores que tenía en Estados Unidos más unos cuantos nativos que fueron sumándose a la propuesta, en medio de una población con cierta educación pero carenciada de afectos y sueños, poco menos que irrealizables, todo bajo el aprovechamiento de que allí se hablaba la lengua inglesa (de allí su interés de afincarse en ese cónclave con un pasado británico). Así fue como, entre cantos, gestos de contención y un atractivo discurso, seductor por cierto, la población de Jonestown comenzó a crecer. Además, otros seguidores, llegados de Estados Unidos, se sumaron a un culto que día a día se acercaba al fanatismo y la idolatría hacia un hombre calculador.

Lo concreto es que en Jonestown se realizaron varias actividades, bajo los preceptos de que hablaba de igualdad económica y racial. Por eso ahí todo parecía encajar: entre los pocos lugares que se sumaron y cerca de 900 compatriotas que lo siguieron se alcanzó una congregación de más de mil personas que trabajaron para construir de la nada sus casas, los tinglados y demás establos. Así se estableció una comunidad que muchos de quienes en ella llegaron a vivir antes de la matanza en masa, no dudaron en describir como el verdadero paraíso. Un “paraíso socialista”, como el mismo Jones citaba en varios audios encontrados, una vez que la tragedia se concretó.

Así, se crearon granjas comunitarias que proveyeron gran parte de los suministros de Jonestown y los que faltaban eran traídos desde Georgetown, la capital de Guyana, gracias a un acuerdo comercial con el gobierno del país. De todas maneras, poco a poco, la personalidad de Jones comenzó a volverse errática, con actitudes de intromisión y a la vez de celos por ciertas cuestiones, a la vez que lo preocupaban rumores provenientes de su país, en los que se citaba que la agencia gubernamental FBI seguía de cerca sus pasos, habida cuenta de algunas denuncias de irregularidades manifiestas.

Noches blancas

De todas maneras no todo funcionaba como lo afirmaba la propaganda. Los indicios de los federales estadounidenses, algunos afincados en Georgetown, capital de Guyana, no estaban errados. Es que se sabía que, de acuerdo al relato de las investigaciones revelado por el FBI, Jones generaba actividades poco claras, a las que llamaron las “noches blancas”. En esas jornadas se simulaban suicidios con cianuro y otras sustancias, probablemente con el uso de drogas, aunque también con actividades de esoterismo y brujería. Quizá porque en su mente, ya estaba instalada la idea del suicidio colectivo, como modo de quedar en la (triste) historia.

Quizá por eso mismo el representante a la Cámara por el estado de California, Leo Ryan, comenzó un mes antes a mostrar preocupación las denuncias sobre abuso y fraude que escuchaba sobre Jonestown. Recuérdese que esa había sido la anterior sede de la iglesia creada por Jones. Advertido y como contrapartida, en sus discursos el reverendo comenzó a mencionar supuestas traiciones, acusando a los “cerdos capitalistas”, de la Central de Inteligencia (CiA) para describir supuestas amenazas contra su “paraíso”, en denuncias que apuntaban a algunos fieles que habían desertado del enclave guyanés.

Por eso mismo, luego se pudo conocer, de parte de un agente del FBI, qué sucedía en las noches blancas. En esos encuentros Jones le daba a los miembros de Jonestown cuatro opciones: huir a la Unión Soviética, cometer un suicidio revolucionario, quedarse en Jonestown para luchar contra seguras invasiones o huir hacia la selva, en lo que no era otra que un verdadero lavado de cerebro, en el que no se descarta el uso de drogas y actividades esotéricas.

Si algo sacó de quicio a Jones fue el enterarse de la segura visita de Ryan, quien habría anticipado que aquellos que quisieran volverse con él podrían hacerlo. Eso encrespó al reverendo, que trató de potenciales traidores a quienes lo abandonaran. Así, y haciendo alarde de un inusitado coraje, según los pocos sobrevivientes del multisuicidio, el 18 de noviembre el congresista Ryan concluyó una visita a Jonestown, en medio de una inocultable tensión, y en la que el parlamentario estadounidense dialogó con varios seguidores de Jones, e invitó a varios a retirarse del lugar. Así fue como unos pocos miembros del Templo del Pueblo aceptaron la invitación y salieron con la comitiva que incluía a tres periodistas. Sin embargo, a mitad de camino varios de ellos sacaron varias armas y comenzaron a disparar contra Ryan y los demás. Y todos murieron.

Final apocalíptico

La cordura de Jones entonces entró en crisis. Primero congregó a todos sus fieles de Jonestown y reiteró que las amenazas al paraíso eran reales. Fue entonces que explicó que había que hacer una “revolución de muerte” y lanzó una lacónica frase: “Por el amor a Dios, ha llegado el momento de terminar con esto”, se puede escuchar en las grabaciones en estado de casi delirio.

Entonces lanzó otra frase premonitoria de la muerte: “Hemos obtenido todo lo que hemos querido de este mundo. Hemos tenido una buena vida y hemos sido amados. Acabemos con esto ya. Acabemos con esta agonía”, pontificó. Enseguida, las secretarias y las auxiliares de enfermería que trabajaban en Jonestown comenzaron a entregar a los fieles frascos llenos de cianuro. La abrumadora mayoría de la gente lo ingirió, incluso se lo dieron a niños y a los bebés. Así.

913 personas se desplomaron muertas dentro del enorme tinglado de madera y sus alrededores. Cerca de 200 eran menores, muchos de ellos muy pequeños. A ellos se sumaron el congresista Ryan y su comitiva, para que la cuenta cerrara en 918. Jones fue hallado muerto también, pero a diferencia de la inmensa mayoría, incluida su mujer e hijos, todos fallecidos por envenenamiento de cianuro, el deceso del reverendo se produjo por el disparo de una escopeta. Y aunque los sobrevivientes se pudieron contar con una mano, palabras más, palabras menos, los medios que cubrieron el hecho, ante semejante panorama, titularon como “el mayor suicidio colectivo de la historia”. Y así fue.

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5. Argentina: el líder de la secta de yoga de Mar del Plata niega todas las acusaciones.

FUENTE: La Capital

 

 

Eduardo de Dios Nicosia (72), acusado de liderar una secta religiosa en Mar del Plata (Argentina), en cuyo seno la Justicia sostiene que se obligaba a los seguidores a tener relaciones sexuales, se los mantenía recluidos en un estado de esclavitud y se torturaba a algunos de ellos, prestó declaración y negó todos los hechos. La comparecencia de Nicosia se efectuó días atrás desde el penal de Ezeiza donde está detenido hace ya dos meses y contó con el respaldo legal de su defensor Pablo Tosco, quien aconsejó responder las preguntas del juez federal Santiago Inchausti. Lo leemos en La Capital de Mar del Plata.

Nicosia dijo que todas las acusaciones que se le hacen son falsas, que no era líder de ninguna organización y que todas las relaciones sexuales que tuvo en ese marco fueron consentidas. En otro pasaje de la video conferencia –se utilizó esa tecnología por la imposibilidad física de trasladarse a Mar del Plata debido su frágil estado de salud– Nicosia reconoció haber sido procesado en Venezuela por un homicidio pero recordó que en esa causa fue sobreseído.

Nicosia, conocido también como Swami Vivekayuktananda, es uno de los cinco detenidos desde 3 de julio, cuando la Justicia Federal allanó el Hotel City de Diagonal Alberdi al 2500. Junto a él fueron apresados su pareja de toda la vida, Silvia Cristina Capossiello, uno de los hijos de ambos, Xavier Augusto Yañez Capossiello, Luis Antonio Fanesi y Sinecio de Jesús Coronado Acurero. Los cinco, con diferentes roles y responsabilidades, fueron acusados de formar parte de una organización dedicada a la actividad de Yoga y que administraba el hotel a través de una cooperativa de trabajo.

Una mujer, hija de Nicosia y Capossiello, fue quien a fines del año pasado denunció que desde hacía varias décadas se producían situaciones de abuso sexual, torturas y reducción a la servidumbre. A partir de ese testimonio la Justicia Federal (la causa fue derivada desde la fiscalía N°4) reunió relatos de personas que habían estado dentro del círculo “espiritual” y corroboraron parte de la denuncia.

“Todo falso”

Aunque no se conoció el contenido de su declaración, La Capital pudo saber que Nicosia aseguró que todas las acusaciones eran falsas y su abogado Tosco dijo que las explicó punto por punto. “No hay desde el punto de vista penal, según mi entender, ningún reproche que hacer. Después si quieren juzgar la moralidad de los actos, no es mi rol ni creo que el de nadie”, dijo el letrado en diálogo con este medio.

En ese sentido, Nicosia señaló ante el juez Inchausti que tuvo hijos y reconoció ser padre de “quienes son sus hijos” y que todos fueron frutos de relaciones consentidas. Nunca –dijo– obligó a nadie ni a tener relaciones sexuales con él ni a realizar una inscripción de los hijos a nombre de nadie. Esta última declaración de Nicosia formó parte de ese “punto por punto” de explicaciones ya que fue un aspecto central de la acusación.

Es que en el procesamiento se mencionó que Nicosia tenía al menos 15 hijos y que dos de ellos habían sido de relaciones con hijas. Además, que esos menores habían sido inscriptos por sus madres tras formar vínculos ficticios y forzados con otros seguidores de la “secta”. En la videoconferencia no estuvo presente el fiscal Nicolás Czizk, por lo que todas las preguntas fueron realizadas por el juez Inchausti, quien agregó elementos de importancia para el expediente. En la actualidad la Cámara de Apelaciones tiene aún por resolver el procesamiento y las prisiones preventivas, mientras que días atrás rechazó las excarcelaciones solicitadas por las defensas.

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6. Biodinámica: un enfoque esotérico de la agricultura.

FUENTE: Aleteia

 

 

La agricultura biodinámica, que parece ecológica y científica, muestra de hecho un enfoque esotérico y sus principios tienen un origen ocultista. Que no os engañe. Así está encabezado el artículo de Jean-Baptiste Édart que ha publicado Aleteia.

Hoy en día, no es raro encontrar vinos con la siguiente inscripción: “Certificación Demeter, vino biodinámico”. Este método de producción se está extendiendo cada vez más en los grandes viñedos franceses, cuyas mayores cosechas ahora utilizan este método. Muchos han cedido al encanto de las sirenas de algo que es, en realidad, un enfoque esotérico enmascarado por un barniz de apariencia científica. Necesitamos saber de qué estamos hablando.

La biodinámica es el resultado de una serie de conferencias pronunciadas en 1924 por Rudolf Steiner, un ocultista de principios del siglo XX, a agricultores que se negaban a utilizar fertilizantes y pesticidas químicos. Steiner propuso un enfoque que evitaba estas herramientas, basándose en la doctrina de la antroposofía, fundada por él mismo.

Un enfoque espiritual

Aunque es digno de celebración el hecho de poder evitar el uso de productos químicos en la viticultura, qué menos que preguntarnos sobre los pormenores de este enfoque en concreto. El cultivo biodinámico implica, por ejemplo, enterrar durante varios meses un cuerno de vaca lleno de una mezcla de diferentes elementos naturales. Luego esta mezcla debe diluirse en agua en una dilución que alcanza los mismos estándares que la homeopatía, aunque esta solución es sometida a su propio proceso llamado “dinamización”. Luego la solución así obtenida debe ser rociada sobre la vid en función del calendario lunar y zodiacal.

Sólo con este último elemento se puede afirmar que nos estamos sumergiendo de lleno en el esoterismo. Producir o consumir estos vinos nos compromete, por lo tanto, a un enfoque espiritual. Achacar a las estrellas, a millones o billones de años luz de distancia, cualquier poder o influencia sobre la vid es un acto de fe y no una realidad científica verificable.

De hecho, esta apariencia “científica” de la biodinámica no se basa en consideraciones basadas en la observación de la realidad, sino en una visión del mundo derivada de corrientes ocultistas de pensamiento y que implican, por tanto, un proceso de fe. La pregunta que surge entonces es: ¿a quién se profesa esta fe? Solo hay una cosa de la que estoy seguro: no se trata de Cristo.

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7. Argentina: sancionarán a los videntes y adivinos en la provincia de Mendoza.

FUENTE: Diario Mendoza Sur

 

 

El pasado 28 de agosto, el Senado de Mendoza (Argentina) dio paso al nuevo Código de Faltas propuesto para esta provincia, y el 12 de septiembre superó también la votación en la Cámara de Diputados. Finalmente, el 2 de octubre el Senado provincial sancionó el nuevo texto legal. Según detalla el Diario Mendoza Sur, entre algunas de las particularidades que incluye el nuevo Código de Faltas de Mendoza están las contravenciones a la fe pública. La flamante normativa permite sancionar a aquellos que abusen de la credulidad de la ciudadanía y la exploten.

Con multa, arresto o trabajo comunitario, el Código castiga a los que ofrezcan sus servicios como adivinos, ya sea tirando las cartas, evocando espíritus o utilizando otro tipo de elementos similares que sirvan para engañar a la gente. Se trata de aquellos que aprovechándose de personas en estado de vulnerabilidad les sacan dinero u otros objetos de valor. No son pocas las personas que por cuestiones de enfermedad, dificultades económicas o desengaños amorosos acuden a estos sujetos en busca de la buena fortuna o de una mejoría para el alma.

En la nota oficial sobre la aprobación del nuevo Código se detalla que está penada “la explotación de la credulidad pública (tirando las cartas, evocando los espíritus, indicando tesoros ocultos, o el que públicamente ofreciere sus servicios como adivino)”. Entonces, los famosos “manosantas”, si son atrapados, deberán pagar importantes multas monetarias o bien hacer trabajos comunitarios como barrer la vereda de una escuela. Es común ver publicidad mediante panfletos entregados en la vía pública y en el último tiempo en propagandas en las redes sociales.

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8. La ayahuasca, una sustancia peligrosa que es ilegal en Argentina.

FUENTE: Filo.news

 

 

La Fuerza Policial Antinarcotráfico de Córdoba (Argentina) realizó un operativo en la localidad de Achiras (departamento Río Cuarto) donde detuvo a tres personas que serían organizadores de “rituales” de ayahuasca (véase la noticia en el boletín nº 616 de InfoRIES). A raíz de este suceso, el medio argentino Filo.news ha publicado un artículo de Ignacio Corral sobre el uso de esta sustancia, que reproducimos a continuación.

La ayahuasca y sus rituales

Ayahuasca significa “la liana de los muertos” en quechua. Es una infusión vegetal elaborada en base de la vid Banisteriopsis caapi y la hoja de Psychotria viridis. Esta hoja contiene DMT, un químico natural que se encuentra tanto en plantas como en animales y que, junto con inhibidores de la B. Caapi, generan un efecto psicodélico que por separado no.

El uso de ayahuasca es una práctica generalizada entre las tribus indígenas en la cuenca del Amazonas. La infusión se toma en ceremonias bajo la supervisión de un chamán, y posteriormente induce una experiencia psicodélica prolongada. En la década de 1980, se registraron más de 70 nombres diferentes para preparaciones de ayahuasca de tribus indígenas distintas, lo que demuestra su uso generalizado por parte de grupos aislados.

En Brasil, la práctica y el uso de la ayahuasca se mezcló con creencias religiosas cristianas y afrobrasileñas, dando lugar al Santo Daime, la União do Vegetal, la Barquinha y otros movimientos espirituales.

¿Qué efectos produce?

El consumo vía oral permite que se retrase el inicio del efecto, sea más prolongado en el tiempo y menos intenso. Los ingredientes que contienen las plantas de la infusión generan náuseas y vómitos. Los ingredientes psicoactivos generan distorsiones en la percepción con una tendencia a la geometrización tanto con los ojos abiertos como cerrados. Produce cambios en las lógicas de pensamiento y la emoción, pero no se pierde la noción de la influencia de la sustancia en el cuerpo.

