Servicio diario - 01 de octubre de 2018


 

Sínodo: El Vaticano confirma la participación de dos obispos chinos
Rosa Die Alcolea

Milagro, cuidado y confianza: El Papa da tres claves para tratar al enfermo
Rosa Die Alcolea

Policía Nacional: Promotores del "cuidado amoroso de las personas"
Redacción

Comunicaciones Sociales: "Somos miembros los unos de los otros"
Redacción

Mons. Gallagher: Proteger a las minorías religiosas es "responsabilidad primordial de los Estados"
Rosa Die Alcolea

Beato Antonio Chevrier, 2 de octubre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

01/10/2018-18:47
Rosa Die Alcolea

Sínodo: El Vaticano confirma la participación de dos obispos chinos

(ZENIT — 1 oct. 2018).- A dos días del comienzo de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, se han presentado en la Oficina de Prensa de la Santa Sede los últimos detalles de este gran evento eclesial sobre Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, que se desarrollará del 3 al 28 de octubre de 2018 en el Aula Nueva del Sínodo del Vaticano.

La presentación ha estado a cargo, este lunes, 1 de octubre de 2018, a las 11 horas, del Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de los Obispos, del Cardenal Sérgio da Rocha, Relator General, y de Mons. Fabio Fabene, Subsecretario del Sínodo de los Obispos.

En la Asamblea participarán 267 padres sinodales, entre los cuales están los oyentes, que son "34 jóvenes, de entre 18 y 29 años, que contribuirán con su presencia viva para hacer oír la voz de muchos de sus contemporáneos", ha indicado Mons. Lorenzo Baldisseri.

Además, por primera vez, participarán en el Sínodo "dos Obispos de la China continental" —ha destacado el Cardenal Baldisseri— tras la firma del acuerdo provisional entre la Santa Sede y la República Popular China.

El Sínodo sobre los jóvenes es el tercero que convoca el Papa Francisco, siendo los dos anteriores sobre la familia: Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización, celebrado del 5 al 19 de octubre de 2014, y Jesucristo revela el misterio y la vocación de la familia, del 4-25 de octubre de 2015.

 

Instrucción sobre la celebración

Asimismo, en la Conferencia de prensa se presentó la "Instrucción sobre la celebración de las Asambleas sinodales y sobre la actividad del Secretariado General del Sínodo de los Obispos", en aplicación del art. 26 de la reciente Constitución Apostólica del Papa Francisco Episcopalis communio (15 de septiembre de 2018).

Mons. Fabio Fabene, Subsecretario del Sínodo de los Obispos, explicó que "la reciente Constitución Apostólica sustituye al Motu Proprio Apostólico Sollicitudo del Beato Pablo VI, así también la nueva Instrucción reemplaza al Ordo Synodi Episcoporum, que en el curso de unos cincuenta años ha conocido varias ediciones, hasta la última aprobada por Benedicto XVI en 2006.

"Todas las funciones y procedimientos están regulados para facilitar al máximo el debate —concluyó el Subsecretario del Sínodo— y el intercambio de puntos de vista entre los Padres sinodales, a fin de poner de relieve la riqueza de las voces de las Iglesias dispersas por todo el mundo".

La Instrucción comienza subrayando que es "competencia del Papa convocar el Sínodo de los Obispos", establecer el tema o temas que tratará, elegir a los miembros del Sínodo, presidir la Asamblea del Sínodo, promulgar y ratificar el Documento final y concluir, actualizar, transferir, suspender o disolver el Sínodo.

Este documento tiene dos partes: una primera en la que se detalla los sujetos que forman parte de la Asamblea del Sínodo y de la Secretaría General del Sínodo; y una segunda parte en la que se detalla el procedimiento del Sínodo.

La Asamblea sinodal permitirá centrarse en la misión de la Iglesia de acompañar a los "jóvenes en su camino existencial", abriéndose al encuentro con Dios, precisó el Card. Baldisseri, y al mismo tiempo, permitirá a los jóvenes mirar a la Esposa de Cristo más allá de los escándalos que la han golpeado. "Los jóvenes —insistió el Secretario General del Sínodo de los Obispos— están abiertos a comprender la fragilidad humana y la Iglesia no puede ser representada sólo por algunos que han cometido errores".

 

Tres unidades de trabajo

El Card. Baldisseri también señaló que la Asamblea sinodal se dividirá en tres "unidades de trabajo", correlacionadas con las tres partes del documento de trabajo: Reconocer, la Iglesia a la escucha de la realidad; Interpretar, fe y discernimiento vocacional; Elegir, caminos de conversión pastoral y misionera.

Otra novedad de la Instrucción es que, en virtud de la Episcopalis Communio, "podrán ser elegidos sólo Obispos diocesanos, en el espíritu del Concilio Vaticano II, que pedía que, en ayuda del Papa, se constituyera un organismo central permanente compuesto por Pastores responsables de las Iglesias particulares", subrayó Mons. Fabio Fabene.

El Cardenal Sérgio da Rocha, Relator General del Sínodo de los Obispos, se centró en "el rol del Instrumentum laboris, como punto de referencia de los trabajos", al presentar el desarrollo general de la Asamblea sinodal.

Este Documento —ha explicado— representa un marco de referencia, una síntesis de las miles de páginas de testimonios, reflexiones y peticiones de todo el mundo, pero ciertamente no es una receta lista para acompañar a los jóvenes a la fe y a la plenitud de vida, ni una solución pre-envasada a las muchas cuestiones que la escucha pre-sinodal ha suscitado.

 

 

01/10/2018-16:11
Rosa Die Alcolea

Milagro, cuidado y confianza: El Papa da tres claves para tratar al enfermo

(ZENIT — 1 oct. 2018).- El Papa Francisco ha recibido en audiencia a los participantes del IV Seminario sobre Ética en Gestión de la Salud, que tiene lugar en el Vaticano del 1 al 5 de octubre de 2018.

El encuentro se ha celebrada hoy, lunes, 1 de octubre de 2018, a las 11 horas, en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, ha informado la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

El Seminario de Ética se organiza con el auspicio de la Pontificia Academia para la Vida, para afrontar temas del ámbito de la salud que tienen gran relieve en la sociedad, desde una reflexión ética basada en el Magisterio de la Iglesia.

 

Encontrar al enfermo

El Pontífice ha invitado a los participantes a reflexionar en torno a tres conceptos: milagro, cuidado y confianza, en un contexto marcado por la crisis económica en el mundo de la salud en genera, y particularmente en América Latina.

Un milagro "no es hacer lo imposible" —ha matizado el Papa—. El milagro es "encontrar en el enfermo, en el desamparado que tenemos delante, a un hermano". Estamos llamados a reconocer en el receptor de las prestaciones el "inmenso valor de su dignidad como ser humano, como hijo de Dios", ha exhortado.

Asimismo, Francisco ha comentado la importancia de la palabra "cuidar: Curar a los enfermos no es simplemente la aséptica aplicación de medicamentos o terapias apropiadas. Ni siquiera su sentido primigenio se limita a buscar el restablecimiento de la salud, ha explicado.

 

Cuidar, curar

Atender, preocuparse, cuidar, hacerse responsable del otro, del hermano... Todo eso significa el verbo latino "curare", y ha reconocido que los "curas" deberían aprender mucho sobre eso, "pues para eso nos llama Dios". Los curas estamos para "cuidar, curar, ha añadido.

sobre el término "confianza" el Santo Padre ha destacado dos ideas: En primer lugar, el Papa ha señalado que en la confianza del propio enfermo en sí mismo, en la posibilidad de curarse, "estriba gran parte del éxito de la terapia", en segundo lugar, ha alertado de que hoy corremos el riesgo de que los términos del "contrato" —por la burocratización y complejidad del sistema sanitario— sean los que establezcan esa relación entre el paciente y el agente sanitario, rompiendo de esta manera esa confianza.

A continuación, ofrecemos el discurso del Santo Padre a los participantes en el Seminario:

***

 

Excelencias, señoras y señores:

Les doy la bienvenida a este encuentro y agradezco a Mons. Alberto Bochatey, O.S.A., Obispo auxiliar de La Plata, Presidente de la Comisión de Salud de la Conferencia Episcopal Argentina, al señor Cristian Mazza, Presidente de la Fundación Consenso Salud, y a los entes que representan, por la oportunidad de este seminario que, con el auspicio de la Pontificia Academia para la Vida, se organiza para afrontar temas del ámbito de la salud que tienen gran relieve en la sociedad, desde una reflexión ética basada en el Magisterio de la Iglesia.

El mundo de la salud en general, y particularmente en América Latina, vive una época marcada por la crisis económica; y puede hacernos caer en el desaliento las dificultades en el desarrollo de la ciencia médica y en el acceso a las terapias y medicinas más adecuadas. Pero el cuidado de los hermanos abre nuestro corazón para acoger un don maravilloso. En este contexto les propongo tres palabras, para la reflexión: milagro, cuidado y confianza.

Los responsables de las instituciones asistenciales me dirán, con razón, que no se pueden hacer milagros y hay que asumir que el balance coste-beneficio supone una distribución de los recursos, y que las asignaciones vienen condicionadas además por infinidad de cuestiones médicas, legales, económicas, sociales y políticas, además de éticas.

Sin embargo, un milagro no es hacer lo imposible; el milagro es encontrar en el enfermo, en el desamparado que tenemos delante, a un hermano. Estamos llamados a reconocer en el receptor de las prestaciones el inmenso valor de su dignidad como ser humano, como hijo de Dios. No es algo que pueda, por sí solo, deshacer todos los nudos que objetivamente existen, en los sistemas, pero creará en nosotros la disposición de desatarlos en la medida de nuestras posibilidades y, además, dará paso a un cambio interior y de mentalidad en nosotros y en la sociedad.

Esta conciencia —si está profundamente arraigada en el substrato social— permitirá que se creen las estructuras legislativas, económicas, médicas necesarias para afrontar los problemas que vayan surgiendo. Las soluciones no tienen por qué ser idénticas en todos los momentos y realidades, pero pueden gestarse con la combinación entre lo público y privado, legislación y deontología, justicia social e iniciativa empresarial. El principio inspirador de este trabajo no puede ser otro que la búsqueda del bien. Este bien no es un ideal abstracto, sino una persona concreta, un rostro, que muchas veces sufre. Sean valientes y generosos en las intenciones, planes y proyectos y en el uso de los medios económicos y tecno-científicos. Aquellos que se beneficien, especialmente los más pobres, sabrán apreciar sus esfuerzos e iniciativas.

La segunda palabra es cuidado. Curar a los enfermos no es simplemente la aséptica aplicación de medicamentos o terapias apropiadas. Ni siquiera su sentido primigenio se limita a buscar el restablecimiento de la salud. El verbo latino "curare" quiere decir: atender, preocuparse, cuidar, hacerse responsable del otro, del hermano. De eso
o nos llama Dios. Los curas estamos para cuidar, curar.

Esa disposición del agente sanitario es importante en todos los casos, pero tal vez se percibe con mayor intensidad en los cuidados paliativos. Estamos viviendo casi a nivel universal una fuerte tendencia a la legalización de la eutanasia. Sabemos que cuando se hace un acompañamiento humano sereno y participativo, el paciente crónico grave o el enfermo en fase terminal percibe esta solicitud. Incluso en esas duras circunstancias, si la persona se siente amada, respetada, aceptada, la sombra negativa de la eutanasia desaparece o se hace casi inexistente, pues el valor de su ser se mide por su capacidad de dar y recibir amor, y no por su productividad.

Es necesario que los profesionales de la salud y cuantos se dedican a la asistencia sanitaria se comprometan en una continua actualización de las necesarias competencias, de modo que siempre puedan responder a la vocación como ministros de la vida. La Nueva Carta de los Agentes Sanitarios (NCAS) es un útil instrumento de reflexión y trabajo para ustedes, y es un elemento que puede ayudar en el diálogo entre las iniciativas y proyectos privados y estatales, nacionales e internacionales. Este diálogo y trabajo conjunto enriquece concretamente las prestaciones de salud y sale al encuentro de tantas necesidades y emergencias sanitarias de nuestro pueblo latinoamericano.

La tercera palabra es confianza, que podemos distinguir en varios ámbitos. Ante todo, como ustedes saben, es la confianza del propio enfermo en sí mismo, en la posibilidad de curarse, pues ahí estriba gran parte del éxito de la terapia. No menos importante es para el trabajador poder realizar su función en un entorno de serenidad, y ello no puede separarse de saber que está haciendo lo correcto, lo humanamente posible, en función de los recursos a disposición. Esta certeza se debe basar en un sistema sostenible de atención sanitaria, en el que todos los elementos que lo conforman, regidos por la sana subsidiariedad, se apoyan unos en otros para responder a las necesidades de la sociedad en su conjunto, y del enfermo en su singularidad.

Ponerse en las manos de una persona, sobre todo cuando está en juego la vida, es muy difícil; sin embargo, la relación con el médico o enfermero se ha fundamentado siempre desde la
responsabilidad y la lealtad. Hoy, por la burocratización y complejidad del sistema sanitario, corremos el riesgo de que los términos del "contrato" sean los que establezcan esa relación entre el paciente y el agente sanitario, rompiendo de esta manera esa confianza.

Debemos seguir luchando por mantener íntegro este vínculo de profunda humanidad, pues ninguna institución asistencial puede por sí sola sustituir el corazón humano ni la compasión humana (cf. S. Juan Pablo II, M.P. Dolentium hominum, 11 febrero 1985; NCAS, 3). Por tanto, la relación con el enfermo exige respeto a su autonomía y una fuerte carga de disponibilidad, atención, comprensión, complicidad y diálogo, para ser expresión de un compromiso asumido como servicio (cf. NCAS, 4).

Los animo en su tarea de llevar a tantas personas y a tantas familias la esperanza y la alegría que les falta. Que nuestra Virgen santa, Salud de los Enfermos, los acompañe en sus ideales y trabajos, y ella que supo acoger la Vida, Jesús, en su seno, sea ejemplo de fe y de valentía para todos ustedes. Desde mi corazón, los bendigo a todos. Que Dios Padre de todos les dé a cada uno la prudencia, el amor, la cercanía al enfermo para poder cumplir su deber con grande humanidad. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

01/10/2018-19:17
Redacción

Policía Nacional: Promotores del "cuidado amoroso de las personas"

(ZENIT – 1 oct. 2018).- El Papa Francisco agradeció a los miembros de la Asociación Nacional de Policía del Estado “el mensaje de compartición y solidaridad” que transmiten, con un “esfuerzo a menudo escondido”.

Así, el Santo Padre les instó a hacerse cada vez más promotores de este “cuidado amoroso de las personas”, que es la síntesis de vuestros ideales, sabiendo que es capaz de generar nuevas relaciones y dar vida a un orden más justo, explicó.

El Pontífice recibió a la Asociación Nacional de Policía del Estado en audiencia el pasado sábado, 29 de septiembre de 2018, a las 12 horas, en el Aula  Pablo VI.

Francisco anunció que “cuando practicamos la caridad cambia el mundo y la historia, incluso si no notamos de inmediato sus efectos” y les dijo que “este es nuestro objetivo”, y esto es lo que contribuyen a hacer como Asociación Nacional de Policía Estatal, siguiendo el ejemplo de su Patrono San Miguel Arcángel, “os oponéis a todo lo que hiere o destruye al hombre”, añadió.

A continuación, ofrecemos el discurso que el Papa Francisco les dirigió:

***

 

Discurso del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas:¡buenos días!

Me complace encontrarme hoy con vosotros y  compartir, junto con toda vuestra Asociación Nacional, vuestros deseos y propósitos. Agradezco a vuestro Presidente, el Jefe de la Policía del Estado, sus palabras y saludo a todos los que forman parte de la Asociación que une a los miembros de la Policía todavía en activo y a aquellos que, incluso habiendo terminado su servicio, aún se sienten parte de ella y llevan adelante sus ideales.  En efecto, la Asociación se propone “transmitir las tradiciones de la Policía del Estado” (Estatuto, artículo 2.1) favoreciendo la unión de todos sus miembros, en excedencia o en servicio. De este modo, se valoriza la experiencia de los miembros ancianos y su patrimonio histórico-cultural, que no debe dispersarse, sino transmitirse e incrementarse, y se contribuye a fortalecer el vínculo entre las generaciones, a veces desgraciadamente debilitado en el marco de las relaciones sociales.

Es muy significativo que de vuestra Asociación puedan formar parte los ciudadanos comunes que, aunque no sean miembros de la Policía, asumen sus valores y su compromiso. Formáis así una gran familia: una familia abierta a todos aquellos que quieran esforzarse por el bien común partiendo de vuestros principios; una familia que quisiera incluir y acoger a cada ciudadano, para difundir una cultura de legalidad, respeto y seguridad.

Sin estos fundamentos, ningún contexto social puede alcanzar el bien común, ya que tarde o temprano se convertirá en una maraña de intereses personales, no relacionados entre sí, incluso opuestos. El bien de una sociedad, de hecho, no se cifra en el bienestar de la mayoría o del respeto de los derechos de “casi todos”. Se cifra, en cambio, en el bien de la colectividad como conjunto de personas, de modo que, si uno sufre, “todos los miembros sufren con él” (cf. 1 Co 12:26).

Cuando faltan la legalidad y la seguridad, los más débiles son los primeros perjudicados, porque tienen menos medios para defenderse y mantenerse por sí mismos. En efecto,  toda injusticia afecta sobre todo a los más pobres, y a todos aquellos que de diversas maneras pueden llamarse “los últimos”. Los últimos en nuestro mundo son aquellos que abandonan sus tierras debido a la guerra y la miseria y deben comenzar desde cero en un contexto completamente nuevo; los últimos son aquellos que han perdido sus hogares y trabajos, y no pueden mantener a sus familias; los últimos son los que viven marginados y enfermos, o son víctimas de injusticias y abusos.  A todos ellos os acercáis cuando intentáis prevenir los delitos y trabajáis para combatir el bullying y el fraude; cuando dedicáis vuestro tiempo y energías a la formación de los jóvenes y a la vigilancia de las escuelas, a la protección del territorio y del patrimonio artístico, a la organización de congresos y a la formación de una ciudadanía más activa y consciente.

Es motivo de satisfacción y de esperanza ver cuántos ámbitos abarcan vuestras iniciativas, dictadas no por la atención a un solo aspecto de la vida civil, sino por la solicitud por las personas a las que llegáis en cada situación de necesidad o en los peligros en los que puedan encontrarse , como lo hace un buen padre, que no se limita a decirle a su hijo de una vez por todas que debe tener cuidado con los peligros, sino que se preocupa  por las diversas amenazas a las que puede enfrentarse, y que poco a poco, procura enseñarle y acompañarlo.

Os agradezco, por lo tanto, el mensaje de compartición y solidaridad que transmitís, con un esfuerzo a menudo escondido. Haceos cada vez más promotores de este cuidado amoroso de las personas, que es la síntesis de vuestros ideales, sabiendo que es capaz de generar nuevas relaciones y dar vida a un orden más justo. Con vuestro compromiso contribuís, efectivamente, a incluir, en la masa de la sociedad, el fermento de la igualdad y de la fraternidad, que nunca deja de producir su fruto.

Lo vemos claramente si consideramos los primeros siglos del cristianismo: cómo los valores transmitidos por el Evangelio transformaron radicalmente la vida y la mentalidad de toda la sociedad humana. Fue así como el anuncio de la hermandad entre todos los hombres, proclamada por los primeros discípulos de Jesús y sus sucesores, socavó gradualmente las bases sobre las cuales se justificaba la esclavitud, hasta hacer que se  percibiera como una institución inicua y a causar su extinción. Del mismo modo, el mensaje de un Dios que muere en la cruz sin acusar, pero perdonando, y aceptando el sufrimiento y la humillación por amor, trastocó la jerarquía de valores y dio nueva dignidad a los desamparados y excluidos. Además, la actitud de Jesús con las mujeres, los enfermos y los niños marcó un profundo  cambio cultural en relación con todo lo que  sucedía “antes de Cristo”, y tildó de injusta, para los siglos futuros, a toda acción de violencia o de desinterés por estas categorías de personas.

He recordado brevemente algunos frutos de la difusión del mensaje evangélico en la sociedad humana, para tener siempre en cuenta cómo la incorporación de los valores de solidaridad y paz, que encuentran su cumbre en la persona y el mensaje de Jesús, pudieron y siguen pudiendo todavía hoy, renovar las relaciones interpersonales y sociales. Es precisamente lo que esperamos para nuestro tiempo sabiendo que cuando practicamos la caridad cambia el mundo y la historia, incluso si no notamos de inmediato sus efectos. Este es nuestro objetivo, y esto es lo que contribuís a hacer como Asociación Nacional de Policía Estatal cuando, siguiendo el ejemplo de vuestro Patrono San Miguel Arcángel, os oponéis a todo lo que hiere o destruye al hombre.

Al saludaros, os agradezco la obra que lleváis a cabo con tanta dedicación y pidiendo vuestra oración por mí, invoco sobre vuestra Asociación y sobre todos sus miembros la bendición y la protección de Dios. Gracias.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

01/10/2018-09:49
Redacción

Comunicaciones Sociales: "Somos miembros los unos de los otros"

(ZENIT — 1 oct. 2018).- 'Somos miembros los unos de los otros' (Ef 4,25). De las "communities" a las comunidades es el tema elegido por el Santo Padre Francisco para la 53a Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebrará el próximo 2 de junio en 2019, domingo antes de Pentecostés.

La Oficina de Prensa de la Santa Sede lo comunicó el pasado sábado, 29 de septiembre de 2018.

El Mensaje del Papa Francisco para la Jornada se publica tradicionalmente en la festividad de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, el 24 de enero.

El tema subraya la importancia de restituir a la comunicación una perspectiva amplia, fundada sobre la persona; y pone el acento en el valor de la interacción, entendida siempre como diálogo y oportunidad de encuentro con los demás.

Se solicita así una reflexión sobre el estado actual y sobre la naturaleza de las relaciones en Internet, para recomenzar desde la idea de comunidad como red entre las personas en su totalidad.

Algunas de las tendencias predominantes en el llamado social web nos sitúan de hecho ante una pregunta fundamental: ¿hasta qué punto se puede hablar de verdadera comunidad frente a las lógicas que caracterizan algunas communities en las redes sociales?

La metáfora de la red como comunidad solidaria implica la construcción de un "nosotros" basado en la escucha del otro, en el diálogo y, por consiguiente, en el uso responsable del lenguaje.

Ya en su primer Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, en 2014, el Santo Padre hizo un llamamiento para que Internet fuese "un lugar rico en humanidad: no una red de cables, sino de personas humanas".

La elección del tema del Mensaje de 2019 confirma la atención del Papa Francisco hacia los nuevos ambientes comunicativos y, en especial, hacia las redes sociales, en las que el Pontífice está presente en primera persona a través de la cuenta @Pontifex en Twitter y el perfil @Franciscus en Instagram.

 

 

01/10/2018-17:08
Rosa Die Alcolea

Mons. Gallagher: Proteger a las minorías religiosas es "responsabilidad primordial de los Estados"

(ZENIT — 1 oct. 2018).- Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados y Jefe de la Delegación de la Santa Sede, pronunció un discurso durante el 73° período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado 28 de septiembre de 2018, en New York, cuyo tema ha sido Libertad de la persecución: Minorías religiosas cristianas, pluralismo religioso en peligro.

Mons. Gallagher ha asegurado que los cristianos siempre han coexistido con los musulmanes y han sido parte del tejido de Oriente Medio. Sin embargo —ha expresado—en las últimas décadas, algo ha sacudido esta convivencia "relativamente armoniosa"; los cristianos y otras minorías religiosas y étnicas en Oriente Medio "han soportado dificultades, presiones, discriminación e incluso una persecución mortal", ha observado el Secretario.

Por ello, el Arzobispo ha propuesto tres puntos para proteger a las minorías religiosas o étnicas de la persecución, que es —ha definido él mismo— una "responsabilidad primordial de los Estados" para con todos y cada uno de sus ciudadanos, independientemente de su raza, religión u origen étnico.

 

Igualdad de todos ante la ley

En primer lugar, Mons. Gallagher ha apuntado que la clave para cuidar de las minorías es el "pleno respeto" del estado de derecho y la plena igualdad de todos ante la ley basada en el principio de ciudadanía, independientemente de las diferencias religiosas, raciales o étnicas.

Asimismo, el prelado ha alertado de las "recientes brutalidades" contra las minorías religiosas o étnicas, perpetradas por "sujetos no estatales violentos que operan en Estados con instituciones débiles", y ha expresado que la comunidad internacional tiene una "grave responsabilidad" ante tales atrocidades, "que continúan incluso mientras estamos hablando aquí", señaló.

 

Regreso a sus hogares

En tercer lugar, el representante de la Santa Sede ha exhortado a los Estados a "garantizar las condiciones para que las minorías religiosas y étnicas regresen a sus lugares de origen y vivan con dignidad y seguridad, con los marcos sociales, económicos y políticos básicos necesarios para garantizar la cohesión de la comunidad".

Publicamos a continuación el discurso pronunciado por Mons. Paul Richard Gallagher en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

***

 

Discurso de Mons. Paul Richard Gallagher

Su Excelencia, Ministro de Relaciones Exteriores de Hungría,
Excelencias, damas y caballeros,

Me gustaría agradecer a Hungría el haberme invitado a intervenir en esta discusión de alto nivel sobre "Libertad de la persecución: minorías religiosas cristianas, pluralismo religioso en peligro".

Es un hecho histórico indiscutible que el cristianismo comenzó en Oriente Medio. Sin embargo, la dura verdad es que las antiguas comunidades cristianas sufren en la región del nacimiento del cristianismo. La población cristiana en Oriente Medio ha disminuido drásticamente en los últimos años y, en algunos lugares, puede no sobrevivir, sin importar cuán profundas sean sus raíces.

Los cristianos siempre han coexistido con los musulmanes y han sido parte del tejido de Oriente Medio. Tal hecho, evidente por sí mismo, sirve para recordar al mundo una vez más que los cristianos tienen todo el derecho de vivir en paz y libertad. En efecto, a lo largo de dos milenios, las comunidades cristianas en Oriente Medio han contribuido activamente a sus respectivas sociedades. Han sido fundamentales en la protección y promoción de las antiguas culturas de la región. La comunidad siria todavía habla y reza en arameo, el lenguaje de Jesús. La diáspora cristiana de Oriente Medio ha difundido su cultura en todo el mundo. Durante largos períodos de la historia, cristianos y musulmanes han vivido pacíficamente, unos al lado de los otros, a pesar de los casos esporádicos de violencia basados ??en una manipulación política de la religión o la etnia.

En las últimas décadas, sin embargo, algo ha sacudido esta convivencia relativamente armoniosa. Los cristianos y otras minorías religiosas y étnicas en Oriente Medio han soportado dificultades, presiones, discriminación e incluso una persecución mortal. Como el patriarca caldeo testificó ante el Consejo de Seguridad en mayo de 2015: "Los grupos extremistas islámicos se niegan a vivir con los que no son musulmanes. Los están persiguiendo y desarraigando de sus hogares y destruyendo todos los rastros de su historia", un patrimonio inmenso e irremplazable de la humanidad.

Esta no es solo una cuestión religiosa; es una cuestión de derechos humanos fundamentales. Mientras para los cristianos los que han sido asesinados por la fe son mártires, para todas las personas de fe o sin fe, han sido víctimas de las más escandalosas violaciones de los derechos humanos. Estos crímenes atroces exigen, por lo tanto, una respuesta no solo de los cristianos y de otras personas de fe; ante la ley, exigen una respuesta de las autoridades públicas, cuyo deber es proteger a su gente y proporcionarles un espacio en el que prosperar, crear sociedades armoniosas y ser ciudadanos respetuosos de la ley.

La "protección" es una responsabilidad primordial de los Estados para con todos y cada uno de sus ciudadanos, independientemente de su raza, religión u origen étnico.
Durante la primera parte del siglo XVI, cuando surgía el concepto de Estados soberanos nacionales, el fraile español Francisco de Vitoria describió la responsabilidad de los gobernadores de proteger a sus ciudadanos como un aspecto de la razón natural compartida por todas las naciones, y una regla para un orden "internacional" cuya tarea es regular las relaciones entre los pueblos. Las Naciones Unidas se basan en este principio fundamental.

La "protección" se convierte en una responsabilidad más específica y urgente para un Estado cuando partes de su población, simplemente por el hecho de ser minorías, objetivo de persecución, están sometidas a todas las formas de violencia física, subyugación, detención falsa, expropiación de bienes, esclavitud, exilio forzado, asesinato, limpieza étnica y otros crímenes de lesa humanidad.

El deber de defender no solo se refiere a la "responsabilidad de proteger a las poblaciones del genocidio, los crímenes de guerra, la limpieza étnica y los crímenes de lesa humanidad", tal como se define en el Documento Final de la Cumbre Mundial 2005, [1] sino también de todas las violaciones de sus derechos humanos fundamentales y de sus derechos como ciudadanos.

Las violaciones de los derechos religiosos de las minorías además de las violaciones más atroces como el genocidio, los crímenes de guerra, la limpieza étnica y los crímenes de lesa humanidad, también incluyen diversas formas de discriminación incorporadas en las estructuras legales y administrativas, que se traducen en obstruccionismo burocrático y pesadas cargas administrativas con respecto a la construcción de lugares de culto y escuelas.

Por lo tanto, esa protección debe ir más allá de la mera prevención de la aniquilación intencionada o real de las minorías, y ha de incluir el análisis y la solución de las causas profundas de la discriminación y la persecución en su contra. En este sentido, me gustaría mencionar brevemente tres elementos, que considero esenciales en nuestros esfuerzos a largo plazo para abordar las causas fundamentales de la persecución y la discriminación contra las minorías religiosas, de hecho, de todas las minorías.

En primer lugar, creo que la clave para proteger a las minorías religiosas o étnicas de la persecución es el pleno respeto del estado de derecho y la plena igualdad de todos ante la ley basada en el principio de ciudadanía, independientemente de las diferencias religiosas, raciales o étnicas. Las leyes deben garantizar inequívocamente los derechos fundamentales de todos los ciudadanos sin excepción, incluido el derecho a la libertad religiosa. Incluso en lugares donde la ley otorga un estatus especial a una religión en particular, una ley que priva a un individuo o a una comunidad de libertades fundamentales no es una ley justa.

Este diciembre celebramos el setenta aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La Declaración establece que "todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley". (Art. 7). Garantiza "la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia". (Art. 18). Estas libertades fundamentales deben aplicarse a todos los pueblos en todos los rincones del globo: en Iraq, Siria o Libia, tanto como en los Estados Unidos, Italia o Japón. La igualdad de todos ante la ley debe ser un elemento esencial en nuestra defensa a favor de los cristianos perseguidos y de otras minorías religiosas y étnicas -de hecho, de todas las personas- en Oriente Medio.

En segundo lugar, las recientes brutalidades contra las minorías religiosas o étnicas han sido perpetradas por sujetos no estatales violentos que operan en Estados con instituciones débiles. La comunidad internacional tiene una grave responsabilidad ante tales atrocidades que continúan incluso mientras estamos hablando aquí. Al adoptar universalmente el Documento Final de la Cumbre Mundial 2005, la comunidad internacional se comprometió a ayudar a los Estados a ejercer esta responsabilidad de proteger, ayudándolos a desarrollar la capacidad de proteger a sus poblaciones de crímenes atroces y a tomar medidas colectivas de manera puntual y decisiva. [2] La comunidad internacional no ha podido cumplir con este compromiso. Hay que sacudirla de su inercia y divisiones.

En tercer lugar, si hemos fracasado en proteger a las minorías religiosas y étnicas de ser sometidas a las violaciones más graves de sus derechos humanos fundamentales, debemos trabajar para restablecer sus derechos. La justicia para los sobrevivientes exige no solo justicia contra los perpetradores de los crímenes; también exige que tratemos de devolverles lo más posible lo que les han arrebatado. Esto significa garantizar las condiciones para que las minorías religiosas y étnicas regresen a sus lugares de origen y vivan con dignidad y seguridad, con los marcos sociales, económicos y políticos básicos necesarios para garantizar la cohesión de la comunidad. No basta con reconstruir viviendas, escuelas y lugares de culto, lo cual es un punto crucial, como ocurre en varias ciudades de la llanura de Nínive gracias a la generosidad de gobiernos como Hungría u organizaciones caritativas como Ayuda a la Iglesia Necesitada o los Caballeros de Colón.

También es imperativo reconstruir la sociedad, sentando las bases de la coexistencia pacífica sobre la base de la ciudadanía.

Esta lista está lejos de ser exhaustiva, pero cumplirla ya contribuiría a proteger a las minorías étnicas y religiosas perseguidas en Oriente Medio y en otros lugares.

Deseo concluir recordando la grave y específica responsabilidad de los líderes religiosos de hacer frente y condenar el abuso de creencias y sentimientos religiosos para justificar el terrorismo y la violencia contra los creyentes de otras religiones. Deben enseñar un firme y claro "¡No!" a toda forma de violencia, venganza y odio perpetrada en nombre de la religión o en nombre de Dios, y un "¡Sí!" igualmente firme y claro al derecho de toda persona de seguir en conciencia a Dios, tal como él o ella creen que Dios los llama a adorarlo y seguirlo. Si se respetara la libertad fundamental de conciencia y creencia, no necesitaríamos ninguna "protección especial" o "específica" para nadie.

Gracias por su amable atención.

 

[1] Resultados de la Cumbre Mundial 2005,
138-139.
[2] Resultados de la Cumbre Mundial 2005, 138-139.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

01/10/2018-18:55
Isabel Orellana Vilches

Beato Antonio Chevrier, 2 de octubre

«Fundador de la Providencia del Prado. El Santo Cura de Ars fue como un padre para este gran sacerdote que tuvo como ejes de su vida el Pesebre, la Cruz y la Eucaristía, y que tanto amó a los pobres»

En esta festividad de los Ángeles Custodios, la Iglesia celebra también la vida de este beato que nació en Lyon, Francia, el 16 de abril de 1826. Su humilde familia se dedicaba al tejido de la seda. Y quizá el conocer de primera mano la realidad de la gente escasa de recursos, le interpeló y selló su vida apostólica. La tenacidad materna ligada a sus firmes creencias fueron grandes aliadas para educar al beato a todos los niveles. De ahí que siendo adulto, pudiera decir: «¿Sabéis lo que hace hombres? Los sufrimientos, las privaciones, las humillaciones. Quien no ha sufrido nada, no sabe nada: es un blandengue». Poco antes de recibir la primera comunión se le otorgó una gracia extraordinaria. Durante la misa, en el momento de la consagración, vio una esfera de luz que se alzaba sobre el cáliz, pero entonces no apreció el alcance del hecho sobrenatural.

Con 14 años, tras la pregunta que le formuló un presbítero acerca de su vocación sacerdotal, sintió que Cristo le llamaba por este camino que antes no se había planteado. Hallándose en el seminario de Argentiére percibió el anhelo de integrarse en el Instituto de Misiones Extranjeras, de París. Su madre se oponía temiendo que pudiera perder la vida. Nada hubiera frenado sus ansias, pero como Dios tenía otros planes, su acontecer siguió otros derroteros. En 1850 fue ordenado, y lo designaron vicario de Saint-André de la Guillotiére, en un barrio marginal de Lyon; un campo apostólico complejo que se propuso evangelizar con oración y entrega, dedicado a él desde tempranas horas sin concederse apenas descanso. Sufrió el desaire, los males modales y agresiones físicas sin arredrarse, haciendo de su pobreza un potente baluarte.

En 1856 el Ródano arrasó las escasísimas pertenencias de aquellas pobres gentes, y no dudó en asistirlas obviando el riesgo que corría su vida. Fue un año decisivo, el de su «conversión», momento en que la luz de lo alto iluminó el sendero que habría de seguir. Se hallaba ante el pesebre reflexionando acerca del misterio del Verbo hecho carne por amor al género humano. Entonces se sintió poderosamente llamado a vivir pobre entre los pobres que le rodeaban. Esa sintonía personal con ellos, llevada con radicalidad evangélica, le permitiría compartir el amor insondable de Dios. El apostolado social ejercido con las gentes de Lyon contaba con la asesoría y aliento del santo Cura de Ars, contemporáneo suyo, al que había consultado. Ambos experimentaban la dificultad pastoral ante un colectivo que apenas obtenía los recursos precisos para vivir, y que tan frecuentemente se hallaba lejos de la Iglesia, movido por un sentimiento anticlerical.

Juan María Vianney le animó a dirigir espiritualmente la ciudad del Niño Jesús orientada a la asistencia y formación en la fe de niños pobres y abandonados, que había impulsado el adinerado y generoso Camilo Rambaud. El cardenal de Bonald pensó en Chevrier para que fuese su capellán. Y como hacen siempre quienes tienen verdadero espíritu apostólico, salía a la calle a buscar a tanto desheredado; era la táctica seguida también por el Cura de Ars. Los dos se admiraban profundamente. El flujo de personas que acudían para confesarse desde Lyon a Ars era constante, y Juan María Vianney solía animarles a dirigirse al beato: «Por qué venís? En Lyon tenéis un santo, el P. Chevrier. Acudid a él; no os defraudará». Es el signo de los santos que reconocen inmediatamente la alta virtud de otros.

Mientras, algunos sacerdotes, más preocupados por el tema crematístico que por el espiritual, sometían a crítica al padre Chevrier. Por eso, y dado que su oración le marcaba el rumbo a seguir, en 1859 el virtuoso sacerdote se centró expresamente en los jóvenes marginados. Tenía como modelo al Poverello, y alentado por la austera vida de Rambaud, se afilió a la Tercera Orden Franciscana. Contando con la asistencia de fray Pedro Louat y de dos religiosas, sor Amelia y sor María, adquirió un salón de baile de grandes dimensiones, que no venía precedido de buena fama precisamente, estableciendo en él la «Providencia del Prado» para asistencia de los muchachos que no tenían recursos. En 1867 fue designado párroco de Moulin-á-Vent, a 3 km. del Prado, misión que desempeñó hasta 1871. Entonces abrió una nueva vía apostólica: la formación de sacerdotes que tenían como objetivo desarrollar su labor evangelizadora entre los pobres. «El conocimiento de Jesucristo es la clave de todo. Conocer a Dios y a su Cristo eso lo es todo para el hombre, todo para el sacerdote, todo para el santo», les decía. Dentro de sí bullía su celo apostólico: «¡Oh!, por un alma que impartiera bien el catecismo, que tuviera espíritu de pobreza, de humildad y de caridad, por esa alma daría todo el Prado».

Los primeros cuatro ordenados en 1877 fueron el germen de la Sociedad de los Sacerdotes del Prado, que fundó. En esos momentos iniciales tuvo que sufrir por las dudas y abandono de uno de ellos. Entonces decía: «Dios me ha dado ayudas, unos buenos coadjutores, y ahora me los quita. ¡Bendito sea su santo nombre!». El Pesebre, la Cruz y la Eucaristía eran los tres ejes vertebrales de esta espiritualidad, un carisma que tenía en el punto de mira a los indigentes. «Nosotros debemos representar a Jesucristo pobre en su pesebre, Jesucristo sufriente en su pasión, Jesucristo que se deja comer en la santa Eucaristía».En su oración, pura entrega, decía: «¡Señor, si tienes necesidad de un pobre, heme aquí! ¡Si tienes necesidad de un loco, heme aquí! Que piensen lo que quieran, que me miren como a un loco, poco me importa, yo soy de Jesucristo». En 1879 dimitió como superior, sucediéndole en este oficio el padre Duret. Sufría muchos dolores por una úlcera, y el 2 de octubre de ese año entregó su alma a Dios. Tenía 53 años. Culminó santamente lo que había dejado escrito en una de sus cartas: «Conocer a Jesucristo, trabajar por Jesucristo, morir por Jesucristo». Juan Pablo II lo beatificó en Lyon el 4 de octubre de 1986.