Servicio diario - 17 de septiembre de 2018


 

Entrevista: Card. Ouellet: "Los dicasterios de la Santa Sede deben comunicarse mejor entre ellos"
Deborah Castellano Lubov

Ejemplo para los sacerdotes: Las "3P" del Padre Pino Puglisi: "Plegaria, Palabra, Pan"
Rosa Die Alcolea

El Papa exhorta a la familia a ser "escuela del Evangelio"
Redacción

Chile: Octavio Errázuriz, nuevo embajador ante la Santa Sede
Redacción

San José de Cupertino (o Copertino), 18 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

17/09/2018-16:42
Deborah Castellano Lubov

Entrevista: Card. Ouellet: "Los dicasterios de la Santa Sede deben comunicarse mejor entre ellos"

(ZENIT — Poznan, Polonia, 17 sept. 2018).- El Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación Vaticana para los Obispos, ha subrayado que se debe hacer mucho para combatir la "crisis" en la Iglesia, provocada por los abusos sexuales e incubrimientos, apuntando que esto implica una mejor coordinación entre los dicasterios pontificios y que las mujeres deberían tener un papel más relevante en la formación de sacerdotes.

En una entrevista con Zenit y con otros periodistas en Poznan, Polonia, durante la Asamblea Plenaria del CCEE (Consejo de Conferencias de Obispos Europeos), celebrada el 15 de septiembre 2018, el cardenal canadiense hizo esta observación contestando preguntas sobre la manera apropriada para prevenir o manejar estas situaciones en el futuro.

En la entrevista, el Prefecto del Vaticano de la Congregación para Obispos reafirmó la importancia de la responsabilidad y de recuperar credibilidad eficazmente, pero también del papel de los obispos en sostener la misión de la Iglesia, y como esto involucra no respaldar "ataques injustos" al Papa. También comentó que estamos viendo en este momento algo como una "rebelión".

En la entrevista, el Cardenal Ouellet también habla del próximo Sínodo sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional en el Vaticano y de por qué la solidaridad en Europa es importante no solo para el continente, sino para el mundo entero.

* * *

 

ZENIT (Deborah Castellano Lubov): ¿Por qué es necesario trabajar hacia la solidaridad en Europa para el propio funcionamiento del continente y para el mundo en general?

Cardenal Ouellet: Me alegra participar, al menos en parte, en el Consejo de las Conferencias de los Obispos Europeos. Me parece que esta reflexión ayuda a crear una cultura de solidaridad, a alentar el voluntariado y a reconocer también la contribución de la Iglesia en el voluntariado. La solidaridad es un valor cristiano fundamental que debemos desarrollar en nuestra comunidad, en las comunidades cristianas. Necesitan ser iluminadas por la caridad y ser abiertas a otras. Tienen que demostrar la fraternidad vivida, y esto es parte de la misión de la Iglesia. Pero, al mismo tiempo, tenemos que tener un horizonte ampliamente abierto, es decir, todas las otras personas que también forman parte de la gran familia humana, con un testimonio humano de solidaridad, voluntariado y ayuda mutua, en cuanto a la acogida.

 

ZENIT (Deborah Castellano Lubov): ¿Cómo va a ayudar Europa para ayudar a transmitir la fe a los jóvenes? pues parece que cada vez más y más están desinteresados en sus raíces cristianas. En este contexto, ¿qué espera usted del próximo Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes?

Cardenal Ouellet: Gracias por esta pregunta. Obviamente, existe preocupación en la Iglesia por el futuro de la transmisión de la fe. Toda la reflexión en la Iglesia sobre la familia estaba dirigida hacia este objetivo. Ante todo, así como el Papa Francisco demuestra confianza en la juventud, creo que el Sínodo debe expresar ante todo la confianza de la Iglesia en los jóvenes. Esto es lo más fundamental. Tienen los recursos y hasta visiones y habilidades como "profetas," y si se sienten respaldados, aquí está la Iglesia. Ese es el primer punto. Segundo punto. A mí me parece que debe haber una reflexión sobre la educación. La educación en la familia, en los colegios, en las universidades — concretamente educación, porque los jóvenes necesitan modelos, testigos, ánimo, pero también parámetros y corrección, para ir adelante. Estos son los dos puntos.

 

ZENIT (Deborah Castellano Lubov): El escándalo de la pedofilia en la Iglesia acapara las noticias en varios países. Los presidentes de las Conferencias Episcopales del mundo han sido llamados a Roma por el Papa, del 21-24 de febrero 2018 para una cumbre sobre la protección de menores y adultos vulnerables. La Iglesia ya ha hecho mucho para afrontar este azote, pero parece que nunca es suficiente. En su opinión, ¿qué es lo que tiene que cambiar para combatirlo eficazmente y recuperar verdadera credibilidad y confianza? ¿Qué medidas concretas y efectivas tienen que resultar de este encuentro?

Cardenal Ouellet: Es una gran pregunta. Ciertamente con las recientes noticias existe una conciencia creciente de la gravedad de este problema de abuso en la Iglesia. Obviamente, los informes cubren muchos años, y a veces tenemos la impresión que no se ha hecho nada recientemente cuando, en realidad, se ha hecho mucho recientemente para combatir eso. Pero creo que algo más se debe hacer dentro de la Iglesia, en la formación de sacerdotes y, sin duda, aplicar mayor prudencia en la selección de obispos. Yo diría que necesitariamos la participación de más mujeres en la formación de sacerdotes para enseñar, para discernir, y para el discernimiento de candidatos para el equilibrio de la efectividad. Pienso que necesitamos mas reflexión aquí. El Papa ha llamado a Roma a todos los presidentes de las Conferencias Episcopales para tratar este problema en una amplia perspectiva. Parece, en este momento, un problema americano o anglosajón, pero es un problema humano. Es universal. La Iglesia está en el centro de atención en este momento, pero el problema es más amplio que la Iglesia. Espero que el esfuerzo que está haciendo el clero para tratar este problema ayude a tratar los problemas que existen en la sociedad.

 

ZENIT (Deborah Castellano Lubov): Eminencia, ¿existe algo, tal vez en la selección o vigilancia de obispos, que le parezca que deba mejorar? ¿Algun área que podría ser deébil y que es necessario mejorar?

Cardenal Ouellet: En lo que se refiere a vigilancia, come usted sabe, existe un Motu Propriodel Papa Francisco: Como una Madre amorosa. Así que debemos afrontar el problema del mal gobierno de obispos sobre estas cuestiones. Esto es algo que ya se ha implementado; estamos al comienzo de esta implementación. Así que tenemos que tener algún tipo de criterio. También tenemos que coordinar entre los diferentes dicasterios de la Santa Sede para asegurar que nosotros, entre las Iglesias Orientales, la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, la Congregación de Obispos y el Secretariado de Estado, etc, trabajemos en la misma dirección con los mismos parametros, para aplicar esto y ser efectivos. Pero creo que aceleraremos ahora, con los eventos recientes, aceleraremos y esperamos desarrollar algo más efectivo.

 

RADIO VATICANO (Alessandro Gisotti): Como Prefecto de la Congregación para los Obispos del Vaticano y como pastor, ¿qué le diría a los muchos fieles que se sienten traicionados — mucha gente se siente traicionada, triste y enfadada por estos escándalos?

Cardenal Ouellet: Los fieles ven que sus pastores necesitan oraciones y necesitan ser respaldados y alentados. En tiempos recientes han sido atacados fuertemente. Debe haber solidaridad dentro de la Iglesia, pero también es necesario que la gente exprese su enfado, su insatisfacción, su frustración, en total libertad. Este es el camino para tratar estos problemas. Yo creo que los pastores no solo deben escuchar, sino también invitar la gente que ha sufrido a manifestarse, porque si estas heridas no se expresan, destruirán la vida de la gente. Hemos visto el sufrimiento y las consecuencias del abuso en los años recientes y que el daño es enorme y duradero en la vida. Hay un trabajo de reparación, de reconciliación que debe hacerse.

 

EWTN (Andrea Gagliarducci): Hasta ahora hemos estado hablando de abuso. El Papa ha llamado a los obispos del mundo a reunirse juntos para hablar de esto en febrero. Como Prefecto de la Congregación para los Obipos, ¿qué le gustaría decir usted a los obispos del mundo?

Cardenal Ouellet: Estamos afrontando una crisis en la vida de la Iglesia, una crisis a nivel de liderazgo, de obispos, y también un cierto grado de rebelión. Esta es una cosa muy seria que se debe tratar de manera muy seria, y no solo de manera política. Así que yo pienso, por ejemplo, cuando existe un ataque directo contra el Santo Padre, creo que es un ejemplo muy malo y una ofensa muy seria. Y no creo que esté respondiendo positivamente porque también es un ataque injusto recientemente. Fue parte de mi mensaje, a los obispos de CCEE, expresar solidaridad con el Santo Padre. Es una condición sine qua non de solidaridad entre nosotros como obispos para llevar adelante la misión de la Iglesia, y me complace reconocer que hay algo que está siendo preparado por parte de este cuerpo, de la Conferencia Episcopal, para expresar al Santo Padre su solidaridad en este contexto actual.

Traducción de Virginia Forrester

 

 

17/09/2018-17:11
Rosa Die Alcolea

Ejemplo para los sacerdotes: Las "3P" del Padre Pino Puglisi: "Plegaria, Palabra, Pan"

(ZENIT — 17 sept. 2018).- Francisco compartió tres aspectos básicos del sacerdocio de don Pino Puglisi con los sacerdotes, consagradas y consagrados no sacerdotes, reunidos en la Catedral de Palermo el pasado sábado, "que pueden ayudar a nuestro 'sí' a Dios y a los demás": celebrar, acompañar y testimoniar.

El Papa Francisco visitó de manera privada la parroquia de San Gaetano, en el distrito de Brancaccio, en Palermo, y la casa del Beato Pino Puglisi, en la plaza Anita Garibaldi, con motivo del 25° aniversario del martirio de este sacerdote italiano, asesinado por la mafia siciliana.

Luego se desplazó a la Catedral de Palermo, donde, a las 15:50 horas, se encontró con el clero, los religiosos y los seminaristas.

Así, el Santo Padre invitó a seguir el ejemplo del Padre Pino Puglisi, llamado "3P": Plegaria, Palabra, Pan. En este sentido, el Papa señaló que es "fundamental" orar a Aquel de quien hablamos, nutrirnos con la Palabra que predicamos, adorar el Pan que consagramos y hacerlo todos los días.

Publicamos a continuación el discurso pronunciado por el Papa durante el encuentro.

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Discurso del Papa Francisco

¡Buenas tardes!

Esta mañana hemos celebrado juntos la memoria del beato Pino Puglisi. Ahora quisiera compartir con vosotros tres aspectos básicos de su sacerdocio, que pueden ayudar a nuestro sacerdocio y también ayudar a las consagradas y consagrados no sacerdotes, a nuestro "sí" a Dios y a los demás. Son tres verbos simples, por lo tanto fieles a la figura de Don Pino, que era simplemente un sacerdote, un verdadero sacerdote. Y como sacerdote, un consagrado a Dios, porque también las monjas pueden participar en esto.

El primer verbo es celebrar. También hoy, como en el centro de cada Misa, hemos pronunciado las palabras de la Institución: "Tomad y comed todos de él: este es mi cuerpo ofrecido en sacrificio por vosotros". Estas palabras no deben permanecer en el altar, deben calarse en la vida: son nuestro programa de vida diaria. No solo debemos decirlas in persona Christi, debemos vivirlas en primera persona. Tomad y comed, éste es mi cuerpo ofrecido. Lo decimos a los hermanos, junto con Jesús Las palabras de la Institución, describen entonces nuestra identidad sacerdotal nos recuerdan que el sacerdote es hombre del don, del don de sí, todos los días, sin vacaciones y sin descanso. Porque la nuestra, queridos sacerdotes, no es una profesión sino una
entrega; no es un trabajo, que también puede servir para hacer carrera, sino una misión. Y así también la vida consagrada. Todos los días podemos hacer el examen de conciencia, solamente con estas palabras — Tomad y comed, éste es mi cuerpo ofrecido por vosotros- y preguntarnos: "¿Hoy he dado la vida por amor del Señor? ¿Me he dejado comer por los hermanos?". Don Pino vivió así: el epílogo de su vida fue la consecuencia lógica de la misa que celebraba todos los días.

Hay una segunda fórmula sacramental fundamental en la vida del sacerdote: “Yo te absuelvo de tus pecados”. Aquí está la alegría de dar el perdón de Dios. Pero aquí el sacerdote, hombre del don, también se descubre como hombre del perdón. También todos los cristianos debemos ser hombres y mujeres de perdón.  Los sacerdotes de manera especial en el sacramento de la Reconciliación. En efecto, las palabras de Reconciliación no solo dicen lo que sucede cuando actuamos in persona Christi, sino que también nos muestran cómo actuar de acuerdo con Cristo. Yo te absuelvo: el sacerdote, hombre del perdón, está llamado a encarnar estas palabras. Es el hombre del perdón. Y del mismo modo, las religiosas son mujeres del perdón. Cuántas veces en las comunidades religiosas no hay perdón, hay habladurías, hay celos… No. Hombre del perdón, el sacerdote en la confesión, pero también  todos los consagrados hombres y mujeres del perdón. El sacerdote no guarda rencor, no hace pesar lo que no ha recibido, no devuelve  mal por mal. El sacerdote es el portador de la paz de Jesús: benévolo, misericordioso, capaz de perdonar a los demás como Dios los perdona a través de él (véase Ef. 4,32). Lleva concordia donde hay división, armonía donde hay riña, serenidad donde hay animosidad. Pero si el sacerdote es un chismoso, en lugar de llevar concordia, llevará división, llevará guerra, llevará cosas que harán que el presbiterio termine dividido en su interior y con el obispo. El sacerdote es un ministro de reconciliación a tiempo completo: administra el “perdón y la paz” no solo en el confesionario, sino en todas partes. Pidamos a Dios que seamos portadores sanos del Evangelio, capaz de perdonar de corazón, de amar a nuestros enemigos. Pensemos en tantos sacerdotes y tantas comunidades donde se odian mutuamente como enemigos, por competencia, celos, arribismo… ¡no es cristiano! Un obispo me dijo una vez: “Yo, algunas comunidades religiosas y algunos sacerdotes los volvería a bautizar para hacerlos cristianos”. Porque se comportan como paganos. Y el Señor nos pide que seamos hombres y mujeres de perdón, capaces de perdonar de corazón, de amar a nuestros enemigos y de rezar por los que nos hacen daño (cf. Mt. 18.35, 5.44). Esto de rezar por los que nos hacen daño parece una cosa de museo… ¡No, tenemos que hacerlo hoy, hoy! La fuerza de vosotros,  sacerdotes, de vuestro sacerdocio, la fuerza de vosotros, religiosos, de vuestra vida consagrada, está aquí: rezar por aquellos que hacen el mal, como Jesús.

El gimnasio donde entrenarse para ser hombres de perdón es el seminario primero y el presbiterio después. Para los consagrados es la comunidad. Todos sabemos que no es fácil perdonamos entre nosotros: "¿Me hiciste esto? ¡Me lo pagarás!". Pero no solo en la mafia, también en nuestras comunidades y en nuestros sacerdotes, así es como es. En el presbiterio y en la comunidad, hay que alimentar el deseo de unir, según Dios; no el de dividir según el diablo. Grabémoslo en la mente. Donde hay división, está el diablo, él es el gran acusador, el que acusa para dividir, ¡lo divide todo! Allí, en el presbiterio y en la comunidad, los hermanos y las hermanas deben ser aceptados, allí el Señor llama todos los días a trabajar para superar las divergencias. Y esta es parte constitutiva de ser sacerdotes y consagrados. No es un accidente, pertenece a la sustancia. Sembrar cizaña, provocar divisiones, chismorrear, cotillear no son "pecadillos que todos hacen", no: es negar nuestra identidad de sacerdotes, hombres del perdón y de consagrados, hombres de comunión. Siempre debe distinguirse el error de quien lo comete, siempre deben ser amados y esperados el hermano y la hermana. Pensamos en Don Pino, que estaba disponible para todos y a todos esperaba con el corazón abierto, incluso a los delincuentes.

Sacerdote hombre del don y del perdón, he aquí cómo conjugar en la vida el verbo celebrar. Puedes celebrar misa todos los días y luego ser un hombre de división, de cotilleo, de celos, incluso un "criminal" porque matas a tu hermano con la lengua. Y estas no son palabras mías, esto es lo que dice el apóstol Santiago. Leed la carta de Santiago. También las comunidades religiosas pueden ir a misa todos los días, comulgar, pero con odio en sus corazones por sus hermanos. El sacerdote es un hombre de Dios las veinticuatro horas del día, no es un hombre de lo sagrado cuando se pone las vestimentas. La liturgia sea vida para vosotros, no un ritual. Por eso es fundamental orar a Aquel de quien hablamos, nutrirnos con la Palabra que predicamos, adorar el Pan que consagramos y hacerlo todos los días. Plegaria, Palabra, Pan; el Padre Pino Puglisi, llamado "3P", nos ayuda a recordar estas tres "P" esenciales para cada sacerdote todos los días, esenciales para todos los consagrados y consagradas todos los días: Plegaria, Palabra, Pan.

Hombre del perdón, sacerdote que da el perdón, es decir, hombre de misericordia y esto especialmente en el confesionario, en el sacramento de la Reconciliación. ¡Qué feo es cuando en la confesión el sacerdote comienza a cavar, a cavar en el alma del otro!: "¿Y cómo fue, y cómo hiciste? "...¡Ese es un hombre enfermo! Estás ahí para perdonar en nombre del único Padre que perdona, no para medir hasta donde puedo, hasta donde no puedo... Creo que sobre este punto de la Confesión debemos convertirnos tanto: recibir a los penitentes con misericordia, sin excavar el alma, sin hacer de la confesión una visita psiquiátrica, sin hacer de la confesión una investigación de detective. Perdón, gran corazón, misericordia. El otro día, un cardenal muy estricto, diría incluso conservador, porque hoy se dice: -Éste es conservador, éste es abierto-, un cardenal me decía: "Si uno viene al Padre, porque yo estoy allí en nombre de Jesús y del Padre Eterno, y dice: "Perdóname, perdóname, he hecho esto, eso, aquello ..."; y siento que de acuerdo con las reglas no debería perdonar, pero ¿qué padre no perdona a su hijo que lo pide con lágrimas y desesperación? ". Luego, una vez perdonado, se le aconsejará: "Tendrás que hacer esto..."; o: "Tengo que hacer esto, y lo haré por ti". Cuando el hijo pródigo llegó con el discurso preparado ante su padre y comenzó a decir: "¡Padre, he pecado! ...", el padre lo abrazó, no lo dejó hablar, inmediatamente le dio el perdón. Y cuando el otro hijo no quería entrar, el padre salió a darle a él también esta confianza de perdón, de filiación. Esto es muy importante para mí, para sanar nuestra Iglesia tan herida que parece un hospital de campaña.

Finalmente, siempre sobre el celebrar, me gustaría decir algo sobre la piedad popular, muy común en estas tierras. Un obispo me contaba que en su diócesis no sabía cuántas hermandades había y me decía: "Yo voy siempre con ellos, no los dejo solos, los acompaño." Es un tesoro que debe ser apreciado y custodiado, porque tiene en sí mismo una fuerza evangelizadora (cf. Evangelii gaudium, 122-126), pero siempre el protagonista debe ser el Espíritu Santo. Por lo tanto, pido que estéis atentos, para que la religiosidad popular no sea explotada por la presencia de la mafia, porque entonces, en lugar de ser un medio de adoración amorosa, se convierte en un vehículo para la ostentación corrupta. Hemos visto esto en los periódicos, cuando la Virgen se detiene y se inclina ante la casa del jefe mafioso. No, esto no está bien, ¡absolutamente no! Cuidad de la piedad popular, ayudadla, estad presentes. Un obispo italiano me decía así: "La piedad popular es el sistema inmunitario de la Iglesia", es el sistema inmunitario de la Iglesia. Cuando la Iglesia comienza a volverse demasiado ideológica, demasiado gnóstica o demasiado pelagiana, la piedad popular la corrige, la defiende.

Os propongo un segundo verbo: acompañar. Acompañar es la piedra angular de ser pastores hoy. Necesitamos ministros que encarnen la proximidad del Buen Pastor, de sacerdotes que sean íconos vivos de la proximidad. Debe enfatizarse esta palabra: "proximidad", porque es lo que Dios ha hecho. Lo hizo primero con su pueblo. Sobre esto también los reprocha en el Deuteronomio — pensadlo — les dice: "Decidme, ¿habéis visto alguna vez un pueblo que tenga dioses tan cercanos a él como vosotros tenéis a vuestro Dios cerca de vosotros?". Esta cercanía, esta proximidad de Dios en el Antiguo Testamento, se hizo carne, se hizo uno de nosotros en Jesucristo. Dios se hizo cercano aniquilándose, vaciándose, así dice Pablo. Proximidad, debemos retomar esta palabra. Pobres de bienes y de proclamaciones, ricos de relación y de comprensión. Pensemos de nuevo en don Puglisi que, más que hablar de los jóvenes, hablaba con los jóvenes. Estar con ellos, seguirlos, hacer que broten junto a ellos las preguntas más verdaderas y las respuestas más hermosas. Es una misión que surge de la paciencia, de la escucha cordial, del tener un corazón de padre, corazón de madre, para las religiosas, y nunca un corazón de amo. El arzobispo nos habló sobre el apostolado "del oído", la paciencia de escuchar. La pastoral se hace así con paciencia y dedicación, por Cristo y a tiempo completo.

Don Pino arrancaba del malestar simplemente haciendo de cura con corazón de pastor. Aprendamos de él a rechazar cualquier espiritualidad incorpórea y a ensuciarnos las manos con los problemas de las personas. A mí me huele mal esa espiritualidad que te lleva a estar con los ojos vueltos hacia arriba, cerrados o abiertos, y siempre estás ahí... ¡Eso no es católico! Salgamos al encuentro de las personas con la simplicidad de aquellos que quieren amarlos con Jesús en el corazón, sin proyectos faraónicos, sin las modas del momento. A nuestra edad, hemos visto tantos proyectos pastorales faraónicos... ¿Qué han hecho? ¡Nada! Los proyectos pastorales, los planes pastorales son necesarios, pero como un medio, un medio para ayudar a la proximidad, a la predicación del Evangelio, pero en sí mismos no sirven. El camino del encuentro, de la escucha, del compartir es el camino de la Iglesia. Crecer juntos en la parroquia, seguir el recorrido de los jóvenes en la escuela, acompañar de cerca las vocaciones, las familias y los enfermos; crear lugares de encuentro donde rezar, reflexionar, jugar, pasar el tiempo de una manera saludable y aprender a ser buenos cristianos y ciudadanos honestos. Esta es una pastoral que genera, y que regenera al sacerdote mismo, a la religiosa misma.

Quisiera decir algo especialmente a las religiosas: vuestra misión es grande, porque la Iglesia es una madre y su manera de acompañar siempre debe tener un rasgo materno. Vosotras religiosas, pensad que sois un ícono de la Iglesia, porque la Iglesia es mujer, esposa de Cristo, vosotras sois ícono de la Iglesia. Pensad que sois un ícono de la Virgen, que es la madre de la Iglesia. Vuestra maternidad hace mucho bien, mucho. Una vez, -lo he contado muchas veces-, lo digo brevemente. Donde trabajaba mi padre, había tantos inmigrantes después de la guerra española, comunistas, socialistas... todos come curas. Uno de ellos se enfermó, lo trataron 30 días en casa, porque iba a curarlo una monja; él tenía una enfermedad muy mala, muy difícil de tratar. En los primeros días le soltó todas las palabrotas que sabía, y la monja lo curaba en silencio. Una vez que la historia termina, ese hombre se reconcilió. Y una vez, saliendo del trabajo junto con otros, dos monjas pasaban y los otros decían palabrotas y él le dio un puñetazo a uno ellos y lo tiró al suelo y dijo: "Con Dios y con los sacerdotes, vale, ¡pero la Virgen y las monjas ni las toques!". Vosotras sois la puerta porque sois madres y la Iglesia es madre. La ternura de una madre, la paciencia de una madre... Por favor, no quitéis valor a vuestro carisma de mujeres y al carisma de consagradas. Es importante que os involucréis en la pastoral para revelar el rostro de la Iglesia madre. Es importante que los obispos os llamen a los consejos, en los diversos consejos pastorales, porque la voz de la mujer siempre es importante, la voz de la persona consagrada es importante. Y me gustaría dar las gracias a las contemplativas que, con la oración y el don total de la vida, son el corazón de la Iglesia madre y bombean en el Cuerpo de Cristo el amor que conecta todo.

Celebrar, acompañar y ahora el último verbo, que en realidad es lo primero que se debe hacer: testimoniar. Esto nos concierne a todos y, en particular, se aplica a la vida religiosa, que es en sí misma testimonio y profecía del Señor en el mundo. En el apartamento donde vivió el Padre Pino resalta una simplicidad genuina. Es el signo elocuente de una vida consagrada al Señor, que no busca el consuelo y la gloria del mundo. La gente busca esto en el sacerdote y en los consagrados, busca el testimonio. La gente no se escandaliza cuando ve que el sacerdote "resbala", es un pecador, se arrepiente y continúa ... El escándalo de las personas es cuando ve sacerdotes mundanos, con el espíritu del mundo. El escándalo de la gente es cuando encuentra en el sacerdote un funcionario, no un pastor. Y esto grabadlo en vuestra mente y en vuestro corazón: ¡pastores sí, funcionarios no! La vida habla más que las palabras. El testimonio es contagioso. Ante Don Pino pidamos la gracia de vivir el Evangelio como él: a la luz del sol, inmerso en su pueblo, rico solo del amor de Dios. Se puede discutir tanto sobre la relación entre la Iglesia y el mundo y entre el Evangelio y la historia, pero no sirven si el Evangelio no pasa antes por la propia vida. Y el Evangelio nos pide, hoy más que nunca, esto: servir en simplicidad, en testimonio. Esto significa ser ministros: no hacer funciones, sino servir felices, sin depender de las cosas que pasan y sin unirse a los poderes del mundo. Así, libres para testimoniar, se manifiesta que la Iglesia es sacramento de salvación, es decir, signo que indica e instrumento que ofrece salvación al mundo.

La Iglesia no está por encima del mundo, -esto es clericalismo-, la Iglesia está dentro del mundo, para hacerlo fermentar, como levadura en la masa. Por esto, queridos hermanos y hermanas, hay que ahuyentar toda forma de clericalismo. Es una de las perversiones más difíciles de eliminar hoy en día, el clericalismo: que no tengan ciudadanía en vosotros actitudes altaneras, arrogantes o dominantes. Para ser testigos creíbles, hay que recordar que antes de ser sacerdotes, somos siempre diáconos; antes de ser ministros sagrados, somos hermanos de todos, siervos. ¿Qué diríais a un obispo que me dice que algunos de sus sacerdotes no quieren ir a una aldea cercana para decir una misa de difuntos si no llega antes la oferta? ¿Qué le diríais a ese obispo? ¡Y los hay! ¡Hermanos y hermanas, los hay! Recemos por estos hermanos, funcionarios. También el arribismo y el favorecer a la parentela son enemigos que deben ser expulsados, porque su lógica es la del poder, y el sacerdote no es un hombre de poder, sino de servicio. La monja no es una mujer de poder, sino de servicio. Testimoniar, entonces, significa huir de toda duplicidad; esa hipocresía, que está tan estrechamente ligada al clericalismo; escapar de toda duplicidad de vida, en el seminario, en la vida religiosa, en el sacerdocio. No se puede vivir una doble moral: una para el pueblo de Dios y otra en el propio hogar. No, el testimonio es solo uno. El testigo de Jesús siempre le pertenece. Y por amor suyo emprende una batalla diaria contra sus vicios y contra toda mundanidad alienante.

Finalmente, testigo es el que, sin tanta palabrería, pero con una sonrisa y con serenidad confiada sabe cómo animar y consolar, porque revela con naturalidad la presencia de Jesús resucitado y vivo. Os deseo sacerdotes, consagrados y consagradas, seminaristas, que seáis testigos de la esperanza, como bien dijo don Pino: "Para los desorientados, el testimonio de la esperanza no indica qué es la esperanza, sino quién es la esperanza. La esperanza es Cristo, y se indica lógicamente a través de la propia vida orientada hacia Cristo "(Discurso a la Conferencia del Movimiento" Presencia del Evangelio ", 1991). No con las palabras.

Os doy las gracias y os bendigo, y disculpadme si he sido algo "fuerte", ¡pero me gusta hablar así! Os deseo la alegría de celebrar, acompañar y testimoniar el gran don que Dios ha puesto en vuestros corazones. ¡Gracias y rezad por mí!

 

 

17/09/2018-14:30
Redacción

El Papa exhorta a la familia a ser "escuela del Evangelio"

(ZENIT — 17 sept. 2018).- El Santo Padre anima a todas las familias que participan y se unirán espiritualmente a la peregrinación a "perseguir siempre el gran ideal de la santidad de la familia", para que cada casa sea la "escuela del Evangelio" de la familia, escuela de "fidelidad y de sinceridad", escuela de "paz y de perdón", escuela de "escucha y reconciliación", escuela de "comunión y solidaridad".

El Papa Francisco, ha enviado un mensaje, a través del cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, a Mons. Tommaso Caputo, Arzobispo Prelado y Delegado Pontificio del Santuario de la Santísima Virgen María del Santo Santuario de Pompeya, con motivo de la XI Peregrinación Nacional de las Familias a Pompeya.

Esta peregrinación se realiza desde Scafati a Pompeya, está patrocinada por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y promovida por la Renovación en el Espíritu Santo en colaboración con la Prelatura Pontificia de Pompeya, la Oficina Nacional de Pastoral Familiar de la CEI y el Foro de Asociaciones familiares.

"El Papa cuenta con vosotros —escribe Mons. Parolin— para el acompañamiento las familias más vulnerables, las que viven el drama de la separación, las más pobres, las que no pueden encontrar trabajo o que lo han perdido, las que se han visto obligadas a emigrar o han sido afectadas por catástrofes, las afligidas por sufrimientos y duelos".

También recomienda que "no se olviden los matrimonios más jóvenes y los ancianos, así como los novios y los viudos", ha transmitido el Secretario de Estado del Vaticano a las familias.

A continuación, ofrecemos el mensaje

***

 

Mensaje del Cardenal Pietro Parolin

Excelencia Reverendísima

Con motivo de la XI Peregrinación Nacional de las Familias para la Familia, que se lleva a cabo de Scafati a Pompeya, bajo la mirada maternal de la Virgen del Rosario, el Santo Padre Francisco desea enviar sus mejores deseos a todas las familias presentes, y expresa su agradecimiento a la Renovación en el Espíritu Santo, la Oficina Nacional de Pastoral Familiar de la CEI y al Foro Nacional de Asociaciones Familiares que, desde su primera edición, promueven este gesto providencial de oración y comunión eclesial.

Es reconfortante ver a las familias mostrando la belleza y la alegría del amor. ¡Nuestro mundo tiene una gran necesidad de este testimonio! Familias que no ocultan su rostro, incluso cuando su fe es probada por el dolor. Abuelos, padres e hijos que, unidos en la oración del Rosario de la Familia, claman al mundo con convicción: "¡La familia está viva! ¡Viva la familia!".

"Rogar por las necesidades familiares, orar por alguno que esté pasando un momento difícil (...) pedirle a la Virgen que proteja con su manto de madre" (ibid., N. Postsin . Amoris Laetitia, 318) es lo que el Santo Padre ha recomendado hacer en Su Exhortación apostólica después de los dos Sínodos sobre la familia. No más que la oración en la familia abre las puertas de una casa en la presencia del Señor. Ninguna otra cosa más que la oración de alabanza conmueve y mueve el corazón misericordioso de Dios. Ninguna otra cosa más que la oración de intercesión nos hace experimentar la pasión de Dios por aquellos que gimen, sufren e invocan la salvación.

Vosotros hoy hacéis de la oración coral y de su manifestación pública el vínculo intergeneracional más fuerte y la forma más efectiva de transmitir la fe. Os preocupáis de hacerlo en un tiempo que a veces quisiera excluir a Dios de la historia humana, comenzando precisamente de la vida familiar, que del amor de Dios sigue siendo una fuente que no puede suprimirse. De este amor, como "familias peregrinas", sois una manifestación dinámica, un cumplimiento del llamamiento que el Pontífice ha dirigido a todas las familias: "Caminemos, familias, ¡sigamos caminando! Lo que se nos promete es siempre más". (ibid., 325).

La XI Peregrinación Nacional de Familias para la Familia es una continuación ideal y activa del IX Encuentro Mundial de las Familias, celebrado recientemente en Irlanda. En Dublín, Su Santidad recordó que "El Evangelio de la familia es verdaderamente alegría para el mundo, ya que allí, en nuestras familias, siempre se puede encontrar a Jesús; él vive allí, en simplicidad y pobreza, como lo hizo en la casa de la Sagrada Familia de Nazaret... El matrimonio cristiano y la vida familiar manifiestan toda su belleza y atractivo si están anclados en el amor de Dios, que nos creó a su imagen, para que podamos darle gloria como iconos de su amor y de su santidad en el mundo. Padres y madres, abuelos y abuelas, hijos y nietos: todos, todos llamados a encontrar la plenitud del amor en la familia". (Discurso en la vigilia con las familias 25 de agosto, 2018).

Con estas expectativas Su Santidad espera que la peregrinación vuelva a despertar la atención sobre el protagonismo eclesial y social de la familia, para que se promueva cada vez más en el país la cultura de la vida, en todas sus estaciones, que es la forma segura para construir un mundo más atento a la promoción del hombre y de su dignidad integral y trascendente.

El Santo Padre, al mismo tiempo, anima a todas las familias presentes y a las que se unirán espiritualmente a la peregrinación a perseguir siempre el gran ideal de la santidad de la familia, para que cada casa sea la escuela del Evangelio de la familia, escuela de fidelidad y de sinceridad, escuela de paz y de perdón, escuela de escucha y reconciliación, escuela de comunión y solidaridad.

El Papa cuenta con vosotros y pide que cada vez más se conviertan en objeto de vuestra atención y acompañamiento las familias más vulnerables, las que viven el drama de la separación, las más pobres, las que no pueden encontrar trabajo o que lo han perdido, las que se han visto obligadas a emigrar o han sido afectadas por catástrofes, las afligidas por sufrimientos y duelos.

Asimismo, recomienda que no se olviden los matrimonios más jóvenes y los ancianos, así como los novios y los viudos.

Mientras os pide que recéis por él y por su servicio a la Iglesia, Su Santidad confía a la materna intercesión de María, Reina de las familias, el buen resultado de la peregrinación, y envía de todo corazón a Su Excelencia y a todos los participantes una especial bendición apostólica.

Al unir mis deseos personales, aprovecho la circunstancia para confirmarle mis respetuosos saludos.

Cardenal Pietro Parolin
Secretario de Estado

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17/09/2018-12:19
Redacción

Chile: Octavio Errázuriz, nuevo embajador ante la Santa Sede

(ZENIT — 17 sept. 2018).- Esta mañana, a las 11:15 horas, el Papa Francisco ha recibido en audiencia a Octavio Errázuriz Guilisasti, embajador de Chile ante la Santa Sede, con motivo de la presentación de sus cartas credenciales.

Sigue una breve biografía del nuevo embajador, ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

El diplomático Octavio Errázuriz nació en 1942, está casado y tiene dos hijas. Habla francés, inglés y español.

Es Licenciado en Derecho por la Universidad de Santiago, en 1959, y cuenta con un Master en la Universidad de Virginia, School of Government, en 1966, y es abogado desde el año 1968.

El embajador chileno ha sido Funcionario diplomático en el Ministerio de Asuntos Exteriores (1964-1969); Funcionario de embajada en los Estados Unidos de América (1969-1973); Funcionario en la Misión Permanente ante las Naciones Unidas en Nueva York y Funcionario en el Ministerio de Relaciones Exteriores (1976-1981); Funcionario de embajada en los Estados Unidos de América (1981-1985);Embajador en Ecuador (1985-1989); Embajador en los Estados Unidos de América (1989-1990);Embajador en Malasia (1994-1997); Embajador en China (1997-2001); Director de Relaciones Bilaterales y Director General de Política Exterior (2001-2010); y Embajador en la Misión Permanente ante las Naciones Unidas en Nueva York (2010-2014).

 

 

17/09/2018-17:16
Isabel Orellana Vilches

San José de Cupertino (o Copertino), 18 de septiembre

«Humilde franciscano, bendecido con numerosos dones sobrenaturales. Por sus constantes y públicas levitaciones, que muchos sufrimientos le atrajeron, es conocido como 'el santo de los vuelos'. Es el patrón de los estudiantes»

Giuseppe Desa, humilde franciscano, a sí mismo se denominaba fray asno. Nació el 17 de junio de 1603 en Copertino, Italia, en un establo donde su padre, que era carpintero, se ocultaba de la justicia; lo buscaba por deudas contraídas con personas sin escrúpulos que se aprovecharon de él. Franceschina,su madre, le puso bajo el amparo de María. De seis hermanos nacidos, sobrevivieron dos.

La distracción fue una de sus grandes cruces, al menos durante una parte de su vida, debido seguramente al trato distante, severo en extremo, que recibió de su madre después de quedar viuda. La debilidad y la tristeza, más quizá por la falta de ternura que por la extrema pobreza en la que quedaron sumidos al morir su padre, fueron las constantes de su infancia, época feliz para la mayor parte de los niños, pero no para él. Nadie le tenía en cuenta. No contaba con la estima de su familia (un tío suyo acaudalado le echó de casa), ni del vecindario, que le veía siempre ensimismado. Los franciscanos conventuales le cerraron las puertas de la comunidad. Le desestimaron también por su pésima preparación académica; no tenía cualidades para el estudio.

Padeció un grave tumor canceroso en una nalga que le mantuvo postrado durante seis años. Franceschina, terciaria franciscana, al ver fracasada su curación por una nefasta intervención quirúrgica, le llevó al santuario de Galátone, donde se veneraba a la Virgen de las Gracias, le ungió con óleo de una lámpara, y el muchacho pudo volver a casa auxiliado por un bastón. Siempre devotísimo de María, acudió al santuario de la Virgen de la Grottella para agradecer su curación.Después intentó aprender el oficio de zapatero, pero era una persona a la que no se le podía encomendar nada; todo lo echaba a perder, y eso le fue aislando de cara a los demás, aunque en su intimidad oraba y se sentía acogido por Dios.

Rechazado por los Observantes reformados, logró ingresar como «lego» con los capuchinos. Y aunque tomó el hábito en 1620, de nuevo, y debido a su exagerada tendencia a la distracción, se vio en la calle. Además, había ocultado un nuevo tumor para que no le expulsaran, y sufrió en silencio hasta que tuvo la desdichada idea de querer solventar él mismo la lesión, con unos resultados funestos que condicionaron definitivamente su estancia en el convento. No desistió, y pasó grandes penalidades hasta que a través de un tío suyo capuchino conventual fue acogido por la comunidad de Martina Franca. Le confiaron una humilde misión en el establo, y en los inicios de la misma su presencia fue imperceptible para el resto de los frailes soportando la cruz de muchas desdichas con bondad y paciencia. En 1625 los religiosos unánimemente decidieron admitirle como capuchino. Alcanzó el sacerdocio de forma providencial, ya que primeramente al examinarse para el diaconado le pidieron que explicase en el examen justamente lo único que sabía, la frase: «Bendito sea el fruto de tu vientre», y salió bien parado. Después, el obispo, al ver la buena preparación que tenían otros aspirantes, consideró que todos la compartían, y se libró de la prueba.

Fue ordenado en 1628, una fecha que marcaba el inicio de una serie de éxtasis, carismas diversos y fenómenos místicos extraordinarios con los que sería adornado hasta el fin de sus días. Su fama de santidad crecía casi a la par que se incrementaba su oración, la mortificación, y sus constantes ayunos y penitencias. Muchos eran agraciados por sus milagros. A las personas que acudían a él, que consideraba «cruces vivas», les decía: «Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que pide, recibe».Una vez manifestó: «He encontrado un niño sobre la cruz y lo he abrazado y he sentido arder el corazón».Pero íntimamente escuchó: «deja estas cruces muertas y toma la cruz viva»; la halló en la obediencia.

Lo denunciaron en 1638 ante el Santo Oficio de Nápoles por sus inevitables y constantes levitaciones, que se producían en público; de ahí que se conociera como «el santo de los vuelos». El arcipreste Giovanni Perillo, aludiendo a raptos sufridos mientras oficiaba misas por obediencia a su provincial, fue implacable: «Si hubiera sidoun santo, hubiera huido de darse publicidad y de llamar la atención». Durante un año obtuvo la gracia que pidió de que cesasen estos éxtasis. San Antonio de Padua se le apareció asegurándole que la Virgen y san Francisco le ayudarían.

Mientras era sometido a interrogatorios, en presencia del tribunal se reprodujeron las experiencias. Fue absuelto de las acusaciones, pero al culparle de aprovecharse de la ingenuidad del pueblo fingiendo su virtud, abandonó el convento de la Grosella. Vivió en Asís catorce años. Después le enviaron a Pietrarubbia.

Le vetaron misa, novenas, predicación... En un momento dado advirtió:«Si alguno pregunta por mí, respóndele que soy un hombre muerto. Los otros religiosos son felices porque van a la Iglesia, al coro y a cuanto pide la obediencia. Yo, sin embargo, soy inútil y no soy bueno para nada», añadiendo humildemente: «Mi voluntad es como un ciego guiado por el perrillo del querer de los superiores». Cuando los fieles dieron con él, y comenzaron las peregrinaciones, le enviaron a Fossombrone sometiéndole a un férreo aislamiento. Ese obligado encierro conllevó muchos sufrimientos. Ya no podía ni hablar, ni escribir carta alguna. Cuando el papa levantó el veto que pesaba sobre él, sus hermanos no quisieron que volviera a la Grosella. Fue enviado a Osimo.

Recibió alegre la noticia: «¡Ahora muero contento, porque muero entre mis frailes!». Convivió con la comunidad siete años de gran fecundidad, hasta que el 18 de septiembre de 1663 entregó su alma a Dios. Además del don de milagros, entre otros, fue agraciado con los de bilocación, profecía, conocimiento y perfume sobrenaturales. Benedicto XIV lo beatificó el 24 de febrero de 1753. Clemente XIII lo canonizó el 16 de julio de 1767.