Los cambios de estado a lo largo de la experiencia pueden producir sensaciones de “muerte” y “resurrección”, según el momento. La experiencia “occidental” a menudo se describe como “100 horas de terapia” en la que se busca el tratamiento de traumas, adicciones, trastornos y depresiones agudas, lo que generó un consumo masivo irresponsable dejando de lado la cultura y el entorno originario.

El DMT es una sustancia extremadamente segura que nunca provocó muertes por sobredosis. Sin embargo, la ayahuasca no, ya que suprime una enzima encargada de parte de la regulación del funcionamiento interno cuerpo que puede provocar daños colaterales, incluso mortales. Según los expertos, no debe ser considerada como una droga recreativa.

¿Por qué es ilegal en Argentina?

En Argentina, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) incluye al DMT en la lista de “Estupefacientes, psicotrópicos y demás substancias susceptibles de producir dependencia física”, regulada por el Código Penal. Además, la ANMAT no considera a la ayahuasca como un medicamento que contenga como principio activo drogas vegetales usadas con fines medicinales.

Internacionalmente, DMT es un medicamento incluido en la lista de sustancias restringidas, pero la Convención de Viena de la ONU no prohibió las plantas que contienen DMT. Por lo tanto, los países tienen sus propias regulaciones sobre las plantas que contienen DMT, como la ayahuasca.

En EE.UU. las plantas que contienen DMT no están prohibidas. Pero elaborar una infusión de ayahuasca, sí. Sin embargo, algunos grupos religiosos promovieron la “ley ayahuasca” que les permite su uso bajo la regulación de las iglesias. En Brasil, la posesión y el uso de la ayahuasca son legales desde 1992. Perú tiene una larga historia tradicional de uso de ayahuasca, y la sustancia es legal para usar y poseer.

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9. El Ministerio de Salud de Panamá, preocupado por los ritos con ayahuasca.

FUENTE: TVN

 

 

El ministro de Salud de Panamá, Miguel Mayo, confirmó que esta entidad le sigue la pista a la promoción y convocatoria, a través de las redes sociales, de una ceremonia de sanación del corazón, mente, cuerpo y espíritu a celebrarse entre el 25 y 27 de octubre próximo en Panamá, cuyo ritual incluye el consumo de ayahuasca, producto que produce alucinaciones y efectos adversos a la salud. Lo cuenta Kayra Saldaña en TVN. “Nosotros estamos investigando y estamos en contacto con el ministro de Seguridad para ver estas situaciones que ha salido en redes sociales”, comentó Mayo a los medios.

“Creo que es muy importante que nosotros le hagamos caso a todos los anuncios en redes sociales y tratemos de evitar estas cosas que pueden ser deletéreas a la salud de los panameños o de las personas que viven en nuestro país”, añadió el ministro de Salud. La ayahuasca, también conocida como yagé, es un brebaje que presuntamente altera la mente y está compuesto de dos plantas amazónicas. Su consumo forma parte de una ceremonia ritual propia de estas zonas, sin embargo es de uso restringido en muchos países.

“Muchas tribus en el área de Amazonas lo utilizan como parte de rituales, que es alucinógena y altamente peligrosa. Obviamente, como todas las drogas ilegales y alucinógenas, están prohibidas y son muy peligrosas al ser humano. Las combatimos como quien combate el tráfico de heroína o de cocaína”, comentó el ministro consejero de Salud, Temístocles Díaz, a TVN Noticias.

“Tengo entendido que viene de otro país y que hacen reuniones en diferentes áreas y se anuncian. Estamos haciendo la estrategia para tratar de evitar esta situación”, dijo Mayo a los medios. Quienes defienden esta bebida en otros países aseguran que es una herramienta para tratar trastornos de estrés, depresión y adicciones. Sin embargo, las autoridades de salud de Panamá la catalogaron como un alucinógeno.

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10. La influencia del esoterismo y las ciencias ocultas en la literatura argentina.

FUENTE: Perfil

 

 

Con el título “Rincones ocultos de la literatura argentina”, el diario Perfil ha publicado un largo artículo de Mariano Buscaglia que reproducimos a continuación.

Desde los primeros tanteos esotéricos en los climas góticos y lóbregos de la literatura antirrosista, pasando por la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, los cultos religiosos, las ciencias ocultas y las creencias alternativas alimentaron la fantasía de los escritores nacionales, fundando un subgénero inadvertido, fructífero y enloquecedor que aún trastorna las mentes de los lectores que se atreven a descender esos abismos.

La literatura argentina es frondosa en el culto de géneros y subgéneros, a pesar de que este fenómeno, por regla general, pase desapercibido para muchos aficionados o, incluso, buenos investigadores. El mal que padecemos es el de una memoria demasiado selectiva y corta de miras. Eso impide que ahondemos en la exhumación de textos exóticos y de autores de escasa difusión o fama. Cuando se habla del fantástico en la Argentina, las antologías redundan siempre en los mismos nombres: Borges, Casares, Cortázar, Ocampo, Aira, etcétera.

Si bien es cierto que la maestría de estos autores eclipsó la obra de escritores menores, y no tan inspirados, eso no implica que el grueso de nuestros investigadores o los aficionados no profundicen en una bibliografía que es abundante y rica en ejemplos. Lo interesante en abordar la literatura esotérica no sólo es el aspecto literario del texto (y su peso en la conformación nacional del género fantástico), sino también en observarlo como un eco de los cambios sociológicos que tuvieron lugar en el momento en que los textos se difundieron.

Los vaivenes económicos y sociales, a los que siempre estuvo sujeta la Argentina, hicieron del país un terreno fértil para cultos religiosos y creencias alternativas o, más aún, estrafalarias. Ante situaciones desesperadas, el ser humano tiende a buscar soluciones extraordinarias. Otro punto a destacar es que el culto esotérico siempre estuvo acotado por límites legales, a veces claros y otras algo sinuosos, valga como ejemplo la persecución a las medicinas alternativas (encabezadas por la curandería) o al ejercicio de la adivinación, sobre todo durante las tres primeras décadas del siglo XX.

Se pueden buscar rasgos tempranos y tanteos esotéricos en los climas góticos y lóbregos de toda la literatura antirrosista. Detalle que, décadas después, explotó Arturo Capdevila, temprano cultor de disciplinas teosóficas, en su obra Las vísperas de Caseros (1923). En ese volumen de cuentos y pequeños devaneos ensayísticos, el autor de Córdoba del recuerdo intuyó que las fórmulas despectivas usadas por los rosistas para denigrar a los unitarios se trataban, en realidad, de conjuros dirigidos a vencer al enemigo, y que el mismo Juan Manuel de Rosas era un hechicero oscuro, al que llamó “pontífice brujo de la teocracia bárbara”.

Fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando el esoterismo y la ciencia dura compartieron ciertos nichos y filosofías que fueron avaladas por algunos de los grandes sabios de aquel período o por sus más conocidos difusores. Se pueden ver rasgos primitivos de estos saberes reflejados en la obra de Juana Manuela Gorriti, que desarrolló conceptos que luego alcanzaron fama en las disciplinas alternativas como el doble espectral, la telepatía o la predicción.

Enrique Rivarola escribió en 1895 una novelita paródica llamada Mandinga, donde hizo uso de los lugares comunes del espiritismo, para poner en evidencia la farsa de una disciplina en la cual, es evidente, no creía. Sin embargo, en los cuentos de 1886, Narraciones populares (bajo el seudónimo “Santos Vega”) o en el volumen Meñique (1896), los relatos de aparecidos, y sus fórmulas de ciencias ocultas, fueron explotados literariamente con éxito. En la obra teatral Susto tras susto o La casa encantada (1895) de Alonso Lastra la comedia de enredos se construyó explotando las creencias espiritistas difundidas por la prensa europea, a través del filtro porteño, sobre los hogares poblados por duendes.

En 1911 Gregorio de Laferrère también utilizó el espiritismo como núcleo de su obra teatral Los invisibles. Eduardo Holmberg fue el fundador de nuestra literatura fantástica a secas y supo utilizar recursos de las ciencias alternativas para sus cuentos y novelas. El espiritismo y las concepciones de ultramundo de estas disciplinas aparecen en cuentos como Nelly (1896), La casa endiablada (1896), La bolsa de huesos (1896) o el viaje astral en El maravilloso viaje del señor Nic-Nac (1873). En la novela A través del porvenir, la estrella del sur (1906) de Enrique Vera y González el viaje al futuro bicentenario de la Argentina se realiza mediante un proceso de desencarnadura astral, en el que el protagonista es guiado por un gurú indostano.

Leopoldo Lugones fue quien encabezó y representó, a principios de siglo, el auge de la literatura esotérica y su explotación literaria. Su libro más representativo fue Las fuerzas extrañas (1906), al que le siguieron algunos relatos dispersos en revistas y Los cuentos fatales (1932). Soledad Quereilhac señaló en su estudio Cuando la ciencia despertaba fantasías (2016) que el descubrimiento de los rayos X les permitió a los ocultistas constatar que lo invisible no era sinónimo de lo irreal. Quereilhac realizó una lectura aguda de la obra de Lugones al comprobar que sus concepciones literarias estaban aunadas a las ideas teosóficas del aquel período. Por lo que esta huella puede percibirse en toda su obra, incluso en ensayos como El payador o Prometeo, un proscripto del sol donde Lugones recurrió a tradiciones y mitos antiguos para realzar nuestra identidad nacional, algo así, sostiene Quereilhac, como una especie de lector médium de nuestra tradición.

No tan frecuentada por la crítica fue su novela El ángel de la sombra (1926) donde la metempsicosis se entremezcla con un romance trágico entre un hombre y una mujer de diferentes clases sociales y la tesis de que el ser humano se completa en un ángel cuando conoce a su verdadera media naranja. Más allá del edulcorado y trágico romance entre los jóvenes, la novela posee fuertes imágenes fantásticas que transcriben muy bien la sensación de otredad del submundo espiritual. Su amigo, Horacio Quiroga, también se montó en ese tren literario y fue mechando a lo largo de los años cuentos de trasfondo esotérico. Su último libro se tituló Más allá (1935) y contiene algunos de los mejores relatos de su prolífica producción.

Atilio Chiáppori, a pesar de tener una obra escueta, se hace merecedor de mayor eco crítico dada su calidad literaria, sin embargo, Chiáppori parece ser un eterno desclasado de las monografías. Su libro Borderland (1907) indagó los conceptos teosóficos y ocultistas de los albores del siglo XX, algo en lo que redundó, entremezclando grimorios medievales, en su nouvelle La degollación de los inocentes. Ricardo Rojas también incurrió en estas influencias con sus dos cuentos largos La psiquina (1917), sobre resurrecciones artificiales y vivencias del más allá que anteceden, en sus visiones místico-horrorosas, al imaginario de Lovecraft; y El ucumar (1918) que recupera una creencia del folklore norteño para desarrollar una concepción astral de la depravación humana.

La década del 20 será el punto de partida de algunos autores que más tarde alcanzarán cierta fama y prestigio (y muchos de ellos un olvido temprano). Víctor Juan Guillot publicó Cuentos sin importancia (1921) y El alma en el pozo (1925) cuentos que lo llevarían a partir de 1933 a colaborar en la revista Multicolor de los sábados del diario Crítica, dirigido por Jorge Luis Borges y Ulyses Petit de Murat. Gran parte de esas colaboraciones fueron reunidas en su último volumen de cuentos: Terror. Cuentos rojos y negros (1936), pocos años antes de que se quitara la vida. Destacamos la nouvelle El alma en el pozo por tratarse de una crítica feroz a la mediocridad humana, a través de un uso muy irónico y eficaz de algunos principios espiritistas, o la narración El guardarropa que, tomando como punto de partida la persistencia de energías de ultratumba en objetos que pertenecen a gente fallecida, Guillot construyó lo que seguramente sea el mejor cuento de horror argentino.

También Santiago Dabove escribió en la revista del diario Crítica algunos de sus mejores cuentos (de temática ocultista y fantástica). Estos cuentos, en 1961, con prólogo de Borges, se reunieron en un volumen titulado La muerte y su traje. Su relato Ser polvo tiene cierta reminiscencia del cuento Las cenizas de Mirela Dávalos (Las babas del diablo, 1924) de Ernesto M. Barreda, en esa concepción singular que describe el extraño pasaje del alma humana a un organismo vegetal. Helvio Botana, hijo del fundador del diario Crítica, publicó en 1947 el libro Cuentos con ángeles y demonios con algunas piezas muy eficaces sobre el más allá de la vida o los castigos del ultramundo.

En 1920 un jovencísimo Roberto Arlt publicó el ensayo Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires en la revista Tribuna libre. Más que un estudio de estas disciplinas en el país, se trató de una crítica y una llamada de atención a la bonhomía de la población. En 1911, un tal Manuel Quintana (autoproclamado “antiguo funcionario de policía”) había publicado un exordio llamado La adivinación en Buenos Aires (fenómeno social que va contra la familia, siendo ésta la base de la sociedad) que también denunciaba el chantaje de estas materias volubles. La temprana desilusión de Arlt por las ciencias ocultas tal vez impidió que su obra profundizara en el fantástico, como sí lo hizo el trinomio Lugones-Quiroga-Chiáppori, sin embargo, sus mejores trabajos están contaminados por el esoterismo y muchos de sus personajes más memorables son cultores de las disciplinas herméticas. Basta pensar en el Astrólogo y en los dislates metafísicos de Erdosain (Los siete locos, 1929 y Los lanzallamas, 1931) o en la novela corta El traje del fantasma donde el protagonista realiza un viaje a un submundo poblado por esqueletos y espíritus condenados.

Durante las décadas del 20, 30 y 40 tendría lugar el auge de la literatura folklórica y de temática rural, por lo que muchas tradiciones esotéricas, de raíces indígenas, serían utilizadas como combustible de los argumentos literarios desarrollados por los escritores de ese período. Benito Lynch hizo uso del concepto del daño (vincular un objeto con una persona para “dañarlo”) en la novela El inglés de los güesos (1922). Entre los autores más brillantes de esas décadas pueden destacarse a Juan Draghi Lucero, Antonio F. M. Tarnassi, Sara Poggi, Miguel Marseglia, Julio Aramburu, Luis María Albamonte, Ricardo Rojas, Pilar de Lussarreta, Alberto Gerchunoff o Juan Arribau González. En 1930, Carlos Alberto Leumann escribió el curioso libro Trasmundo: novela de otra vida que desarrollaba el amorío entre un hombre vivo y una muerta. Como el romance tenía lugar en el plano astral de los sueños y del trance, la necrofilia no alcanza protagonismo. Sin embargo, aunque Leumann por momentos peca de edulcorado, sale airoso en las lúgubres descripciones de las apariciones ultraterrenas, que a veces, en su afán de materialización, se fragmentan y dan la impresión de ser trozos desmembrados de un cuerpo.

Obras menores y sin mayor trascendencia literaria de la década del 30 fueron El milagrero (1936) de Luis María Albamonte o El laboratorio del doctor Mefistófeles (1937) de Alberto Gerchunoff, un aburrido drama donde se elucubra acerca de la mocedad y decadencia humana y los medios para alcanzar la juventud eterna. Jorge Luis Borges con Ficciones (1944) y El aleph (1949) cambió para siempre el paradigma fantástico de la literatura mundial. Al igual que Lugones, Borges se sirvió del esoterismo como combustible de muchos de sus cuentos. La diferencia con el autor de La guerra gaucha fue que Borges profundizó en los aspectos más eruditos del ocultismo, sirviéndose de fuentes antiguas, que abrevaban en viejos tratados medievales, en literatura clásica o en textos apócrifos. Valgan como ejemplos los cuentos Las ruinas circulares, El milagro secreto, La escritura de Dios o El aleph. Esta búsqueda literaria de Borges lo acompañaría durante toda su obra y pueden encontrarse piezas de interés en sus poesías, en su obra ensayística y en sus cursos orales.

