Tribunas

Más sobre el celibato sacerdotal

 

Jesús Ortiz


 

Con motivo de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes, en Estados Unidos, Australia, Irlanda, Alemania y otros países, algunos sacan a relucir el celibato sacerdotal como una condición que predispone porque «hay una naturaleza humana, los sacerdotes son humanos y que la castidad es superior a las fuerzas de la mayoría de ellos» (Guy Sorman). Curiosa suposición.

Hace años que Philip Jenkins, profesor de Historia y Estudios Religiosos en la Universidad Estatal de Pensilvania, publicó el libro «Pedophiles and Priest». Concluía que en torno al 1,8% del total eran probablemente culpables de mala conducta con menores. Esto supone que más del 90% del clero parroquial no ha tenido ningún problema. Añadía que no es algo específico de la Iglesia católica, aunque ésta ha acaparado toda la atención de los medios. También se han dado en Iglesias protestantes, en los voluntarios, y entre los mismos menores que abusan de otros. Jenkis explicaba que las investigaciones durante veinte años indican que no hay ninguna prueba de que los sacerdotes católicos u otros clérigos célibes estén más inclinados a incurrir en mala conducta o abusos. Y añadía: «Aunque determinados medios de prensa vean este asunto como una crisis del celibato, no hay nada que pruebe tal cosa».

Se trata sólo de un estudio entre otros muchos que concluyen lo mismo. También se conoce que la mayoría de los abusos, el 95% se cometen en el ámbito familiar, y el 5% restante en otros ámbitos, como educadores, deportistas, voluntarios, y también sacerdotes. Sin embargo, la continua dosificación de noticias sobre sacerdotes católicos puede dar la impresión de que sólo ellos son culpables. Y que el celibato puede influir en el desorden sexual[1].

El sacerdocio es una vocación a seguir a Jesucristo con toda el alma y vivir como Él ha vivido en la tierra. Los Evangelios muestran ese «tú sígueme» de Jesús a Leví, a Juan, o Natanael, entre otros. Ese don sigue dándose desde el principio hasta hoy día. Desde un punto de vista teológico, el celibato es un compromiso desde la raíz de la vida sacerdotal, que potencia la capacidad para el ejercicio de ministerio, y un signo de la dimensión esponsal del sacerdocio.

La respuesta al don sobrenatural del celibato es el compromiso sacerdotal para vivir con madurez la castidad que libremente asume durante su larga formación y especialmente en su Ordenación sacerdotal. La inmensa mayoría de los sacerdotes, asume ese compromiso de seguimiento pleno de Jesucristo célibe, y de servicio de caridad dedicando sus energías y corazón al servicio de todos.  El celibato ha sido valorado y vivido desde el principio, porque es posible con la gracia de Dios, y poniendo los medios para no confundirse con un asistente social o un psicólogo[2].  Y finalmente, el mismo escritor Guy Sorman reconocía que «yo no estoy en condiciones de juzgar lo que es bueno para la Iglesia: el Papa es él y no los analistas, los sociólogos o los sexólogos».

 

 


[1] Cfr. James Cobble, director ejecutivo de Christian Ministry Resource (CMR). John Jay College of Criminal Justice (City University of New York). Cfr. George Jonas en el diario canadiense National Post (24-IV-2002).

[2] Cfr. A. Stickler. Orígenes históricos del celibato sacerdotal, Aceprensa, 25.SEP.1996.

 

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico