Servicio diario - 30 de septiembre de 2018


 

Ángelus: La libertad de Jesús, del Espíritu Santo, de María y del discípulo
Raquel Anillo

Indonesia: "Oremos juntos por nuestros hermanos de las islas Célebes"
Anita Bourdin

Ángelus: "Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí"
Anita Bourdin

El Papa moviliza a los católicos: En octubre, oración diaria del Rosario por la Iglesia
Redacción

Santa Teresa del Niño Jesús, 1 de octubre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

30/09/2018-14:08
Raquel Anillo

Ángelus: La libertad de Jesús, del Espíritu Santo, de María y del discípulo

(ZENIT — 30 sept. 2018).- "Jesús aparece muy libre, completamente abierto a la libertad del Espíritu de Dios, que no está limitado en su acción por ninguna frontera, por ninguna barrera", explica el Papa Francisco en su comentario sobre el Evangelio de este domingo, 30 de septiembre de 2018.

El Papa había presidido previamente la Misa, en la Gruta de Lourdes de los Jardines del Vaticano, para la Gendarmería del Vaticano, a las 9:00 h. También recibió, a las 11:00, a Mons. Dagoberto Campos Salas, oriundo de Costa Rica, nuncio apostólico en Liberia, y nombrado en agosto pasado como nuncio en Gambia, y alrededor de quince miembros de su familia.

Con motivo del Ángelus dominical, en la Plaza de San Pedro, el Papa hizo hincapié en la lección que debe aprenderse: "Jesús quiere educar a sus discípulos, a nosotros también hoy, a esta libertad interior".

"Que la Virgen María, modelo de acogida dócil de las sorpresas de Dios, nos ayude a reconocer los signos de la presencia del Señor", concluyó el Papa.

Aquí está nuestra traducción, del italiano, de las palabras pronunciadas por el Papa Francisco este mediodía.

AB

 

Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (Marcos 9: 38-43.45.47-48) nos presenta uno de esos detalles muy instructivos de la vida de Jesús con sus discípulos. Habían visto que un hombre, que no formaba parte del grupo de seguidores de Jesús, expulsó demonios en el nombre de Jesús, y por lo tanto querían prohibirlo. Juan, con el celo entusiasta típico de los jóvenes, refiere el asunto al Maestro que busca su apoyo; pero Jesús, por el contrario, responde, "no se lo impidan, porque no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y que después pueda hablar mal de mí, quién no está contra mí, está por mi" (vv. 39-40 ).

Juan y los otros discípulos manifiestan una actitud de cerrazón ante un acontecimiento que no encaja en sus esquemas, en este caso la acción, aunque buena, de una persona "externa" al círculo de seguidores. En cambio, Jesús aparece muy libre, totalmente abierto a la libertad del Espíritu de Dios, que en su acción no está limitado por ningún límite ni por ninguna barrera. Y con su actitud, Jesús quiere educar a sus discípulos, incluso a nosotros hoy, a esta libertad interior.

Es bueno para nosotros reflexionar sobre este episodio y hacer un examen de conciencia. La actitud de los discípulos de Jesús es muy humana, muy común, y podemos encontrarla en las comunidades cristianas de todos los tiempos, probablemente también en nosotros mismos. De buena fe, más con celo, uno quisiera proteger la autenticidad de una cierta experiencia, especialmente carismática, protegiendo al fundador o al líder de falsos imitadores. Pero al mismo tiempo existe el temor a la "competencia", y esto es bueno, el temor de la competencia de que alguien puede quitar nuevos seguidores, y entonces no se puede apreciar el bien que hacen los demás: no es bueno porque "no es de los nuestros" se dice. Es una forma de autorreferencialidad.
Aquí está la raíz del proselitismo. La Iglesia, decía el Papa Benedicto, no crece por proselitismo, crece por atracción, es decir, crece por el testimonio, de los demás con la fuerza del Espíritu Santo.

La gran libertad de Dios para entregarnos a nosotros es un desafío y una exhortación a cambiar nuestras actitudes y nuestras relaciones. Esta es la invitación que Jesús nos dirige hoy. Nos llama a no pensar según las categorías "amigo / enemigo", "nosotros / ellos", "quien está dentro / quien está fuera" "mio/tuyo", sino ir más allá, a abrir el corazón para poder reconocer su presencia y la acción de Dios incluso en áreas inusuales e impredecibles y en personas que no forman parte de nuestro círculo. Se trata de estar más atentos a la autenticidad del bien, de lo bello y de lo verdadero que se realiza, y no al nombre y a la procedencia de quienes lo realicen. Y, como nos sugiere el resto del Evangelio de hoy, en lugar de juzgar a los demás, debemos examinarnos a nosotros mismos y "cortar" sin comprometer todo lo que pueda escandalizar a las personas más débiles en la fe.

Que la Virgen María, modelo de dócil acogida de las sorpresas de Dios, nos ayude a reconocer los signos de la presencia del Señor entre nosotros, descubriendo en cualquier lugar en que se manifiesta, incluso en las situaciones más impensables e insólitas. Que nos enseñe a amar a nuestra comunidad sin celos ni cerrazones, siempre abiertos al vasto horizonte de la acción del Espíritu Santo

© Librería Editorial Vaticano

 

 

30/09/2018-11:25
Anita Bourdin

Indonesia: "Oremos juntos por nuestros hermanos de las islas Célebes"

(ZENIT — 30 sept. 2018).- "Oremos juntos por nuestros hermanos de las islas Célebes": El Papa Francisco rezó un "Ave María" por las personas afectadas por un terremoto y un tsunami en Indonesia, con las 30.000 personas presentes en la Plaza San Pedro, con motivo del Ángelus dominical, este mediodía, 30 de septiembre de 2018.

"Expreso mi cercanía con la gente de las islas Célebes, Indonesia, afectadas por un fuerte tsunami", dijo el Papa en italiano.

Un informe provisional indica más de 400 muertos: "Oro por los muertos, lamentablemente muchos", dice el Papa. por los heridos y por aquellos que han perdido sus hogares y trabajos".

"Que el Señor les consuele y apoye los esfuerzos de los involucrados en el rescate", dijo Francisco antes de invitar a la gente a orar con él, por esta intención, un "Ave María".

©Traducción de ZENIT, R. A

 

 

30/09/2018-16:44
Anita Bourdin

Ángelus: "Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí"

(ZENIT — 30 sept. 2018).- "Les deseo a todos un buen domingo. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós! El Papa Francisco concluyó así con un gesto de la mano derecha a los diversos grupos presentes para el Ángelus de este domingo 30 de septiembre de 2018, en la Plaza San Pedro, a unas 30.000 personas según la Gendarmería del Vaticano.

El Papa luego publicó este tweet, el domingo, en su cuenta @Pontifex es: "El domingo es el día para decirle a Dios: ¡Gracias, Señor, por la vida, por tu misericordia y por todas tus dones!"

"Saludo con afecto a todos los romanos y peregrinos de los diferentes países. Saludo en particular a los fieles de Calpe (España), al grupo de alcaldes y administradores de la region de Salzburgo (Austria) y a la delegación internacional de sordos con motivo,del Día1V1undial de los Sordos", dijo el Papa después del Angelus, en italiano, después de haber rezado por la población de Célebes y haber saludado la beatificación del abad Fouque, en Marsella.

El Papa Francisco dirigió un Mensaje a la Agencia Nacional de Sordos de Italia (ENS) con motivo del 60° Día Mundial de los Sordos celebrado el pasado viernes 28 de septiembre de 2018. Elogió el trabajo de la Agencia y los resultados obtenidos para superar el aislamiento y para favorecer la inclusión.

En el Ángelus, el Papa añadió los nombres de varios grupos italianos: "Doy la bienvenida a los miembros de la Comunidad de San Egidio de Campania, el movimiento juvenil Shalom en Fucecchio, los fieles de Foggia y las de Rapallo".

La Comunidad de San Egidio organiza proximamente, en Bolonia (Italia) un encuentro de religiones por la paz en el espíritu de Asís, con el tema de los 'Puentes de Paz" (14¬16 de octubre de 2018).

©Traducción de ZENIT, R.A

 

 

30/09/2018-08:22
Redacción

El Papa moviliza a los católicos: En octubre, oración diaria del Rosario por la Iglesia

(ZENIT — 30 septiembre 2018).- El Santo Padre ha decidido invitar a todos los fieles, de todo el mundo, a rezar cada día el Santo Rosario, durante todo el mes mariano de octubre y a unirse así en comunión y penitencia, como pueblo de Dios, para pedir a la Santa Madre de Dios y a San Miguel Arcángel que protejan a la Iglesia del diablo, que siempre pretende separarnos de Dios y entre nosotros.

En los últimos días, antes de su partida a los Países Bálticos, el Santo Padre se reunió con el P. Fréderic Fornos S.I., Director internacional de la Red Mundial de Oración por el Papa, y le pidió que difundiera su llamamiento a todos los fieles del mundo, invitándoles a terminar el rezo del Rosario con la antigua invocación "Sub Tuum Praesidium", y con la oración a San Miguel Arcángel, que protege y ayuda en la lucha contra el mal (ver Apocalipsis 12, 7-12).

La oración —afirmó el Pontífice hace pocos días, el 11 de septiembre, en una homilía en Santa Marta, citando el primer libro de Job-, es el arma contra el Gran acusador que "vaga por el mundo en busca de acusaciones". Sólo la oración puede derrotarlo. Los místicos rusos y los grandes santos de todas las tradiciones aconsejaron, en momentos de turbulencia espiritual, protegerse bajo el manto de la Santa Madre de Dios pronunciando la invocación "Sub Tuum Praesidium".

La invocación "Sub Tuum Praesidium" dice lo siguiente:

"Sub tuum praesidium confugimus Sancta Dei Genitrix. Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo Gloriosa et Benedicta".

[Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!].

Con esta solicitud de intercesión, el Santo Padre pide a los fieles de todo el mundo que recen para que la Santa Madre de Dios, ponga a la Iglesia bajo su manto protector, para defenderla de los ataques del maligno, el gran acusador, y hacerla, al mismo tiempo, siempre más consciente de las culpas, de los errores, de los abusos cometidos en el presente y en el pasado y comprometida a luchar sin ninguna vacilación para que el mal no prevalezca.

El Santo Padre también ha pedido que el rezo del Santo Rosario durante el mes de octubre concluya con la oración escrita por León XIII:

"Sancte Michael Archangele, defende nos in proelio; contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium. Imperet illi Deus, supplices deprecamur: tuque, Princeps militiae caelestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute, in infernum detrude. Amen".

[San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén].

© Librería Editorial Vaticano

 

 

30/09/2018-06:55
Isabel Orellana Vilches

Santa Teresa del Niño Jesús, 1 de octubre

«Doctora de la Iglesia, maestra del camino espiritual, con su virtud esta gran carmelita ha legado al mundo un excelso tratado de cómo sobrenaturalizar lo ordinario. Es la patrona de las misiones»

Su frágil apariencia y forma de expresión de algunos escritos, que pueden recordar un estilo un tanto infantil, a estas alturas, y con lo que se sabe de ella, no puede confundir a nadie. La gran Teresa de Lisieux era una mujer de una reciedumbre espiritual poco común. Fue doctora del amor en grado sublime, ciertamente heroico. Sobrenaturalizó las pequeñas cosas cotidianas, afrontando con decisión irrevocable por amor a Cristo las que más cuestan, las que interrumpen el flujo del amor a Dios y a los demás en cuestiones aparentemente nimias, sutiles, pero que esconden cierto grado de sufrimiento nada desdeñable. El camino espiritual que ha trazado con su virtud es un excelso tratado de cómo superarlas.

Tuvo una vida corta, intensa y entregada, rebosante de tanta ternura y de tal riqueza, que habría sido irreparable de todo punto no haber podido contar con su impresionante testimonio de amor. Por fortuna, dejó plasmada en su formidable Historia de un alma, además de hacerlo en sus cartas y escritos, la pasión que inundaba todo su ser en un gesto supremo de generosidad, culminando esta obra a punto de morir. Sembró el amor hasta que exhaló el último suspiro. Esta insigne carmelita, patrona de las misiones, continúa perfumando con su exquisita caridad el orbe entero.