El sempiterno rival literario de Borges, el cura Leonardo Castellani, publicó en 1944 el libro Martita Ofelia y otros cuentos de fantasmas bajo el seudónimo de Jerónimo del Rey. El libro consta de extraordinarios relatos de horror que beben de la tradición esotérica y espiritista, en especial Materialización o El misántropo. La década del 40 contó con dos piezas esenciales de literatura con rasgos esotéricos: Mala calle de brujos (1942) del autor mendocino Juan Bautista Ramos; y la obra maestra de Leopoldo Marechal, Adán Buenosayres (1948). En Mala calle de brujos, Ramos indagó en la licuación de la superstición pueblerina ante el advenimiento de la modernidad. Lo interesante en la novela es que la realidad mágica encuentra su antídoto en el desarrollo urbano y en la pérdida de las tradiciones seculares que esto conlleva.

Con el arribo civilizatorio, la magia no encuentra tierra fértil donde echar raíces. En Adán Buenosayres, Marechal escribió un ladrillo literario de inmensas ambiciones. El Adán de Marechal es un libro multifacético, plagado de sublecturas y conscientemente esotérico, sobre todo su último libro (el Séptimo), donde el astrólogo Schultze (álter ego de Xul Solar) realiza junto al protagonista un descenso infernal, elíptico y helicoidal, al mundo de Cacodelphia, situado en las entrañas místicas de Saavedra, bajo las raíces de un inmenso ombú.

Dentro del género policial, Lisardo Alonso escribió la novela La vuelta de Oscar Wilde (1948), donde parodió y denunció a los grupos espiritistas que poblaban los barrios porteños de ese período. Un colega de Alonso, Néstor Morales Loza, publicó en 1954 la novela La muerte en el oráculo con reminiscencias del mejor William Irish. Loza dio a luz una sobresaliente novela policial entretejida por los vaticinios fatídicos de una pitonisa de barrio. Otro entusiasta fue el enigmático Variley y su serie de novelas protagonizadas por el insólito detective Mario Walter. La novela Cuatro gotas de curare (1948) tiene un trasfondo de reencarnaciones que se remontan al lejano Egipto.

No hay que olvidar tampoco la prolífica obra de J. J. Bernat que, bajo el seudónimo de “John Traben”, escribió para la editorial Tor más de 150 novelas apócrifas del detective Míster Reeder, creado por Edgar Wallace. Allí Bernat se decantó, de tanto en tanto, por algunas novelas con dejos ocultistas como La torre del duende (1948) o Reeder contra los duendes (1949). Otro detective extraño fue Demon Brat del ignoto Mulberry Clay, probable autor hispano argentino, que desarrolló a fines de los 50 veintiocho novelas de gángsteres y espías donde el agente del FBI hacía un uso sutil, pero eficaz, de su “sexto sentido” para resolver sus casos.

Luis María Albamonte y su libro El viajero hechizado (1953) puede representar la década del 50 con un libro que merece una lectura profunda por parte de la crítica especializada. Un autor que supo conseguir un imaginario literario digno de autores fantásticos de la talla de Lord Dunsany. Otros textos del período con rasgos esotéricos fueron Las puertas del purgatorio (1955) de Conrado Nalé Roxlo, El prestidigitador (1956) de Bonifacio Lastra o El centro del infierno (1957) de Héctor Murena. Mención aparte merece Germán Schmersow Marr, un escritor que roza el delirio en obras como Argentina luz, novela fantástica de carácter atómico (1951) y El mago de los bosques de Palermo (1954) donde desarrolla criterios esotéricos que habían sido embanderados por el peronismo de aquel período, como el renacer místico de la era atómica o el concepto estrambótico del hada buena reencarnada en Eva Perón.

La década del 60 se inició con obras esenciales, en primer lugar hay que ubicar a ese novelón (despreciado y exaltado por partes iguales) de Ernesto Sábato, titulado Sobre héroes y tumbas (1961) y su subnovela El informe sobre ciegos. Sábato, que indagó en el esoterismo durante toda su obra, profundizó en el concepto místico del descenso y del pasaje a un ultramundo, donde organizaciones ocultistas conjuran en las sombras. Esa idea del submundo porteño, sumergido en las entrañas de la Capital Federal, sería retomado por Otto Carlos Miller en su novela marelechiana Lluvia de estrellas (1996) y por Ricardo Romero en Los bailarines del fin del mundo (2009).

Eduardo Goligorsky, bajo el seudónimo de James Alistair, escribió en 1962 el volumen de cuentos Pesadillas que tiene el mérito de ser uno de los mejores libros de cuentos de horror escritos en la Argentina y que, desde entonces, nuestra sempiterna desidia crítica lo ha mantenido fuera de la órbita del recuerdo. Durante esta década, el exótico Alejandro Von Der Heyde comenzó a escribir sus cinco volúmenes de cuentos fantásticos en los que desarrolló casi todos los conceptos esotéricos y ocultistas que pueblan la literatura. No hace falta destacar la obra de Adolfo Bioy Casares, por ser muy leída y frecuentada. Extraño accidente (1960), novela de Nalé Roxlo, se adelantó en más de veinte años a las vigilias e inspiraciones angelicales de Wim Wenders.

No es un dato menor que en 1962, un desconocido servidor policial llamado José López Rega publicó el libro Astrología Esotérica, secretos revelados. En 1970, vale la pena destacar a Juan Jacobo Bajarlía, uno de los mayores entusiastas y conocedores del género. Este autor fue un abogado penalista que dio a luz una larga cifra de cuentos ocultistas y dos novelas extraordinarias por su temática y desarrollo. Los números de la muerte (1972) es un policial fantástico donde se entremezcla la brujería vudú y los saberes herméticos, mientras que El endemoniado señor Rosetti (1977) es una novela que indaga, desde los conocimientos esotéricos, la maldición que aqueja a un hombre condenado a ser lobizón. Mezcla con duro realismo conceptos parapsicológicos y saberes mágicos, dando lugar a una de las mejores novelas sobre lobizones escritas en el país.

Bajarlía inspiró y apadrinó la obra de autores que recrearon una narrativa esotérica con vestigios eruditos, destacándose Tibor Chaminaud o Juan Carlos Licastro con El paraíso de los caracoles blancos (1984) y El cazador y la muerte (1988). Otro escritor que siguió la senda literaria de Bajarlía (y que puede ser considerado su último discípulo) es Diego Arandojo, autor del libro Negrísimo (2016), Morondanga (2017) o la novela escrita en colaboración con Ramiro San Honorio: Operación Lugones (2016), que desarrolla una guerra esotérica de brujos, entre Argentina e Inglaterra, durante la guerra de Malvinas. Arandojo es también editor del sello Oráculo ediciones que se especializa en literatura ocultista.

En la revista Umbral tiempo futuro y en Cuarta Dimensión, Norberto Comte desarrolló muchos textos acerca del esoterismo nazi, dando piedra libre, muchas veces, a su imaginación. Este subgénero ha sido bautizado como “nazismo mágico” y tuvo en Abel Posse un cultor muy inspirado con la novela El viajero de Agharta (1989). Mención aparte merece el género poético que, desde sus orígenes, estuvo fusionado con las disciplinas herméticas, y que encontró en la Argentina muy buenos cultores. A Diego Arandojo le debemos el recuerdo de Alejandra Pizarnik y su Condesa Sangrienta (1966) y la memoria de la obra de Beatriz Schaefer Peña, Olga Orozco, Alberto Girri, Federico González Frías, Leonor Calvero, Romilio Ribero, Ruth Fernández o Mario Trejo.

Un autor curioso, aunque menor, de fines de los 70, fue Carlos Castagnini, responsable de dos volúmenes de relatos titulados Cuentos fantásticos y parapsicológicos. Otro loco delirante fue Pedro N. Ciochi con su larga serie de Cuentos del libro Rojo donde desarrollaba literariamente todas las concepciones ocultistas que él mismo difundía en los cursos orales que dictaba en su “Instituto”, situado en algún lugar de Capital Federal. De fines de los 70 fue el autor de culto Eduardo A. Zeballos con su libro Introducción a las ciencias del mal y otros cuentos (1976). De ese mismo año es el volumen Los fantasmas de la escritora y trotamundos argentina Clarisa Muniagurria.

Cerrando el siglo XX es imprescindible mencionar la obra capital que fue Los Sorias (1998) de Alberto Laiseca. Auténtico cultor y creyente del esoterismo. En sus libros anteriores, Laiseca había indagado y profundizado en la temática ocultista como en Tu turno (1976), La hija de Keops (1989) o la extraordinaria El jardín de las máquinas parlantes (1993). Esta novela es la que mejor explica los exóticos saberes esotéricos de Laiseca, que conforman una mitología propia y original, poblada por “chichis”, “vurros”, “zapos” o “giles” (todos los ciegos a los planos astrales). Lo maravilloso en Laiseca es su vuelta de tuerca sobre las concepciones fosilizadas de estas filosofías. Laiseca supo renovarlas y utilizarlas en función de sus delirios literarios. En La hija de Keops se habla de la construcción de la pirámide como un monumento teológico y defensivo contra las fuerzas oscuras, lo mismo sucede con La mujer en la muralla (1990). La enormidad ciclópea de Los Sorias, libro monumento en sí mismo, da la impresión de ser un arma esotérica creada ex profeso por Laiseca para vencer, como él decía, la mediocridad pa’siempre.

C.E. Feiling también escudriñó en su obra en conceptos extraños y ocultistas como en El agua electrizada (1992) o El mal menor (1996). Entre los más recientes adeptos, vale la pena destacar la obra, no apta para paladares finos, de Matías Bragagnolo como El brujo (2015) o La balada de Constanza y Valentino (2018), y la de autores como Patricio Chaija, Christián V. Lawson, Gonzalo Ventura, Lucas Berruezo, Ricardo Esquilachi, Pablo Branconi, Marisa Vicentini y José María Marcos, que hacen culto de la literatura de horror y uso de muchos conceptos ocultistas para maquillar de verosimilitud sus textos. También Leonardo Oyola en sus novelas policiales como Santería (2008) o Sacrificio (2010) retoma los saberes populares y mágicos para condimentar sus novelas. Lo mismo sucede con Mariana Enríquez y su volumen de cuentos Los peligros de fumar en la cama (2009) con los relatos El aljibe, acerca de “daños”, o Cuando hablábamos con los muertos sobre desaparecidos y la ouija.

Hay que destacar además los rasgos esotéricos y paródicos en la infinitud textual de César Aira, que supo explotar literariamente estos temas. A pesar de no haber nombrado a todos los autores y sin la posibilidad de profundizar en sus argumentos, basta lo dicho para tener un panorama muy completo del influjo de las disciplinas herméticas sobre nuestra literatura y como las mismas permitieron afianzar el desarrollo del género fantástico en nuestro país. Género que muchos necios se empeñan en negar que exista. Percepción que nosotros suplimos, como habrán notado, con dones extrasensitivos.

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