Vino al mundo en Alengon, Francia, el 2 de enero de 1873. Tuvo el privilegio de nacer en un hogar de dos auténticos hijos de Dios, encumbrados por la Iglesia a los altares: Luís y Celia. Vio desfilar ante ella a sus hermanas María, Paulina y Celina, precediéndole en el Carmelo. Soñó con seguir sus pasos ardientemente, suplicó tanto, que al final obtuvo lo que deseaba. Tenía de su parte, además de la gracia divina, el apoyo de su padre; su madre ya había fallecido. Leonia, otra de sus hermanas, eligió a las religiosas de la Visitación. Como su fe no tenía fronteras, en julio de 1887 Teresa arrancó con su oración la conversión del condenado a muerte Pranzini. EsaNavidad la marcó a fuego. Comprendió que el Niño Dios se había hecho pequeño por amor a ella, para infundirle valor en su seguimiento. Y aunque tenía 15 años, su padre no dudó en conducirla ante el papa León XIII, a quien expuso con firmeza su deseo de ingresar en el Carmelo, lo cual se produjo en 1888.

Profesó en 1890, cuando su padre ya había enfermado, teniendo claro su objetivo de escalar las más altas cumbres del amor. Apuraba el tiempo, como si supiese que no se le concedería demasiado, orando, haciendo penitencia y aprovechando todos los momentos para mortificarse con cualquier circunstancia propiciada por la convivencia. Delicada, sensible y exquisita en su trato, sufría gestos que contravenían su visión de cómo debía ser la vida religiosa y los ofrendaba a Cristo. Según el precepto evangélico buscaba expresamente a las hermanas de trato más complejo y les dedicaba a conciencia lo mejor de sí. «Ahora comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que les veamos practicar. Pero, sobre todo, comprendí que la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón». Llevó con espíritu ejemplar las bajas temperaturas del convento: —«he sufrido de frío en el Carmelo hasta morir»—, silenció su horror a determinados insectos, soportó con dulzura acusaciones infundadas sin justificarse, etc. Y cuando veía que su debilidad podía ponerla en grave aprieto faltando a la caridad, huía, haciendo de este gesto una victoria sobre su tendencia dominante. Era la expresión de su oración continua. «Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi gratitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba».

Anhelaba el martirio: «Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos». El primero le fue otorgado. Sin embargo, en un momento dado de su vida expresó: «He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce». En 1893 fue designada ayudante de la maestra de novicias. Desconocían que vivía una intensa aridez. Y es que estaba tan centrada en la Eucaristía que era hartamente difícil imaginarlo. Sabía que la vivencia de la virtud sin la gracia de Dios es imposible.

Humildemente escribió: «Yo soy un alma minúscula, que solo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor». Con esas «pequeñeces» iluminó el camino de la perfección y se convirtió en maestra de la infancia espiritual. «La santidad no consiste en esta o la otra práctica, sino en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra flaqueza y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre».

En 1894 murió su padre, y a finales de ese año comenzó a escribir la Historia de un alma por indicación de la madre Inés de Jesús, su hermana Paulina. En 1895 se sintió llamada a ofrendarse al amor misericordioso. Poco después experimentó la más alta intensidad del mismo, la «herida de amor». Acogió con entusiasmo la misión de acompañar espiritualmente a Belliére, que se preparaba para ser misionero, y en 1896 la del padre Roulland que se hallaba en misiones en el extranjero. En Semana Santa de ese año sufrió los primeros ataques de hemoptisis, y entró en la «noche de la fe», que perduró hasta el fin de sus días.

En 1897, ya gravemente enferma, la madre María de Gonzaga le indicó que continuase el manuscrito de su vida. El 8 de julio de ese año fue conducida a la enfermería. En el Cuaderno amarillo se constata la inmensa riqueza que continúo legando en el lecho del dolor. Allí entregó su vida el 30 de septiembre, exclamando: «Oh, le amo...». Como vaticinó, tras su partida hizo «caer una lluvia de rosas». Pío XI la beatificó el 29 de abril de 1923, y la canonizó el 17 de mayo de 1925. Juan Pablo II la proclamó doctora de la Iglesia el 19 de octubre de 1997.